"Amada Inmortal" y "Epílogo"
¡Buenas, tardes, noches y madrugadas! Ok, tras pensarlo un poco decidí dejar el final de una, así que acá tenemos tanto el último cap como el epílogo. Es que en unas horas me voy de vacaciones (sí, otra vez muajaja) Y mejor no les alargo la espera para saber cómo termina esto. Muchísimas gracias a todos los que leyeron esta historia, como dije más atrás fue de mis primeas incursiones en la escritura. Y siempre me sentí orgullosa de ella, a pesar de que todavía me faltaba mucho por aprender sobre este mundo cuando la empecé. La verdad es que en aquellos años, yo pretendí hacer mi propia versión de un cuento que le devolviera algo de emoción a los deseos. Para que de alguna forma, al menos siempre tengamos algo de fe en que si deseamos algo con fuerza, lo podemos conseguir.
Así que sin más palabras, espero disfruten el final. Y como siempre digo, sepan que fue un gusto tocar en este barco con ustedes.
Besos, Tammy ^^
Capítulo XXXIII:
Amada inmortal
William frunció el ceño observando el papel en su mano, no daba crédito de lo que veían sus ojos. Luego de que Abi apareciera, Iker se encargó de traer a Conner Mckinley en persona hasta la finca para demostrarle su inocencia. Su esposa no estaba muerta, por ende cualquier acusación quedaba vetada. Recordaba incluso el rostro de alivio del escocés, al ver a su mujer vital y sonriente a su lado. Pero las cosas no habían quedado en nada, los Warenne no eran personas que se dejaban injuriar tan fácilmente. Habían exigido a Conner que les revelara el nombre del acusador, Will estaba dispuesto a exigir una satisfacción. Pero el corregidor se mantuvo firme, alegando que no sería partidario de la matanza de sus propios nobles.
Fueron dos días de pujas en la que ni Iker ni él, lograron obtener respuestas. Sea quien fuese, se había encargado de mantenerse en un completo anonimato. A Will no se le pasaba por alto el hecho de que alguien había intentado envenenarlo, pero poco podía hacer al respecto. Había tantos sospechosos como estrellas en el cielo. Tan solo deseaba procurar el bienestar de su familia, por lo que había accedido a reforzar la custodia en la finca. Estaba el pequeñísimo detalle de que Will ya no sabía en qué hombre podía confiar y en cual no. No le agradaba ir por su propia casa vigilándose por encima del hombro, tampoco le gustaba fruncir el ceño frente a cada copa de agua. Pero, ¿qué otra cosa podía hacer? Lo querían matar y estar en ascuas era el peor de los estados. No solo debía preocuparse por él, en realidad para Will su seguridad era la de menos, solo se encargaba de no quitarle un ojo de encima a Abi.
En ese momento ella lo había enviado a su estudio casi a los empujones para que discutiera algunos asuntos importantes con Iker y Nigel. ¡Y vaya que eran importantes! Aun así Will no se sentía cómodo dejándola sola, sabía que estaba siendo demasiado sobreprotector y que era de vital importancia descubrir al culpable, pero no podía desentenderse por completo de su temor a perderla otra vez. Y en ese momento se sentía agradecido que ella lo hubiese corrido a atender sus labores.
La ilícita vida de Nigel finalmente había dado frutos. Luego de que su viejo amigo se pasara toda la noche bebiendo y recordando la infancia con Conner, este le soltó casi toda la información que se había negado a darles a los Warenne. Nigel presumía que su buen sentido de persuasión los había salvado, Iker y Will se habían limitado a rodar los ojos. Los franceses tenían tanto ego que al entrar en un salón, hasta desestimaban a los comensales.
—Esto es increíble —musitó su hermano, leyendo una de las tantas cartas que tenían desperdigadas sobre la mesa—. Aquí... estas cosas que dicen...
William tampoco se podía explicar lo que leía.
—No fue una acusación directa, sino más bien un intento de deshonra —masculló él entre dientes. Se sentía insultado y bastante cabreado.
—Sí, pues son pruebas suficientes para acusarte de asesino, adultero y tanto más...
—Con un demonio. —En ese momento le fue más difícil ocultar su irritación—. ¿Me adjudican un hijo bastardo? — espetó arrojando el papel a un lado. Todas las cartas escritas en el papel de la familia, todas la cartas selladas con su escudo, todas y cada una de ellas parecían una confesión propia.
—Conner dice que la acusación era que habías asesinado a tu esposa para poder coger a tu amante y al niño, y nombrarlo tu heredero.
William dejó caer la cabeza entre sus manos, en claras palabras podía leer como en las cartas aparentemente él se manifestaba a favor de matar a Abi.
—¡Es estúpido! Alguien debió de copiar el sello... —Sabía que de nada valía molestarse, ya no estaba siendo acusado, pero aun así se sentía ultrajado en su propia intimidad.
Sus cartas viajaban a través del continente hasta las manos del mismísimo rey y ahora algún imbécil lo estaba calumniando. Utilizando su nombre, su sello y su papel, para escribir una sarta de mentiras sin ningún sentido.
—Puede que sí, pero teniendo en cuenta que ese alguien llegó hasta tu brandy, diría que te robaron uno...
Will asintió, el razonamiento de su hermano parecía acertado.
El traidor estaba puertas adentro, él mismo había albergado en su casa a la persona que lo quería en la ruina. ¿Cómo iba a poder asegurarle algo a Abi de ese modo? En ese instante se sintió deseoso de correr a buscarla, aunque ella había prometido pasar la tarde en el capricho Will no se sentía muy tranquilo. No podía pensar; un extraño tenía su sello y podría hacer lo que quisiera para desprestigiarlo aún más. Después de todo, el asunto de las cartas casi lo lleva a la horca. El problema era que aún no podían saber quién era la persona que se suponía tenía como destinatario su falso correo. Las cartas siempre estaban dirigidas a Mi dulce amada, no estaban rotuladas, solo selladas y firmadas con su nombre.
—Me siento como un inútil —admitió logrando que sus interlocutores lo observaran con resignación.
—Mon ami, hice todo lo posible por descubrir a tu acusador... pero ni cien pintas le terminaron por soltar la lengua a Conner.
—Lo sé —susurró cabizbajo, no culpaba a Nigel por su estado, sabía que el francés había hecho mucho más de lo que se esperaba de él.
Gracias a Nigel tenían las cartas y podían advertir a sus conocidos de las falsas correspondencias. Aun así le habría encantado tener entre sus manos el cuello de la vil rata que lo inculpaba. Observó por un largo segundo a las dos personas que lo enfrentaban del otro lado del escritorio, jamás hubiese esperado tal lealtad por parte de Iker y a esa altura el odio por Nigel casi era inexistente. Se había acostumbrado a tenerlos cerca, a contar con el apoyo de ambos, pero Will sabía que estaba siendo injusto con ellos. Al fin y al cabo Iker tenía una familia y debía regresar a Londres, mientras que Nigel merecía hacerle una visita a su prometida. Aunque esta fuese su hermana.
—Creo que no hay nada más que discutir.
—¿A qué te refieres? —instó Iker confuso.
—Me refiero a que Abi está a salvo y eso es lo único que debería importarme... dudo que alguna vez pueda encontrar al traidor...
—¿Y qué propones? —Lo interrumpió su hermano, alzando la voz considerablemente—. ¿Te quedarás cruzado de brazos mientras alguien atenta contra tu vida?
No, él no planeaba eso. Solo pretendía dejar de involucrar en sus problemas al resto de la familia, pero era preferible que Iker no supiera sus intenciones.
—Solo digo que me preocuparé por vivir día a día, me encargaré de poner la seguridad que sea necesaria pero...
—¡Eso es una cobardía, William! —Por alguna razón ya se había esperado esa respuesta por parte de un Warenne—. Alguien te calumnia e intenta matarte y tú le darás la espalda a los problemas, pretendiendo que nada malo ocurrió... ¡Es tan de ti ser un cobarde!
Iker se puso de pie abruptamente, arrojando la silla tapizada al piso en la acción. Luego sin decir una palabra, salió dando un portazo. Era mejor, se dijo Will internamente. Que se enfadara con él, que lo creyera cobarde, pero que regresara a casa. Iker tenía que dejar de cuidarlo como a un pequeño, William podía atender sus asuntos solo. Sabía que su hermano, estaba dispuesto a barrer Inglaterra en busca del culpable y eso no era prudente. Estaba harto de la actitud tan temeraria de Iker, era demasiado joven e impulsivo, y para Will estaba claro que el conde no pensaba en su esposa a la hora de actuar. Pues alguien tenía que hacerlo, Will había notado en los ojos de Ailim cuánto le dolía ver como Iker la dejaba para seguirlo. En ese momento pensó que necesitaba a su hermano y como su prioridad era Abi, no dudo en callar aquello que había descubierto. Ahora que su esposa estaba de regreso, era tiempo de que Iker dejara de escapar de Ailim y enfrentara lo que sea que lo impulsaba a mantenerse alejado de ella.
—Realmente no piensas dejar todo en olvido, ¿verdad? — Will sonrió tenuemente al francés, Nigel lo conocía demasiado bien, jamás pudo engañarlo con sus vanas actuaciones—. Reconozco esa mirada, algo estás planeando...
—Pienso que mi hermanito se muestra muy valiente a la hora de blandir una espada, pero esa valentía se le escapa en presencia de su esposa.
Nigel soltó una carcajada.
—También lo he notado, ella lo controla bastante bien.
—Sí, pero no entiendo por qué Iker le rehúye tanto. — Ambos se sumieron en un grato silencio que repentinamente se vio interrumpido, por la apresurada entrada de Darton.
—¡Milord!
Will enarcó una ceja, el hombre estaba colorado y agitado como si acabara de correr kilómetros.
—¿Qué ocurre? —Su primer pensamiento fue hacia Abi, luchó para reprimir las ganas de salir en su búsqueda.
—Tiene que venir —señaló el mayordomo saliendo tan rápido como había ingresado. William y Nigel compartieron una extrañada mirada, antes de seguirlo.
En la sala se encontraba Iker acuclillado junto a uno de los sofás, en él descansaba un cuerpo casi inerte. William apartó a su hermano lentamente y observó al joven ensangrentado que luchaba por incorporarse.
—¿Ezequiel? —El muchacho que siempre se mostraba lleno de vida, parecía en ese instante pelear contra el aire que se negaba entrar en sus pulmones.
—Mon Dieu... Qu'est-il arrivé?
—No lo sé... —susurró Iker en respuesta—. Salí a tomar un poco de aire, cuando lo vi entre los sembradíos tratando de llegar a la finca. No ha dicho mucho desde entonces...
—Toda esta sangre... —inquirió él tratando de no causarle más dolor al chico—. Llamen al médico —indicó una vez que se hubo recuperado del primer shock.
—Creo que le dispararon —acusó Iker, sin reparos en mostrar que ese era otro ataque hacia su persona. Will no pasó por alto el tono recriminador, pero no comprendía. ¿Quién haría daño a Ezequiel? ¿O por qué?
—Milord... —Todas las cabezas se giraron en dirección del mozo, este le apretó con una mano ensangrentada el frente de la pechera. Parecía estar probando si era real.
—Descuida, Ezequiel, ya mandé a buscar un médico... pronto te pondrás bien. —Los ojos celestes del mozo centellaron y en un acto que agarró a todos desprevenidos, se incorporó por completo sin emitir ni un mísero quejido.
—No hay tiempo para médicos —masculló tratando de ponerle peso a su voz, aun así sonó bastante lastimera—. La señora... ¡búsquela!
Nadie pareció reparar en el hecho de que un mozo acababa de darle una orden a su patrón. Al parecer solo Iker fue tan agudo en su escrutinio, pero Will lo ignoró y envió a los chismosos lacayos en busca de Abi.
—¿Quién hizo esto?
Ezequiel escupió a un lado con repudio.
—Ese traidor... Colín Forbs.
William pensó un segundo y recordó al joven Colín, un lacayo un tanto callado de porte sombrío pero de buenos modales. Lo había contratado hacía un año o más y nunca le había dado problemas. Tal vez Ezequiel tenía alguna especie de rencilla con el muchacho, pero que el asunto hubiese llegado tan lejos no lo ponía muy contento.
—¿Por qué Colín haría algo así? —preguntó un tajante Nigel, los mozos y los lacayos rara vez se cruzaban. Colín era un guardia del piso superior, por lo que las posibilidades de crear problemas para Ezequiel eran casi mínimas.
—¡Porque descubrí sus mentiras! —respondió el mozo exasperado, volvió a posar sus manos sobre su casaca—. Milord, no hay tiempo para esto...
—¡No la encuentro! —El silencio se hizo después de que Nicole gritara esas palabras desde el rellano de la escalera—. Se suponía que estaría en el capricho, pero no está allí y la busqué en sus habitaciones, tampoco está...
Una alarma retumbo dentro de su mente, se volvió para ponerle toda su atención a Ezequiel.
—Dime qué sabes.
—Fui a los lindes de la finca para traer algunas raíces para la cocinera, cuando vi a Colín y a lady Berenfor hablando. Ellos decían cuanto se habían esforzado por dejarlo en mala situación y esperaban que usted muriera. Pero no contaban con que la señora lo salvase, Colín fue quien envenenó su brandy. Lady Berenfor fue quien lo acusó de asesinato, ella quería que su hijo bastardo fuese reconocido como el próximo marqués.
Sintió que una pesada mano caía sobre su hombro, William alzó la vista para encontrase con los ojos verdes de su hermano. No, no quería creerlo, no cuando estaba tan cerca de conseguir algo de paz. ¿Dónde estaba su mujer? No podía pensar con claridad, las palabras de Ezequiel aún daban vueltas en su cabeza.
—Colín me disparó y amarró a un árbol, luego emprendió el regreso a la finca. Ella le dio órdenes de acabar con la señora Abi, le dijo que le cortara el cuello o que la lanzara al río. — Will no lo soportó más, se puso de pie y salió dando grandes zancadas al exterior.
No estaba muy seguro de cómo proceder. ¿Acaso debía ir gritando el nombre de Abi por el bosque? ¿La hallaría como esa primera vez que se le había escapado? En la puerta de entrada de su casa, observó en todas direcciones sin ver nada en realidad. Se tomó con las manos la cabeza y profirió un grito hacia el cielo. Maldiciendo como nunca antes lo había hecho, no supo en qué momento las lágrimas rompieron su duro semblante. Comenzaba a perder los estribos, sintió miedo por Abi, tenía que encontrarla.
—Mantente fuerte, William, Abi te necesita.
Él se giró en dirección de la familiar voz, por un segundo creyó ver una pequeña sonrisa de aliento en los labios de Iker. Su hermano tenía razón, luego podría despotricar, no podía perder sus esperanzas. Necesitaba ser un líder, necesitaba recuperar la razón y pensar fríamente, esa era la única forma de encontrarla.
Comenzó a vociferar órdenes a diestra y siniestra, los hombres a su alrededor se pusieron en movimiento cada uno con destinos diferentes. Nigel tuvo los caballos listos en tiempo récord y William no se demoró en estar sobre su montura. Pensó en todos los posibles lugares donde Colín podría llevársela, solo esperaba que no hubiese tomado los consejos de Elisa. La simple idea de ver a Abi lastimada le revolvía el estómago, no, ella tenía que estar bien. Espoleó el caballo listo para partir, pero entonces unas voces lo detuvieron.
—¿Por qué tanto alboroto?
—La señora. ¿La has visto? —Nigel estaba de pie junto a Luis quien apretaba su tricornio con nerviosismo.
—Sí, ella salió en busca de su yegua.
Will giró su semental para encarar al viejo.
—¿Cuándo?
—Hace una media hora... uno de los lacayos llegó con el caballo de Ezequiel, dijo que había visto a Sugar en el río y que no había podido traerla porque estaba asustada. Entonces la señora le siguió para buscarla... —Todas las miradas estaban fijas en el hombre. El río, pensó Will con pesar recordando que en el verano había intentado enseñarle a nadar a Abi, pero esta había resultado ser una pésima nadadora.
—Sugar está en las caballerizas, no la saqué hoy. —Se volvieron al notar como Ezequiel avanzaba renqueando hasta donde estaban ellos. Con sus manos aún sucias por la sangre, cogía las correas de un caballo.
—Pero el lacayo...
William acalló al jardinero con un ademán e instó a sus hombres a seguirlo. En un instante notó que otro par de piernas se les unían y se volvió para ver al mozo.
—Regresa, Ezequiel, no estás en condiciones de cabalgar.
—Ese condenado me disparó por la espalda, si me permite milord me gustaría atravesarlo con mi puñal.
Asintió en acuerdo, pues antes que nada Will era un hombre y él sabía muy bien del honor. Le indicó a Nigel que no se apartara mucho del joven, mientras Iker y él encabezaban la pequeña diligencia.
***
—No la veo por aquí —exclamó Abi situándose a un lado del río. Llevaban poco tiempo en la búsqueda, pero Colín estaba seguro de haber visto a Sugar por última vez, en ese lugar.
—Quizás haya avanzado río arriba —propuso el lacayo y ella tuvo que asentir en acuerdo, era probable que Sugar hubiese intentando regresar por el camino en pendiente que dirigía a la finca—. Milady creo que desde allí podremos ver mejor.
Abi azuzó a su caballo y lo instó a seguir a Colín por la pequeña empinada. La parte de roca que sobresalía como un mirador natural era perfecta para tener una vista general del río y sus proximidades. Estaba un poco alto, pero Abi no temía a las alturas, en el verano había pasado largos ratos con Will sentados allí bajo el sol. Los hijos de la cocinera utilizaban ese sitio para brincar al río, como si de un trampolín se tratara.
Ella no se había sentido cómoda como para brincar, pero le gustaba ver como Will hacía estupendos saltos desde ese lugar.
Amarró las correas de su caballo a un pequeño árbol y caminó detrás de Colín por la roca caliza. A esa altura parecía que el cielo estaba más próximo y el río lucía como una tira celeste debajo de ellos, Abi trató de no mirar demasiado tiempo en esa dirección. No temía a las alturas, pero eso no significara que no la intimidaran un poquito. Para su mala fortuna desde allí no logro divisar a Sugar, comenzó a preocuparse, tampoco había visto a Eze en ningún momento.
—Puede que Ezequiel viniera por ella. —Colín no respondió, ella se dio la vuelta para regresar a su caballo. Era mejor volver a la finca y pedir algo de ayuda, los hombres de Will conocían mucho mejor que ella los bosques y estaba segura que ellos tendrían mejor suerte—. Creo que debemos ir por Fabio, él puede ayudarnos.
Tomó la montura dispuesta a brincar a la espalda del animal, cuando sintió como un par de manos la sostenían por la cintura. Contra todo pronóstico, en vez de ayudarla a montar las manos la llevaron de vuelta al suelo.
—¿Qué...? —Se volvió para encarar a Colín y su sorpresa fue en aumento, al notar que tenía en sus manos un puñal. Rápidamente le dio la vuelta sin darle tiempo a pensar y la sostuvo por la espalda para luego posar la punta del arma, sobre su garganta—. ¿Colín que haces?—instó alarmada.
—No puede regresar, milady...—Él ejerció presión apartándola del caballo, y prácticamente la alzó del suelo para llevarla al borde del acantilado. Abi se trepó del brazo que Colín cruzaba por delante de su cuerpo, por nada del mundo se soltaría.
—Por favor... —murmuró sintiendo que debajo de sus pies, no había nada sólido en que pararse—, por favor no hagas esto.
—¡Cierre la boca! —exclamó profiriéndole un sacudón.
Abi trató de calmar la creciente angustia, no tenía sentido ponerlo más nervioso. Intentó hacer una vez más pie en la piedra caliza, pero Colín la mantenía suspendida en el aire sin darle ninguna oportunidad. Se removió en su amarre, apretando las manos fuertemente en el antebrazo del lacayo.
—¿Por qué haces esto? —musitó con las lágrimas retocando su timbre. No quería llorar, pero sabía que tras una caída de unos diez metros, debajo tan solo la esperaba un río de agua helada.
—¿Por qué? —Ella sintió cierta burla en su voz—. Porque es necesario, usted no debió regresar, lo arruinó todo...
—¡Colín, por Dios! ¿Qué pasa? ¿Dime cómo puedo ayudarte? No tienes que hacer algo así, por favor...
Luego de luchar contra el tiempo, contra el mismo Will y su pasado, ahora todo iba a terminar por el arranque de locura de alguien prácticamente desconocido. No tenía idea qué podría ir mal con Colín, pero esperaba poder convencerlo de que había otra salida, era su única alternativa. Pensó en su esposo, en lo que ocurriría cuando él supiera todo eso y su corazón se encogió de desesperación dentro de su pecho. No podía rendirse, tenía que regresar con Will, su historia no podía terminar allí, no de ese modo.
—Regrésame al piso, te juro que haré lo posible por ayudarte... no le diré nada a Will.
Él presionó tanto el puñal, que logró abrirle un pequeño corte, Abi apretó las manos en puños para no soltar un grito agudo. «No grites Abi, no llores, sé fuerte por Will».
—¡¡Le he dicho que cerrara la boca!! —Abi sabía que Colín no era mala persona, lo había conocido en todo ese tiempo y aunque era un poco tímido, jamás se comportaba mal con nadie. Era correcto, era leal... entonces, ¿por qué hacía algo así? —. ¡No puedo pensar con tanto ruido!
Volvió a presionarle el cuello con su puñal y ella supo que se refería a los sollozos que simplemente no podía controlar.
Quiso mantenerse regia, pero sabía que una persona tan consumida en una tarea de ese tipo no se echaba atrás fácilmente. La iba a matar sin miramientos y Abi no podía quitar de su mente la imagen de su marqués, nunca tendría que haberse apartado de él. Había estado tan ensimismada en la emoción de estar de vuelta, que no fue consciente de que el peligro aún estaba latente. Nunca habría sospechado de Colín, pero estaba casi convencida de que él había intentado envenenar a su esposo. Si ella no hubiese sido tan estúpida, lo hubiera descubierto en su siglo, pero no pensó en las consecuencias ahora por eso se despediría del mundo prematuramente.
—No es tarde... —murmuró sin siquiera creérselo ella misma, sabía que estaba luchando contra un absurdo—. Déjame ayudarte, cualquiera sea el problema le hallaremos solución.
Colín soltó una hueca carcajada y Abi se estrujó los sesos pensando. ¿Qué podría ofrecerle o prometerle? ¿Acaso tenía sentido alargar esa tortura?
—El problema es usted y su esposo... arruinaron todo. —Abi gritó sonoramente cuando él la liberó de una de sus manos, y tan solo se mantenía sostenida por su propia determinación. Elevó una súplica al cielo mientras Colín se retorcía bajo su fiero amarre—. ¡Suélteme!
—¡¡No, por favor!! ¡¡Súbeme, Colín!!
Él la asió por la muñeca, clavando sus ojos negros en ella con la furia apenas controlada. Abi no pudo evitar pensar en la mirada de Will, aquella luz que no volvería a ver. Rompió en un llanto lastimero, ya imposible de callar y el lacayo sonrió con gesto ilegible.
—La caída no la matará, nade hasta la orilla y no regrese nunca más... es lo único que puedo hacer por usted.
Abi sacudió la cabeza lentamente, y Colín comenzó a bajarla por la cuesta. Su cuerpo se agitaba como una bolsa atrapada por el viento, quiso trepar por el brazo que la mantenía aún en el aire, pero Colín hizo caso omiso de su pedido de auxilio mudo.
—¡Por Dios! ¡¡No sé nadar!! —confesó en un gemido de derrota, él por un segundo pareció pensar en lo que hacía. Pero luego sin previo aviso, la soltó.
—Lo lamento —lo oyó decir, pero ya era tarde para disculpas, Abi sintió cómo el aire golpeaba su cuerpo en caída libre, para un instante después impactar de lleno contra el agua.
Intentó por todos los medios no perder la dirección, pero en el segundo en que se hundió todo pareció ponerse de cabeza. El frío helado del río la envolvió en su oscuridad y ya no supo dónde estaba la salida de ese infierno. Quiso pensar en las lecciones de Will, en cómo debía agitar los brazos para salir a flote, pero cargar con su vestido era algo que no venía incluido en las explicaciones. Las telas se arremolinaban con el caudal del río, que la empujaban cada vez más abajo, Abi sintió como si unos puñales se clavaran en sus costillas. Y tras sacudirse inútilmente en busca de la superficie, la fuerza la abandonó por completo. El aire que pugnaba por salir de sus pulmones, se extinguió con un último grito sofocado, entonces por un segundo ya no sintió la urgencia de seguir luchando. Los ojos se le cerraron de modo parsimonioso y el frío pasó a segundo plano, se sintió aletargada y se entregó por completo a ese nuevo sentimiento. Por un instante creyó oír la voz de su esposo, pero todo pareció diluirse rápidamente en la inmensidad de su inconsciente.
***
Will espoleó con fuerza a su caballo, hasta se podría decir que de manera cruel, pero no le importó. De alguna forma sabía que su semental comprendía su frustración y lo alentaba a poner mayor énfasis en su carrera. Iker se puso a su lado al segundo que llegaron al río, los otros dos jinetes no tardaron en unírseles.
—¡Por allí, miren!
Ezequiel y Nigel no aguardaron orden, salieron detrás del caballo que escapaba por uno de los senderos laterales a vivo galope. William reconoció la silueta de Colín pero no hizo ademán por seguirlo, Abi no estaba con él, lo supo sin necesidad de verlo por largo tiempo. Las manos comenzaron a temblarle y su vista viajo hacia el río que golpeaba las paredes laterales, casi como si de un llamado se tratase. Subió por la empinada, sabiendo que de allí tendría una vista directa, aunque por alguna razón tenía el presentimiento de que solo perdía el tiempo.
—¿Qué haces? ¡Se fue por allá! —No se molestó en explicarse para su hermano, continuó en la dirección que iba dándole la espalda en silencio.
Bajó del caballo incluso antes de que terminara de subir y el último tramo lo hizo a pie, pero no logró ver nada más que el bamboleo de las olas. Nadie a la vera del río, ni una simple brisa que le indicara la dirección en donde se encontraba su esposa. Bajó la vista al piso y se presionó con fuerza los ojos, allí donde las lágrimas luchaban por abrirse paso. Había estado seguro que desde ese punto sería capaz de verla, pero había cometido un error. Abi no estaba, dejó escapar a Colín cuando quizás siguiéndolo podría sonsacarle el paradero de su esposa.
—¡¡Abi!! —exclamó agotando su última opción. Le había fallado, no la había cuidado, cómo pudo ser tan estúpido, tan confiado. Las piernas se negaron a sostenerlo un segundo más y se dejó caer de rodillas sobre la piedra, con sus manos intentó cubrir su creciente derrota pero todo parecía ya un gesto inútil.
—William...
—Déjame solo —pidió en voz casi audible, no tenía el coraje para mirar a su hermano a la cara. Lo había llamado cobarde, quizás tenía razón. Alzó lentamente el rostro de sus manos y por un segundo volvió a perder la vista en el río.
—Es mejor que... —Pero Will no escuchó el resto de su frase, lo que vio en el agua no le dio tiempo a pensar su próxima acción.
Se puso de pie abruptamente y brincó sin miramientos en dirección a aquella prenda de ropa que flotaba inerte en la superficie. Su corazón se detuvo al instante en que su cuerpo golpeó contra el frío caudal, pero no dio muestra de sufrimiento. Nadó como nunca antes, aunque sus brazos le pesaban a ambos lados como si no tuvieran vida, aunque sus dientes castañeaban incesantemente, no hubo fuerza que lo detuviera. Llegó hasta ella y la tomó del vestido, pero si antes le era difícil avanzar la suma del peso de Abi lo detuvo casi por completo. El pulso le temblaba, le era imposible desatar las múltiples capas del denso vestido. Por lo que terminó sacando una daga de su cinturón y con cortes rápidos, se deshizo de aquella carga inútil. Le palpó el rostro, intentando ver sus ojos, intentando mostrarle que ya estaba a su lado pero Abi lucía como un pequeño ángel dormido, el color de sus mejillas era blanco casi mortecino y sus labios se encontraban laxos y azulados. Will comenzó a desesperarse, sabía que si no salía del agua, ambos morirían congelados. Hizo un último esfuerzo y nadó con ella colocándola sobre su espalda, hasta que llegó a la orilla más cercana.
La depositó en el piso temblando él furtivamente, presa del pánico o quizás del frío, pero cuando miró a su mujer notó muy a su pesar que no emitía movimiento alguno. La respiración de Will se aceleró, los latidos de su corazón lo ensordecieron y por un segundo sintió la arrolladora fuerza del miedo.
—Abi...A...bi... —la llamó buscándole el pulso en el cuello, pero no conseguía poner en cause sus pensamientos.
Aunque le ordenaba a sus manos moverse, estas simplemente no le respondían. Will dejó caer la cabeza en el pecho de su esposa, no confiaba en sus manos pero sus oídos no lo traicionarían. Intentó oír por encima de los golpeteos de su propio corazón, pero en ningún momento logró escuchar los de ella. La volvió a mirar. ¿Por qué seguía tan pálida?
—Por...Dios...A... —Tomó su rostro entre sus entumecidas manos, presionándola para que abriera los ojos. Ella siguió sin dar muestras de vida y por primera vez desde que se había tirado al río Will, sintió el peso de la realidad. La acarició suavemente como temiendo arruinar su perfección—. Oh, Abi...
Su pequeña mano parecía tan ligera, tan inocente, tan fría. ¿Cómo había permitido que le ocurriera eso? Su Abi, su perfecta y dulce mujer ahora yacía inerte, sin que él pudiera hacer nada al respecto. La tomó entre sus brazos apretándola contra su cuerpo, lamentándose tantas cosas, que en ningún segundo reparó en el mundo a su alrededor. Ya nada importaba, luego de que la magia la trajera a su lado, él no había sabido proteger aquel regalo.
—Lo siento tanto, mi amor...
—¡Apártate!
William ignoró la voz de su hermano, pero este no tuvo que ejercer mucha fuerza para hacerlo a un lado. Iker se acuclilló junto al cuerpo de Abi y luego le dirigió una penosa mirada. Entonces tras intentar buscarle inútilmente pulso, colocó sus manos sobre el pecho de su esposa para luego ejercer una ligera presión. Will frunció el ceño e intentó incorporarse para apartarlo pero las piernas le fallaron inútilmente.
—¡¿Qué haces?! —exclamó encolerizado, viendo como su hermano maltrataba el cuerpo de su mujer—. ¡Déjala!
Iker alzó la mirada y Will pudo notar su propia desesperación reflejada en sus ojos verdes.
—Tengo que intentarlo —musitó, volviendo a recargar el peso de su cuerpo sobre el torso de Abi. Y tras presionarla en repetidas ocasiones, terminó por dejarse caer vencido a un lado.
Ella continuó igual que antes y Will no soportó ni un segundo más tenerla lejos, prácticamente se arrastró hasta llegar a su lado y con una mano le apartó algunos mechones mojados del rostro. Abi se veía en paz, eso tenía que darle algún tipo de consuelo.
—Lo lamento... —dijo Iker y en ese segundo volvió a empujarlo, para luego descargar un último golpe con su puño en el pecho de Abi.
William se quedó atónito por ese repentino acto irrespetuoso, estuvo a un segundo de saltarle al cuello, pero entonces un simple sonido lo obligó a detenerse. Ambos bajaron la vista hacia la persona que había ejecutado dicha acción y tanto Iker como Will, se quedaron viéndola atontados. Abi comenzó a toser agua de manera compulsiva y un segundo después abrió sus bellos ojos un tanto obnubilados por los sucesos. Will sintió como una sonrisa crecía desde su interior, hasta situarse en su boca. Ella lo observó y extendió una de sus manitos, para rozarle la comisura de los labios. Will la apretó contra su rostro, depositándole ciento de besos en la palma y en un instante pudo jurar que oyó cómo reía. Entonces no quiso ni pudo mantenerse tan pasivo como hasta al momento, la tomó para propinarle el más caluroso de los abrazos y pudieron pasar horas sin que ninguno de los dos deseara moverse. Abi estaba bien, sus ojos volvían a brillar llenos de vida. ¿Qué otra cosa podía pedir? Acababan de otorgarle una nueva oportunidad.
—Gracias —murmuró su hermosa mujer junto a su oído, y Will sintió como cada centímetro de su cuerpo reaccionaba al calor de su voz.
—Oh, mi amor, nunca vuelvas a asustarme de ese modo. —La estrechó aún con mayor vehemencia y sintió como detrás de ellos su hermano se retiraba, antes dejando su casaca sobre los hombros de Abi. Will le dirigió una corta mirada y este asintió conforme con la escena, luego pareció llevar su atención a otra cosa—. Te llevaremos a casa —la instó a levantarse, pero él tuvo sus propias dificultades para hacerlo. Finalmente, unas manos lo ayudaron y Will descubrió que ya no eran solo tres personas en ese lugar.
—Venga, milady. —Fabio le expuso una sonrisa antes de llevar a Abi hacia un caballo que tenía varias mantas en su alforja, ella rápidamente estuvo cubierta de pies a cabeza.
—¡Milord! —William observó a Ezequiel, quien a pesar de todos sus golpes aún se mantenía firme, algo digno de admirar. Nigel lo acompañaba y Will se sintió satisfecho al ver que tenían a Colín atado de manos detrás de ellos—. Intentó escapar, pero no fue rival para un jinete como sir Nigel. —El aludido se encogió de hombros con humildad, pero Will supo que había mucho que agradecerle a su amigo francés—. ¿Qué quiere hacer con él?
Matarlo, fue el primer pensamiento que cruzó su mente. Pero entonces sus ojos viajaron hacia donde estaba Abi, ella sintió su mirada y lo observó para dirigirle una trémula sonrisa. Sabía que ella no creía en esa clase de castigos, sabía que ella no vería bien una venganza de ese tipo. Entonces tal vez debía dejar que la ley se encargase de Colín.
—¿Estás dispuesto a confesar? —le preguntó al muchacho que lucía un rostro amoratado, seguramente por la paliza que le habrían dado esos dos al cazarlo.
—Sí, milord —espetó con la vista fija en el suelo.
—¿Quién te pidió que hicieras esto?
El lacayo lo miró de soslayo, aunque William ya conocía la respuesta, quería saber que tenía un respaldo firme para acusarla a ella también.
—Lady Elisa Berenfor.
Will sonrió conforme y tras hacer una seña, sus hombres se encargaron de llevárselo. Podía convencerse de que matarlo no sería lo mejor, pero no significaba que no estuviese tentado de atravesarlo con su espada. Dio órdenes a Fabio de ir con Conner para notificarle los sucesos y para que detuviera a Elisa, luego se encargó de enviar a Ezequiel con un médico a pesar de las protestas del mozo. Estaba a punto de continuar con sus diligencias, cuando sintió que lo detenían del brazo.
—Nosotros nos encargamos desde ahora. —Nigel se quitó su casaca y se la entregó para que se protegiera del frío, William no pudo más que sonreírle en agradecimiento. Estaba tan ensimismado en solucionar todo cuanto antes, que se había olvidado de su propia salud—. Tú ve con Abi.
Asintió en acuerdo y se volvió para buscar a su esposa, luego antes de pensarlo con demasiado detenimiento giró sobre sus talones y se acercó a Nigel para darle un fuerte abrazo. El francés un tanto sorprendido por esa inesperada muestra de cariño dudó un instante, pero luego terminó por corresponderle del mismo grado.
—Gracias.
—Comptez sur moi.
Will se apartó para mirarlo un segundo.
—Toujours —musitó en voz queda y supo que a pesar de sus diferencias, a pesar de todo el pasado que cargaban ambos, aún podían contar con el otro. Al fin y al cabo, Nigel era su amigo—. Noah...
—Ah, ¿este el momento en que todos nos abrazamos y lloramos por la dicha de la vida?
Will y Nigel fruncieron el ceño, al girarse se encontraron con Iker y Abi parados a un lado de ellos sonriendo por la escena que presenciaban. Ella corrió a sus brazos cuando la invitaron a unírseles, pero su hermano se quedó observándolos con un toque de desdén.
—Ven aquí, haremos un abrazo de grupo —le urgió Abi, a lo que Iker contestó con un chasquido de lengua. Will lo apresó por el cuello del chaleco y la atrajo rompiendo su resistencia.
—Abi quiere un abrazo —masculló serio, y tras rodar los ojos su hermano cedió en parte al pedido. Era una visión por demás tonta, pero ninguno dio indicios de querer terminarla a no ser por...
—¿Cuánto tiempo tenemos que quedarnos así?
—¡Cállate, Iker! —exclamaron los tres al unísono, y el conde se limitó a refunfuñar entre dientes. Bueno, quizás no eran el grupo más unido del mundo, pero por algo se empezaba.
Epílogo
—¿Will?
—Hmm...
Abi sonrió frente a la poco enmascarada falta de atención.
—¿Qué ocurrirá con Elisa? —Él pareció detenerse a pensarlo por un largo instante, ella sabía que no era un tema grato para conversar, pero mientras más rápido ahuyentara ese fantasma mejor se sentiría.
—La llevaran a la Torre en Londres.
Se estremeció ligeramente, sabía que la Torre era la versión inglesa de la Bastilla francesa, por un segundo sintió algo de pena por esa mujer.
—¿Y su bebé? —Su esposo escogió el silencio en esa ocasión y Abi se incorporó lo suficiente para mirarlo a los ojos—. ¿Qué le harán al niño?
—No lo sé, Abi. —Notó en su mirada que la respuesta era honesta, pero no pudo evitar pensar en la desventura de un pequeño que nada había hecho.
Todos sabían que Elisa sería condenada a la horca, no solo por atentar contra la vida de los marqueses, sino también por la estafa que había representado a través de las cartas. Pero aun así, llevaba a un niño en su vientre, alguien inocente que iba a pagar por las malas decisiones de su madre.
—Le propuse al juez que la encarcelara hasta que diera a luz, pero no sé qué sería peor: morir rápidamente o crecer sin padres, ni familia.
—¿Qué hay de los padres de Elisa?
—No quieren saber nada del hijo de un lacayo.
Qué gente más ignorante. ¿Acaso no notaban que un niño no escogía dónde nacer? Era como si lo condenaran incluso antes de dar su primera bocanada de oxígeno.
—¿No hay nada que se pueda hacer por él?
Will se tensó ligeramente y la atrajo con su fuerza sobre su pecho.
—Abi, no quiero pensar en ello.
Ella se incorporó una vez más, haciendo caso omiso a su queja y lo observó con seriedad.
—No puedes ignorarlo tampoco...
—En lo que a mí concierne, esas personas no existen.
Frunció el ceño molesta por su actitud, sabía que Will no quería ceder, incluso comprendía su posición pero ella aún seguía pensando que se trataba de seres humanos.
—Will... —Él sacudió la cabeza, sin darle oportunidad de alegar—. Will, no seas necio...
—¿Necio? —rio con ironía—. No, claro, no seamos necios Abi... ¡Ayudemos a todos los que intenten asesinarnos! ¿Qué te parece si ponemos un centro para atenderlos a todos?
Ella puso los ojos en blanco y soltó un bufido claramente molesta. Will dejó ir un largo suspiro, para luego posar una de sus manos sobre su cintura. Abi lo ignoró sentándose en la cama para darle la espalda, odiaba cuando se ponía en ese plan. Ella era muy consciente del daño que había causado Elisa, pero aun así no podía desentenderse de ese sentimiento que la instaba a protestar. Nunca estuvo de acuerdo con la pena de muerte como castigo, pero nada podía hacer contra las leyes de la época. Estaba dispuesta a guardar silencio en ese aspecto, pero no podía hacer lo mismo en lo que concernía a una criatura. Quizás para los padres de Elisa era simple volverle la espalda, pero no para ella.
—Tú no entiendes —musitó escapando de su amarre, Will se incorporó también y la sostuvo entonces con mayor vehemencia.
—No quiero pelear contigo por ese tema. —Abi lo observó por sobre el hombro, él hundió el rostro en su clavícula para depositarle suaves besos de perdón—. Regresa a mi lado, descansemos un poco y te prometo que mañana, podrás decirme todo lo que te desagrada de mí.
Ella rodó los ojos y se dio la vuelta para empujarlo con fuerza contra el colchón. Will sonrió con picardía en cuanto ella se posicionó sobre su cuerpo.
—No seas bobo, me encanta todo de ti... —Se inclinó para depositar un beso sobre su torso desnudo—. Pero me gustaría que también comprendas como me siento... —admitió en un susurro, Will extendió una mano para acariciarle tiernamente la mejilla. Abi dejó ir un suspiro por lo bajo y luego se recostó sobre su esposo, para embriagarse de su masculina fragancia.
—Entonces, ¿te parece si les exijo a los Berenfor que paguen una asignación anual para el niño?
Abi tuvo que mirarlo, su rostro era la viva imagen de la perplejidad.
—¿Puedes hacer eso?
Will sonrió abiertamente.
—Por supuesto que puedo, ya te dije que nadie me niega nada a mí—Soltó una pequeña carcajada, había veces en que la arrogancia de su esposo tenía una utilidad práctica.
—Porque eres un marqués... —Le rozó los labios con un fugaz beso, Will rio tratando de atrapar su boca—. Y uno fuerte, sexi... al que nadie se puede negar... —Con su lengua contorneó las líneas tensas de su barbilla, él profirió un gruñido en acuerdo.
—Abi... —Will quiso guiarla hasta su boca, pero ella se escabulló de sus manos y continuó susurrándole besos a su torso—. Ven aquí... —Se quejó él, pero ella se limitó a responderle con una risilla divertida. Entonces tras saborear su cuerpo con premeditada tranquilidad, regresó para tomar sus labios con furtivo apetito.
—Tengo que decirte algo.
—Hmm... —protestó una vez más su esposo, cuando ella dejó de besarlo para retomar la charla—. ¿No podemos hablar mañana? Ahora me gustaría...
Pero Abi lo detuvo con una firme mano, anclándolo a la cama.
—Es importante —confesó cargando sus pulmones de aire, llevaba toda la semana dándole vueltas al asunto, buscando el momento ideal para soltarlo.
Ahora que ya habían pasado dos días de su casi muerte y finalmente tanto Iker como Noah iban de camino a Londres, ella pensaba que había llegado la hora. Will notó la seriedad en su voz y la observó en un silencio que casi la asustó, quizás él pensaba que eran malas noticias. No supo cómo empezar y Will lentamente pareció impacientarse.
—¿Abi, qué ocurre? —Tras esas palabras sus ojos parecieron velarse tras una emoción desconocida por ella, por un instante pensó que Will parecía temeroso.
—Cuando estuve en el futuro... —Se apresuró a hablar, tratando de borrar esa expresión que lo hacía lucir triste, no le gustaba verlo así—. No puse marcada atención a muchas cosas... ya sabes por estar pensando demasiado en ti... — Will sonrió casi imperceptiblemente, ella bajó la mirada a sus manos un tanto avergonzada por la confesión—. Pero cuando regresé, Nikky y yo notamos que... como que subí mucho de peso en estos últimos meses.
Entonces levantó la vista para encontrarse con sus ojos negros clavados en ella. Will tenía el ceño ligeramente fruncido en un claro gesto analizador.
—¿Qué...? —Vaciló trabándose con su propia pregunta—. ¿Qué quieres... decirme? —Abi estaba a punto de abrir la boca, cuando él la abrazó con fuerza para plantarle un arrebatador beso. Luego se apartó mirándola furtivamente, ella notó que su desconcierto había sido remplazado por una refulgente sonrisa—. ¿Tú...? ¿Vamos a...?
—¡Sí! —respondió ella sonriendo de oreja a oreja—. Vamos a tener un bebé.
Y entonces cualquier otra palabra tuvo que aguardar, Will la acorraló entre sus brazos dándole miles de besos en los párpados, la nariz, la boca y todo el rostro, para luego descender hasta su vientre y rozarlo tiernamente con sus labios.
—Mi hijo —susurró como si este pudiese oírlo desde allí dentro.
—O hija... —señaló Abi oyendo la pequeña risa que ascendió junto con la cabeza de Will. La besó.
—O hija —acordó, reposando su peso sobre uno de sus codos, en ningún momento dejó de mirarla. Parecía casi como si intentara grabar su expresión eternamente en su memoria—. Una linda niña de ojos violetas... —Con una de sus manos paseó por su cuerpo en una caricia ininterrumpida hasta dejarla descansar sobre su futuro bebé—. Una original.
Abi rio tontamente y Will enarcó una ceja, curioso.
—Nunca supe qué rayos es ser una original —admitió muy a su pesar, la habían llamado así muchas veces, ella incluso había utilizado el término. Pero siempre de una forma bastante hipócrita, porque nunca supo a qué hacía referencia.
—Mmm... bueno, una original es alguien que destaca por su belleza singular. Muchos pueden reconocer a una mujer hermosa, con los rasgos característicos de una dama... pero una original hace que todos se giren a mirarla, con la simple razón de descubrir aquello que la hace brillar, incluso en un salón atestado de luz. —Will le sonrió de medio lado al terminar su explicación y le tocó la nariz con la punta de su dedo índice—. Tú, mi bella esposa, eres una original... tu hermosura no inspira odas o poemas de amor, sino que otorga fe a los mortales. Haciéndonos ver que el cielo no nos ha olvidado por completo, pues nos obsequió tu presencia como señal de que aún tenemos salvación.
—Oh, Will... —Era su cursi esposo quien decía todo aquello, pero por un segundo realmente se creyó tan hermosa como él la describía. Abi le envolvió los brazos al cuello y lo atrajo a su boca impacientemente, Will sonrió contra sus labios complacido.
Y en ese instante se sintió como el más afortunado de los seres vivos, sus dos ángeles habían encontrado el camino a casa, finalmente tendría lo que había anhelado en el mundo e incluso un poco más. No había nada que podría agregarle a esa imagen y con Abi entre sus brazos, por un momento el tiempo dejó de importarle. Habían logrado vencer una de las más duras barreras, a partir de ese día ya nada podría separarlos, pues él nunca cometería la falta de perderla de su lado. Si pudiese desear algo en ese instante, lo único en que podría pensar era en que Abi nunca dejara de amarlo. Pues con eso de su lado se sentía invencible, capaz de enfrentar cualquier contratiempo que en la vida le estuviese esperando.
—Mi Abi... viniste desde tan lejos para hacerme feliz.
Ella le sonrió con malicia, sacudiendo la cabeza en una ligera negación.
—No soy tan buena, Will, vine desde lejos para hacerme feliz... tú tan solo saliste beneficiado.
Él le dio un golpecito en el trasero y ella soltó una gutural carcajada.
—Tienes razón, eres una persona egoísta... así que propongo un largo castigo para ponerte en el buen camino... —Abi abrió la boca sorprendida y luego terminó por guiñarle un ojo, invitándolo a enfrentarla.
—¿Toda la noche? —preguntó con fingida inocencia. Will la apresó debajo de su cuerpo y tras invadir su boca a besos, se incorporó para escrutarla con gesto imperturbable.
—Todas las noches, es la única forma de enseñarte algo de modales.
Ella entrelazó las manos alrededor de su cuello y le rozó los labios con la lengua.
—No pierdas el tiempo entonces, esposo mío. —Y no lo hizo, tras un gruñido de satisfacción se encomendó en la tarea de enseñar a su esposa, todo y cuanto él sabía sobre el amor.
FIN
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Dedicada a todos los que me alentaron en mis primeros años de escritura, sólo por confiar en que tarde o temprano iba a empezar a hacer mejor. ^^
PD: La segunda parte de esta historia se llama "El Conde Fantasma" es la historia de Iker y Ailim y la pueden encontrar en mi perfil. Saludos ^^
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