1. Digno de dioses.
AU Dioses mitológicos ;; Kiribaku
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El hecho de que un ser tan bello y angelical como lo es el Dios del Romance haya caído en los brazos de uno de los Dioses más temidos por los humanos, y aborrecidos por los suyos, parecía increíble e improbable.
Pero Eijirou bien sabe que eso es posible, que el amor es caprichoso, inesperado, y él lo entiende; no por nada es su consagro.
Se habían conocido en época de guerra, donde no había cabida para el afecto y el aire estaba tan cargado de muerte que los hombres enloquecen en masa.
El Dios Eijirou propuso prestar a sus concubinas a los soldados de las tropas Griegas por favor de animarlos y que la batalla fuera próspera en su nombre. Katsuki, Dios de la guerra sangrienta y jefe principal, se había rehusado a aceptar la compañía de aquellas mujeres bajo el proclamo de «¡No necesitamos de esas mierdas, aleja a esas prostitutas baratas de aquí!».
—¡Todos necesitan algo de cariño! —riñó Ei.
—Tsk, ¡pues yo no! Eso es una jodida perdida de tiempo.
En ese momento, el pelirrojo se había ofendido debido a la negativa del hombre. ¡Él poseía de las mujeres más bellas y deseadas del reino! ¿Cómo podía negarse a tal ofrenda? ¡Qué injuria!
—¡Es usted un bruto! Terminará sin esposas e hijos sanos si osa seguir así, ¡la soledad lo matará!
—Pues mejor —replicó, hastiado—. No se meta donde no le llaman, Dios de pacotilla.
Colorado de rabia (y excitado al mismo tiempo por aquella impetuosidad), Eijirou se retiró de allí; decidido a tomar venganza de la peor forma posible: enamoraría al bárbaro de tal manera que se retractaría de sus calumniosas palabras.
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Así pues, el Dios del amor comenzó a frecuentar las trincheras del odioso rubio, aún si este se reusaba a cederle atención. Katsuki percibía que los buenos tratos eran, probablemente, en busca de algún favor y le irritaba su llamativa presencia.
Eijirou no declinó ante las negativas, mas estuvo a nada de hacerlo. ¡El hombre era duro de roer y escurridizo! Solía perderlo de vista seguido, arruinando sus planes de conquista.
Una última idea percutió en su cabeza antes de darse por rendido. Entonces, fue en busca de Izuku, gran enemigo de Katsuki y considerado el Dios de la guerra estratégica.
El peliverde gozaba de saber todo sobre su contrario, a pesar del odio unilateral que se tenían.
—¿Cómo conquistaría a Katsuki, dice? —repitió el chico, asombrado por aquella pregunta.
—¡Sí, bueno! —sonrió, mostrando sus afiliados dientes—. Es para una encomienda.
Él tardó en contestar—Oh... No sé qué hará con esa información. —Ahora, el pelirrojo frunció su ceño, viéndose intimidante. Y nadie querría sufrir a manos del amor—. Pe-pero, ¡yo intentaría ir por los presentes!
—¿Presentes? —hablo, dudoso—. ¡Sí ya le he dado presentes antes y me los-... los ha rechazado todos!
—Es que su error está en no conocer los gustos de Katsuki...—Se acercó al rostro del otro—. Esto debería ser un secreto, y no le diga que se lo dije yo, pero él adora el...
En un susurro, el Dios apenas logró enterarse sobre...
¿Los chocolate ígneos?
—Es muy difícil de conseguir —continuó, separándose—. Si logra dárselos, es probable que él lo tome en cuenta.
—No dije que sería información para mí... ¡Pero se lo agradezco de todo corazón, sé que la prosperidad golpeará a su puerta pronto! ¡Nos vemos!
Velaría por los amores e hijos de Izuku en agradecimiento luego, Eijirou tenía mucho por hacer ahora.
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—PUTA MA-... ¡¿Qué mierda quieres ahora?!
Katsuki, quién había dado felizmente por desaparecido al pelirrojo, casi le tira una lanza al Dios camuflado cuando este irrumpió es su cuarto. El otro chico solo le sonrió, conociendo de su mal hablar.
—He venido a desearle suerte a sus tropas y a usted —avisó.
—Yo no necesito suerte.
Eijirou renegó ante lo terco de ese hombre, pero no declinó.
—Le he traído un obsequio, entonces.
—No me interesa sus mierdas —escupió con molestia—. Largo, estoy ocupado.
Frunció su ceño, pero trató de ocultarlo—Bueno, me iré... Mas no sé qué haré con este chocolate ígneo recién preparado...
—Espere —murmuró, relamiéndose los labios. Años de no probar bocado de tal delicia le nublaron el juicio como para preguntarse cómo sabía de ellos—. ¿De dónde los sacó?
—Un brujo no revelas sus secretos —habló con coqueteo—. No fueron nada fáciles de conseguir, diré, pero si no los quiere, no me queda más que...
—¿Qué desea a cambio de ellos?
—Nada además que quedarme contigo y que me hables.
—Bien. Démelos y quédese.
Eijirou acató a la orden, desconociendo que ese sería el verdadero inicio de una extraña relación.
Katsuki comenzó a prestarle más atención al chico que lo acompañaba tras la batalla para darle estimo y chocolate. Eventualmente, ambos cayeron presos del amor y el postre no era más que una excusa para verse.
Un día, el rubio decidió tomar riendas en la relación y tener a Eijirou como suyo. El pelirrojo había ido a verle como siempre, con el regalo en manos.
—Pruebe un poco —ordenó Katsuki.
—Pero se está comiendo el último...
—Que pruebe un poco, dije.
—... Oh.
Y ambos cayeron ante la tentación de besarse y tocarse. Ambos sucumbieron ante la treta que suponía acabar diferente, enamorados del otro, necesitados de estar juntos a pesar de sus distintas personalidades.
A Katsuki le supo tan bien hacérselo en esa cama y Eijirou también sucumbió extasiado, olvidándose completamente de su matrimonio arreglado con el Dios de la forja, Tetsutetsu, y de que el Dios del Sol, Monoma, es un chismoso de primera.
Pero esa ya es historia para otro día.
- mentiría si dijera que no cambie todo a último momento uvu (y hace rato quiero escribir una historia con este au por culpa de un tiktok, tal vez saque otra versión más explayada...)
para nada me base en el mito de hefesto, ares y afrodita, puff.
ojalá les haya gustado uvu¿
otro día continuo, heh.
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