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"El Fin de la Parodia"

Pues, hoy tenía ganas de actualizar así que como los vi con pocas pulgas para esperar, decidí dejar caer este cap. ahora. Espero les guste y cuando lean, intenten ponerse en los zapatos de Will. Besos a todos ^^

Capítulo XXI:

El fin de la parodia

Abi contuvo el aliento, no había planeado soltarlo de esa forma. Pero ya estaba hecho y no podía borrar sus palabras, Will le sostuvo la mirada al parecer esperando a que continuase.

—Todo esto te va a sonar extraño, incluso a mí me cuesta creerlo... —intentó esbozar un sonrisa que terminó perdiéndose en medio de su nerviosismo—, pero la verdad es que nací en 1993 y estaba festejando mi cumpleaños número dieciocho cuando llegó el momento de pedir un deseo. Ya sabes... el pastel, la vela, esas cosas... —Él no asintió, ni dio señales de comprender lo que decía pero aún la miraba, por lo que Abi decidió no perder la oportunidad. En su mente había representado esa escena miles de veces, al menos él la estaba escuchando y eso debía de ser aprovechado—. No sé por qué lo hice, pero deseé haber nacido en otra época... a partir de ese momento, todo se vuelve algo confuso. Al despertar me encontraba en tus tierras... siendo perseguida por un tigre...

—Panthera.

Ella se sorprendió al oír su voz, pero le fue imposible leer algo en el rostro de Will. Estaba tan serio, tan implacable que parecía menos accesible que antes. Como si acabara de cerrar la puerta y por mero capricho le hubiese echado cinco cerrojos. Eso no podía ser bueno, Abi se sacudió molesta. ¿Por qué no le decía nada?

—¿Will? —instó cuando él apartó la mirada en dirección del suelo, Abi extendió una mano para rozarlo pero él se movió repentinamente, entorpeciendo su cometido—. Will...

—No lo hagas.

Ella bajó la mano, notando que él no quería que lo tocara.

—Dime algo... —susurró en voz baja, tratando de capturar sus ojos. Pero fue una mala idea, pues cuando él le devolvió la mirada ella sintió la frialdad con que la observaba.

—¿Qué quieres que diga? —masculló con una mueca de rabia—. Te pedí honestidad y...

—¡Y eso fue lo que te di! —Abi lo tomó por el brazo y él volvió a sacudirse de su tacto.

—¡No! ...eso... si no quieres... —Él parecía luchar por hallar las palabras adecuadas, aunque a decir verdad Abi dudaba que existieran para esa situación—. Pensé que...

—¿Qué? —inquirió con el corazón en la boca, necesitaba saber lo que pensaba, necesitaba saber si le creía—. ¡Dime, Will!

—Olvídalo... no tienes que inventarme un cuento fantástico, lo entiendo.

—Yo no...

—¡Basta, Abi! —Ella se vio obligada a callar frente a la contundencia de su advertencia—. Espero que toda esta broma, haya sido divertida para ti.

Will le dio la espalda para abandonarla y Abi corrió detrás de él, en un intento por detenerlo.

—¡No me estoy burlando de ti! —le gritó sosteniéndolo de los hombros, Will la tomó por las muñecas y con un solo movimiento la apartó.

—No eres más que una niña —espetó con desdén, Abi abrió la boca incapaz de decir algo. Will ya no la mirada con frialdad, la observaba como si fuese la peor basura del mundo—. Te daré un consejo que espero te ayude: aléjate de las mentiras... y por sobre todo, aléjate de mí.

Los dedos que aún mantenía aferrados a su casaca, lentamente perdieron su fuerza y Abi solo pudo observarlo apartándose de ella.

No fue consciente de nada más a su alrededor, pues en el aire aún parecían flotar las últimas palabras del hombre que ella había decidido amar. Intentó confiarle su verdad, intentó abrirle su corazón y él la había rechazado, la había acusado de mentirosa y lo peor de todo, es que no podía culparlo. ¿Quién en su sano juicio creería una estupidez así? Para Abi todo sonaba como una locura, ¿qué podría esperar de Will? Era un caballero del siglo XVIII, tendría que dar gracias de que no la hubiese acusado de hereje o bruja. Entonces una alarma se encendió en su interior, ¿qué ocurriría ahora? ¿Will la correría de su casa? ¿La llevaría a un manicomio? Quizás él aún no la creía una loca, pero si ella continuaba insistiendo con que venía del futuro, muy seguramente colmaría su paciencia. ¿Qué podía hacer? Había comprobado amargamente que no podía subsistir en ese siglo completamente sola. Y a pesar del dolor que le producía el rechazo, se negaba a dejar a Will. Debía intentar explicarse mejor, había utilizado tantas noches planeando la mejor forma de decirle la verdad. ¿Por qué en ese momento las palabras escaparon de su mente? Tendría que haber sido menos directa, tendría que haber mostrado pruebas... tendría... era estúpido pensar en eso, ya era tarde para reclamos. Todo lo que tendría que haber hecho, lo había olvidado, se había precipitado y había echado a perder lo que quizás fuese su única oportunidad. Will no volvería a escucharla y ella... y ella quizás debería oír su consejo.

Se cubrió el rostro con las manos, en un intento vano de menguar su angustia. No le gustaba llorar, eso era un signo de debilidad pero, ¿qué otra cosa podría hacer? Sentía una fuerte presión en el pecho, que parecía disminuir con cada lágrima que dejaba correr. Pero aun así el dolor no afianzaba, mientras Will la creyera una mentirosa, ella no podría llenar el vacío que sentía donde antes había estado su corazón.

—¿Mal día?

Abi no respondió, ni siquiera alzó la cabeza.

No podía fingir cordialidad con alguien que no le inspiraba confianza y menos en ese momento; podía intentar lidiar con él pero no allí, no con la herida tan fresca. Ella oyó sus pasos acercándose por el camino de piedra y luego simplemente hubo silencio. Él no dijo nada pero tampoco la dejó sola, tal vez se estaba regocijando en su miseria. ¿Quién sabe? Abi no tenía ganas de averiguarlo.

—¿Qué ocurrió? —Por un segundo realmente pareció como si le importara, aun así ella prefirió mantener silencio—. Puedo intentar adivinar, pero creo que será más entretenido de este modo... —Él la tomó por la barbilla, obligándola a enfrenarlo. Abi sorbió sus lágrimas y se esforzó por no lucir tan demacrada—. Aquí tiene.

Aceptó el pañuelo que le daba pues no tenía otra alternativa, no le agradaba mostrarse débil y menos para él. Una vez que hubo limpiado su rostro, lo observó esperando a que le dijera alguna de sus frases mordaces. Pero no le mostró su sonrisa burlona, no esgrimió sus típicas palabras hirientes, tan solo le devolvió la mirada con algo que parecía comprensión. ¡Genial! Eso era estupendo, estaba dando una actuación tan patética que incluso, había logrado empatía por parte de Iker.

—¿No dirás nada? —Lo increpó sintiendo su voz rasposa.

—En realidad esperaba a que usted hablara...

—¿Para qué? ¿Para reírte de mí? —Abi giró el rostro escapando de tener que mirar esos ojos verdes—. Ganaste, Will no me quiere cerca de él... así que no es necesario que continúes con tus amenazas.

—¿Qué ha hecho?

Ella se volvió arqueando una ceja, la tirantez en su timbre la confundió ligeramente.

—¿Él? —Iker asintió y de ser posible, Abi se confundió incluso más—. Will no hizo nada...

—¿Entonces?

—Pensé que lo sabías todo —lo acusó sin reparos, ya no le importaba mucho lo que él dijera, no es como si pudiese echarle a perder más la existencia.

—Ya nunca dije eso.

Abi lo miró por largo rato, sin llegar a comprender adónde quería llegar. Pensaba que Iker estaría feliz de que ella se alejara de su hermano, después de todo ese había sido su objetivo. Entonces, ¿por qué era la primera vez que lucía normal? No estaba sombrío o acusador, solo normal. Ella no sabía a qué tenerle más miedo, pues esta faceta le era completamente desconocida.

—Le dije la verdad.

Asintió como si eso no lo sorprendiera en lo absoluto.

—¿Y no lo aceptó?

—Me acusó de mentirosa y dijo que me alejara de él, así que no... yo diría que no lo aceptó.

Iker se llevó una mano a la barbilla en gesto pensativo y Abi aguardó.

—¿Le mintió?

—¡No! Le dije la verdad, al menos lo que yo sé de la verdad... —Su voz lentamente se fue apagando cuando el rostro de Will centelló en sus recuerdos. Él la había mirado como si de una desconocida se tratase. ¿Cómo borrar ese gesto? ¿Cómo regresar las cosas atrás? Si pudiera desear algo en ese momento, sería tener otra oportunidad para intentarlo de nuevo.

—Si ha sido honesta, debe esperar a que él lo piense con tranquilidad. —Sí y una vez que lo pensara en frío, decidiría el mejor manicomio adonde enviarla. Esto no era algo que se pasaba luego de unas horitas, era algo que se creía o no. Y claramente Will había decidido no hacerlo—. Manténgase firme...

—Tú no entiendes —murmuró pesarosa—. Solo lograré que me acuse de... loca. —Incluso pronunciar esa palabra le producía escalofríos, prefería que él la creyera mentirosa a desequilibrada.

—Créame, lo entiendo más de lo que usted se imagina.

Abi lo observó a los ojos entonces y allí pudo notar eso que hacía de Iker alguien tan particular, no había luz en su mirada, no había brillo. Como si nada pudiese llegar a impresionarlo, parecía en ese momento un hombre con tanto peso sobre sus hombros, que incluso le trasmitió pesar.

—¿Quiere oír una historia? —Ella asintió incapaz de abrir la boca—. Hace algunos años yo solía llevar ese título... — Frunció el ceño, notando que se refería a la palabra loco—. No es algo cómodo de admitir, pero la familia prefirió pensar eso antes de averiguar lo que en verdad pasaba. Nunca fui de lo más normal... —Sonrió con picardía, dando a entender que ese término lo traía sin problemas—. Por esa razón, sé que usted tampoco lo es...

—Era normal —susurró por lo bajo, pues hasta el momento de viajar en el tiempo su vida había sido completamente monótona.

—No, nunca lo fue... —Hizo una pequeña pausa, frente a su ceño fruncido—. No digo que sea algo malo, pero es algo difícil de comprender. Tuvieron que pasar casi diecisiete años, antes de que yo pudiera ganarme la credibilidad de William. —Abi abrió los ojos como platos, ella no tenía tanto tiempo, aunque en un momento albergó la posibilidad de quedarse. No podía estar tantos años a la intemperie y menos lejos de Will—. Dudo que con usted vaya a ser igual —intentó calmarla, pero a Abi no se le borraría de la cabeza ese dato—. Pero debe comprender que la confianza es lo más duro de ganar, William es un poco tonto a veces... pero jamás obtendrá nada de él, sino lo gana por ese lado.

—¿Tú qué hiciste para que te creyera?

Iker se encogió de hombros, aunque la sonrisa ladeada le quitó inocencia.

—Comencé a dejar de interesarme. —Abi sacudió la cabeza sin entender—. Cuando era más chico, quería ser bueno para ellos... —Sus ojos viajaron a la fachada de la mansión y Abi supo que se refería a su familia—. Lo intenté, pero no pude cambiar quién soy, así que un día simplemente decidí que si ellos no me querían pues yo no los querría tampoco. —No supo qué decir, a pesar de que Iker decía eso con completa desenvoltura, Abi podía notar el sufrimiento que subyacía tras esas palabras—. No podemos más que mostrarnos tal y como somos, el resto depende de los demás.

—¿Y si cree que estoy loca?

Él sonrió con pesar y dejó ir un suspiro suave.

—Si lo cree, entonces no es bueno para usted.

Las lágrimas se amontonaron en sus ojos y ella tuvo que presionar las manos en puños, para no dejarlas salir. La simple idea de que Will la rechazara para siempre, la llenaba de un sentimiento de derrota que la instaba a mantener silencio para toda la eternidad. Podía retractarse, podía inventar una historia acorde y decirle que todo aquello fue una broma. Pero, ¿valía la pena? ¿O Iker tenía razón? Tenía que mostrarse como era y esperar a que la aceptara, pero eso significaba arriesgarse a ser rechazada.

—Si le sirve de algo, yo creo en usted.

—¿Si? —Él asintió lentamente—. ¿Y por qué fuiste tan bastardo conmigo?

El conde abrió los ojos sorprendido por esa acusación, pero luego simplemente dejó ir una leve carcajada.

—Créalo o no, intentaba ayudarla.

—¿A cometer suicidio?

—A que sea honesta con usted misma.

Abi bajó la vista a sus manos que mantenía enredadas en su vestido, no podía creer lo que estaba a punto de decir pero si lo pensaba mucho no lo haría.

—Gracias... —Él no respondió, pero ella supo que la había oído—. Aunque pareces un ogro, sé que lo haces porque los quieres.

Iker chistó y le volvió el rostro en gesto arrogante.

—No lo esté propagando.

Abi dejó ir una risilla, parecía de lo más irreal. Ella riendo en compañía de Iker, faltaba que los cerdos volaran y el pack estaba completo.

—Ailim tenía razón.

—Ella echa a perder mi estilo. —Se miraron serios por un instante, Abi sin poder precisar si se trataba de una broma o no. Pero finalmente Iker sonrió y ella supo que era seguro reír—. Pero sí tenía razón con respecto a algo...

—¿Qué? —preguntó confundida por la repentina complicidad en su frase.

—Mmm... estoy casi seguro de que pronto lo averiguará.

Ella alzó las manos esperando por más, pero él se limitó a pasar junto a ella despidiéndose con un rápido ademán.

—¡Oye! —protestó desanimada, él se volvió para dirigirle unas últimas palabras.

—Voy a intentar ganar un punto, usted concéntrese en la muestra musical de esta noche. Busque un atuendo bonito... le hará falta.

—¿Y qué hay de Will? —inquirió preocupada por el devenir.

—Yo me encargo. —Iker le obsequió una sonrisa y un saludo antes de desaparecer, Abi se encontró en el laberinto completamente sola y el sentimiento de aprensión regresó tan rápido como se había ido. Pero en ese momento al menos sabía que contaba con un apoyo, no tenía idea de lo que haría el conde pero saber que ya no lo tendría tras su pista la relajaba. Ahora debía enfocarse en Will y en descubrir una forma de convencerlo de su verdad.

De pie junto a la puerta de Zulima, Abi se inspeccionaba el atuendo. Esa noche Nikky le había apartado un vestido azul noche de muselina con encaje ribeteando el corpiño. Era realmente hermoso y ella no podía sentirse más fea, aunque la doncella había hecho milagros con sus maquillajes, Abi aún lucía como un muerto viviente. Pues estaba casi segura que la decepción no se podía ocultar ni con el mejor colorete.

Estaba en simple y tontas palabras: triste. Había intentado compartir la felicidad de Zulima, cuando le comentó de su apasionado beso con Noah. Pero aunque sí se alegraba por ellos, se sintió aún más miserable, no sabía dónde estaba Will y estaba casi segura que esa noche no los acompañaría.

Aunque Iker la instó a vestirse adecuadamente y la obligó a pintarse una sonrisa en la cara, Abi no sabía con qué propósito. Suspiró pesadamente y observó por encima de su hombro, el pasillo continuaba vacío, pero eso no significaba que todo estaba en orden. Repiqueteó en la puerta con las uñas y como se había imaginado, del otro lado no hubo respuesta. Zulima había estado bastante molesta porque Noah no iba a acompañarlos, en realidad a Abi eso también le pareció una tontería. Pero como él no tenía buena relación con los anfitriones de esa velada, no había logrado una invitación. Eso dio como resultado, que tanto Zulima como ella tuvieran que aceptar la compañía que imponía la duquesa. Era una regla que todas las señoritas solteras que no asistieran con escolta, aceptaran el que les proporcionaba la anfitriona. Cuando Zulima supo que Noah no las acompañaría, puso el grito en el cielo y amenazó con no asistir. Afortunadamente Ailim y ella habían logrado disuadirla con un poco de ayuda del joven Sir. En consecuencia, ella debía cubrir la puerta y Ailim mantener ocupada a la familia, mientras los tortolitos se despedían.

¿Cuándo había pasado de enamorada a casamentera?

Un sonido extraño la obligó a volver al presente. ¿Qué rayos era eso? Abi se giró a ambos lados y por su izquierda visualizó a Iker, dirigiéndose hacia ella a paso apresurado. Entonces supo que había sido el sonido, era la señal que Ailim haría si alguno se le escapaba. ¡Rayos! ¿Ahora qué? Se estrujó los sesos pensando y en ese instante Iker la alcanzaba en la puerta.

—¿Por qué tardan tanto?

Ella miró la puerta y luego a él, Iker hizo ademán de tomar la perilla y Abi soltó un sonoro y estridente: ¡No!

—Ella... se está cambiando el vestido. —Él frunció el ceño y ella intentó mantener la cara de póker. Mentir, era terrible mintiendo y eso hacía que fuese todo más irónico, Will la acusaba de mentirosa. ¡Puf, si él supiera!—. Ya bajamos. —Lo tomó del brazo para darle la vuelta, pero Iker no se movió con docilidad.

—¿Qué ocurre?

—¿Con qué? —Parecía que la habían pisado, pues la voz le había salido en un chillido—. Oh, solo que su canesú no combinaba con sus zapatos... en serio, ya vamos... —Lo empujó con poco disimulo y tras observarla con desconfianza él se fue, pero en el último segundo se volvió apuntándola con un dedo.

—Dígale a Nigel que mañana lo espero en la liza.

Abi asintió tontamente, cuando reparó en lo que eso significaba.

—¡¡Seguramente lo veras antes que yo!! —exclamó ganándose una fulminante mirada por parte del conde.

—¿Todo libre? —La puerta se entreabrió, para dejar ver una caballera rubia revuelta. Abi soltó un bufido entre dientes.

—Tienes un duelo mañana —apuntó cogiendo a Zulima del brazo, Noah soltó una carcajada y tiró de la chica en su dirección, Abi aguardó hasta que se despidieron con otro sonoro beso.

***

La duquesa y el duque de Bedford, eran personas por demás aristócratas. Si hasta el momento pensaba que los Warenne eran estirados, pues estos le quitaban como cinco cabezas de ventaja. El título que tenían era mayor que el de los marqueses de Adler, pero aun así Rosalie no se dejaba intimidar. Los trataba con cordialidad y ellos del mismo modo, pero a Abi no se le escapaban los pequeños gestos que hacían al hablar. Estaba claro que ninguna de las dos familias se soportaba y tal como Ailim le había comentado, los duques siempre se habían mostrado recelosos por la posición de los marqueses en la cámara de comunes. Abi no tenía ni idea qué significaba eso, pero por lo que había logrado captar de las medias conversaciones, al parecer Richard y Jonathan, el difunto marqués, gozaban de cierto favoritismo con el rey.

Abi casi se cae de la silla cuando Iker, comentó en tono casual que la semana anterior había salido de caza con el rey. ¡El rey! El mismo loco que aparecía en los libros de historia, era de no creer, pero allí todos respiraban aire azul. Se había sentido incómoda desde que había puesto un dedo en ese caserón antiguo, así que si se sofocaba ya tenía una idea de la razón. Esa noche estaba rodeada por los más altos rangos de la sociedad inglesa y entre todos, Abi era como un pequeño alfiler, insignificante e insípido. Le habría encantado recorrer todo del brazo de Will, al menos a su lado se sentía segura y no como un pequeño pez fuera de su pecera. Pero como ya lo había presentido antes, él no estuvo abajo esperándolas como la vez anterior. Tanto Zulima como ella, llevaban caras largas, pero al menos la muchacha se había despedido de su hombre y ella, bueno... ni siquiera sabía dónde estaba el suyo.

—Abi... —Rosalie la llamó con un gesto casual y ella se acercó, intentando por todos los medios no arrastrar los pies como una niña caprichosa—. Lord Hech me gustaría presentarle a mi pupila, la señorita Abigail Fletcher... —El tal Hech la tomó de la mano para besarle el dorso—. Ella acaba de llegar de América, al igual que usted.

La marquesa sonrió con picardía y tras presentarlos, se disculpó de una manera más que obvia para dejarlos solos.

—¿Así que acaba de llegar de América? —Pues claro, él tocó el único tema que tenían en común, Abi no quería ser grosera pero no tenía ánimos para fingir interés.

—Si —respondió escuetamente y paseó con la mirada por los rostros de los asistentes.

Aún estaban esperando a que terminaran de llegar algunas personas, por lo que todos tenían paso libre para deambular hasta que los llamaran a la sala. En donde se daría una pequeña presentación musical a la luz de las velas, en cualquier otro momento habría pensado que era algo muy romántico pero como no tenía con quien compartirlo, no iba a admitirlo entonces.

—Es un cambio significativo. —Ella se volvió sobre su hombro, Hech le hablaba una vez más—. América no es tan formal, prácticamente he olvidado cómo comportarme en estos lugares.

—¿Por qué?

—Los ingleses suelen exigirse en tonterías... —comentó en un susurro, Abi sonrió sin poder evitarlo pues ella pensaba lo mismo—. Llevo diez minutos en este lugar y solo he oído cosas como... «Su gracia esto... su excelentísima aquello...». Para cualquier americano esto no sería más que una muestra de arrogancia, ¿no?

Abi arqueó una ceja, tal vez él estaba intentando acercarse en el sentido de "riámonos de los ingleses" y no creía una palabra de lo que decía.

—¿Cuánto tiempo estuvo fuera? —instó probándolo, después de todo Hech era inglés y no podía haberse enamorado de América en un mes.

—Ocho años. —De acuerdo, entonces quizás sí hablaba enserio—. ¿Cuánto tiempo lleva usted aquí?

—Casi dos meses... —respondió notando como el tiempo, pareció escurrírsele entre los dedos. Bajó la cabeza al piso con tristeza, lo único que faltaba para rematar ese hermoso día era recordar a su familia.

—Seguro echa de menos su hogar. —Abi asintió ausente—. ¿Quiere saber un truco para no sentirse mal al recordarlo?

—Me gustaría —murmuró honestamente, Hech sonrió y extendió una de sus manos enguantadas, hasta rozar la comisura de sus labios con el dedo índice. Abi sintió como intentaba borrar aquella nota de pesar que parecía ser más y más común últimamente.

—Sonría como si cada mirada fuese la de su madre... o la de su padre, entonces estará enviándole su felicidad. —Él bajó la mano con lentitud—. Verá como todo parece más fácil, pues nadie se negaría a devolverle una sonrisa a una dama tan hermosa.

—Lord Hech, es usted un donjuán —espetó en juego, él soltó una pequeña risa.

—Si eso necesito para hacerle reír, pues sí lo soy... pero, por favor, llámeme Louis.

Ella asintió escrutando a Louis con mayor detenimiento, no era Will pero tenía lo suyo. Ojos café, cabello castaño, sonrisa afable... algo digno de admirar, pero una vez más seguía sin ser Will.

—Entonces debo pedirte que me llames Abi.

—Encantado.

***

—¿Otra milord? —Él asintió sin apartar la vista del lugar, sintió el peso de la copa al llenarse y la vació sin miramientos. Había llegado hacía quince minutos y lo primero con lo que se encontró fue con eso. Era de no creerse, ella no tenía escrúpulos. Y en un momento había incluso pensado en pedirle hablar una vez más, estaba dispuesto a... ¿De qué valía? Estaba claro que a Abi le importaba poco o nada, pues no había pasado ni un día que ya estaba visualizando un nuevo objetivo. Por supuesto que Hech había caído con su encanto de niña inocente, fueron necesarias dos palabras para que el conde la mirara como a un sueño hecho realidad. Maldita fuera ella y ese idiota.

No tenía que aguantar eso, él podía tener a la mujer que deseara, Abi había resultado ser una mentirosa. Una niñita con ganas de divertirse, ¿qué demonios lo había llevado a pensar que podía tenerla para él? Habría sido más fácil de aceptar, si no le hubiese inventado todas esas tonterías. Podía lidiar con el hecho de que ella no quisiera nada con él, pero que le dijera todas esas mentiras. ¿Con qué objeto? ¿Qué esperaba de eso? Por un momento pensó que había sido su error, después de todo él se había precipitado cuando debió ser más sensato. Pero no había planeado echarse atrás, lo que menos se imaginó es que ella fuese de esa clase de mujeres. ¿Sería? La idea que tenía de Abi en su mente se encontraba con esta nueva versión de mujer embustera. Parecía ocultar inocencia y luego tenía esos arranques que lo dejaban más desconcertado que antes. Si había mentido con lo de su tía, lo de su procedencia... ¿Cómo podría creerle algo? ¿Cómo dirimir cuando decía la verdad y cuando no? De algo estaba seguro, no le dejaría las cosas tan fáciles. Si ella quería que fuera de ese modo, él podía serlo. Tratarla con seriedad no funcionó, entonces, ¿por qué seguir con su actuación de caballero? Estaba claro que Abi no buscaba eso de él y Will podía fingir que no deseaba nada más de ella. Al menos una parte de su ser se sentiría satisfecho, a la mierda el corazón. Abi no quería amor.

—¡William! No sabía que estabas aquí... —Él vació una nueva copa de brandy e ignoró la mano que lo detenía del antebrazo.

—Ahora no, madre —masculló liberándose hábilmente, no se volvió a ver la reacción de su madre, no le interesaba.

Su atención estaba fija en un solo punto, cuando llegó hasta donde ellos estaban, pudo jurar que notó el instante en que ella contuvo el aliento.

—¡Lord Hech! —exclamó con innecesario volumen en su voz, Louis un tanto confundido le extendió una mano para saludarlo. Pero Will lo ignoró, pues se resistía a apartar los ojos de ella. La tomó de la mano y ella intentó zafarse sin éxito—. Mi dulce señorita Abi...

—¿Adler te encuentras bien?

Will sonrió haciendo un gesto con el que esperaba callar a Hech.

—Necesito hablar contigo —murmuró al oído de la dama, pasando por completo del conde. Abi se apartó ruborizada y él la volvió a atraer hasta que su pecho chocó contra el suyo—. Vamos.

—No, Will —espetó tratando de soltarse, William afianzó su amarre logrando que Hech lo tomara del brazo para llamar su atención—. No hagas esto —susurró Abi, pero le importó una mierda lo que ella quisiera.

—Suéltame, Hech —bramó a modo de advertencia, el otro no hizo caso y con su mano libre llevó a Abi hacia sus espaldas, como si él fuese una amenaza para ella. ¡Ja! Eso era ser irónico—. Que me sueltes.

—Es mejor que te retires, William.

Sacudió la cabeza en una lenta negación.

—Es mejor que tú no te metas. —Hech le sostuvo la mirada sin inmutarse, por lo que Will sintió la necesidad de ser un poco más específico. Cerró la mano conteniendo las ganas de arremeter contra él o contra algo, necesitaba soltar toda esa ira que venía acumulando. Siempre había dejado que todo lo pasara, pero no dejaría que ella también le hiciera eso—. Esto es entre ella y yo.

—La señorita no quiere hablar contigo.

Abi intentó dar un paso adelante pero Hech la detuvo, mostrándole que él podía encargarse de todo, eso fue lo último que soportó.

Sin que ninguno de los presentes pudiera preverlo, el puño de William inició el viaje con destino al rostro del conde. Nunca se había rebajado a algo así, pero más tarde podría culpar al alcohol, a la decepción de haberse enamorado de la persona equivocada una vez más o lo que sea. Necesitaba su desahogo y luego podría reprocharse por todos esos errores. 

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