CAP. 12: SOY INTERÉS NACIONAL
Eran la 1:00 AM y Amanda no había logrado dormir de solo pensar en su jefa y de cómo le habían dado una cachetada en plena Gala y sobre todo, ¿A cuenta de qué?, ¿Quién era esa mujer? De pronto un pensamiento le vino a la cabeza y le generó incomodidad y fue lo que le dijo Julio, «¿Esa? Esa es la clase de mujer con quién se acuesta tu jefecita, mi cielo»... Seguramente debe tener un lío de falda enorme».
—Pues sí, tiene que ser una ex de Alexandra que pretendía desacreditarla y ponerla en evidencia públicamente, y lo había conseguido — dijo en voz alta. Amanda no podía creer lo poco selectiva que era la empresaria en escoger a sus conquistas, porque a legua se le notaba lo arpía que era esa mujer.
Pensó en llamarla y decirle algunas palabras de apoyo en solidaridad. No importa lo que pasará entre ellas, Alexandra tendría que afrontar un momento difícil y lo lógico sería brindarle apoyo, al final era su jefa. Durante unos minutos estuvo con el celular en las manos para escribirle un mensaje por WhatsApp o mandarle un mensaje de voz, ¿Llamarla directamente?, tenía una pelea interna, qué debería de hacer, pero al ver la hora tomó una decisión en no hablarle, no eran horas de llamar. Eso sólo se hacía entre amantes.
Pero, a decir verdad, el verdadero motivó de la llamada sería otro. Si era cierto que Amanda quería saber de ella, cómo se encontraba, pero también deseaba tenerla cerca, tocar su piel, sentir su perfume exquisito de Carolina Herrera, anhelaba besar esos carnosos labios de su jefa, sentir su calor verse en esos ojos color cielo... Pero no, no está vez, apagó el celular, lo colocó en su mesa de noche y se dio vuelta en la cama, aun en contra de sus anhelos, se reafirmó en su postura: No daría un paso más hacia ella -Si ella me quiere, que venga y me lo pida.
*********
— Juan. ¿A quién conoces en la Policía Militar?
—¿Qué?, ¿Cómo? No te entiendo, Alex. Es más de la una de la mañana— respondió Juan, todavía entre dormido y despierto.
— Sí, sí. Sé que hora es — Alexandra escuchaba ruidos de fondo y se imaginó que era la esposa del abogado. Juan le dijo algo a su mujer y luego se fue con el celular a la cocina.
—¡Por las cholas de Moisés! Despierta... La Policía Militar estuvo hablando con Martha. ¿Qué hiciste?
— ¿Qué? Pero, ¿Por qué? No, no he hecho nada. Tengo contactos, pero no los he usado en tu caso. Y ¿Qué tiene que ver Martha con ellos?
— No sé, dímelo tú... Que, por cierto, me estabas llamando con mucha insistencia.
— ¡Oye! He encontrado algunas cosas dudosas con respecto a la empresa del marido de Amanda, pero no como para que la Policía Militar hablara con ella — dijo muy convencido, el abogado. —Pero cuéntame, ¿qué fue exactamente lo que te dijo?
—Mencionó un asunto de Interés nacional. Le dijeron que tenían todas las grabaciones de los chantajes a mi persona y que ella podría ir a la cárcel, si seguía con la demanda. Ahora, ella asume que todo lo orquesté yo para derrotarla en su propio terreno.
— ¿Y estás segura de que esto no es un show para conseguir lo que quiere?
—No creo, además es una mentira demasiado elaborada por ella, además se estaría jugando mucho. ¿Para qué inventarse una mentira así? Es más, vi mucho miedo en sus ojos. Juan.
Ha retirado los cargos contra mí y fue a la Gala y me dio una cachetada delante de todo el mundo.
— Seguro que la vigilaban desde antes.
— No sé — contestó Alexandra preocupada. — Pero le dijeron que se quitará del medio. Yo tengo una teoría.
—Esto es de locos. ¿Cuál teoría? — dijo el abogado perdido en sus pensamientos.
— De todo esto resultar cierto, me están espiando mis llamadas telefónicas; es decir, yo soy el interés.
— Y si te han intervenido los teléfonos de la oficina, el celular y el de tu apartamento también, seguramente —concluyó Juan— Esto tenemos que hablarlo en otra parte. Vamos a reunirnos. Te espero mañana en el Restaurant Marchica. Allí no habrá micrófono.
—Está bien— contestó Alexandra con grave resolución-. He esperado mucho para cortar esto — pensó en voz alta. Se había permitido una distracción y una terquedad. Negarse a pagar a Martha era una cuestión de principios, pero a veces los principios eran un lujo.
Al cortarse la comunicación, se preguntó Alexandra en voz alta. ¿Por qué iba a interesarle a la Policía Militar? Y justo cuando se iba a ir a su habitación juró que un ruido escuchó como de Interruptores y rápido se fue al estudio y empezó a registrarlo, rincón por rincón. No sabía qué tamaño podría tener un dispositivo de escucha, pero, si había alguno en su casa, tenía que encontrarlo. Le llevaría toda la madrugada, pero no le importaba, tenía que conseguirlos.
Dejó de mover cosas y destruida se acostó en el sofá, ¿En qué momento había cambiado su vida? De pronto, así como nada, todo se había convertido en una locura, en una locura que la asustaba. Una cosa era que un ex o ligue quisiera aprovecharse y le hiciera chantaje, y otra muy distinta, la policía Militar. Le parecía tan inverosímil que era como si la hubieran transportado a otra realidad, nunca había tenido problemas con la justicia, y con la empresa, jamás.
Pensó en Amanda, en si la había metido en algo turbio. A lo mejor la había implicado en algún asunto sin saberlo. Porqué ¿Cómo sabía Martha de la existencia de Amanda? Juán no quería que tocará el tema con nadie hasta que se reunieran y decidir lo que tenían que hacer, pero sentía que le debía una explicación a Amanda, quizás si le explicaba todo lo que pasaba podría entender muchas de sus aptitudes, además, no podía arriesgarse a que la salpicara aquel asunto, fuera lo que fuese. Fue entonces cuando pensó en ir hasta su apartamento, pero ¿Cómo Amanda interpretaría una llamada o visita suya a esta hora de la noche? Si nunca ha ido a su domicilio, además, quedaría como una loca, hablando de PM y de teléfonos intervenidos. «Tengo que verla cara a cara. Pero será mañana».
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