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CAP 22: SOLO TÚ Y YO (PARTE 1)

Amanda no le cabía en la cabeza que Alexandra se fuera. Se había excitado tanto que se le habían humedecido las bragas al pensar en lo que vendría luego, y tuvo que buscar apoyo en Alexandra y la tomó de la nuca y dijo: —¡Dios! —Alexandra la besó de nuevo, pero ahora brevemente porque si lo prolongaba, no podría parar y tendría que besar hasta el último centímetro de aquella anatomía que la obsesionaba.

—Bebé déjame ir porque si no, no me voy a comportar correctamente— la pelirroja la apretó más por la cintura.

—Lo que más me interesa de ti —dijo Amanda, mirándole los labios— es que te comportes incorrectamente —Iniciaron otro beso, más largo y profundo. Las manos de Alexandra bailaban sensualmente por la espalda de la joven, después le cubrió la cara con besos húmedos y apasionados, se detuvo a mordisquear el delicioso lóbulo de la oreja. Amanda gimió de placer y hundió las manos en la hermosa y sedosa cabellera rojiza de la empresaria. —Te deseo Amanda— le dijo en un susurro. Luego las manos de Alexandra cubrieron los pechos y la besó en el cuello. Amanda pronunció su nombre con voz ahogada y se desató la pasión.

Las desbordantes sensaciones que experimentaba en brazos de la pelirroja la dejaban sin respiración. Arqueó la espalda para que sus pechos se amoldaran mejor a las manos de Alexandra y gimió nuevamente de placer. Se llevó las manos a la espalda con intención de quitarse la camiseta. —Necesito sentir tus labios en mí—dijo— Los pechos de Amanda eran en sus manos la auténtica gloria y sus dedos pinchaban con sutileza los ansiosos pezones. —¡Dios, qué maravilla eres de mujer, Amanda! — en eso la mirada voraz de Alexandra llegó hasta la entrepierna de la joven y Amanda sintió cómo le quemó el clítoris, que ya latía y pedía atención a gritos, la respiración se le cortaba en la garganta. Preguntó si Alexandra habría cambiado de opinión.

—No —la empresaria interpretó la mirada de Amanda y la besó dulcemente—Al contrario, te deseo tanto que no puedo pensar. Pero tienes una invitada y, cuando haga el amor contigo, te quiero toda para mí.

—Ok. Ven mañana por favor. Tienes ahora que encargarte de esta calentura que ha despertado, señora Martell— Amanda no sabía que podía llegar a excitarse más de lo que estaba en aquel momento.

—No. Mañana el plan es en mi apartamento. Te voy a preparar la cena— Amanda se emocionó y se tomaron de las manos suavemente y juntas bajaron el ascensor y llegaron hasta la puerta del edificio. La joven le abrió y Alexandra dio media vuelta besandola brevemente en la mejilla. Esta vez, cuando dijo buenas noches y cerró la puerta, Amanda supo que ahora sí sería completamente de Alexandra.

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—Estás bellísima— dijo Alexandra embelesada—La verdad es que te ves tan imponente. Amanda llevó un mini vestido color negro que le hacía resaltar su esbelto cuerpo, y el cabello con una perfecta cola de caballo.

—Gracias. —No había podido parar el nerviosismo, desde que la ejecutiva le dijo que la cena sería en su casa, prácticamente no pudo dormir en toda la noche. Alexandra también estaba elegante, pero había optado por un outfit casual, el hecho de estar en su terreno la hacía ver más segura de sí misma. Y es que el saber que la ingeniera no se había acostado con una mujer era como una responsabilidad, porque quería que su primera experiencia fuera placentera y por eso había decidido invitarla a su cómodo y lujoso apartamento.

La empresaria estaba tan tensa que apenas pudo probar bocado y, mucho menos, disfrutar del arte culinario de uno de los restaurantes más refinados de la ciudad, donde había encargado la cena. La incertidumbre sobre lo que le depararía aquella velada minaba su cabeza. La cena solía ser el preludio de una sesión de sexo y, algunas veces, un obstáculo irritante antes de conseguir su objetivo. Sin embargo, esa noche era diferente. Le parecía que no quería que la cena terminase, pero, al mismo tiempo, la impaciencia se apoderaba de ella.

Por parte de Amanda fue más orgullosa en ese aspecto, no mostró sus nervios, ante los ojos de su amante, estaba serena; es más hasta le resultaba muy cómico ver tan nerviosa a la gran Directora General, Alexandra Martell, y en ocasiones un poco torpe cuando siempre demostraba seguridad.

Al terminar la cena, Amanda se ofreció a retirar los platos. —No, no es necesario. Mañana vendrá Gertrudis y lo limpiará todo.

—¿Gertrudis?

—Si. Es la señora de la limpieza —explicó Alexandra — Bueno, es como una más de la familia, la verdad, no una simple mujer de la limpieza. Hará veinticinco años que trabaja con nosotros.

Alexandra tomó la botella de vino, unas copas dirigiéndose a la gran terraza, se sentaron y se dejaron caer entre los cojines. Hacía una noche fresca y despejada. La luna las acompañaba y las estrellas brillaban como pequeños diamantes. Alexandra le pasó una copa de merlot y dejó la botella sobre la mesa. El cálido vino ayudó a Amanda a relajarse y echó la cabeza hacia atrás para contemplar el cielo. La empresaria entre tanto, seguía inquieta

—Alexandra. Te siento tensa.

La pelirroja emitió silencio solo por unos instantes. Tenía la sensación de estar al borde de un precipicio, también como si estuviese a punto de dar un salto al vacío. Respiró profundo y se lanzó.

—Me aterra pensar que te vas a ir y no te voy a tocar... Voy a estallar, Amanda.

La ingeniera sonrió y colocó la copa sobre la mesa, su corazón latía con fuerza. Ella tampoco quería irse sin vivir esa experiencia con su señora Martell así que le dijo: —Qué espera jefa. Hágame suya.

Alexandra le tocó la cara suavemente. Le acarició los labios y la expresión de los ojos de Amanda la dejaron sin respiración. Le soltó la cola y amo la soltura y la suavidad del cabello de la joven, los mechones le cayeron en las manos como suaves cintas oscuras. La acercó a ella y la besó con ternura. Prolongó el beso dulcemente, resistiendo al impulso físico de devorar inmediatamente a la mujer que tenía entre sus brazos. Quería recrearse en el momento y descubrió que nunca se cansaría de aquellos labios que respondían a los suyos.

Por otra parte, Amanda la rodeó por el cuello al tiempo que empujaba al espaldar de la silla. Para asombró de la pelirroja, Amanda ejerció un movimiento agresivo que encendió más su pasión haciéndola saltar los límites de contención. Sin pronunciar palabra alguna, la empresaria tomó la chica de la mano y se la llevó por el pasillo hasta su habitación. Se detuvo un momento en el umbral para besarla con deseo. Los labios de Amanda respondían a la perfección, antes de perder el control Alexandra se separó de ella y encendió la luz. Un suave resplandor inundó el ambiente.

—¿Te parece bien así? O ¿Quieres penumbra? — Alexandra quería que su acompañante estuviera lo más cómoda posible, por eso tomaba en cuenta todos los gestos de la chica.

—Si. Así está bien— respondió Amanda tragándose el nudo que tenía en la garganta.

—¿Estás nerviosa?

—Más o menos— «Dios, pero no puedo casi ni respirar» —pensó Amanda. —Pero deseo estar contigo y eso es lo que realmente me importa.

—Eres bellísima— Alexandra le tomó la barbilla y la miró con deleite. Tenía mucho tiempo sin mirar a una mujer así, y por eso lo estaba disfrutando.

Cuando sus labios se encontraron, Amanda la envolvió entre sus brazos por el cuello y sus lenguas iniciaron la danza del deseo. No se supo cuál de las dos gimió, porque estaban sumidas en la ferocidad del beso. Amanda deseaba sentir los labios de la pelirroja en su cuerpo y la mujer encendió esa necesidad, así que una fina capa de besos se posó en la piel de la joven. Siguió besándola hasta su sexy escote acariciándole la espalda lentamente, después los pechos. Amanda gimió y Alexandra siguió abriendo un camino de besos mientras le bajaba el cierre para quitar su vestido y que cayera al suelo. Pronto una figura de ensueño estaba frente a la empresaria.

Los redondos y firmes pechos de Amanda estaban ocultos en un hermoso brasier negro de encaje. Alexandra beso sus senos y pasó la punta de su lengua para después besarle los labios, justo en el momento en que le desabrochaba el brasier. Amanda se dejó caer sobre la empresaria cuando sus pechos se liberaron y se derramaron en las manos de su compañera.

—Eres todo un placer, Amanda.

La joven, le sacó la camisa de los pantalones rápidamente y, cuando deslizó sus manos por debajo, Alexandra se sobresaltó. Aquella respuesta hizo volar el corazón de Amanda.

¡Por fin! La joven estaba con la mujer que quería, por fin podía gozar de aquel cuerpo que muchas veces la torturó, ahora no eran Amanda y Alexandra, solo eran dos mujeres amándose en la inmensidad de una habitación carente de ambiente cálido. Pero para Alexandra, las cosas cambiarían.

Amanda la animó de la única manera que sabía, con el cuerpo y con las manos, y el cierre cedió enseguida. Alexandra, la acarició por dentro de la tela de las bragas y le presionó la entrepierna levemente. Con el tumulto de placer que la ensordecía.

—Alex.

—¿Uju...? — El sonido de su nombre en boca de su compañera la encendió más. Acariciándole el cuello con la nariz.

—Creo que no podemos seguir de pie.

—Tienes razón. Entonces hay que continuar en la cama. —respondió Alexandra, sonriendo contra el cuello de la joven.

Sin dejar de mirarla a los ojos, Alexandra tumbó con suma delicadeza a su preciosa y deseada amante sobre las frescas sábanas y ella la arrastró consigo, procurando que el contacto no dejará de ser total. La empresaria acudió rápidamente a los pechos, que suplicaban su atención, y lo que empezó como leves besos de mariposa rápidamente cobró intensidad, en la medida en que los labios y la lengua no lograban saciarse.

—Eres una divinidad—dijo la pelirroja y volvió a acercarse para besarla, pero sin unir los cuerpos esta vez. «¡Me estás torturando!» Amanda. No lo soportó más y le quitó las bragas a la joven. «¡Virgen santa!» Por fin tenía ese cuerpo tan exquisito de la ingeniera.

—Tú. Quítate la ropa— dijo Amanda en una voz ahogada en deseo. —Quiero sentirte.

Alexandra se quedó petrificada, desbordada de deseo. Se puso de pie y se quitó los pantalones sin apartar los ojos de su bella mujer ni un segundo. Cuando ya estaba desnuda vaciló un poco en acostarse, quería que Amanda la viera y decidiera si quería continuar. Ya no había vuelta atrás y, sin pensarlo ni un instante, Amanda la atrajo sobre sí y se cubrió con su cuerpo por completo. «Despacio, no corras.» le dijo Alexandra. Quería recrearse en cada sensación tanto tiempo como fuera posible y quería que Amanda lo gozara tanto como ella. Pero también se comprendía por el tiempo de tensión sexual que las chicas habían aguantado.

—Me vuelves loca, Alexandra—dijo la joven admirada. —Cómo voy a soportar 6 meses sin tenerte cerca.

Alexandra sonrió y le acarició tiernamente las mejillas con el dorso de los dedos. —Silencio, no hablemos del futuro. Vivamos el presente. Esto es solo el principio. —La besó una vez más.

—¡Por favor, tócame! — Pidió Amanda. Al primer roce, cerró los ojos y gimió de placer.

—¡Oh, ¡Dios, Dios! —Alexandra se quedó sin respiración al recibir el calor del centro húmedo de la mujer que tenía debajo. Empezó a hacer fricción sin dejar de besarla tiernamente, mientras las lenguas se entrelazaban expresando un deseo mutuo. Amanda empezó a moverse rítmicamente debajo de la pelirroja, empujando con las caderas. —Despacio, despacio. Quiero que esto dure eternamente— respondió Alexandra a la visible excitación de su amada.

Para la joven las sensaciones eran insoportables y clavó la cara en el cuello de Alexandra, arqueando el cuerpo de tal modo que la pelirroja supo que la joven se correría en cualquier momento.

—Sigue, sigue que me voy a correr— dijo Amanda hasta que explotó en un orgasmo extraordinario. Vio chispas de luz y se olvidó de respirar mientras todo su cuerpo se estremecía con espasmos. Temblaba sin control, navegando en una sensación de euforia que nunca se había imaginado. Alexandra siguió acariciándola hasta llevarla a la cumbre por segunda vez, abrazándola y susurrándole palabras tiernas.

—¿Estás bien? Disfrútalo. —Dejó de acariciarla y la estrechó entre sus brazos. Alexandra miró a la mujer con la que acababa de hacer el amor.

Amanda tardó un poco en contestar, intentaba estabilizar su respiración, tenía que pensar con claridad. Nunca se había imaginado el intenso placer que acababa de experimentar. En realidad, nunca había tenido un orgasmo múltiple y menos proporcionado por una mujer.

—No estoy segura —dijo, con una débil sonrisa—. Estoy como si me acabara de morir y hubiera llegado al cielo. —Abrazó a Alexandra y le pasó una pierna por los duros muslos.

—Pues, que le puedo decir, señorita Guzmán, que está más viva que nunca— dijo la mujer pelirroja con una sonrisa pícara.

Se quedaron tumbadas en silencio unos minutos; Alexandra se sentía satisfecha sólo por estar abrazada a Amanda, por tener su cálido cuerpo sobre el suyo. Aunque ardía de deseo,dejaría que la joven imprimiera el ritmo en el siguiente acto de su unión. La Ingeniera no se había dormido la cabeza le daba vueltas en torno a la mujer que la abrazaba.

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