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XVI

La resignación se empezaba a hacer presente en nuestros luchadores, pensar que iban a morir en ese instante o en poco tiempo era lo que tenían en la cabeza, pero ese sentimiento raro que en ocasiones se apoderaba de ellos era más fuerte, se suponía que es una aventura de la cual se vive o se muere, pero su capacidad de razonamiento se estaba acabando, decían muchas locuras entre ellos mismos a cada rato que las dos mujeres quien era la hora y no tenían aquella enfermedad se atormentaban por sí solas al no saber cómo a todos los de la sala.

Pero lo peor son las situaciones negativas que pasaban y para colmo una nueva desgracia se hacía presente en la clínica, un grupo de los que estaban sin salas se armó ante sus opresores dejando como suyo una de las oficinas donde varios guardias hacían de las suyas, había varias camas y mejores comodidades que las salas, se ganaron un respeto y terror de parte de los guardias quienes no volvieron a poner un pie en esa oficina.

Podíamos decir que un nuevo régimen se imponía, varias personas habían querido apoderarse de las salas y ser como un tirano ante ellas, el ladrón quien hizo escasos intento y murió en la horca nunca lo logró, varios que siguieron sus pasos solo quedaron como payasos ante los líderes, pero la extraña preocupación se hizo presente cuando las cajas de comidas empezaron a desaparecer del pasillo antes que estas fueran tomadas por quienes correspondía, toda el área de la parte izquierda donde solo se hospedaban los guardias fue invadida por cada uno de los enfermos que no tenían ni donde caer muerto dejando comodidades a sus pies y desplazando fuera de las instalaciones a los de alto comando.

Una junta se hizo con los cabecillas de las salas, pero el intruso líder de los revolucionarios no espero al entrometerse en la santa fiesta de ideas que estos tenían imponiendo ante ellos sus míseras propuestas que con gran desagrado eran escuchadas por los más antiguos de la situación.

-Damas y caballeros, es un honor para mí anunciarles que su salvación ha llegado, es decir, yo los guiaré por la libertad.

-Que tan patético suena usted, acaso piensa hacer más daño a esos pobres ingenuos que creen en usted, ¿no piensa que fuerzas armadas pueden venir a exterminarnos por su estupidez? -exclama furioso uno de los representantes de la sala C quien no podía matar a su prójimo sino con las miradas que le lanzaba produciendo que cualquiera en su lugar se erizara de pies a cabeza.

-Viejo insolente, ¿¡cómo se atreve usted hablarle a su nuevo gobernador así!? Por mí lograrán salir lo más pronto posible y de ustedes depende no morir en el intento. -suelta varias carcajadas disfrutando las miradas de confusión de sus adversarios y futuros sirvientes.

-Qué estupidez más grande han de salir de tus labios, de que hablas, la locura se te ha subido a la cabeza más de lo normal, no es así. -suelta unas risillas, pero una mano en su garganta lo corto de la guachafita que se vendría de él.

-A mí me vas respetando idiota, de ti depende que la estúpida gente de tu sala salga viva de este infierno, no me colmes la paciencia que no respondo ante las consecuencias. -sonríe maliciosamente para aventar contra el suelo a aquel que quería tomar el puesto de payaso en la reunión, mirando a cada uno detenidamente como si de sus rostros quisiera captar cada expresión.

-A ver, sin tantos rodeos, ha de decirnos que piensas hacer, porque tanta locura y por qué de ti dependeríamos nuestra vida.

-Excelente pregunta mi estimado amigo, ustedes deberán cumplir cada una de mis peticiones, seguramente han notado que las cajas de comida no están pasando al pasillo como de costumbre, puesto que nosotros las tenemos en nuestro poder, y se quedarán si ustedes se niegan a cumplir con nosotros. -sonríe dando dos giros con un pequeño salto, demostrando el disfrute de su maldad ante ellos.

Murmullos ensordecedores venían de parte de los demás, con solo tirarse miradas se podía notar el gran descontento que sentían entre ellos mismos y aquella repugnancia que les producía aquel hombre, era claro que debían aceptar si o si puesto que su poco sustento se veía en juego dejando a la merced de los malvados sus vidas las cuales podrían acabar en un abrir y cerrar de ojos. Estaba claro que nada sería gratis por lo que, aunque no quisieran debían jugar vivo ante él, pero muchas jugadas no saldrían como era lo esperado que después de un largo rato de conversación la decisión unánime se hizo presente para quien esperaba respuesta, pero el cobro de la cuota de alimento formó caras largas de los demás.

-Tú y tus amigos se quieren aprovechar de nosotros para robarnos, no somos tan imbéciles, podemos estar locos, pero no ser idiotas. -levanta un poco la voz para solo ver la cara de burla que este daba quien con vacilaciones solo podía hablar.

-Ustedes verán si comen o no comen, las cajas las tenemos en nuestro lado, empezamos con una cuota suave, lo material no se lo llevarán estando muertos de hambre, no es así, darnos todo lo de valor y no habrá poder humano que se niegue en darle su ración de alimento.

-Debe haber otra forma de negociar.

-No la hay, en media hora varios de mis hombres pasarán por sus salas a recoger la paga, cuanto más den es más oportunidad a que ganen más comida para ustedes y su sala.

Esas fueron las últimas palabras dichas en la sesión extraordinaria que se había formado, todos tomaron rumbo a sus salas a dar la devastable noticia quien a más de uno tomó por sorpresa y enojo, nadie quería dar sus cosas, pero era eso o simplemente quedarse sin comida por un largo tiempo, estaban bajo la mano opresora de los malvados, ya los guardias no importaban se veían tan mediocres obedeciendo también a estos hombres. La diferencia se notaba, vestidos de forma decente con ropas limpias y bastante olorosos se encontraban, buena comida y comodidades múltiples como camas confortables, televisores grandes, licores y droga estaban a su lado, un paraíso para un grupo de ineptos que no saben nada de la vida, los cuales viven solo por vivir.

Al pasar la media hora como se había establecido las puertas de la sala empezaron a sonar el cobro por la comida había llegado, una valija de cuerina remendada se había llenado de relojes, pulseras, aretes, anillos, collares, cadenas, medallones, dinero en efectivo que al final no serviría de nada allí dentro, amuletos y demás cosas que a ciencia cierta eran de valor por su antigüedad o material de oro u plata, inclusive las pocas piezas de fantasía se veían tan reales que cualquier persona que pueda sobrepasar su avaricia pensaría que el cobre pintado de dorado sería oro, la recolecta fue grande en cada una de las salas, millones de cosas preciadas fueron entregadas en contra de su voluntad y solo tres cajas fueron entregadas, la tristeza al comer se reflejaba aunque poco a poco más las bocas se llenaban por la reducción de gente que había por encontrarse ya muertas bajo tierra.

Los pasillos habían quedado limpios de personas tiradas por el suelo, el tránsito de una sala a otra era más complejo, ahora se veían los guardias más temerosos que antes, aunque claro, quien no lo estaría si no podían refugiarse gracias a que el hospital se encontraba lleno de enfermos.

Una nueva vida se les fue formando a cada uno de ellos, los alimentos, aunque se entregaban en las horas correctas el recuerdo que daban los hombres no se les salía de la cabeza: "esperen nuevas sentencias que serán peor que esta", y solo se reían en la cara de los afligidos, varios ya estaban llegando al punto de la resignación, no había vuelta atrás, estaban locos de remate y no habría quien podría salvarlos ahora. Los de la sala A no podían verse con sus amigos investigadores, la seguridad se había impartido en cada lugar, aún no se sabía quiénes eran los que hablaban con los del exterior e intentaban ayudar a curarlos.

Volviendo así irónica la vida y la muerte, puesto que estos quienes sufren de la misma enfermedad de cada uno de los que se encontraban en su alrededor apoyaba la estúpida medida del gobierno de darle muerte a quien o quienes intenten buscar curas rápidas, no se sabe si es que al final ellos quieren llevarse el crédito de ser los salvadores del pueblo londinense llevándose así los elogios mundiales.

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