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La realidad -1

1

Adele se despertó sin saber dónde se encontraba. Luego reconoció su habitación. Y también se acordó de su conversación con Brant.

Alguien le había tendido una trampa y todos estaban confabulados. Todos, incluido Brant y eso era lo que más le dolía.
Se intentó levantar de la cama, pero no pudo. Unas correas de cuero oscuro inmovilizaban sus tobillos y sus muñecas. Además, sentía un ligero sabor en su boca, no sabía qué tipo de fármaco le habían administrado, pero se sentía muy mareada.
—Quieren quitarme del medio porque me estaba acercando peligrosamente a la verdad —susurro para sí. Tendría que haberlo sospechado. Warren Hill y su prima, Abbey Jenkins lo habían planeado todo.
Lo que no entendía era como Brant, el inspector Price estaba implicado en la trama. Ella jamás había sospechado de él.
Recordaba la pasada noche, cuando estuvo con él y que negó que hubiera sucedido. No lo había imaginado, ¿o sí?
Quizás la drogaran desde que llegó allí y eso le hiciera tener alucinaciones.
Si pudiera hablar con Rosemary, estaba segura de que se solucionaría todo. Ella no negaría lo que vieron. Esa sombra que apareció en el pasillo había sido muy real. Tan real como para hacerla aceptar su presencia cuando ella no creía en esas cosas.
Pero nunca la dejarían hablar con ella. No, porque entonces su plan se vendría abajo. Además, posiblemente también a ella la internarían en algún otro centro y así tendrían vía libre para cobrar la herencia.
Iban a salirse con la suya a menos que consiguiera salir de aquella maldita habitación.
Un ruido la sobresaltó. Parecía provenir de la pared que tenía a su espalda y había sonado como si una puerta se abriera, además también sintió una corriente de aire en su rostro, pero la única puerta de la que ella tenía conocimiento estaba justo enfrente.
Oyó unos pasos cautelosos que se acercaban y el vello de sus brazos se le erizó. ¿Quién estaba tras ella? Por más que trataba de girarse para mirar, no alcanzaba a ver a nadie.
—Soy yo, Adele.
Una voz infantil le había hablado y creyó reconocerla.
—¿Laura?
—Sí. ¿Estás bien?
—Me tienen atada, ¿podrías soltarme?
La niña se puso manos a la obra y con un poco de esfuerzo consiguió abrir las correas. Una vez libre, Adele abrazó a la pequeña y la besó.
—¿Cómo has podido entrar? —Le preguntó.
Laura le mostró una puerta secreta que había, muy bien camuflada, en la pared. Nadie se hubiera dado cuenta de que estaba allí de no haberlo sabido.
—Conozco toda la casa. Hay muchos pasadizos secretos.
—Tenemos que irnos antes de que llegue alguien. ¿Sabes si Rosemary está en su cuarto?
—Creo que sí. También hay una puerta oculta en su habitación, casi todas la tienen.
Adele buscó sin lograrlo su teléfono móvil. Allí almacenaba todos sus contactos y emails donde se demostraba sin lugar a dudas que lo que había dicho era cierto.
Guardaba un mensaje que el doctor Hill la mandó y que hacía referencia a su intención de contratarla como psiquiatra de su hija y que podía valer como prueba, pero el teléfono había desaparecido.
Tampoco es que le hiciera falta, se dijo. En su página web de Facebook y de otras redes sociales venía descrita toda su vida y sus estudios. Sin duda a Brant no le sería muy difícil acceder a ella y descubrir que le habían engañado.
Tenía muy claro cuál era la intención de Warren Hill y de Abbey Jenkins Blackgables.
Hacerla pasar por loca.
Pero también sabía que su mentira no se sostendría.
—Tienes que llevarme a la habitación de Rosemary.
Laura la cogió de la mano y se internaron en el sombrío pasadizo cerrando la puerta tras ellas. Cuando fueran a buscarla se llevarían una sorpresa al ver que había desaparecido.
Ahora lo más importante era mantener la mente despejada y tratar de averiguar si ellos llevaban razón. Adele recordaba perfectamente sus años de estudio en la universidad, recordaba a sus profesores y a la gente que había conocido allí. Era imposible que todo fuera una invención suya, pero su mente se negaba a creer las cosas por que sí. Necesitaba pruebas de su existencia y ya que su teléfono móvil había desaparecido, intentaría buscarlas en otro lugar.
El pasadizo, bastante estrecho y oscuro la obligaba en algunas ocasiones a pegarse todo lo que podía a la pared para poder pasar. Laura lo llevaba más fácil al ser mucho más pequeña y muy delgada. La niña no la soltaba de la mano mientras recorrían aquel polvoriento pasillo.
Gracias a Dios que no tengo aracnofobia, pensó Adele al sentir en su rostro las pegajosas hebras de una telaraña.
—Ya falta poco —susurró la niña mientras giraba en un recodo y se quedaba quieta y abría la puerta con una destreza formidable. Aquella niña tenía un talento innato como ladrona, pensó la joven y no era la primera vez que lo pensaba.
Rosemary se sobresaltó al verlas entrar por un hueco que quedaba junto a un gran armario, como si hubieran aparecido de la nada.
—¿Adele? ¿Laura? ¿Qué estáis haciendo aquí? —Les preguntó.
Adele hizo un gesto para que permaneciera en silencio.
—Me han tendido una trampa, Rosemary —le dijo —. Han conseguido convencer a Brant de que estoy loca y...
—Lo sé, Adele —le dijo la jovencita —. Mi padre me amenazó para que yo mintiera a Brant cuando este viniera a hablar conmigo.
—¿Te amenazó?
—Sí, dijo que solo tenía dos opciones: Una sería convencer al detective de tu enfermedad mental y la otra...dijo que si se veía en la necesidad, se desharía de ti y de mí, que sería muy fácil eliminarnos y ya que había un asesino en Blackgables Mansion, se aprovecharía de ello.
—¿Qué le dijiste a Brant de mí?
—Le dije que nunca había visto nada extraño, que todo había sido invención tuya. No tuve más remedio que hacerlo, Adele. Mi padre es un monstruo...
—No te preocupes, Rosemary. La verdad saldrá a la luz. ¿Tienes todavía ese recorte de prensa con mi entrevista en la universidad?
—Sí —dijo la muchacha —, lo tengo en mi habitación del ático. Vas a intentar convencer al detective Brant de que lo que han dicho de ti es falso, ¿verdad?
—Sí —respondió la joven —. No me costará mucho hacerle ver la verdad. Lo más difícil será hablar con él...
—Podría intentarlo yo, claro que tampoco me dejan salir. Me tienen encerrada.
—Gracias a Laura podremos movernos por la casa sin que nadie nos vea —dijo, Adele —. Es una niña sorprendente.
—Y una buena amiga —dijo, Rosemary sonriendo a la pequeña que estaba visiblemente orgullosa.
—Tú deberás encargarte de buscar ese recorte de periódico —le dijo Adele a la jovencita —. Laura, tú te encargarás de localizar al detective Brant Price y le dirás que necesito hablar con él a solas, mientras tanto yo hablaré con Carmen. Creo que a ella también han debido de amenazarla de alguna forma.
—Lo siento de veras, Adele. Estaba muy asustada y no sabía que hacer —Adele la abrazó y la jovencita respondió a su abrazo.
—Hiciste lo correcto. No creo que tu padre llegara a esos extremos, pero tampoco sabemos cómo puede reaccionar si se ve acorralado. Ahora pongámonos en marcha. Laura, tendrás que explicarnos como orientarnos en esos pasadizos, no me gustaría perderme en ellos y estar dando vueltas hasta que alguien viniera a rescatarme y eso si me encontraran.

...

El pasadizo que conducía a la cocina era uno de los más viejos. En algunas partes avanzar se convertía en todo un desafío. Las paredes eran tan estrechas y el espacio tan reducido que temió quedarse atascada en su interior y entonces, pensó, eso sería para partirse de risa.
Un poco antes de llegar a la cocina, Adele escuchó unas voces. Una de ellas la reconoció al instante, era la de Brant. La otra le pareció la del doctor Hill. Pegó la oreja a la pared y escuchó con atención.
—...día saberlo, usted?
—No podía saberlo —dijo la voz de Warren Hill.
—La mentí intencionadamente siguiendo sus instrucciones, pero no dio resultado. Créame si le digo que ha sido bastante humillante. Ella me preocupa, doctor Hill y no me gusta verla sufrir.
—Le entiendo perfectamente, pero a veces un shock emocional es la mejor respuesta para ese tipo de problemas. Ella podría haber respondido y hubiera aclarado sus dudas.
—No volveré a hacerlo —dijo la voz de Brant —. Cuando vuelva a verla le diré la verdad.
—No creo conveniente que deba volver a verla. Eso no haría más que empeorar la situación.
—Haré lo que tenga que hacer. Soy el responsable de una investigación y Adele es una sospechosa. Aunque también lo es usted o cualquiera de su personal. Aún no tengo muy claro quien de ustedes pudo ser el asesino.
—Dijo que pensaba que Adele era la culpable.
—Ella fue la última en ver con vida a ambas víctimas y eso es muy sospechoso. Pero eso no quiere decir que por fuerza fuera ella. Aquí hay mucho secretismo, pero al final lo acabaré descubriendo.
—Le he mostrado los archivos clínicos de Adele. Ha visto la fecha de su internamiento. Tenía casi siete años cuando la ingresaron. Ha comprobado las últimas evaluaciones a las que ha sido sometida aquí mismo, en Blackgables Mansion. Está muy enferma. Tenía una manía obsesiva con ambas personas y ahora las dos están muertas. ¿No sé qué más necesita?
—Necesito creer que ella fue la que cometió los crímenes y para eso necesito volver a hablar con Adele.
—Ha de saber que como médico personal suyo, me opongo terminantemente a su deseo.
—Y yo le recuerdo que, si me impide verla, le denunciaré por obstrucción al trabajo de un policía. Blackgables Mansion ya tiene una funesta fama, no empeore la situación. Quizás eso contribuya a que ciertas personas se interesen por su capacidad para dirigir un centro como este. ¿No sé si me entiende?
—Le entiendo mejor de lo que supone.
—Una ONG como la suya debe recibir muchas subvenciones y los problemas y menos aún de esta magnitud, no suelen ser bien recibidos.
—Le dejaré verla, pero tendrá que ser en presencia mía.
—No, doctor Hill. La veré a solas. Quiero que me avisen en cuanto este despierta y esa es mi última palabra.
Adele ya no escuchó nada más, debía volver a su habitación de inmediato.

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