CAP 8: TENTACIÓN
Pasadas las 9:00 PM del día vienes, es que Amanda estaba arreglando su maleta para estar en el aeropuerto a las 7:00 AM del día sábado, estaba toda apurada y pensando en que ese corre, corre se hubiese podido evitar si solo a la egocéntrica de su jefa le hubiese dicho con tiempo de anticipación. La joven era una mujer que había sido criada ente los estrictos estándares de la educación, valores y disciplina, por lo tanto, las cosas "a lo loco" la sacaban de quicio, la desubicaban porque todo Amanda lo tenía que tener bajo control. El celular sonó y eso la irritó, pero como no dejaba de sonar ya sabía de quién era esa insistencia, su madre. Así que se dirigió al celular, lo agarró y antes de contestar tomó una respiración profunda.
—¡Hola! Mamá— contestó la chica no muy emocionada.
—Amanda. Cómo es posible que me tenga que enterar por otra persona que te vas de viaje. ¿Por qué no me dijiste nada? — le dijo una madre muy dramática e indignada.
Silvina Salas de Guzmán, era una mujer jubilada de la Gobernación del Estado en el área de Infraestructura, durante años había trabajado para el Gobierno hasta que un día la llamaron para darle de baja, con 56 años cumplidos. La ingeniera en construcción había sido jubilada, y vivía sola desde que su única hija se independizó para tener su vida aparte de su madre. La mujer que ahora contaba con 60 años estuvo casada con Robert Guzmán, también ingeniero en Construcción que de hecho se conocieron en la Universidad y luego de graduarse decidieron casarse y formar familia, fue cuando concibieron a Amanda, pero la desgracia enluto a la familia cuando el padre tuvo un accidente fatal en una obra arrancándole vida justo cuando su hija tenía 5 años de edad.
Desde entonces, Silvina tuvo que seguir trabajando y criar sola a su hija, dándole una educación bajo estrictos esquemas morales, ella no era una madre de mente cerrada, jamás juzgaría a su hija y si esta algún día le presentara a una mujer como su pareja, la apoyaría sin ninguna duda. Pero nunca habían hablado del tema, ya que, eran aspectos bastante delicados, que debían tratarse con mano de seda, ya que, cualquier mala interpretación, podría resultar ofensivo para cualquiera de las dos. La madre siempre veía en el físico de su hija a su marido, la niña que ahora era toda una mujer se parecía a su padre, no sólo en el físico se parecía, sino en el carácter, tan retadora, tan fuerte, tenaz, siempre que la ingeniera quiere algo lo toma como un objetivo y lo consigue.
—¡Umm! Ya se la fuente de dónde salió el chisme— le contestó resignada, su amiga Andrea que nada se podía callar.
—Pues sí. Esa muchacha tan buena que es, es que si fueras hombre hago que se casen— dijo la madre segura de sí misma. Amanda volteo los ojos, ahí estaba la madre buscándole pareja.
—Bueno, madre como ya sabes el cuento, entonces te voy a dejar porque tengo que seguir arreglando maletas y estoy entera. Así que pronto nos vemos.
—Ok. Cuídate y por favor, llámame cuando te instales en el hotel. ¡Dios te cuide!
—Amén mami. Nos vemos pronto.
La Expoventa en la Isla de Margarita durará justamente una semana, y estarán los clientes que ya AT ha asegurado y futuros más importante del país. Como es una Convención será el epicentro de mucha competencia ya que asistirán empresas de la misma rama de la tecnología vendiendo sus productos y mostrando novedades, sin contar las nuevas empresas que se suman. Habrá muchos empresarios interesados en saber las novedades en cuanto a cámaras de seguridad.
El vuelo era relativamente corto y mientras la joven se embarca en su primera Convención, se le cruzó por la cabeza, "Controlar los impulsos locos de querer besar, arrinconar, meterle mano a mi jefa" —pensó— tomándolo como una nota mental y de pronto se le cruza otro, "Deja que ella venga a ti", sacudió su cabeza y dijo en voz alta, —No. Que dices— mi jefa quitó sus ojos de la laptop para posar sus bellos y penetrantes ojos azules en mí, tratando de descifrar mis pensamientos, pero no dijo nada, la miré asustada y le hice un gesto preguntando qué le pasaba.
Una vez que aterrizaron, la joven ingeniería se daba cuenta que se le complicaba a su jefa cargar con sus maletas, la escuchaba vociferar cosas sin coherencia y eso le hacía mucha gracia, «Pero a quién se le ocurre traer 5 maletas para una semana nada más», pensó la joven. Así que tomó la decisión de ayudarla, al principio se negó la pelirroja pero después accedió. Se fueron a la salida ya que un chofer de la compañía las estaba esperando, aunque el viaje había sido tranquilo una vez que ingresaron en el automóvil ninguna de las dos emitió palabras, o por lo menos más de lo normal. El ambiente estaba sumamente tensó, el hotel estaba a sólo 45 minutos del aeropuerto.
Cuando las chicas llegaron al hotel se presentó el primer inconveniente. Amanda estaba furiosa. Resulta que los del evento habían reservado habitación por separado, pero por un mal entendido con otra delegación ahora tenía que compartir la habitación matrimonial. Ahora le tocaba Amanda explicarle a Alexandra lo sucedido.
—¿Qué le pasa Guzmán?
—Cometieron un error con las habitaciones y ahora usted y yo tenemos que compartir un cuarto matrimonial— la cara de Amanda resultó ser un poema.
—¿Y entonces qué hacemos? — pregunta de una forma divertida, su jefa.
—¡Ah! Veo que le divierte esta situación. ¿No? — dijo la joven muy irritada. Ya que lo que se había prometido y etiquetado como nota mental, se le estaba yendo al inframundo. ¿Dónde quedaba no tocar a la jefa? Si estarían en la misma habitación.
—La verdad es que sí, me divierte su cara— le dijo Alexandra —Además creo que todo está arreglado. No tienes escapatoria, Guzmán. ¡Cálmese! Qué dormir conmigo es todo un privilegio para usted— le picó el ojo. —A Muchas les gustaría tenerme en su cama— Ante la egocéntrica respuesta de la pelirroja, Amanda puso sus ojos en blanco y siguió al botones hasta su suite. Cuando llegaron a la habitación era muy grande y cómoda, el recibo era espacioso, ante los ojos ámbar de la chica todo era un lujo, pero no causó el mismo efecto en la empresaria, ella podía estar en hoteles con ese nivel elegancia lo que la hizo asombrarse fueron los gestos de la joven, que miraba la suite y eso la hacía sentir un poco de ternura. Pero también tras esa sonrisa había cierta picardía en la ingeniera en imaginarse todo lo que podría hacer en ese lugar con su jefa. De las cosas que te haría aquí, Martell, —pensó— y rápidamente sacudió su cabeza y su jefa se dio cuenta.
—Así serán las cosas sucias que estará pensando, Guzmán— le dijo mientras acaba de despedir al botones. La chica prefirió ignorar el comentario y aprovechó para ponerse cómoda. La verdad es que Amanda era muy sencilla para vestirse, no era una muchacha de estar en punta en blanco y no soportaba andar en tacones, de hecho, muchas veces la ingeniera va a trabajar elegante, pero usa mocasines ya que le resultaba más cómodos y para ella la comodidad es sinónimo de felicidad... Que a diferencia de su compañera de habitación siempre andaba como si estuviera en una pasarela modelando su outfit.
La joven salió del baño con un short y una franela de tela fresca corta donde se le notaba su tonificado abdomen y luciendo unas piernas hermosas, y es que apresar de tener un trabajo que le consumía tiempo, Amanda le dedicaba al ejercicio una o dos horas diarias, si bien no le daba tiempo para ir al Gym lo hacía en su casa. La chica era el centro de atención de la mirada de su jefa, su expresión era embobada viéndola, pero cayó en cuenta y se giró la tomar el teléfono.
—Ya es hora de almorzar. ¿Quieres algo? — La joven se quedó asombrada, era una pregunta simple, pero viniendo de Alexandra era súper raro. Mientras más vives más ves, —pensó—
—Si. Quiero una pizza. Gracias.
—Guzmán, no puede pedir otra cosa, no sé, algo más sano. Ya deberías cuídate— le dijo la pelirroja juzgado sus gustos.
—Pues me empezaré a cuidar a las 40. Hoy quiero una pizza y si no la pide usted, déjeme y yo lo hago— le retó la joven. Alexandra hizo una mueca en su cara de molestia, marco y pidió la comida. Mientras, la chica encendió la computadora se colocó sus lentes de pasta color blanco que su madre le había recién regalado, busco el archivo Expoventa 2022 y empezó a repasar todo el contenido para presentar al día siguiente, Amanda estaba tan concentrada ultimando detalles que no se dio cuenta de que Martell estaba detrás de ella y acercando una silla se sentó a su lado, la ingeniera de golpe sintió como su cuerpo reaccionaba al tener tan cerca a su jefa, eran tan fuerte que Alexandra se dio cuenta y sacó una tímida sonrisa de satisfacción y es que la pelirroja también sentía lo mismo y aunque no quisiera admitirlo estaba fascinada de compartir no sólo la suites, si no, la cama, pero ese era un secreto para ella.
No duraron mucho tiempo en estar tranquilas, estaban corrigiendo la presentación y discutían, y es que ambas tienen algo en común, que son perfeccionista y Alexandra por ser mayor vivía corrigiendo a la joven cuando ésta sabía que estaba bien hecho. En un momento se escuchó unos toques en la puerta para anunciar que ya el almuerzo había llegado y Alexandra fue a recibir mientras que Amanda se dio un break y encendió la tv para buscar algo entretenido para ver cuando se topó con un extracto del musical, El Fantasma de la Ópera, se distrajo un momento y desde la distancia la empresaria notó que le gustaba el musical, no quiso interrumpirla, pero dejó que pasarán un segundo hasta que le llegó y se le puso a su lado.
—¿Te gusta? — preguntó de repente.
—Si. Desde hace un tiempo. La primera vez que la vi fue en DVD pero esta— le señalo la pantalla — es un clásico porque fue grabada en 1986 protagonizado por Michael Crawford y Sarah Brightman, que por cierto, amo a esa cantante— Alexandra la escuchaba y veía con atención —Pero ha tenido muchas versiones. Sé qué un día, voy a ir a ver el musical.
—Qué raro— dice la empresaria.
—¿Qué le parece raro?
—Tú; es decir, sus gustos. Es increíble escuchar a una muchacha como usted diciendo que le gusta ese tipo de música. Normalmente les gusta el reguetón o géneros más comerciales— responde Alexandra mientras las dos se sentaban en la mesa.
—Pues le sorprenderías muchas cosas de mí, Señora Martell. Lo que pasa que no me ha dado la oportunidad de mostrarme como soy. ¡Se niega!
Ambas se miraron fijamente, Alexandra sintió la necesidad de aclarar tantas cosas, que quizás si lo hacía, la joven entendería sus motivos por el cuál prefería tenerla alejada. Amanda le frustraba la forma tan indiferente que su Jefa la trataba, no entendía nada de su adorado tormento y lo peor es que sabía que ella, aunque se negará, sentía cosas por ella. Así que apartaron sus miradas y siguieron comiendo tranquilamente.
Durante la tarde y la noche no hablaron de ni de ningún tema en particular, a la hora de dormir se metieron en la cama, cada una en una esquina tan lejos y tan cerca a la vez, ambas se sentían incómodas y nerviosas como adolescentes de 15 años. Pasados unos minutos, Alexandra se giró para observarla, la joven estaba boca arriba se veía tranquila notó su respiración en reposo se veía que el cansancio la había vencido, fue entonces que por un impulso se acercó a ella y le apartó un mechón de su cabello de la cara.
—Buenas noches, señorita Guzmán. Descanse— le dijo en un susurro y luego se dio la vuelta. Amanda escuchó y con una sonrisa susurró. "Buenas noches, bella dama".
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