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"Acuerdo de Nobles"

Capítulo VI:

Acuerdo de nobles

—¡¿Y para qué quiero yo un esposo?! —le lanzó con la voz tan chillona que hasta ella misma se sorprendió. Will frunció el ceño como si estuviese pensando su respuesta con mucho detenimiento—. Es decir... yo no busco...

—Dijo que se presentaría en una temporada, ¿no es así? —Abi tuvo que asentir pues negar esa parte sería ponerse en evidencia de una forma descarada—. ¿Con qué otro motivo se presentaría entonces?

Era una muy buena pregunta, para la que ella no tenía respuesta. Pues cuando accedió a mentir que se iba a presentar en una temporada, no tenía idea que eso era igual que decir «estoy desesperada buscando un esposo».

—No sabía que...

—¿Acaso nadie le dijo con qué propósito la enviaban aquí? —Se encogió de hombros no muy segura de su gesto, decir que sí, era admitir que su familia y los coloniales eran una sarta de ignorantes que no tenían idea de lo que acontecía en Londres—. Estoy al corriente de que en Nueva Inglaterra no se acostumbran las mismas prácticas, razón por la cual la temporada londinense es tan renombrada. Pero suponía que una señorita estaba mejor informada que cualquier hombre.

«Traducción: Eres el ejemplo de mujer más triste que he conocido en toda mi vida», pensó Abi dejando caer los hombros con rendición. Sin importar qué tan linda se sintiera en un vestido, jamás lograría forjar la imagen de dama inglesa o siquiera de dama americana respetable. No cuando no tenía idea de qué era una temporada o por qué debía buscar un esposo allí.

—Yo... supongo que me enteraría tarde o temprano. — Quiso morderse la lengua ni bien esas palabras salieron de su boca, acababa de dar por supuesto que la idea de buscar esposo no la contrariaba. Pero si gritaba a los cuatro vientos que ella no quería un esposo, ¿qué pensaría Will? En esa época las mujeres lo único que deseaban era casarse, pero Dios, ¿quién es su sano juicio se casaría tan joven?

—¿Entonces está de acuerdo en que contacte a mi madre? —Ella soltó un suspiro por lo bajo y asintió como si con ese simple gesto firmara su sentencia—. Estupendo entonces.

Sí... sonríe, exclamó Abi en su interior intentando no incendiar el lugar con su rabia. ¿Qué demonios haría ahora?

Ella no quería casarse, pero bueno quizás si era una candidata horrible no recibiría ninguna propuesta. ¡Sí! Vitoreó su mente un poco más relajada, era muy probable que ningún hombre de esa época la encontrara deseable. Tan solo tenía que ser como era, ya de por sí de esa forma causaba que todos se alterasen así que eso significaba que su actitud no era bien aceptada. Ningún hombre o mejor dicho caballero, se casaría con una vulgar chica de las colonias que no tenía dinero y para colmo ni siquiera educación. Lo único que ella tenía era una historia cuestionable que gracias al caballero sentado a su lado, le otorgaba cierto prestigio para ser merecedora de su protección.

—¿Y cuándo me marcho? —preguntó repentinamente animada, solo tendría que pasar un año fingiendo buscar marido y si por esas del azar recibía una proposición, se limitaría a mantener un compromiso eterno, de esa forma escaparía de tener cualquier futuro con alguien de ese lugar.

—Si envío la misiva hoy, obtendremos respuesta en cuatro días. Ha estado lloviendo y los caminos están poco transitables.

—Eso me parece bien —aceptó sonriendo con sinceridad, cuando sus planes la dejaban conforme ella tendía a tener un muy buen humor.

Pero al parecer su humor no lograba llegar a todos, porque Will la observaba ceñudo. Algo lo incomodaba.

—¿Qué pasa? —instó temerosa de disipar su duda, él retrasó la respuesta tomando un poco de vino, luego la enfrentó.

—Cuatro días es mucho tiempo.

Abi no pudo evitar hacer una mueca ante esa aseveración, sabía que no era la mejor compañía del mundo pero la sinceridad de ese hombre era bastante cruda. Ella no quería molestarlo, tal vez tendría que esconderse debajo de una roca los próximos días para que él no se quejara.

—Bueno... —vaciló, realmente, ¿cómo le dices a alguien que no te aguanta, que te dé el beneficio de la duda? —. Intentaré no cruzarme en tu camino, lo prometo y no voy a hacer ruido... hasta utilizaré cualquier trapo que quieras darme...

Él alzó la vista que momentáneamente había situado en su plato y arqueó una ceja confundido.

—¿Qué?

—No tengo adónde ir, sé que cuatro días es mucho... pero prometo comportarme. —El rostro de Will lentamente fue cambiando de apariencia y sus labios se separaron lo suficiente para dejar escapar una tenue carcajada. Abi se quedó azorada, no sabía si se sentía confundida por su reacción o por verlo reír de una manera tan espontánea.

—No me refiero a eso, no pensaba echarla para que sobreviva los cuatro días en el bosque.

Ella oficialmente se descolocó, él no solo había reído, sino que también mantuvo una sonrisa divertida que le proporcionó cierto brillo infantil a sus ojos.

—No entiendo —se obligó a decir tratando de recuperarse de su pequeño momento de estupor. Sí, bueno, Will era guapo eso ya lo había establecido incluso en el primer momento que lo vio. Y tal como había augurado entonces, él sonriendo era devastadoramente apuesto. Diablos, y ella que había olvidado su inhalador.

—Digo que cuatro días es mucho tiempo, refiriéndome a la convivencia. —Abi negó ligeramente, aún no encontraba el punto al que él iba—. Usted no tiene carabina... —Ella se quedó muda.

¿Qué diantres era eso? ¿Hablaba del arma? ¿Para qué rayos quería ella un arma? ¿Acaso los esposos se cazaban en el sentido más literal de la palabra? Frente a su enmudecimiento Will se vio obligado a explayarse.

—Yo soy un hombre que vive solo, usted es una dama sin compañía... ha perdido a su guardiana, ¿comprende a dónde quiero ir? —Abi analizó cada una de sus palabras y entonces abrió los ojos como platos.

—¡¿Piensas hacerme algo porque no traigo acompañante?! —exclamó completamente horrorizada. ¿Él sería capaz de algo así? Bueno después de todo se lo había sugerido, un hombre solo, una chica sola... la ecuación no daba muchos resultados posibles.

—¿Qué? ¡No! —espetó en respuesta, completamente ofendido—. Yo jamás irrespetaría a una mujer, pero sin importar lo que usted o yo digamos si alguien se entera de eso en Londres, su reputación será cuestionada.

¡Oh, la reputación!

Por alguna inexplicable razón a Abi le resonó en la mente esa estúpida canción tan conocida... «Tu reputación son las primeras seis letras de esa palabra...» ¿Sería prudente decirle a Will que su virginidad había perecido en los campos de gardenias de su abuela hace ya un año? Se aclaró la garganta y bajó la vista redescubriendo los hermosos detalles del mantel, no podía mirarlo a los ojos y mentirle.

—Bueno... tendremos que asegurarnos de que nadie se entere —murmuró como la chica virgen e inocente que pretendía ser.

Y tras decir aquello el futuro de Abi en Inglaterra fue sellado. En cuatro días, con suerte y buen clima, estaría de camino a Londres para su temporada y conocería a la madre de Will, su futura carabina.

Cuando terminaron de cenar y ella regresó a su habitación, no había podido evitar preguntarle a Nikky, ¿qué rayos era una carabina? Porque simplemente no podían estar hablando del arma, es decir ¿existía siquiera en esa época? La chica fue lo suficientemente amable como para explicarle, que era una mujer normalmente entrada en edad, que podía o no ser familiar de las postulantes. Su trabajo consistía en acompañar a las señoritas a fiestas y reuniones, con el objetivo de cuidar celosamente el preciado tesoro y aconsejarlas sobre los mejores candidatos. Nikky no tuvo que decirle cuál era el tesoro ese, pues ella ya sabía de qué hablaba y para colmo Abi había tenido el descaro de olvidarse su tesoro en el siglo XXI. Esperaba que no llegaran tan lejos en esa incursión de búsqueda de marido, a tal punto que tendría que pedir un tesoro prestado.

***

La mañana siguiente se levantó un poco más tranquila, no se molestó en sacar los pies de la cama y tantear el piso. Sabía que el maldito frío no había remitido, pero Will había sido lo bastante amable como para enviar a un lacayo a encender la chimenea de su cuarto antes de que ella fuese a dormir. Por lo que había pasado una noche bien calientita, acurrucada en las mantas y complemente relajada. Sí, tenía problemas, no podía negar que toda la locura de estar atrapada en el pasado representaba su mayor obstáculo, pero había resignado esa parte de su concentración. Después de todo sin importar cuántas veces le diera vueltas al asunto, ella no iba a regresar, su única opción se veía reducida a su cumpleaños y para eso aún faltaba un muy, y por lo que podía adivinar, tortuoso largo año. Lo mejor que podía hacer por su sanidad mental, era intentar sobrevivir. Si no contraía matrimonio o pulmonía, el año sería considerado como toda una victoria.

Tiró del cordoncito que tenía colgado del dosel, ya había aprendido que eso servía para llamar a su... ¿cómo se llamaba? Claro, doncella. Era un poco difícil eso de tener un nombre para cada persona, además de su nombre de pila. Will ni siquiera era llamado por la manera en la que había sido bautizado, todo el mundo le decía de forma diferente. Milord, Señor, lord Adler e incluso había oído a Darton llamarlo Excelencia. ¿Qué manía había con eso de complicar tanto las cosas? Will seguiría siendo él, sin importar cuánto adornasen su título.

—¿Llamó señorita? —Abi asintió descubriéndose por completo y Nikky la observó dudosa—. ¿Ya quiere levantarse?

—Sí, el día es corto como para pasar la mitad de él en la cama. —La doncella asintió aún no muy convencida—. ¿Qué costumbre me estoy perdiendo? —instó sabiendo que su actitud la ponía incómoda. Era tan fácil saber cuándo se estaba equivocando, solo tenía que mirar los gestos de desaprobación en la cara de los que la rodeaban y ahí estaba el indicio.

—Normalmente las mujeres permanecen en la cama hasta las diez.

—Con un desayuno como el que toman, por supuesto que permanecen hasta las diez. Me sorprende que se levanten siquiera.

Nikky rio entre dientes, claramente queriéndose contener.

—Usted es muy diferente a todas las señoritas con las que trabajé antes.

—Espero que eso sea un cumplido —apuntó Abi metiendo los pies en las pantuflas. Nikky rápidamente le pasó la bata por los hombros y ella se apretó con fuerza dentro de la prenda. Los últimos resquicios de calor yacían apagados en el interior de la chimenea y aunque no podría decirse que el lugar estaba completamente frío, sí había bajado considerablemente la temperatura.

—Enseguida regreso para ayudarla. —Y tras una reverencia la chica desapareció de la habitación, Abi caminó hasta el tocador y con una mano intentó plancharse un poco el cabello. En esos momentos parecía una maraña con vida propia, ese clima y esa época causarían estragos en su look.

Estaba acostumbrada a tratarlo con mucho cuidado, tenía todo un set completo de artículos que le daban brillo, volviéndolo sedoso y manejable. Ahora parecía un escobillón bastante maltratado y eso era una pena, era la única parte de su cuerpo que realmente le gustaba. Suspiró pensando que tendría que llevarlo al natural por un año entero y al instante la idea la hizo sonreír; al menos eso ayudaría a que no consiguiera marido. Nikky abrió la puerta entonces, sorprendiéndola en medio de su regocijo interno pero como buena empleada que era, no hizo comentario alguno al verla riendo sola. Traía un recipiente de cerámica blanco repleto de agua tibia, una toalla pequeña y un juego de polvillos que ella supuso sería la pasta de dientes de la época.

Luego de refrescarse, término que utilizaban para decir finamente lavarse la cara, se vistió o mejor dicho... se dejó vestir. Frente a su pedido de no ponerse corsé, la doncella se negó rotundamente y le señaló que solo las mujeres de poco prestigio se arriesgaban a algo así. Al parecer era una costumbre bastante común entre las cortesanas (otro término que utilizaban para decir finamente prostituta) el prescindir de los corsés y mojar la parte superior del vestido, para de esa forma hacer que la tela se pegara a sus curvas y por consecuencia dejar a relucir sus pezones, que por acción del frío se erguían. Abi tomó nota de ese dato, incapaz de no pensar en la suerte que había tenido al caer en esa casa de todas las posibles, y finalmente dejó de protestar por el uso del corsé.

—¿Le subo una bandeja ahora? —Era obvio que la chica había preguntado por mera cortesía, estaba más que claro que Abi no pensaba desayunar en ese lugar cerrado y aburrido. Solo tuvo que mirarla para darle a conocer su respuesta y Nikky le respondió con un suspiro casi insonoro—. Haré que le sirvan en el comedor —terminó por decir ya vencida por su silencio tan elocuente.

—Pide dos desayunos —señaló antes de que la chica se le escapara, Nikky hizo un alto y la observó incrédula—. ¿Qué? —Le preguntó sonriendo—. Mi madre dice que mi perseverancia es uno de mis mejores rasgos —explicó y la joven se encogió de hombros sin dar a conocer lo que acontecía en su mente.

Ambas chicas se dispusieron a salir en busca de su compañero, pues Abi estaba más que decidida a desayunar con Will. Cualquiera podría tacharla de masoquista, pero ella realmente creía que habían hecho algunos avances la noche anterior y que él no la rechazaría. ¿Incrédula? Tal vez, pero nada perdía con intentarlo, después de todo él ya le había prometido refugio durante esos cuatro días.

Hizo una pausa al llegar a las puertas de las caballerizas, esa vez no tenía planeado ir en contra de la advertencia de Will. Él le había dicho específicamente que una dama no podía estar haciendo chácharas con los mozos en los establos y ella había aprendido su lección. Por lo que rogó a su estrella madre, que hiciera aparecer a Will por esos lados o su desayuno sería historia. Y fue tras ese pensamiento que notó una figura masculina avanzando desde las penumbras de las caballerizas en su dirección. Abi sonrió, aplaudiendo internamente, pero entonces al distinguir a la persona que salía solo pudo soltar un suave silbido de derrota. Era Ezequiel, no que le molestara que fuese él, pero de todas formas ella no podía invitarlo a que la acompañara porque sería mal visto. Todo era mal visto en ese condenado lugar. Sacudió ligeramente la cabeza para apartar esos pensamientos negativos y esbozó una sonrisa al mozo de cuadra.

—¡Hola, Eze! —saludó efusivamente, el joven sonrió casi al instante y se inclinó en una elegante reverencia.

—Señorita Fletcher. ¿A qué debo el honor de su bella presencia?

Ella soltó una risilla boba, parecía que todos los hombres tenían una lista de cumplidos para esgrimir cada vez que se cruzaban con una mujer.

—Vaya, que atento —dijo casi sin pensar. Sabía que esas palabras no significaban nada, pero no iba a negar que ser halagada de tanto en tanto no subiera considerablemente su autoestima. Sobre todo cuando no había malicia en el joven, solo una simple muestra de caballerosidad—. Yo... me preguntaba... —Hizo una pausa, pensando que no sería muy considerado de su parte preguntar por otro hombre luego de tan bello cumplido. La sutileza era un arma que debía ser bien utilizada—. ¿Cómo está Sugar?

—Sugar está muy bien señorita, deseosa de darle un paseo por el pueblo.

Nikky se aclaró la garganta detrás de ella y Abi se volvió para mirarla confundida, sin atinar a comprender qué había hecho mal esa vez. ¿Su vestido se habría movido de forma indecente?

Pero una sola ojeada hacia Ezequiel, le evidenció que esa advertencia no había sido para ella. No estaba del todo segura porque Nikky había silenciado al muchacho de una manera tan obvia, quizás ella tenía algún interés o mantenía una relación con Eze y Abi estaba siendo indiscreta.

—Bueno... —musitó con el objetivo de cortar la tensión—. ¿De casualidad has visto a Will?

El joven rápidamente apartó la vista de Nikky y la clavó en ella, Abi se contrajo un poco por la repentina seriedad en su rostro.

—Milord se encuentra...

—Aquí —completó una voz a cierta distancia que a Abi no sorprendió se le hiciera ya tan familiar.

Ezequiel se dio la vuelta reverenciándose hacia Will casi de manera automática, este lo despachó con un movimiento rápido de su mano. Luego escrutó a ambas jóvenes con los ojos negros en rendijas.

—¿Puedo conocer el motivo de su visita? —Bien, no había habido un hermoso o bello pero tampoco había sido completamente tajante. Abi se llenó los pulmones de oxígeno antes de intentarlo.

—Venía a pedirte que me acompañaras en el desayuno. —Las palabras salieron precipitadas por su boca y por un segundo quedaron pendiendo entre ambos como un peso muerto. Ella titubeó perdiendo algo de arrojo.

—Yo no desayuno —masculló él, severo. Abi parpadeó.

—Pero... pero no puedo desayunar sola, las reglas dicen que necesito un hombre para que me observe y me rescate de una posible batalla entre el té y las masitas —explicó casi en un exabrupto y él abrió la boca como para responder, pero luego pareció pensárselo con mayor detenimiento.

—¿Qué fue lo que dijo? —preguntó y algo parecido a una sonrisa tiró de la comisura de sus labios.

—Bueno yo no puse las reglas —espetó fingiendo estar ofendida por su rechazo—. Y si no quieres acompañarme designa a un hombre para que lo haga. —Cualquier rastro de diversión se esfumó de su rostro mientras ella pronunciaba aquella posibilidad.

—Tome algo en su habitación como todas las mujeres hacen.

—No puedo, desayunar completamente sola me trae antiguos recuerdos, en los que mis padres me dejaban en la cocina para que ellos pudieran discutir en la sala. — Normalmente no era de esa clase de personas que mentía para obtener lo que quería, pero aparentemente dar lástima activaba la caballerosidad en Will.

Él bajó la mirada unos segundos y luego la volvió a subir, clavándola con firmeza en la de ella. Abi intentó mantenerse imperturbable pero la intensidad de sus ojos negros como la noche la obligó a capitular.

—Está mintiendo —murmuró entonces, como si tan solo con ese escrutinio pudiese discernirlo.

—¡Oh, bien! Me atrapaste... mis padres tienen una relación feliz, pero eso no significa que me sintiera menos sola. —Abi soltó un bufido—. ¿Acaso tengo que ponerme de rodillas? —Rápidamente se arremangó la falda del vestido para poner sus palabras en concretas acciones.

—¡No! —Se apresuró a responder él y casi como por instinto la tomó de una mano para erguirla. No debía...claro que no debía, pero por un momento sintió cierta electricidad al rozar su piel.

Él no llevaba guantes como el día anterior y el contacto con su piel fresca fue un contraste completamente nuevo para ella. Will no se apartó al instante, sino que se quedó unos segundos sosteniéndola a una corta distancia, segundos en los que Abi se perdió en la intensidad que irradiaban sus ojos.

—Entonces ¿sí? —insistió con una media sonrisa. Él bajó la vista a sus labios en un parpadeo casi imperceptible y la volvió a observar de esa forma extraña que ella ya había sentido antes.

—Solo por hoy, y usted debe prometer que mañana no se aparecerá por las caballerizas otra vez.

—¿Por qué no? —inquirió haciendo un puchero, mientras él la apremiaba a colocar una mano sobre su brazo para que la escoltase.

—Creo que ya se lo expliqué.

—Pero no entré... —señaló antes de que le soltara una vez más el discursillo de la dama y los caballos—. Y te aseguro que de camino aquí, nadie intento deshonrarme, así que no te pongas histérico.

—¿Histérico? Un hombre no se pone histérico, eso es meramente femenino. Y no grite a viva voz sobre su... —Se detuvo quizás pensando cómo proceder, Abi arqueó las cejas esperando impaciente—. Honor... —Terminó por mascullar y ella tuvo que ahogar una carcajada.

—Pero si tú lo mencionaste anoche.

Will se cubrió el rostro con una mano y dejó ir una maldición entre dientes.

—No quiero hablar más sobre ese tema. —¡Qué remilgado era! Ni siquiera podía hablar libremente sobre la sexualidad de una mujer, como si él fuese por la vida haciendo un voto de celibato o algo así.

Abi se preguntaba cómo diantres hacía Will para buscar pareja, si era tan reservado hasta para hablar. ¿Quién podría imaginárselo en la cama? ¡Oh! Mala idea, ella tuvo una imagen muy vivida de él en esa situación y para ser honesta consigo misma, no le había desagradado para nada.

—Will respira estás muy tenso —apuntó y con eso intentaba que ella misma alivianara un poco la tensión en su estómago. Solo había necesitado el roce de unas manos y una imaginación despierta para que su mente se revolucionara por completo. ¿Qué le pasaba? No recordaba ser tan... tan depravada. Pero tal vez la idea de saber que Will la respetaría sin importa lo que dijera, la hacía sentirse mucho más segura de sí misma.

—¿Cómo me llamó?

Abi dio un respingo, se había acostumbrado a pensar en Will con esos términos, pero nunca antes había pronunciado ese apodo en voz alta.

—Oh... es que... William es muy largo —«Ni hablar de lord Adler», pensó en su fuero interno, pero prefirió no presionarlo más de la cuenta.

—¿Tiene por costumbre hacer lo que se le venga en gana?

Ella lo observó de soslayo, notando que una nota de curiosidad iluminaba sus ojos.

—Sé que no quieres que te llame Will o William para el caso, pero tú no cumples con mis reglas así que yo no cumpliré las tuyas.

Él enarcó una ceja con cierto aire socarrón.

—Me temo que no recibí la nota que explicaba sus instrucciones —comentó, burlón.

—Bueno el primer día que te conocí, te dije que mis amigos me llaman Abi y tú decidiste llamarme señorita Fletcher así que yo decidí llamarte Will.

—No somos amigos —señaló él escuetamente, cortando casi de raíz las ilusiones de Abi de poder doblegar un poco su espíritu aristócrata.

—Es una forma de decir... —farfulló sin siquiera terminar su frase, repentinamente ya no se sentía con tantos ánimos de continuar esa conversación.

Bajó la vista al piso prefiriendo guardar un silencio sumiso, al parecer eso era lo que William quería de ella y bien podría complacerlo, solo serían un par de días más.

—Puede llamarme como usted quiera, pero mantenga cierto respeto cuando estemos en público. —Ella lentamente alzó la mirada sorprendida por su cambio de parecer—. Ahora vayamos por ese desayuno, Abi.

Oírlo pronunciar su nombre, realzó su humor casi de forma instantánea. Tal vez después de todo había alguna esperanza con él. 

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Mañana subo otro, lamento hacerlos esperar tanto. Todavía no me acostumbro a esta página y se me pasa. Pero para no darles largas, mañana dejo otro cap.

Saludos ^^


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