IX
Llegó por fin, siendo las tres de la tarde, la hora de la comida, pero con un comodín extra, que era que podían salir a comer en las zonas "verdes" del hospital para que cambiaran de ambiente, la gran mayoría de enfermos se alegraron, mientras a otros les parecía extraño no lo desaprovecharon, por lo que decidieron salir a disfrutar del clima que estaba un poco nublado. Todas las salas estaban revueltas, algunos lamentaban la pérdida de los hombres de la sala B y entre todos se pusieron a un costado del cercado abandonado haciendo un minuto de silencio por los recién fallecidos pidiendo que no murieran más de los que estaban presentes sin saber que el futuro no muy lejano la sangre correría como un río sin desembocadura entre varios lugares de ese viejo hospital...
Mientras los reclusos se encontraban fuera de sus habitaciones, varios de los guardias ingresaron en las salas para realizar una revisión exhaustiva, llevándose consigo elementos de valor como anillos, relojes o collares. Satisfechos por su hallazgo no contaron con que un ladrón especializado en la materia les fuera a parar antes de huir con todo el cargamento, gritos se escucharon dentro del pasillo haciendo que varias personas ingresaran inmediatamente sin saber con lo que se iban a encontrar, un grito de alerta los dejo atónitos por las crudas palabras que salían del ladrón: "Acérquense a querer ayudarlos y mi navaja pasará por sus nucas".
Todos sin entender por qué el ladrón y dos de sus compañeros de la sala C habían apuñalado con tales salvajes a los guardias, degollándolos con las pequeñas navajas de bolsillo, causando que la sangre se derramara por el cuello de las brutales víctimas. Oficiales llegan al ver tal alboroto entre esos, el sargento, que se impresionó por la horrible escena que sus ojos estaban presenciando.
-¡¡Qué han hecho ustedes degenerados animales!! ¿¡Cómo se atreven a matar a tres hombres de la fuerza pública!? -exclama con gran furor y enojo aquel hombre de tal alto mando, pero como respuesta de los brutales homicidas solo fueron carcajadas, estos dejaron caer los cuerpos sin vida al suelo formándose charcos de sangre alrededor de estos inmediatamente.
-Sus hombres que tan honrados deberían ser, además de ser brutales violadores, también son criminales como yo, saquearon todas las salas e intentaron huir con todas las cosas de valor, merecían morir en la justa ley del ojo por ojo, diente por diente, los criminales morimos en batallas contra ustedes, es momento de vengarse, ¿no es así?
Exclama con una risa chillona y ante la vista de todos deja caer unos pequeños morrales que tenían todos los objetos de valor recolectados en las salas, las personas reaccionaron inmediatamente contra el sargento.
Este respetado hombre al ver la presión que se le estaba estableciendo salió casi en huida pidiendo que vinieran las personas encargadas de recoger los cuerpos para hacerle una sepultura digna solo por ser personas de la región militar, pero estas lacras deberían estar en el cercado donde se han enterrado inocentes. La condena por parte de los tres asesinos se hizo presente con la pena capital u horca, si bien este método era uno de los más utilizados en todo el país de Reino Unido desde 1707 cuando se constituyó el estado monárquico como tal, esta condena era para asesinos, aunque durante muchos años hubo distintos cambios, pero que entre todos ser una persona asesina llevaba que se produjera la pena muerte. Muchos pidieron que estos hombres no sufrieran del ahorcamiento, si no en su lugar fuesen castrados o que los dejaran ciegos, pero por altos delitos que tenía como antecedentes, el juzgado militar tomó aquella cruda decisión sin pensarlo dos veces y sin dejarle la oportunidad de vivir.
Otras tres muertes se habían sumado a la lista, las personas estaban empezando a temer por su vida, se supone que el paso por el viejo hospital sería breve gracias a que la cura ya la había "descubierto", pero realmente no han descubierto nada, solo quieren dar falsas esperanzas, que de igual forma las personas iban perdiendo poco a poco pensando que su destino final sería estar condenados a una psicosis de por vida que inclusive tras su muerte le acompañaría. Las salas B y C ya contaban con fallecidos, la enfermedad empezó a atacar en otra fase a la que algunos les han dado duro conllevar, la depresión se hizo fiel amiga de las personas cercanas a los fallecidos, a decir verdad, inclusive hasta el mismo ladrón tenía quienes lo querían.
Comentaban que la mayoría de veces soñaban con los muertos y los nuevos fantasmas que los atormentaban haciéndolos sufrir a cada momento, a cada instante de su vida, provocando que pensaran que se quemaban en el mismísimo infierno; maldiciones ya salían de sus labios y algunos la locura sobrepasaba la raya que los hacía hacerse daño así mismo golpeando las paredes, pegándose unos a otros con los fierros de la cama, para caer al finalizar tal crisis existencial con un leve desmayo que cuando despertaban no recordaban nada de lo que había pasado, todo ocurría como si la amnesia se hubiera aprovechado y apoderado del momento.
La sala D se mantenía muy distanciada por las mismas razones, temían que a ellos les pasara como a sus vecinos, que mataran a alguno de sus compañeros y todos cayeran en esa nueva fase de la enfermedad. Cuando todos salían a buscar la comida, estos ya habían recogido sus cajas, era extraño porque si bien a todos les avisaban al mismo tiempo después de recordar las reglas ya planteadas por el gobierno monárquico. Algunos empezaron a debatir que habían arreglado con los guardias, su temeridad no se disimulaba ni un poco, la cara de aborrecer al tener cerca a alguna persona de la sala C o B era tan obvia que parecía como si ellos fueran mucho más importantes y no vivieran la misma situación, aunque la triste realidad sea que ellos también posiblemente pasarían por aquella agonía.
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