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CAP 14: TÚ ME PROVOCAS

Después del desencuentro que tuvo a primeras horas de la mañana con Amanda, la empresaria había quedado con sentimientos encontrados, sabía qué lo mejor era dejar pasar el tiempo para tratar de no involucrar más a la joven en este problema que se le avecinaba. Mientras que manejaba por la ciudad a encontrarse con su abogado, Juan en el restaurante acordado. A la mujer la invadieron una serie de flashes recordando a Amanda en diferentes momentos, ya sea cuando estaba toda profesional trabajando concentrada y con sus lentes puestos, o cuando quedaron encerradas en el ascensor y se besaron, o cuando bailaron pegadas en la disco. Todos esos momentos le habían sacado una sonrisa.

Cuando estacionó el vehículo rápidamente ingresó al restaurante y vio que todavía no había llegado Juan, decidió tomar algo, un mesero se le acercó y la llevó hasta la mesa, ahí pidió una bebida a los minutos que apareció su abogado.

—¿Por qué presiento qué no me traes buenas noticias? —dijo Alexandra en un tono de niña malcriada.

—Yo no lo tomaría así, Alex... Quieren tener una conversación contigo —comentó el abogado mientras se sentaba en la mesa y pedía algo de tomar.

Juan no tuvo necesidad de especificar qué se refería a la Policía Militar. En horas de la mañana mientras Alexandra trataba de arreglar su asunto con la Ingeniera, el abogado hizo un par de llamadas y pidió hablar con el agente encargado del caso, aprovechando de que dicha persona le debía alguno que otro favor. El hecho es que hablaron, pero por razones obvias no le ofreció mucha información. A la empresaria la idea no le gustó mucho, le dio una puntada en la cabeza de tan sólo pensar en que todo esto le podría traer consecuencias nefastas en la empresa ¿Por qué ella?, una ciudadana que estaba generando un beneficio con su trabajo. ¿Por qué tenía que presentarse si eran ellos quiénes se habían pasado por el forro el derecho individual a la intimidad?

—Sé que esto te hierve la sangre y te llena de indignación, pero debes tomar cartas en el asunto, Alex. Si lo haces a tu manera vas a empeorar todo y eso no les gustará... créeme.

—Pero ¿No puedes interponer un recurso, ¿o algo?

—No es tan fácil, Alex —dijo Juan, casi a punto de perder la paciencia. —Entiende, tenemos que saber qué están investigando, por qué están tan interesados en tus cosas y sí cooperas vamos a saber qué hacer. Ahora estamos caminando con los ojos vendados.

—He vivido mi vida como he querido, pero nunca haciendo nada ilegal —dijo la mujer muy reflexiva.

—Lo sé, Alex. Y me temo que esto no tiene que ver contigo directamente; es decir, que sea a ti a quién investiguen.

Alexandra Martell, no era una mujer con intenciones maliciosas, siempre iba por muy buen camino era una mujer correcta en todos sus negocios y en su vida personal. Por ende, su publicista había tenido que trabajar en su imagen de mujer de negocios correcta y había dado los pasos necesarios para que su versión del hecho contra Martha Indriago, también llegará a la prensa: La millonaria directora general acosada por una cazafortunas que se inventaba historias sobre su relación.

Por su parte la prensa amarillista había cumplido con su deber en cuanto a Martha, se había descubierto que la esposa del también empresario, Carlos Bustamante fue una bailarina exótica durante meses. Aquel detalle, hizo que el matrimonio con ese hombre treinta años mayor que ella terminará en divorcio. Hasta el momento, la versión confiable era la de Alexandra. Muchas publicaciones posicionaban a la empresaria como unas de las personalidades más ricas y que dicho estatus era blanco de oportunistas. El control de daños funcionaba muy bien. Lo que no querían ver era un titular que dijera: Policía Militar investiga a la directora general de ATechnology's, Alexandra Martell.

—Está bien, Juan. Voy a colaborar.

************

Las semanas han pasado muy lenta para el gusto de ambas mujeres, reuniones, organización, trabajo, revisiones y poca interacción entre Alexandra y Amanda haciendo que la empresaria se volviera loca por tener a la joven cerca. Sabía que le había pedido un tiempo, pero la ingeniera se lo había tomado muy en serio y eso la desesperaba. Los lunes como de costumbre había mucho trabajo en AT, Amanda paso casi todo el día reunida con Catalina ya que necesitaba que la ayudará a contactar con varios clientes, pasaron la mañana entretenidas y entre risas, asunto que llamaba la atención de la empresaria que veía desde su despacho, como en más de una ocasión Catalina le rozó la mano a la ingeniera haciendo que está ardiera en celos pero lo curioso de todo es que Amanda sabía que su jefa lo estaba viendo todo y nada de lo que veía le gustaba.

A la hora del almuerzo invitó a la pasante junto con sus amigos a comer fuera de la empresa lo que aceptó encantada. Una vez que llegaron del restaurante se sintió tan llena que cuándo llegó nuevamente a la empresa prefirió tomarse el ascensor, pero cuando se percató que las puertas se estaban cerrando se echó a correr pidiendo que lo detuvieran.

Una vez que estaba dentro y toda agitada por la pequeña carrera, se dio cuenta de que no estaba sola y para su sorpresa Alexandra estaba en el mismo sitio. La pelirroja tenía mucho tiempo que no tomaba el ascensor y para ser más exactos desde el día del incidente con la ingeniera. Por unos segundos no se dijeron nada hasta que la joven no aguantó y rompió el silencio.

—¿Está recordando lindos momentos?— preguntó divertida viendo fijamente al horizonte.

—Sí claro. Serán lindos para ti, Guzmán... Por si no lo recuerdas, no tuve una grata experiencia en este lugar.

«Ahí estaba de nuevo, el trato frío y distante» —pensó Amanda— pero esta decidió jugar un poco y ponerla en tensión.

—¿No?— preguntó acercándose peligrosamente a ella. —Pensé que la buena vista que le di y los besos le harían olvidar el mal rato que estaba pasando.

La ingeniera le rozó los labios a la empresaria haciendo que esta se pusiera nerviosa y se le acelerara el corazón, —Apártese Guzmán— le dijo con la respiración un poco pesada.

—No puedo— contestó Amanda en un susurro en un tono muy bajo.

En un movimiento inesperado por parte de la joven, Alexandra consiguió colocar a la ingeniera en una posición inversa, dónde ella estaba frente de ella y Amanda con la espalda contra la pared.

—¿Qué te pasa, Guzmán? ¿Por qué me provocas? Te dije que es mejor darnos un tiempo —dijo muy cerca de su oído.

—Dice que soy la que la provoca, no lo creo. Mira cómo te pones cuando me tienes cerca, Martell. ¿Por qué sigues negando lo que sientes por mí?

Un escalofrío recorrió el cuerpo de la pelirroja, era cierto, se estaba negando a caer en los encantos de la joven ingeniera y era toda una tortura, pero para las dos era una tortura. Amanda necesitaba que la pelirroja cediera, que se dejará llevar por la pasión contenida. Intentó atrapar sus labios, pero Alexandra, la frenó apoyando su mano en el pecho. Se separó justo cuando las puertas del ascensor se abrieron, le sonrió mientras la acarició con la punta del dedo su boca para después salir, dejando a la joven con una impotencia excitante.

—¡Serás mía, Alexandra!—le gritó dando un manotazo suave a la pared. La pelirroja al escuchar dejó asomar una sonrisa de satisfacción mientras caminaba altivamente por los pasillos sin importarle que alguien escuchará el grito de Amanda.

—Dios, pero qué difícil es está mujer, es impenetrable— dijo la joven.

El resto de la jornada laboral la paso bastante alterada, y esto pasaba cada vez que tenía de frente a la empresaria. Necesitaba distraerse, así que salió de la oficina y se dirigió al cubículo de Julio.

—¡Ay! Guzmán cierta jefa te está comiendo la cabeza— dijo bajito, Julio, sacando así de los pensamientos a su compañera —¿Qué te está pasando? —preguntó.

—Disculpa, Julio ¿de qué me hablas?

—Que me gustaría que me explicaras qué pasa entre tú y la jefa— repite su amigo algo más serio.

Amanda tomó una respiración profunda —Todo y nada.

Después a ambos les llamó la atención una música proveniente de la oficina de Alexandra y los dos se quedaron helados.

—¡Ah! Bueno. ¿Y desde cuando la jefa escucha música? — preguntó sorprendido Julio. La canción que estaba escuchando era la balada que juntas bailaron en la discoteca en la Convención, "Say You Love Me" «Me está provocando» -pensó.

—Ya vengo—le dijo caminando hacia la oficina de su Jefa.

—Pero, ¿A dónde vas? — le gritó Julio —¿Me vas a dejar con este chisme empresarial?

—Sip- dijo sin voltear la ingeniera.

Amanda era otra que no le tenía miedo a la muerte y entró sin tocar al despacho de su jefa, estaba sentada escuchando música ¿Esperándome?

—Sabías qué ibas a venir, Guzmán— expresó con algarabía Alexandra. —Eres tan predecible.

—Se ve que te deje bien prendida, mira, hasta estás escuchando la canción— Alexandra no contestó, solo miró, miró y miró a la joven con esos intensos ojos azules por el deseo, se humedeció los labios y abrió un poco la boca. «¡Dios! Cómo me prende está mujer» —pensó Alexandra— mientras la joven avanzó a ella sin perder el contacto visual se detuvo a unos centímetros de su cuerpo, pero sin llegar a tocar esos provocativos labios.

Alexandra acarició la suave piel de la joven hasta llegar al pequeño escote de sus senos y alzó la vista para ver sus preciosos ojos color ámbar, no sin antes detenerse unos segundos en sus labios. Por un momento Amanda fue incapaz de moverse, su piel ardía debajo del tacto de la empresaria cuándo consiguió reaccionar es porque tenía a la pelirroja a solo unos centímetros, ¿Quien dará el primer paso? ¿Quién cederá ante su orgullo? —Alexandra—dijo la joven en un susurro.

—¿Qué?—respondió mientras recorría el cuello de Amanda lentamente aspirando el exquisito aroma que desprendía de ella.

—¿Te puedo pedir un favor? — preguntó la joven mientras la agarraba por la cintura atrayéndola más hacia ella.

—Sí, pide lo que quieras— respondió totalmente entregada al éxtasis.

—Bésame ya.

Alexandra, terminó con ese suplicio, cerró sus ojos y disfrutando del contacto, inclinó su cabeza para darle un beso tierno y apasionado. Amanda le levantó la falda justo para meter las manos por sus muslos y subirla a la mesa, el beso pasó de ser tierno a ser ansioso. La empresaria tiró de la camisa de la joven para sacarla del pantalón e introdujo sus manos debajo acariciando su espalda. Cuando llegó a los hombros, le clavó las uñas a la vez que rodeaba con sus piernas la cintura y la pegaba hacia ella, el gesto hizo que la ingeniera soltara un gemido que rápidamente fue ahogado por un beso de la empresaria. —Me vas a matar de placer, Alex— dijo Amanda en un susurro.

—Pues ya seríamos dos. —respondió la empresaria en un tono jadeante.

La joven sentía la necesidad de ver el cuerpo desnudo de su jefa y fue cuando se apresuró a desabrochar la camisa de la pelirroja, cuando lo hizo se dirigió a sus grandes pechos para besarlos por encima del brasier. Cuando de repente escucharon dos toques en la puerta.

—¡No!, ¡No! —dijo Amanda entre molesta y excitada.

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