IV
Volvió a abrir los ojos. Ya no tenía forma física, tan sólo era un alma dirigiéndose al inframundo.
Llegó hasta los estudios de grabación DOA, en Los Ángeles. La sala estaba repleta, sin embargo no tuvo que esperar, en cuanto la recepcionista se fijó en su presencia, lo llamó y lo hizo bajar por un ascensor para después pasar a la barca de Caronte.
Afortunadamente no tuvo que pagar. En el momento de embarcarse, Caronte le comunicó con una sonrisa escalofriante que su deuda con la muerte había sido saldada hace mucho. Navegaron por el río Estigio mientras el barquero brindaba indicaciones. Jason estaba muy ocupado perdido en sus pensamientos como para escuchar.
Llegaron a la orilla y caminó junto a otros espíritus para ubicarse en alguna de las tres columnas que se encontraban en la entrada.
Cerbero controlaba que las almas no se salgan de su lugar. Ellas pasaban de forma despreocupada por sus descomunales patas.
Más atrás, finalmente estaba el pabellón de juicio.
A pesar de la situación, una risa nerviosa escapó de sus labios. La simple idea de volver a encontrarse con Nico lo recompensaba todo.
"Él debe estar en los Elíseos" pensó "Ya falta poco"
Se encaminó en una de las columnas preso de la ansiedad, pero fue interrumpido por un jaloneo a sus espaldas.
Jason se volvió desconcertado, pero no había nadie. Frunció el ceño y se dispuso a continuar. La fuerza invisible volvió a halarlo, esta vez con más fuerza.
Jason se vio envuelto en un remolino de viento cálido y fue arrastrado a gran velocidad en contra su voluntad. Él pataleó y luchó, pero siendo tan sólo un alma, era totalmente inservible.
Al final, la ráfaga de viento lo escupió en las ruinas de un Palacio de piedra. Jason conocía el lugar a la perfección. A partir de ese día su vida había tomado un rumbo diferente.
—Veo que lo reconoces —dijo una voz a sus espaldas— Muy bien Jason Grace. ¿Quién puede olvidar los lugares donde se desarrolla el amor?
El hijo de Júpiter se volvió hacia la fuente de la voz con los nervios de punta.
—Cupido... —atinó a decir.
El dios sonrió y extendió sus brazos. Sus ojos rojos lo miraban con satisfacción.
—Bienvenido a mis aposentos. Es un placer tenerte de vuelta.
—Pero... ¿Qué hago aquí? —preguntó Jason, pasando de la confusión a un enfado creciente —¿Por qué me trajiste?
—Oh, no me reclames nada —el dios se miró distraídamente las uñas —Te he hecho un favor.
—¿De qué estás...? —su pregunta murió cuando el dios chasqueó los dedos y un chico de ropas oscuras apareció flotando horizontalmente frente a él, con los ojos cerrados.
La vista de Jason se nubló por las lágrimas. Cupido tomó al chico en brazos y éste abrió los ojos.
—Nico —jadeó el rubio sin aliento.
Sin pensarlo dos veces, corrió hacia donde estaba Nico y cuando sus brazos estaban por rodearlo, el pelinegro se volvió a disolver con un chasquido de dedos.
–Eh, eh, eh –dijo Cupido–, tranquilo, chico. No tan rápido.
–Por favor... –suplicó Jason al borde de las lágrimas. ¿Cuánto más tendría que soportar para volver a tener a Nico con él?–. He hecho de todo, por favor, sólo quiero estar con él.
–Lo sé, hijo de Júpiter. Sé que has pasado muchas cosas pero el amor no es fácil. Sin embargo, he estado observándolos a ambos por un largo tiempo. Al principio, fleché a di Angelo con Perseus a propósito, necesitaba algo de diversión. Pero después llegaste tú y moviste todos mis planes. No podía creer lo apegado que se había vuelto él hacia ti. Un día decidí flecharte también, un triángulo amoroso jamás está de más. Pero el chiquillo dejó de sentir cosas por el hijo de Poseidón y ahí pude ver cuán puro era su amor.
Jason se quedó perplejo ante las palabras del dios. ¿Lo decía en serio?
Los ojos rojos de Cupido lo miraban serio a pesar de que una pequeña sonrisa se asomaba por las comisuras de sus labios.
–Te lo devolveré, sí, pero primero debes de hacer una cosa —continuó Cupido.
–Lo que sea –respondió Jason con una pequeña ilusión detonando en su voz.
–Borraré los recuerdos románticos de la mente de Nico di Angelo. También sacaré la flecha del amor hacia ti, dejando sólo la de Perseus Jackson. Si su amor es fuerte y puro como parece, y lo puedes convencer y hacer recordar, volverán a la Tierra y serán felices juntos, ya he hablado con Hades al respecto.
–¿Y si no lo logro? –cuestionó, dudoso.
El dios se encogió de hombros.
–Se quedarán en el inframundo separados y sin poder estar juntos. Tienes un límite de 24 horas.
Jason maldijo en su fuero interno en todos los idiomas e insultos que conocía. ¿Por qué a los dioses les gustaba tanto complicar las cosas? Asistió con toda la valentía que pudo reunir
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