CAP 17: LAS ÚLTIMAS CARTAS.
Los pensamientos de Alexandra no dejaban de rondar en su cabeza, «Estoy enamorada de usted, Alexandra» esas palabras no se las podía quitar de su cabeza, pero como de costumbre ella prefería huir del momento, estaba claro que Alexandra también sentía algo muy fuerte por Amanda. El día después estando en el despacho decidió ir a buscar a la ingeniera para invitarla a almorzar, cuando caminó al vestíbulo vió a la misma chica con quién Amanda se estaba divirtiendo en la disco, esto la enfureció. Desde ese momento Alexandra volvió a comportarse amargada como siempre, ahora hasta peor, la teoría de Ámbar es que la empresaria actuaba así porque ella también le gustaba, pero no sabía cómo manejar esos sentimientos —Está celosa, Amanda— le dijo a la ingeniera.
—Imposible. Le dije que estaba enamorada de ella y cómo siempre huyó— respondió con desgano la ingeniera.
—Créeme lo está... Y de qué manera.
Amanda era fanática de comprobar teorías y más si se trataba de su jefa, Ámbar se dejaba ver por la Oficina y no es que las chicas actuaban diferentes, pero había cosas que Alexandra podría fácilmente malinterpretar. Ámbar es una persona súper cariñosa y siempre que hablaba con alguien mostraba mucho afecto.
De reojo Amanda veía como Martell las veía, sus ojos marcaban dureza cuando Ámbar la tocaba o pasaba la mano por la cintura de la ingeniera. El resultado de ese encuentro era una gran hostilidad por parte de la empresaria, tanto que sus compañeros lo notaban.
—Pero Amanda. ¿Qué le pasa a tu Emperatriz de hielo? — preguntó un preocupado Julio que se acercó a las chicas —Está más insoportable que nunca.
Amanda levantó sus hombros en un gesto de no tener idea, aunque en el fondo le daba cierto regocijo.
El reloj de pulsera de Alexandra marcaba las 12:30 PM, todos se perfilaban a comer y Amanda no fue la excepción, vio como la ingeniera salía con Julio, Ámbar y después se les unía Catalina, y con su frente en alto y con una gran prepotencia se fue a su despacho a trabajar, unos minutos después Jhoan, su asiste abrió la puerta y entró.
—Martha está afuera.
—¡Dios mío! — exclamó Alexandra con las manos pasándola por la cara. Aquello no sería agradable.
—¿Quieres que llame a Juan? — dijo Jhoan.
—No. La puedo manejar sola.
—Ok. Pero no cometas ninguna estupidez, jefa. —Mira que, si dentro de 40 minutos no sale nadie de aquí, llamaré a la policía. ¿Ok? —Jhoan salió del despacho y Alexandra tomó valor de dónde no tenía, pensó que con lo de la visita de la PM y el escándalo en la prensa se liberaría de Martha, pero no... Aquélla morena explosiva entró como si fuera la dueña y señora de ATechnology's, se sentó en unos de los sillones que había frente al escritorio. Llevaba un traje de diseñador y, cuando cruzó las piernas, la falda se le subió por encima del muslo. A Alexandra no se le ocurrió dirigirle ni una mirada furtiva.
—Martha— dijo a modo de saludo. No sabía qué humor tenía así que era mejor estar a la defensiva.
—Alex, iré al grano... He estado analizando y pensando nuestra última conversación.
—¿A qué punto te refieres? Porque no terminamos bien. —Alexandra no la habría llamado "conversión".
—Alex, creo que entiendes mi postura— se refirió en un tono calmado y dulce.
—No, no. Recuérdame tu postura.
—¡Escucha! Odio hablar de dinero, es horrible— Martha solía creerse que era una mujer muy refinada —Pero gracias a lo que has expuesto en los medios de comunicación mi marido me ha pedido el divorcio, y ahora estoy en muchos apuros económicos.
—Cosas de la vida— Alexandra se recostó en el espaldar de su silla muy relajada, mostrando una leve sonrisa. La empresaria se permitió ver indiferentemente a aquel cuerpo que tanto la había cegado en otro momento, la Martha que veía ahora estaba delgada, tenía la mirada más dura, la nariz parecía más pomposa y los labios, antes sensuales, estaban como hinchados. Ya no le resultaba atractiva y, menos aún, irresistible. Escuchó su última petición.
—Pienso que me debes una compensación por todos los daños que has causado. Ahora estoy muy mal, y si no fueras quien eres, los periodistas de televisión no estarían acosándome.
—Bueno, algo parecido te hubiese pasado a ti. Tú tampoco te hubieses fijado en mí si no fuera quien soy— dijo Alexandra. —Ni habrías querido chantajearme.
—Pero Alex. Ya he retirado la denuncia y no diré nada a la prensa, tal y cómo me dijo la Policía Militar. Dime ¿qué más quieres que haga y lo haré?
—Que desaparezca de mi vida, Martha... Eso es lo que quiero, lo que deseo con el alma.
—Ok. Lo puedo hacer. Puedo irme hasta fuera del país si quieres— dijo con ojos brillantes estirándose su ropa sobre todo su blusa en sus pechos— Podemos llegar a un trato. Estoy dispuesta a irme a Estados Unidos o Canadá, si tengo una generosa cantidad de dinero, lo suficientemente como para vivir unos años.
—Y sigues con tu chantaje — dijo la empresaria.
—Llámalo como quieras. Para mi es una forma de hacer la paz y verme salir de tu vida.
Alexandra apoyó los codos en la mesa y pasó sus manos por la cara hasta llegar al cabello.
—Si te pago. ¿Tendré una vida tranquila?
—En lo que a mí respecta. Si— dijo Martha, con una regocijante expresión de satisfacción. —Sabía que recapacitaras.
—Pues no. No he recapacitado— Alexandra llamó por teléfono a su asistente —Jhoan, por favor. Acompaña a la señora a la salida. Que ya se va.
— No. No... No creo que te convenga sacarme de aquí.
—Si porque irás a insultarme con la Junta Directiva— se río— Te he dicho que lo puedes hacer, ellos ya saben que soy tan lesbiana y que amo a las mujeres. Mis clientes también lo saben y, mientras siga haciéndoles ganar mucho dinero, tampoco les importa.
—Claro que les importará, cuando publique nuestro vídeo por Internet— Martha tenía que jugarse su última carta.
Después de que la PM le prohibiera publicar los dañinos mensajes. A Alexandra no le importaba nada. Sacó con visible serenidad un micrófono debajo de un montón de papeles.
—Mira— le mostró Alexandra el micrófono, —como estos hay varios en mi oficina, también hay cámaras y toda nuestra conversación ha sido grabada. No me has puesto contra la pared... Eres tú la que se ha puesto ahí, y puedo acabar contigo, de una vez por todas. Quedarás en evidencia porque voy a entregar esta grabación a la PM y desaparecerás de mi vida para siempre. Sería interesante verte en la cárcel, tendrás nuevas amigas y hasta es posible que hagas tus bailes eróticos a tus compañeras delincuentes.
—No serías capaz, Alex. Te conozco— dijo incrédulamente.
—Venga, Señora Indriago— dijo Jhoan —La acompañó a la salida y le pido un taxi... Y si no tiene para pagarlo, yo se lo pago.
—¡Alex! — dijo Martha. Al parecer, al fin había comprendido que no tenía nada con que presionarla. Se puso de pie, respirando agitadamente—. ¿Qué voy a hacer ahora? No puedo ponerme a trabajar — Jhoan volteó los ojos.
Alexandra se le acercó —Me pides dinero porque nos acostamos, ¿No?
Asintió Martha, con inquietud.
—Ok. Las prostitutas cobran por sus servicios y cómo tal, estoy dispuesta a pagarte porque honestamente no pensé que lo que tuvimos era estrictamente profesional y como soy responsables con mis acciones—se dirigió al cajón de la mesa y sacó un fajo de billetes para después rodear la mesa para detenerse frente a Martha. Entonces le arrojó los billetes al regazo—. Eso es lo que vales. Ahora, ¡Lárgate!— Martha recogió el dinero y no dijo nada más. Guardó el dinero en su bolso Gucci y salió.
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