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Advertencia
Temáticas de asesinato premeditado
Criminología falsa :D
Jimin conocía a Jeongguk de la universidad.
Ambos siendo alumnos de diferentes carreras, en diferentes pero cercanas facultades del campus, se conocieron en la Hermandad. Jeongguk siempre llamó la atención por su gran tamaño, lindo rostro y piel escamada, caminando tímido por los pasillos de su facultad y del gran edificio donde residía su Hermandad. Tenía un buen sentido de la espacialidad, pero su enorme cola le hacía pasar malos ratos, y al tener muchos músculos a veces usaba más fuerza de la necesaria para hacer cosas básicas. Sus compañeros de Hermandad lo consentían mucho como si fuera el menor del grupo, aunque era mayor que gran parte de ellos. Jimin lo observaba de lejos con curiosidad, a veces lo saludaba y otras veces se atrevía a ser coqueto con él.
Los dos se dedicaban a diferentes campos de la ciencia; Jimin estudiaba Sociología Híbrida, que incluía al menos dos ramos semestrales relacionados a Biología, y Jeongguk estudiaba Química Farmacéutica. La cantidad de híbridos en sus carreras siempre fue mínima, y en el caso de Jeongguk, él era el único de su tipo en toda la carrera. Jimin estaba acompañado de caras familiares, al menos tres de ellos estaban con él en la Hermandad, pero honestamente las políticas de inclusión de la universidad siempre fueron pésimas. No aportaban en nada, sólo querían la presencia de los híbridos para adjudicarse más puntos de aceptación social. Pero tener híbridos en su alumnado requería también acomodaciones mínimas, como baños públicos abiertos a todas horas, aceptación de alumnos con mala visión o audición, rampas de acceso para los alumnos que necesitaban transportarse en silla de ruedas.
En esa época, los dos jóvenes no se hablaban mucho. Pero tenían el mismo interés por hacer del mundo un lugar mejor no sólo para ellos, si no que para todas las personas marginalizadas. Jeongguk dio la idea de iniciar marchas bimestrales para exigir derechos básicos y mejores para todo alumno que dentro de la universidad sufriera malos tratos, y Jimin recuerda muy bien esa tarde, porque mientras todos lo escuchaban al comer en la mesa, él sintió que su corazón necesitaba alcanzar al híbrido de aligátor.
Conforme pasaron los años, ambos jóvenes egresaron de la universidad al mismo tiempo, Jimin con veintiséis y Jeongguk con veinticuatro años. La tarde en la que terminaron de empacar e irse de la casa de la Hermandad fueron despedidos con algarabía y llanto por parte de sus menores, quienes los acompañaron a subir sus maletas y cajas a los automóviles.
Mientras el sol se acomodaba en el firmamento hacia el extremo del poniente, Jimin sonreía sin parar. La tarde era silenciosa, ya todos se habían ido a tener sus vacaciones y ellos dos eran parte de los pocos que quedaban en el campus a esas alturas del año. Jeongguk intentaba ordenar las numerosas cajas en su carro, llenas de informes importantes y trofeos ganados en maratones universitarias.
─── No tienes con quien vivir ahora, ¿no? Digo, en la ciudad, al menos. ─── preguntó directamente Jimin, mirando al más alto cerrar su automóvil con cuidado.
Con un suspiro, Jeongguk negó la cabeza.─── No. Mamá me espera en Corea, eso sí, por si puedo volver. Aunque no tengo dinero ni siquiera para una casa acá...
Sonriendo, Jimin se acercó un poco al muchacho alto para tocar su hombro, mirándolo atento al rostro.─── Yo pude conseguir una casa, pero es muy grande y espaciosa, y voy a estar muy solo...
─── ¿Quieres que viva contigo? No, no puedo, Jimin. ─── negó con la cabeza Jeongguk, curiosamente azorado y con la voz escalando en agudez. Como si le diera miedo estar viviendo en el mismo lugar que su mayor.─── De todos modos voy a trabajar para el Gobierno, me contactaron hace unos meses y... puede que ellos me den un lugar donde al menos dormir. No te preocupes, tú necesitas tu espacio y no quiero molestar en tus cosas. Me da miedo y un poco de ansiedad estar encima tuyo, sabes, porque a veces no puedo evitarlo y siento que entonces yo estoy causando agobio y no me...
Los labios de Jimin sobre su mejilla lo callaron de una buena vez. Los dos se miraron ahora con más cercanía y, tímido, al más alto se le aguaron los ojos casi de inmediato. Incluso en una tarde calurosa como aquella, ese beso suave y tentativo le había resultado refrescante, como beber una sopa picante en una seca tarde de agosto. Jimin le sonreía de lado al apartarse de él para ir a su vehículo, sin dejar de mirarlo, y Jeongguk sentía que estaba dejando caer ahora lentamente una cascada de lágrimas sobre sus mejillas extrañamente acaloradas.
─── Ya sabes mi número, Jeongguk, y me puedes pedir la dirección de mi casa cuando desees. ─── probó a guiñar el ojo Jimin, haciendo que un notorio grito ahogado saliera de los labios del nombrado.─── ¡Espero que éste no sea un adiós para siempre!
─── No... ¡No lo será, Jimin! ¡Te llamaré! ¡Lo prometo!
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entrada n . 36 / año 792 dspG
Doctor PJM, en su diario personal
Jeongguk me ha dicho que no investigue más a fondo, pero no puedo evitar hacerlo cuando la vida de civiles inocentes está en juego. Sé que él sólo desea mi bienestar, pero yo también deseo el bienestar de él y de miles que esperan tener los mismos derechos que los compatriotas humanos. Desde hace años que su postura de quedarse en el margen me parece interesante, a pesar de que durante la universidad era el primero en dar ideas para generar conciencia en el alumnado humano. Y la verdad es que puedo ver por qué;
Al ser empleado del Gobierno, muchas de sus propias venturas terminan siendo monitoreadas por las personas a cargo del país, es decir, seres humanos. Han sido incontables veces las que he presenciado, esos momentos en que Jeongguk está intentando decir algo y sus superiores del Gobierno lo callan porque es un híbrido y 'debe de conocer su lugar en la sociedad'. Es un químico farmacéutico reconocido, de gran conocimiento, que no teme aportar en la conversación si es que sabe que tiene permiso para ello, pero le han cortado las metafóricas alas y ahora no sabe cómo volver a tomar su rumbo. Conozco a Jeongguk y sé que eventualmente podrá acompañarme en mi deseo de aportar con conocimiento y activismo social al mundo en el que estamos situados, pero me temo que por el momento su postura no ha cambiado demasiado. Una lástima, aunque es así para muchos colegas de mi tipo.
Soy consciente de que mi propia vida se pone en juego cuando investigo lo sucedido en la Década Perdida. Aún así sé que puedo defenderme, que soy capaz de salir adelante. Tengo contactos e inteligencia, puedo manejarme en diversos entornos sociales a pesar de la discriminación que sufro en mi día a día. A altas horas de la noche, aquí, sentado en mi estudio iluminado por lámparas ultravioleta y rodeado de mantas, puedo pensar con claridad en un plan de investigación que puedo llevar a cabo paso por paso, sin tenerle miedo a las consecuencias.
Anteriormente diversos investigadores han sufrido muertes a manos de misteriosas circunstancias, entre ellos un colega mío que me dio la idea de ésta 'misión' hace ya cinco años. Jeongguk me ha aportado algunos nombres sueltos, que he investigado por red privada, y los resultados son (efectivamente) circunstancias sospechosas que no hacen más que pensar que alguien estuvo metido en el asunto, sobre todo teniendo en cuenta que la mayoría pertenecían a asociaciones de derechos civiles para seres híbridos.
_ Stephanie Young, miembro de AADSH, muerta a los 38 años por asfixia. Policía dice que se trató de un asalto con hibricidio, allanamiento de morada con robo a joyas preciosas. El hibricida fue arrestado y condenado a dos años por sus crímenes.
_ Axton Goodwale-Tim, miembro de DH, muerto a los 43 años por bala. Policía decreta que se trató de un suicidio, pero la bala llegó desde su nuca. El asesino nunca fue capturado.
_ Joannes Kim Lewis, integrante de la Hermandad de Híbridos de la Universidad de Garben, estudiante de Artes Visuales, muerto a los 21 años por intoxicación. Policía declara que se trató de una sobredosis accidental, aunque los informes dicen que hubo rastros de pesticidas en su flujo sanguíneo. Nadie es sospechoso.
Estos son los investigadores más prominentes. Todos tenían el mismo objetivo que yo; saber lo ocurrido durante la Década Perdida. Siglos de incertidumbre que el Gobierno quiere borrar por completo, aunque por decreto debe de existir algún rastro de la memoria en alguna parte. Como ser híbrido que anhela una mejor vida no sólo para mí, si no que para el resto de mis iguales, me siento con el deber de proseguir con mis indagaciones hasta hallar la respuesta. No importa que exista un riesgo de muerte en el proceso, nada va a detenerme en mi búsqueda de la verdad.
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La mañana eran extrañamente calmada para Jimin, quien tomaba un café de trigo en su cafetería favorita. Las calles estaban vacías por las horas ocupadas del barrio residencial, lo cual le daba mucha comodidad al leer su ejemplar prestado sobre historia del Nuevo Mundo. Tenía un extraño presentimiento en su estómago, a pesar de que sabía que estaba seguro en esa cafetería en específico. Por algo era su favorita, el dueño era un híbrido igual que él y los clientes también eran de su tipo. Podía ver a una pareja de gatas comiendo sus pastelitos con ojitos brillantes de puchero, a un oso viejo y de aspecto tranquilo leyendo el diario mientras toma un café de grano. Era tranquilo, es una mañana calmada y eso alerta un poco a Jimin.
Se sentía observado, y no sabía por quién.
Saber del destino de sus colegas de campo, quienes tenían las mismas intenciones que él, le daba mala espina a pesar de querer seguir adelante. Leyendo sobre la historia del Nuevo Mundo, sólo podía pensar en que había un trozo deliberadamente oculto en el curso de las cosas. Que alguna vez pudo estar en las páginas, pero ahora salía recortado y claramente evadido. Tener el conocimiento de que querer saber sobre ese trozo oculto de historia resultaba en tu muerte era realmente atemorizante para el científico. Su mente estaba un poco acelerada al leer rápido, alzar la mirada para ver bien sus alrededores y volver a sumergirse en su lectura.
Con un poco de suerte, podía darse cuenta pronto de que estaba siendo espiado y escaparía sin problema alguno. Quizás si pagaba ahora mismo el café de trigo que estaba bebiendo, y se retiraba en silencio, rápido, hacia un lugar con más personas, estaría más a salvo. O llamando a alguien, no sabía. Ni siquiera estaba leyendo algo que no fuera aprobado por el Gobierno como para que le pasara algo, pero la paranoia lo estaba alcanzando con más rapidez de la que esperaba. A veces le pasaba, sobre todo porque esperaba ser atacado en cualquier momento por sus sentidos sobrehumanos, pero era capaz de calmarse con más facilidad que ahora. ¿Por qué no era capaz ahora?
Agarrando el teléfono móvil, marcó el último número en su lista de llamadas recibidas, esperando que fuera una persona de confianza. Para su tranquilidad, uno de sus colegas de la asociación activista a la que pertenecía fue la que respondió, con su voz tranquila y suave, el acento extranjero que parecía rodar por su lengua con pereza.
─── Jimin, ¿qué pasa? ¿Encontraste info de alguna cosa?
─── Roseanne, necesito ayuda.
Con un silencio corto, la mujer suspiró un tanto aturdida. Podía imaginársela apretar sus labios con duda, como cada vez que parecía pensar bien en cómo proceder con un papeleo o un ensayo.─── A estas horas... ¿Pasó algo en específico? Voy a tu casa...
─── No, estoy en la cafetería. Esa donde trajiste a esa cita que no funcionó.
─── ¿Tenías que ir ahí? ─── con una risotada seca, se escuchó el movimiento de las mantas de una cama.─── Voy rápido.
Jimin esperó con la mayor paciencia del mundo, sin querer acelerarse más de lo que ya estaba. Su suerte sí era buena aquel día, porque al respirar con más profundidad pudo retomar algo de la calma que tenía al despertar esa mañana. La mujer llegó unos minutos más tarde, usando su blusa verde favorita y los pantalones anchos más feos del mundo, aunque por alguna razón se le veían bien a pesar de la costura raída adrede. Roseanne pagó por el café de Jimin antes de siquiera darle un saludo propiamente tal, y al sentarse frente al hombre, le pasó la boleta con una cara llena de preocupación a pesar de tener unas gafas de sol muy grandes y oscuras puestas.
A pesar de parecerse mucho físicamente, con ojos de similar forma y rostros de silueta casi idéntica, Roseanne Park no era una híbrido de escorpión, ni mucho menos la hermana de Jimin. Ella era de Nueva Zelanda, y su ADN era de koala, cosa que le dificultaba un poco su vida diaria porque dormía muchísimo. Por eso siempre tenía puestas las gafas de sol, o al menos gran parte del día. Era muy paciente al hacer las cosas para hacerlas bien, escribía muchísimo en sus investigaciones, y solía ser la compañera de investigación de Jimin.
Pero si la despertaban de su dormir, se enojaba.
─── ¿Qué pasa, Jimin? ─── suspiró Roseanne sin saber muy bien qué era lo que tenía ansioso al científico. Se inclinó un poco hacia el joven, intentando ver algo en su rostro que le indicara su estado anímico, y apretando los labios con cansancio constantemente al ver que Jimin no parecía físicamente dañado.─── Pagué la boleta y ni me reclamaste... ¿Qué sucede?
─── Necesito ayuda con un proceso de investigación. ─── miró directamente Jimin a Roseanne, con el pecho acelerado y la cara blanca de los nervios. Luego, sus ojos viajaron a su rededor, como vigilando la posibilidad de ser espiado porque, sinceramente, a Jimin no se le salía la idea de la cabeza. La neozelandesa alzaba sus cejas con preocupación, intentando no hacer muy obvio que le seguía el rastro de visión a su colega pero no porque también se sintiera vigilada, si no porque le parecía muy extraño su comportamiento.─── Pero no puedo decirte de qué se trata si es al aire libre. No me gusta hablar en código.
─── Estás muy raro, Jimin. ─── suspiró la mujer, levantándose de su asiento y dándole el brazo al nombrado para que pudiera afirmarse en ella. Los dos no estaban en el mejor estado del mundo, pero ser acompañado era mejor que estar solo. Jimin entrelazó el brazo con el de su amiga lo más rápido posible, aunque ella le insistía en que respirara y se tomase su tiempo para hacer las cosas. El pecho del híbrido de escorpión poco a poco retomaba un ritmo más sano, pero la cabeza le seguía diciendo que había alguien vigilándolos, y eso no le agradaba ni un poco.
Caminando por las calles de esa mañana tibia y soleada, aunque también solitaria, la científica fruncía el ceño con especial duda, sin saber muy bien si hablarle a Jimin para que se calmara o quedarse en silencio absoluto para entender si los pasos que escuchaba eran reales. El hombre a su lado parecía angustiado, revisando cada centímetro de la larga avenida y sus pocos transeúntes detenidamente. Roseanne no solía hacerle caso a las ansiedades de otros científicos, porque eran emociones que no ayudaban con procesos investigativos, pero en esta ocasión... algo era diferente. Algo no estaba cuadrando, sobre todo con el silencio que había a pesar de ser una mañana en la avenida principal de un distrito residencial.
Moviendo sus agudas orejas, la híbrido de koala deseó ser capaz de correr tan rápido como un guepardo. Pero le tocó dar un carraspeo suave, llamando la atención de Jimin con la mayor calma del mundo.─── Dime, ¿por qué estás con la paranoia de ser perseguido? ¿Te metiste con la mafia?
─── No es la mafia. ─── murmuró de vuelta el escorpión, caminando más rápido aún y casi arrastrando por unos segundos a Roseanne consigo. La mujer le siguió la marcha pronto, aunque poco a poco empezaban a trotar en vez de simplemente caminar acelerados.─── Gobierno. Jeongguk me di...
─── ¿El Gobierno? Mierda. ─── gruñó la koala con una mala cara.
Soltando el brazo de Jimin, agarró su mano y sin avisar, aunque ya se veía venir, comenzaron a correr.
Los pasos que ambos querían creer eran imaginados ahora se escuchaban claramente, metálicos y pesados, retumbando sobre el asfalto del paso de peatones. La ciudad bellamente decorada, con verdes y frondosos, abundantes árboles, no podía lograr distraer a ninguno de los tres, que ahora corrían en dirección a algún sitio donde hubiera muchísima gente. Roseanne no recordaba muy bien los nombres de las calles, pero sí se acordaba de las direcciones visuales y, tan ágil como podía serlo, dobló hacia la izquierda sin importarle si había algún automóvil transitando. Jimin corría tan rápido que, apenas pudo salir de su miedo un poquito más, arrastró a Roseanne para dirigirse al mismo lugar que ella estaba pensando: el metro subterráneo.
Los ciudadanos eran, en su mayoría, humanos. Humanos que miraban con extrañeza la presencia de dos personas, una mujer con orejas y cola grises, y un hombre con ocho ojos negros en el rostro, la piel con marcas que parecían cicatrices de colores raros. Ninguno de los dos sabía bien quien y cómo era la persona que los seguía, pero debía ser alguien alto con mucha masa corporal, y eso siempre da un poco de miedo. Así que, ignorando los ojos curiosos y discriminadores de los transeúntes, siguieron corriendo sin distracciones.
Roseanne boqueaba aire ya, con aspecto cansado y apretando la mano de Jimin lo más fuerte posible. No les costó llegar al subterráneo, y bajaron tan rápido como pudieron por las elegantes escaleras. Alguien se burló de ellos en el paso, pero luego soltó un grito agudo y fuerte. Luego, los pasos del espía hicieron eco por la estación subterránea, resquebrajando las paredes. Todo tembló pero los dos híbridos siguieron corriendo, buscando más escaleras para bajar hacia donde estuviera el tren que tanto deseaban usar.
Se saltaron los torniquetes y por poco los guardias del metro los reprendieron, pero los pasos que retumbaban, los cristales que bailaban con cada paso de esos... todos los usuarios del metro que estaban presentes en ese momento corrían y saltaban los torniquetes con desesperación, gritando en pánico. Al menos ochenta personas se empujaban para saltar, mientras que los dos híbridos perseguidos bajaban acelerados las escaleras mecánicas. Ni siquiera vieron a qué dirección iba el tren que vieron primero, saltaron al interior del vagón apenas llegaron a la estación. Las puertas se cerraron.
Los dos, sentados en el suelo, tragando aire para recuperar la calma, sintieron que se habían salvado de algo que probablemente habría acabado con su vida. Al partir el tren con su habitual velocidad que imitaba el sonido lo mejor posible, Roseanne miraba a Jimin con terror y duda en su rostro, buscando la razón de por qué estaban corriendo en primer lugar, pero el científico tenía en mente sólo una cosa. Sacando el teléfono móvil, marcó el número de Jeongguk tan rápido y certero como pudo.
─── Jeongguk, necesito que vayas urgentemente a mi casa, a recuperar mi diario personal.
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