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CAP 18: SENSACIONES.

—Me parece una niña inteligente y con todo un futuro prometedor— dijo Alexandra, mientras esperaban a Natasha en el probador. El encuentro del sábado en la mañana en el despacho de la empresaria se había alargado a horas del mediodía y después habían ido de compras.

Aunque Alexandra no estaba muy contenta por lo que había visto de Amanda con su ahora nueva amiga, Ámbar, ya el compromiso estaba pautado y además la niña no debía de pagar por cosas de la gente adulta. Así que trató de poner su mejor cara y estaba haciendo todo lo posible porque Natasha tuviera una buena experiencia.

—Lo es— dijo Amanda, sonriendo —Y hoy ha sido un día productivo para ella.

—Y todo es por ti. Eres un claro y bonito ejemplo para ella.

—Gracias, Alexandra... Aunque la responsabilidad es grande, todo lo que ella consiga será suyo. Yo solo disfruto verla crecer. Además, desde que estoy con ella no nos hemos saltado ni una cita.

Alexandra no dejaba de ver a la joven con admiración y ternura. —De verdad es que no dejas de sorprenderme— dijo.

La conversación se interrumpió porque Natasha salió del probador luciendo una camisa y buscando unos pantalones que combinarán bien.

—Y Amanda me dijo que necesitaba un traje de baño. ¿No lo vas a comprar? — preguntó Natasha con alegría.

Alexandra miró a la ingeniera y con picardía le dijo —¡Ah! Pero te puedo ayudar a escoger uno. Tengo paciencia y sobretodo buen gusto — clavó la mirada en partes del cuerpo de la ingeniera —Y Cuanto más pequeño, mejor.

—Sí, no lo dudo— Amanda esperó que Natasha volviera a entrar en el probador y entonces le propinó un fuerte codazo a Alexandra—. Ya basta. Me estás poniendo...

—¿Caliente? — La mirada atrevida de Alexandra desestabilizaba a la joven ingeniera, cuando subió las cejas lujuriosamente puso las cosas peor y Amanda tuvo que irse a la sección de traje de baños, el juego íntimo que ambas tenían era excitante. Amanda escogió el modelo más sexy y se lo fue a probar. —¡No puedo salir así vestida! Es decir, desnuda de esta forma— mintió, claro que quería salir y lucirle el modelo a su jefa, lo que pasaba es que Natasha estaba de por medio y tenía que sobre actuar. Se miró al espejo y dijo para sí misma «Pero que sexy estoy, no es mala idea. Se va a morir cuándo me vea», sonrió.

Ya Natasha tenía entre sus manos lo que iba a llevar, tanto como Alexandra y la niña estaban sentadas en el vestíbulo, cuándo Amanda hizo acto de presencia, las risas cesaron y el poquito público que había alrededor se quedó mirándola en silencio, con los ojos como platos. A la empresaria se le cortó la respiración «Por los clavos de Cristo» contempló detalladamente la piel del bikini que dejaba al descubierto. El corazón se le aceleró y le retumbaron los oídos. Le dio gracias a Dios por estar sentada, porque había empezado a marearse al mirar aquel cuerpo de diosa y no le quedó de otra que agarrarse de la silla para no lanzarse al cuerpo de la ingeniera.

Amanda sabía del impacto que causaría ese modelito en el cuerpo y la mente de la empresaria, estaba triunfante, dio una vuelta sobre sí misma lentamente y Alexandra se excitó tanto que se le humedecieron las bragas.

«Yeah» Amanda vio en los ojos de la pelirroja excitación, deseo y se sintió orgullosa de provocarle aquellas sensaciones. La mirada de Alexandra dejó un rastro de calentura en el cuerpo de Amanda ya que sus pezones se le notaban duros. Por suerte o por desgracia, antes de que una de ellas pasará el límite, Natasha se plantó delante Amanda para enseñarle otro modelo. Tardó en vestirse: quería volver a presentarse ante la mujer que la acababa de comer con los ojos, pero en otras circunstancias.

Al salir de la tienda, Alexandra estaba un poco apagada y el resto de la sesión de compras procuró aliviar la tentación de tocar a Amanda, manteniendo las distancias con ella. Estaba tan animada que sabía que si se dejaba llevar por sus impulsos sería muy difícil parar, así que era mejor distraerse con la niña, hablando con ella mientras que se le sumaban paquetes y bolsas que cargar.

—¡Oigan! ¿Qué tal si invitó a comer a estas dos bellezas? Ya casi es hora de comer y honestamente tengo hambre.

Natasha aceptó muy emocionada y después de una tanda de hamburguesas y helados, la llevaron al albergue. Alexandra llevo a Amanda de vuelta a la empresa donde inicialmente se habían encontrado y como la empresaria las había llevado de compras el auto de la ingeniera había quedado estacionado en el estacionamiento de la empresa.

—Me la he pasado muy bien. Gracias Amanda— dijo Alexandra cuando estaban en el estacionamiento frente al carro de la ingeniera. —Aunque lo de ir de compras no me gusta mucho—risas.

Amanda se quedó impresionada con esa confesión. Y de un modo expresivo le contestó. —¿No te gusta ir de compras? Pero que estoy escuchando... ¿A qué mujer no le gusta ir de compras, Alexandra? — la empresaria se reía.

—A mí.

—Y si no te gusta, ¿por qué nos acompañaste?

Alexandra, vaciló un tanto su respuesta lo que pasa es que no quería decir la verdad de lo que sintió, hasta que decidió que lo mejor era mostrarse sincera.

—Porque me pareció bonito, la idea de ir contigo y la niña me hacían pensar que era una familia... mi familia, Amanda— dijo —contigo estoy experimentando algo más que tensión sexual, tú me muestras mi lado más tierno, maternal más íntimo y eso me encanta. Un lado que no me interesaba explorar, que hasta me resultaba aburrido, pero ahora no.

Amanda estaba sin palabras. Poco a poco estaba descubriendo a la verdadera, Alexandra Martell y eso la llenaba de emoción.

—No sé qué decir... — Alexandra no dejó que terminará la frase.

—No, no. Nada... no tienes que decir nada. Sólo tenme paciencia, por favor.

—Está bien— dijo la joven con una sonrisa. —No tengo apuro. Y entonces no me queda más que agradecerte por abrir un espacio en tu agenda para conocer a Natasha.

—Las gracias te las tengo que dar a ti, Amanda. Porque a pesar de los malos tratos decidiste presentarme a esa niña tan linda. Has creído que puedo llegar a ser un buen ejemplo. Gracias, gracias, gracias. Ha sido un placer para mí.

—Eres un ejemplo, Alexandra. Tu carácter es otra cosa, pero tengo que reconoce que ese mismo temperamento te ha llevado a ser la mujer quién eres, y posicionarse en un área dominada por hombres, no es fácil. Me la he pasado bien también.

Hubo unos minutos de silencio entre las chicas, se devoraban con la miraba, hasta que Amanda se metió en el carro y bajó la ventanilla, lo que hizo que Alexandra se acercará a ella y le comentará en un susurro —Una cosa más— el azul de sus ojos se oscureció brotando la sensualidad. —Estabas increíblemente hermosa en bikini, cuando te lo estrenes me gustaría ser yo quién te lo quité.

Amanda le soltó una risa tímida y se puso roja, pero le encantó que Alexandra manejará la posibilidad de un encuentro entre ellas en un futuro.

—¡Adiós! Señora Martell.

                                                                                              *********

—¡Ay! Dios. No puedo hacerlo. ¡No puedo hacerlo! — decía insistentemente Alexandra mientras se apartó de aquella mujer exuberante que había quedado en la cama semi desnuda, debajo de ella. El rostro de Amanda bailaba en su mente.

—Lo siento, perdóname— se vistió e inmediatamente salió y cerró la puerta de la habitación del Hotel Embassy Suites. Llegó hasta su camioneta, Toyota Rush,  la prendió y salió rápidamente del estacionamiento empezó a dar vueltas esa noche del sábado sin rumbo fijo hasta que se estacionó en una avenida que estaba medio vacía a ocho manzanas del Hotel, apagó el motor y empezó a tomar respiraciones profundas, su corazón estaba desbocado y se quedó sentada en silencio, con la cabeza apoyada en el reposacabezas.

—¡Dios! Pero ¿Qué iba a hacer?

Abrió los ojos y miró la noche tan oscura a través del parabrisas. Se le estaba pasando el pánico que sintió al darse cuenta que estuvo a punto de acostarse con aquella mujer que curiosamente tenía un parecido a Amanda. Su respiración se normalizó, cerró sus ojos e intentó ordenar los pensamientos en su cabeza. «¿Qué carajo me pasa?» Sabía la respuesta, sabía lo que de un tiempo para acá le estaba pasando. —¡Amanda! ¡Amanda! — Se repetía una y otra vez. Tenían que haber pasado la noche juntas.

La empresaria intentaba poner su vida en orden, volver a la normalidad y eso significaba salir en las noches a un bar y conocer alguna chica linda y llevársela a la cama. Así fue como conoció a la mujer que recientemente había dejado semi desnuda en la habitación de ese hotel. Después de unas cuantas copas, se había sentado al lado de una mujer blanca, cabello castaño oscuro liso y color de ojos verdes oscuros con un cuerpo digno de admirar, pero al detallarla, la mujer tenía cierto parecido con Amanda. La chica estaba dispuesta a complacerla y empezó a acariciarla por todas partes tan pronto como entraron en el hotel, pero todo quedó en la nada porque la figura de cierta ingeniera se le cruzó justo antes de ponerse las cosas más calientes.

Volvió a encender su vehículo, pero no estaba de humor para irse a su apartamento, allá lo que le esperaba era una cama vacía, frialdad en aquél ambiente tan minimalista. Tomó su celular y marcó al único ser que la comprendía. 30 min después, estaba sentada en un sofá blanco con una gran taza de café en las manos, confesándose con su asistente, Jhoan.

—Bueno, Alex. Has conocido a una mujer maravillosa como lo es Amanda, una mujer como no habías conocido en la vida, que te reta, que se interesa por ti y que, además, es be-llí-si-ma. ¿Y esa es la razón por la que has salido esta noche a emborracharte y acostarte con cualquier mujer de la calle? ¿Entendí?

—Aclaro que no me acosté con nadie— dijo Alexandra.

—No, porque bendito Dios se te cruzó Amanda. Porque si no, otra sería la historia... Además, mija, estabas desnuda o semi desnuda encima de ella. No nos pongamos esquicitos con la semántica.

—Jhoan, esto nunca me había pasado. Quiero saber todo de Amanda, lo que piensa, lo que hace, con quién se reúne, lo que desayuna, cuál es su grupo de música favorito... Sé que le gusta el musical del Fantasma de la Ópera, de qué sabor prefiere los helados...—Dejó morir la frase y se rascó la nuca —Quiero ser mejor persona por ella.

Jhoan se le abrieron los ojos como platos —Irreconocible, Alexandra Martell... Irreconocible— dijo su asistente. —¿Te estás drogando y no me has dicho nada?

—¡Uju! La droga Amanda Guzmán, le dicen— dijo la empresaria con resignación —No sé qué hacer, Jhoan. ¡Carajo! Mira. No hemos salido; es decir, salir una cita como tal, no. Nos hemos besado si, han pasado ciertas cosas, pero más nada... Estoy tan mal que antes si no me llevaba a una mujer a la cama al segundo intento, ¡zaz! Buscaba a otra.

—¿Y entonces por qué insistes? —preguntó Jhoan con toda su simpleza.

—Porque me gusta... de verdad me gusta. Y nunca he conocido una mujer así, es como tú me dijiste en una oportunidad, Amanda es diferente... ¿Sabes que me dijo? Que ella no me buscaría más, que ahora soy yo la que tengo que hacerlo —Se pasó la mano por el cabello para atarlo con una cola—. Es diferente a todas, a todas.

—A ver, Alex. Sé que tienes un montón de cosas en la cabeza. Pero exactamente, ¿Qué es lo que te da miedo? —preguntó Jhoan.

—No lo sé, no estoy segura— Alexandra suspiró — Imagino que no me siento capaz de llevar una relación seria, empezar algo..., a hacer promesas. Jhoan, yo no me comprometo. Tengo miedo decepcionarla.

—Bueno el hecho de que tengas miedo a decepcionarla, es que te preocupa su bienestar, así que... estás enamorada y con todas sus letras. Y, por otro lado, no confías en ti misma, más allá de una relación de una noche.

Alexandra se sorprendió del modo tan despiadado y crudo con que Jhoan se refirió a ella —¡Ay! Pero qué feo suena.

—Si. Pero es la verdad, jefa.

—Probablemente tengo miedo de que se repita lo de Martha. —Dijo la pelirroja y Jhoan la miró de reojo —¡Ay! No, no, no, no compares. Lo de la loca esa no fue una relación, fue un calentón... ¿En serio, jefa, me estás comparando a Amanda con Martha?

—¡No, no, por Dios! —La idea le pareció, de pronto, totalmente incongruente. Volvió a la postura anterior.

—Jefa, una pregunta por curiosidad. ¿Alguna vez le has dicho a una mujer «te amo», «te quiero»? — preguntó en voz baja su asistente.

A la empresaria se le había caído el alma al suelo. Nuca se había planteado decir es palabra a nadie, nunca las había pronunciado. Una mano cálida y amable le tomó la suya.

—Alex, sabes que te quiero, te respeto y admiro. Estás así porque no eres capaz de dejarte llevar por lo que estás sintiendo, que, por cierto, es algo maravilloso. Esto tiene que cambiar, jefa, o te quedarás sola por el resto de tus días. Dios me ha escuchado porque muchas veces le pedí que aparecería esa mujer que te hiciera sentar cabeza y mira la tenías en tus narices, Amanda es una persona excepcional. No es un juguete más que puedes usar y tirar, y lo sabes. Por favor, Alex, hazte un favor. No lo eches a perder.

Jhoan y ella se habían quedado hablando hasta altas horas de la madrugada lo que hizo que la mujer se quedará en la habitación de huéspedes de la casa del asistente. 

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