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CAP 23: SOLO TÚ Y YO (PARTE 2)

«Ha sido tan linda» — pensó Amanda— De repente sintió un deseo incontrolable de tocar a  esa mujer que le había regalado tanto placer. Tímidamente empezó a mover su mano sobre el estómago de Alexandra, haciendo círculos con ternura. Notó como se le aceleraba la respiración y fue entonces cuando descubrió cómo responde el cuerpo de una mujer a las caricias de otra. «Es maravilloso» Siguió moviendo la mano por el duro estómago en dirección al pecho de Alexandra y su cuerpo se encendió en pasión.

—¿Alex? — preguntó con incertidumbre.

—Dime... ¿Qué pasa, mi vida? —preguntó, apartándole el cabello de la cara. Amanda tardó en responder.

—Te parecerá muy raro, pero... — bajo la mirada —No sé lo que tengo que hacer— Se suponía que lo que había pasado entre ellas era como una especie de lección. Además ¿cómo podía saber si a Alexandra le podría gustar las mismas cosas que a ella? —Me siento tan inútil. Parece que volví a mis 18 cuando perdí la virginidad.

Alexandra le levantó la mirada —Hazle caso a tus sentidos, déjate llevar—le dijo, sin dejar de acariciarle la espalda—. Escucha a tu cuerpo, manos y olfato, y sentirás lo que desea tu amante —Le dio un tierno beso —Amanda, cualquier cosa que hagas será de mi gusto... ¡Pero hazlo ya!

De repente el deseo invadió nuevamente a la joven. Se acercaron y se empezaron a besar, cuando sus lenguas se encontraron Amanda sintió un deseo irreprimible de tocar y probar hasta el último centímetro de Alexandra, y llevó su boca hasta el cuello de aquella mujer al tiempo que las manos iniciaban osadas incursiones. La empresaria respondió con un gemido y empezó a moverse con ella. «¡Escucho!» le atrapó un pezón en la boca y Alexandra enloqueció. También fue consciente del calor que emanaba del cuerpo de la pelirroja. «¡Siento!»

—¡Dios santo! —exclamó la empresaria.

—Estas caliente— dijo Amanda sin dejar de mover los dedos libremente por todo el cuerpo de aquella mujer, hasta acariciar delicadamente el contorno del clítoris—. ¿Te gusta? —le preguntó, mientras le cubría los pechos de besos.

—No lo dudes ni un segundo— dijo la mujer de ojos azules con su voz entrecortada de placer. —Si sigues...sabrás cuánto me gusta exactamente.

El corazón de Amanda se emocionó al saber que le estaba proporcionando placer a su compañera. Si de algo estaba segura Amanda era que quería darle tanto placer como había recibido, de modo qué, se acomodó entre las piernas de la mujer y ambas empezaron a hacer fricción. Alexandra contuvo el aliento porque sentía que su orgasmo estaba cerca, Amanda la exploró sin dejar ningún recoveco, sintiendo el clímax imparable de la pelirroja.

—¡Dios, Amanda! — dijo Alexandra que jugó y con su joven amante lograron correrse.

—Ven aquí mi amor— dijo Alexandra con su voz ronca.

—Te voy a extrañar Alex, ahora no me quiero ir, ¿cómo voy a soportar lejos de ti ahora? —replicó Amanda, muy cerca del cuerpo de su compañera.

—No quiero que te vayas mi bella, pero hemos hablado de esto y es algo que te conviene. Además ¿qué puede pasar en estos 6 meses?

Amanda trepó más hacia el cuerpo caliente y se acurrucó entre los brazos de Alexandra una vez más.

—Es cierto, nada puede pasar.

—Has estado, increíble— dijo Alexandra.

—Gracias— Amanda estaba asombrada de su propia capacidad de satisfacer a la mujer que la tenía abrazada.

Después de un breve descanso, las mujeres volvieron a hacer el amor y hasta con más intensidad. La joven se sentía con más confianza y tenía más dominio de lo que hacía.

Agotadas las fuerzas, yacieron recuperando la respiración poco a poco, a medida que los minutos pasaban. Alexandra se separó de Amanda arrancándole un gemido —Bebé—le dijo con dulzura, y la atrajo hacia el corazón. Mientras se acomodaba, caliente y satisfecha, se dio cuenta de que la mujer que tenía entre sus brazos se había dormido. Moviendo un solo brazo, apagó la luz y echó las sábanas sobre los dos cuerpos.

Lamentablemente la ingeniera no pudo amanecer en los brazos de su pelirroja ya que el lunes témpano debía estar en el aeropuerto para partir a Caracas. Alexandra la dejó en su apartamento con la promesa que estarían en contacto. El sonido del despertador sonó justo a las 7:30 AM y Amanda a su vez escuchó una notificación en su celular, alargó el brazo, apagó la alarma, tomó el móvil y se dio cuenta que era un mensaje de whatsapp de Alexandra... Así empezaba su día.

Amanda sonrió y pensó, cuando ha cambiado la relación entre ellas, cuanto orgullo han tenido que derribar las dos para pasar una noche increíble. La joven se levantó, se bañó y se arregló, cuando salió de su cuarto se dio cuenta que Andrea no estaba en el apartamento "Estará en su rutina de ejercicios" —Pensó— mientras se preparaba un cereal para no irse con el estómago vacío. Cuando todo estaba listo prefirió irse sin despedirse de su amiga, le resultaba muy dura las despedidas, quedaba con una sensación de tristeza así optaría por saltarse ese momento. Tomando sus maletas para salir escuchó la puerta y vio entrar a su amiga.

—No me jodas, ¿te ibas sin despedirte? —le pregunta Andrea con indignación.

—Si... Me agarraste, pero en mi defensa no quiero sufrir y sabes cómo me pongo con las despedidas— dijo la joven con cara de inocencia.

—Ni lo sueñes —contestó su amiga dándole un golpecito en el hombro.

Andrea vio con cierta cautela a Amanda, sabe que tiene que irse, pero ve a la chica haciendo tiempo para hacerlo y como ambas se conocen sabe que la ingeniera tiene algo entre pecho y espalda que debe sacar.

—¿Qué te pasa, Amandi? Cuéntame, vamos.

Amanda quería compartir su felicidad con alguien y quién mejor que su amiga. No quería mentirle y, aunque sabía que no le gustaría nada tenía que hacerlo.

—Lo he hecho con Alex— era mejor decirle sin anestesia.

—Pero ¿En serio? —gritó escandalizada—. ¡Cómo puedes haberte acostado con esa tipa! Esa mujer te hace unos Juegos psicológicos muy heavy, Amanda.

«¡Uff! Cómo que fue peor» —Es que estoy enamorada de ella, Andre. Es muy fuerte lo que nos pasa. No lo entenderías, y ni te lo voy a explicar.

—Ok, ok. Es tu relación tóxica con esa Icebergs... ¿Por lo menos valió la pena? — preguntó Andrea como quién no quiere la cosa.

—No te imaginas— le dijo la joven con una sonrisa pícara y dirigiéndose a la salida —Ya te contaré, que se me hace tarde. —Se dan un beso y abrazo.

—Te quiero, amiga. Cuídate —le dijo Andrea en el umbral mientras su amiga se metía en el ascensor. 

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