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entrada n . 39 / año 792 dspG
Doctor PJM, en su diario personal

   Jeongguk es bonito.

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entrada n . 40 / año 792 dspG
Doctor PJM, en su diario personal

   En mis anotaciones se me olvidó mencionar completamente uno de los hechos más importantes para mi carrera e investigación, incluso en mi vida personal; uno de los que han muerto misteriosamente (a presunta mano del Gobierno), el que rememoré como uno de los que me dio esta misión hace cinco años, fue uno de mis profesores de la universidad. Tuve la idea de seguirle el rastro, revisar sus vídeos y clases, el material que dejó en línea, y efectivamente pude encontrar parte de la información que me faltaba desde el inicio. 

_ Finion Lee-Eroan, 53 años. Profesor de Historia Híbrida en la Universidad de St. Cilyne. Policía dice que fue un asalto en la calle con un final fatal, pero nadie recibe diecisiete puñaladas en el torso por una cartera. El culpable no fue arrestado, de hecho apareció él también muerto, ahogado en el Río La Ollosbos. 

   El profesor Lee-Eroan era uno de mis mayores modelos a seguir durante mi época universitaria. A pesar de que tenía una de las clases más transgresoras e instaba a los alumnos a investigar partes de la historia que el Gobierno siempre ha querido acallar, ocultar, él nunca se dejaba silenciar y siempre regresaba día tras día a mostrarnos el lado ensombrecido de la historia. Personalmente impactó mucho su presencia en mi vida, puesto que era casi una figura paternal para mí. No era híbrido, era un ser humano con una empatía gigante hacia las personas de mi tipo. Tenía una esposa híbrida e hijos adoptivos de diferentes estirpes, y le gustaba enseñarnos que nosotros siempre podíamos ser lo que quisiéramos, sin importar de dónde viniéramos. 

   No nos veía sólo como iguales, nos veía como un legado de lo que alguna vez fue la Guerra Ecomundial.

   Los seres híbridos permanecían ocultos, en su mayoría, durante siglos, milenios, antes de la Guerra Ecomundial. Luego, con el colapso de los hábitats naturales, la contaminación apocalíptica y la polución que eso conllevaba, nuestros ancestros surgieron de los pocos lugares naturales que quedaban y, con sabiduría, lograron convencer a los seres humanos de vivir en armonía con la naturaleza. La Guerra Ecomundial llegó a su cese con el Tratado de Reikiavik, lo que hoy en día se conoce como Yene Allanar, el bosque eterno invernal al norte del mundo. Los seres híbridos quisieron retornar a sus escondites, no queriendo involucrarse más con los asuntos de los seres humanos y dispuestos a permanecer lejos de cualquier civilización 'pública', pero los seres humanos los acogieron y les juraron lealtad, fidelidad y armonía eternas, a modo de agradecimiento por sus servicios, por las enseñanzas que les dieron.

   Los libros enseñan estas cosas, y el Gobierno constantemente busca algún agujero legal para eliminar esta información. Pero nadie puede borrar la historia en este mundo, este Nuevo Mundo, después de la Guerra. Tal como lo muestra la fecha de mi diario, estamos en el año 792 después de la Guerra, ni siquiera ha pasado un milenio completo antes de que los seres humanos quieran salirse con la suya. O mejor dicho, el Gobierno quiere mantener el poder, desprestigiando nuestras vidas y los aportes de nuestros ancestros a la sociedad, a esta civilización que detesta la violencia. Yene Allanar es un vestigio de lo que fue el final de la Guerra, y aún así, siendo un destino turístico famoso, los seres humanos insisten con esparcir la desinformación y calificarnos como seres salvajes que no quieren nada más que un mundo anárquico, un mundo sin orden y desprovisto de seguridad. 

   Esa es la excusa que utilizan para negarnos constantemente acceso a la educación, a la salud, a viviendas dignas. Para que la discriminación social siga aumentando y, con más desinformación y peores dichos, nos veamos obligados a recurrir a la supervivencia a través del robo, de la autodefensa básica cuando nos atacan, de la limosna, de ser mendigos, desahuciados sin hogar al que retornar porque alguna vez estuvimos aquí, viviendo en armonía con los seres humanos, pero ya no nos quieren cerca. Nos ven como enemigos, encontraron al enemigo para desviar las miradas del poder de control que tiene el Gobierno. 

   Estoy seguro de que Yene Allanar contiene los detalles de la Década Perdida. Es el lugar perfecto para albergar los detalles de una historia que no buscan, en el lugar más vulnerable, desprotegido. Nadie busca cosas en lugares turísticos, y puedo imaginarme claramente al Gobierno siendo tan estúpido como para quedarse con la idea de que nadie en Yene Allanar se daría cuenta de que se oculta alguna cosa. 

   Necesito seguir indagando antes de volverme loco, desesperarme.

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   Dos días más tuvieron que pasar para que fueran descubiertos por el Gobierno. Era de esperarse, ¿cómo no iban a ser descubiertos si utilizaban los computadores a todas horas, robaban comida del refrigerador y se colaban en el sótano a cada que podían? Jimin se empezaba a sentir invencible poco a poco, aunque de vez en cuando le regresaba la claridad a su cerebro y se daba cuenta de que no era invencible, de hecho sin su cola era una presa bastante fácil. Sólo era que al lado de Jeongguk se sentía invencible, con la protección constante del híbrido de aligátor y su propia inteligencia.

   No había más besos aún, puesto que el mismo Jimin declaró esa noche que 'no podía seguir distrayéndose con los enredos del corazón cuando estaba arriesgando su vida en su propio trabajo'. Jeongguk siempre fue un caballero, respetando las distancias que las personas necesitaban en sus momentos, pero ahora no podía evitar mirar al híbrido de escorpión con lo ojos brillantes de pena y ansiedad, como si estuviera aguantándose las ganas de lanzarse encima del más bajo y abrazarlo, darle miles de besos. Jimin estaba inmerso en su trabajo todos los días, leyendo y busca información, anotando en su diario personal, pero las miradas del hombre-reptil lo sacaban de quicio, era muy muy débil ante sus peticiones sin voz. Constantemente le pedía a Roseanne que distrajera al híbrido, porque no se sentía capaz de concentrarse con la presencia de Jeongguk cerca.

   La tarde del quinto día, Jimin parecía volverse un poco loco. Bebía agua helada para regular su temperatura, pero no era capaz de sacarse de encima ese calor insoportable que poco a poco lo dejaba delirando letras, palabras aleatorias, páginas enteras con alusión a la Historia Híbrida que le enseñó en su momento el profesor Lee-Eroan. Se sentía muy mal de haber olvidado su rostro durante todas esas semanas, pero en el fondo sabía que la sobrecarga de información lo volvía siempre un poco delirante. Intentaba seguir escribiendo mientras masticaba los cubos de hielo cuando una ráfaga de aire helado se coló por la ventana de su habitación momentánea.

   Sentado en el escritorio de la misma, con la ventana abierta y la luz entrando floja, bañando la presencia del sociólogo, este se daba cuenta de que las cosas estaban extrañas desde esa mañana.

   ─── Jimin, creo que tenemos que irnos. ─── Roseanne exclamó desde el rellano principal, con su voz lo más calmada posible. Los árboles alrededor de la casa gubernamental se movían agresivamente, el cielo azul poco a poco se oscurecía de una manera impropia. Los computadores que el pequeño equipo se estaban disponiendo a utilizar probablemente estaban siendo rastreados, y aunque Jimin sabía que algo así pasaría durante la primera semana de investigación, se sentía acelerado al agarrar su diario, teléfono móvil desarmado y la manta térmica. Como si no se lo esperase tan pronto.

   Tenía la mente aún en todos sitios y empezaba a darse cuenta de que la manera en que el piso se movía no era normal. Bajando las escaleras lo más rápido posible, el científico se encontró con Roseanne cruzando la sala de estar y teniendo una bolsa del Gobierno entre sus brazos, una que probablemente se había encontrado en su propia habitación. Jeongguk fue el último en aparecerse, saliendo del sótano con un portazo que sacó a dicha puerta de sus goznes. La luz del sol era cada vez más tenue y las pocas decoraciones de la casa se caían, rompiéndose o dando ruidos sordos que alertaban a los tres seres híbridos. Jeongguk tomó las manos de Roseanne y Jimin para arrastrarlos con suma rapidez hacia el exterior de la casa, pateando cosas para obtener un acceso rápido a la salida.

   La tierra se levantaba y el cielo de la casa se estaba cayendo cuando ellos pudieron salir, y mientras Jimin tenía el corazón acelerado, los ojos perdidos en el pánico de ver cómo su refugio estaba siendo sacudido de manera artificial, los tres científicos se adentraron en el bosque que rodeaba el terreno. Las piernas temblorosas del sociólogo parecían ser arrastradas por la fuerza aterrorizada de Jeongguk. Roseanne jadeaba con la voz rasgada, y corrían, corrían sin parar. Jimin tenía la manta térmica colgando de su brazo, el diario firme contra su pecho, no podía evitar trastabillar con cada piedra que se encontraban. Las hojas de los árboles se movían con un susurro tan fuerte que lo dejaba aturdido al saltar lo mejor que podía las ramas enterradas, las raíces de dichos árboles. 

   No sabía cuánto habían corrido, pero llegó un momento en el que Jeongguk soltó la mano de Roseanne y ella se subió de inmediato a uno de los árboles, escalaba con experticia. El híbrido de aligátor se agachó en el follaje, golpeando con la cola sin querer los troncos de los árboles que lo rodeaban, y Jimin se tardó en dar cuenta de que el nuevo sonido que lo aturdía era un río en el que Jeongguk se acababa de esconder. Estaba aterrorizado al no saber muy bien qué hacer, ¿de qué se estaban escondiendo? No había visto a nadie perseguirlos, pero de nuevo, probablemente lo estaban haciendo. Boqueaba aire sin parar al buscar algo en el suelo húmedo y, para su sorpresa, una mano lo agarró desde arriba, subiéndolo en contra de su voluntad y casi haciéndolo volar.

   Roseanne lo abrazaba con fuerza y volvía a subir hacia el follaje del árbol, se quejaba en voz muy baja de lo pesado que era Jimin. Probablemente la adrenalina de la mujer había sido capaz de que pudiera alzar a un ser más alto y pesado que ella con un sólo brazo. Ambos respiraban acelerados, atentos, lo más silenciosos posible.

   Un disparo se escuchó a lo lejos, y luego pisadas metálicas. Las mismas que Jimin y Roseanne habían escuchado días antes en el metro subterráneo. El mundo no les temblaba ahora, pero ellos sí. El agua se movía traicionera, declarando la presencia de Jeongguk incluso si él no quisiera ser percibido, aunque ahora que Jimin lo veía, el híbrido de aligátor se estaba irguiendo lentamente en sus dos pies, la piel ceniza brillando saludable y mojada a la tenue luz del sol, que se colaba calurosa entre las hojas de los árboles. Los pasos se acercaban, y Jimin no pudo evitar alertarse con la escena que presenciaba, paranoico, alerta, en pánico.

   ─── ¡¿Qué carajos estás haciendo?! ─── exclamó en un grito susurrado Jimin, odiando la manera en que Jeongguk lo miraba de reojo por segundos antes de dirigir su rostro hacia adelante y avanzar, caminando por encima del fango que bordeaba el río. Los pasos y disparos estaban ahí, encima de él, en forma de militares de alta seguridad del Gobierno... Jimin había lidiado una sola vez con ellos, en una de las marchas en las que se atrevió a hacer activismo en primera línea: recordaba sus armas diseñadas para aturdir con electricidad. Centenares de personas habían quedado con daños neuronales después de esa marcha, y ver que Jeongguk les estaba haciendo frente, a pocos metros de distancia, le daba pavor.─── ¡Jeongguk!

   Pero su voz fue tragada por el sonido de los disparos de balas eléctricas, que fueron tiros a la nada. El híbrido de reptil se movía ágil a pesar de que usualmente era muy torpe, como si estuviera sólo habilitado para estar a la defensiva en una pelea y no para vivir tranquilamente su día a día. Los ojos de Jeongguk eran brillantes a pesar de ser oscuros, como bolas de tapioca, y Jimin podía verlo a sus pies avanzando, mostrando poco a poco su espalda y buscando atacar de... ¿atacar de vuelta a los militares?

   Eran cinco de ellos, probablemente los demás quedaron en otros lados del bosque o en la casa que había sido sísmicamente atacada de manera artificial. Jeongguk rugió a modo de advertencia, con una voz que no era la de él: no era una voz suave, humana, era el gruñido que a veces soltaba de manera impredecible cuando estaba relajado. Pero alzada, agresiva y protectora. Territorial. Una voz de aligátor, el rugido del único reptil con cuerdas vocales. Jimin sabía que los reptiles no tenían la capacidad de tener sentimientos en su forma más natural, la de los animales en sí, pero los seres híbridos eran considerados peligrosos porque no sólo tenían emociones humanas la mayoría del tiempo, si no que su parte animal les proveía de maneras peligrosas en las cuales manifestar aquellas emociones. Ataques, muertes, asaltos, cosas que los seres humanos calificaban de salvajismos por no ser capaces de reconocer que ellos también tenían emociones y muchas veces no eran capaces de controlarlas, porque en primer lugar no sabían cómo reconocer sus propias emociones.

   Jimin estaba lívido al ver que Jeongguk se erguía con autoridad frente a los cinco militares, haciéndoles frente. Él era más alto que ellos, más fuerte y más ágil. Gruñía como un animal cuando dio unos pocos pasos más y, agarrando la cabeza de un soldado atónito, le rompió el cuello, tirándolo luego al suelo, a sus pies. Los otros cuatro soldados retomaron sus disparos y Jeongguk, con habilidad casi estudiada a fondo, se dio vuelta para golpear a uno de los militares con su cola, y el tipo salió volando hasta chocar con un árbol cercano a Jimin y Roseanne. Ellos dos admiraban la manera en que el híbrido de aligátor atacaba sin piedad, a modo de defensa, desconociendo completamente al joven con el que habían estado relacionándose durante años enteros. Roseanne apretaba el torso de Jimin con un abrazo, y él la sintió ocultar su rostro en el cuello del escorpión, aterrorizada. Este, con mayor resistencia a la violencia por sus propias vivencias, miraba sin poder desprenderse de la escena que Jeongguk les regalaba.

   Mordía las caras, los cuellos de los soldados. Jimin pudo notar que sus dientes afilados, los colmillos que permanecían ocultos la mayoría del tiempo, eran utilizados ahora a modo de defensa. Que sus uñas largas no eran uñas humanas, eran garras largas y oscuras. Que las escamas lo estaban protegiendo de los ataques, sobre todo cuando le daba la espalda a un soldado y aprovechaba de golpeando con la cola fuerte y recia. Y al parecer el último soldado que quedaba en pie también se había dado cuenta, porque aprovechó que estaban cara a cara para dispararle una de sus balas eléctricas al hombro, haciendo que Jeongguk gritara en una mezcla de animal y humano, punzante y horroroso.

   El mundo se detuvo por unos segundos en los que Jimin sintió que le estaban arrancando un trozo del corazón a sangre fría.

   Roseanne gimió de miedo cuando el híbrido de escorpión se soltó de ella para caer al suelo lo mejor posible, dando vueltas en el mismo, dándose energía para levantarse de un salto. Y mientras Jeongguk se agitaba en el suelo, probablemente sufriendo uno de los dolores más duraderos y potentes de su vida entera, Jimin saltó sobre el cuerpo del joven para abalanzarse de sorpresa al soldado y morderlo. Porque el instinto le decía que debía hacerlo, debía morder al ser humano que atacaba a su pareja.

   El soldado soltó un alarido de dolor ahogado, la sangre salió como de un chorro hacia afuera, y la boca de Jimin se empapó en color rojo bermellón, un sabor asqueroso del que no quería ni siquiera enterarse. Era salado, pero putrefacto. Asqueroso: ahora era el turno del soldado de caer al suelo, y temblar en un síncope particular que le dejaba la piel pálida y violácea, la boca cada vez más azul, los ojos inyectados en sangre. El veneno de Jimin sabía surtido efecto pero éste no tenía la atención puesta en él, si no que se arrastraba hacia Jeongguk para ver cómo estaba. Qué podía hacer por él. 

   Roseanne se bajaba con lentitud incierta, la cara pálida pero de miedo aún, luego yendo hacia los dos hombres para ver también cómo podía ayudar. Los dos híbridos vieron la bala incrustada en el hombro del tercero, quien se quejaba de dolor y lloraba sin parar con pucheros y dejando sus manos en puños grandes. Al ponerlo de pie, sollozaba, y cuando puso su brazo alrededor del cuello de Jimin para comenzar a correr lo más rápido posible, lejos de la escena del ataque, todos estaban horrorizados porque se daban cuenta de que el Gobierno efectivamente era el responsable detrás de las muertes de los colegas de Roseanne y Jimin.

   Ahora tenían que cuidar muy bien sus movimientos.

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   Horas más tarde, en una cueva húmeda que Roseanne no apreciaba para nada y, a la luz de la fogata, la mujer pudo terminar de sacarle la bala eléctrica a Jeongguk, quien sollozaba como perrito herido en vez de gruñir como lo hacía anteriormente. Jimin tampoco estaba apreciando mucho la temperatura de la cueva, apegándose a la manta térmica que la koala había aprovechado de agarrar antes de seguir escapando. El frío se colaba por la misma, estando rota y sucia como nunca antes lo había estado. Jeongguk tampoco estaba muy feliz con el frío pero aquel era el único lugar donde podrían estar a salvo por unas horas, al menos.

   Una sonrisa por parte del aligátor sorprendió a los otros dos híbridos.─── Gracias por defenderme, Jimin. Y por curarme, Roseanne. 

   ─── No te preocupes, es lo que se hace por un colega y un amigo. ─── sonreía la mujer, agarrando la bala con dos de sus uñas largas, garras de koala manicurizadas: el pequeño objeto era de metal y parecía tener un dispositivo que la mantenía funcionando de vez en cuando. No era una bala que estuviera muy enterrada en su carne, pero ahora que no tenía calor, Jeongguk probablemente necesitaba un lugar más cálido para seguir sanando su herida antes de que se infectara.

   A contraluz, los tres vieron la bala con la mayor atención del mundo, y Roseanne frunció el ceño antes de salir corriendo de la cueva con la bala firme entre sus dedos, desapareciendo entre las hojas.

   Probablemente la bala tendría un aparato de rastreo, era muy normal que la tecnología del Gobierno fuera tan avanzada que no dejaba espacio a ninguna pérdida. Jimin suspiró, rodeando a Jeongguk con la manta térmica mientras el más alto se terminaba de vendar la herida con un trozo de su propia camisa. El sonido de los pájaros y mosquitos era potente incluso dentro de la cueva, puesto que el bosque era amplio y frondoso. Jimin dudaba de salir con vida sin tener un mapa. Pero no quería pensar en eso ahora, tenía que descansar antes de retomar el viaje y terminar de una vez por todas con su investigación.

   Mirando al híbrido de aligátor, quien estaba azorado en azul y violeta por alguna razón, Jimin suspiró melancólico, casi nostálgico.─── ¿Crees que podamos sobrevivir a esto?

   Jeongguk respondió más rápido de lo que pensaba, casi interrumpiendo el final de su pregunta.─── Si no lo hacemos es porque yo fallé en mi trabajo de protegerte. 

   Ahora fue el turno de Jimin para azorarse en esa contradicción de sangre fría. Abrazaba al más alto, buscando un poco de consuelo a pesar de que él no fuera el herido... pero es que...─── No puedo evitar sentirme culpable, Jeongguk. Yo los metí a ustedes dos en todo esto, y Roseanne no es una persona que esté muy preparada para la defensa propia. Es decir, puede, pero la pillé por demasiada sorpresa como para que se pudiera preparar mentalmente. Y tú acabas de sufrir un disparo con una de las armas más dolorosas y menos letales de todo el Nuevo Mundo. Siento que debería estar solo en esto. No quiero meterlos más en esta historia.

   ─── Pero ya estamos aquí. ─── lo miró atento Jeongguk, y cuando Jimin le devolvió dicha mirada, se encontraron a centímetros de distancia. Los dos abrazados, y si el más bajo hacía caso a sus sentidos, estaba siendo rodeado y abrazado por la enorme cola del aligátor. Suspiró con emoción, miedo y duda.─── Y estamos por lograrlo. Yo lo sé. Estás cerca de la respuesta.

   El escorpión asintió con la cabeza, sus ocho ojos brillando con la luz que tenuemente entraba por la cueva.─── Mi profesor de Historia Híbrida siempre nos contó que hay algo en Yene Allanar, algo que deberíamos ver por cuenta propia. Es el lugar donde se firmó el Tratado de Reikiavik, ¿no? El sitio donde se dio por terminada la Guerra Ecomundial. De seguro hay algo en relación al tema.

   ─── Confío en tus observaciones. ─── sonreía Jeongguk, como si no hubiera arrancado manos y cuellos con su boca llena de colmillos. Jimin tampoco tenía derecho a opinar, no cuando él había envenenado a un soldado a muerte.─── Supongo que entonces ahora nuestro destino es Yene Allanar, a unos pocos países de distancia.

   La risotada de Jimin hizo eco en la cueva.─── Será mejor encontrar una manera de llegar pronto. Roseanne necesita volver a una cama decente de una vez por todas.

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entrada n . 41 / año 792 dspG
Doctor PJM, en su diario personal

   Llevamos unos dos días dando botes de pueblo en pueblo, cruzando rápidamente países. Es lo bueno de vivir en el Continente Central, los países están tan cerca uno de otros que pueden cruzarse por tren. Hemos sido capaces de cruzar muchas fronteras sin necesidad de entablar ni una mirada, ni una presencia, con la policía. Todos son muy confiados por acá. Llegamos en unas horas al ferry que nos llevará a Yene Allanar, Roseanne pudo comprar un abrigo de piel para ella porque esta zona del globo es muy helada. Fuera del tren, está nevando.

   Jeongguk se arropa en una manta térmica nueva, más grande, que compró en la última parada junto a Roseanne. Los híbridos que viven aquí usan esas mantas para ponerlas en sus camas todos los días del año, debido al frío eterno que se cierne por acá. He escuchado que esta zona antes de la Guerra Ecomundial era más cálida, se llamaba Ræhr, parte de un país que ya no existe llamado Dinamarca. Siempre hubo frío acá, pero el ambiente era menos nevado durante el año. Dicen que hay nieve ahora siempre porque la Tierra está sanando, recuperando su temperatura normal después de milenios de abusos a la ecología natural.

   Yene Allanar está a dos días después en ferry, o un poco menos de dos días. Espero que no tengamos espías siguiéndonos. Roseanne dice que se deshizo de la bala con rastreador lo mejor posible, pero a veces uno falla en algo mínimo. El Gobierno siempre tiene la última tecnología. ¿Quién sabe si crearon una bala capaz de regenerarse por cuenta propia? Sería gracioso y al mismo tiempo aterrador.

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