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2

Cuando la puerta de la habitación se abrió, Adele ya estaba en su cama.

Nadie se había enterado de su desaparición, aunque lo único que podía delatarla era el no estar atada a la cama. Le había resultado imposible atar una de sus manos, pero la escondió debajo de las sabanas para que nadie lo notase.
Brant entró en su cuarto y cerró la puerta tras él.
—¿Adele? —Preguntó en voz baja.
La joven abrió los ojos y le miró.
—Creo que te debo una disculpa...
Ella no dijo nada. Esperaba que él continuase hablando.
—Me vi obligado a mentirte —continuó —, sobre lo que pasó entre tú y yo. El doctor Hill me aconsejo que no te dijera la verdad con la intención de provocar lo que él llamó...
—Un sock emocional —contestó ella por él —, sí, lo sé.
Brant dudó un momento.
—¿Lo sabes?
—No estoy loca, Brant y puedo demostrarte que todo lo que dije es verdad.
—No ha venido para hablar de eso, Adele. He visto todos tus expedientes...
—Falsos, Brant, son falsos. Estudié en la universidad de Oxford, puedes buscar información sobre mí, no creo que te sea muy difícil. Además, tengo pruebas de que no te estoy mintiendo, Rosemary tiene en su poder un recorte de periódico en el que se muestra una entrevista que me hicieron cuando cursaba mis estudios en dicha universidad. No entiendo cómo han podido idear una mentira tan burda cuando sería muy fácil demostrar que no es cierto lo que dicen.
—¿Todavía crees que me han mentido?
—No lo creo. Lo sé y ya te he dicho que tengo muchas pruebas que lo atestiguan. En mi móvil tengo varios mensajes del doctor Hill, donde se menciona mi nuevo trabajo aquí en Blackgables Mansion, pero por desgracia mi teléfono ha desaparecido.
—No te preocupes, Adele, investigaré lo que me has contado. Si es cierto que el doctor Hill me ha mentido...
Adele suspiró aliviada.
—En realidad yo he venido para disculparme, aún no sé cómo me convenció para engañarte. Sólo puedo decir que la otra noche fue imborrable para mí. Nunca he conocido a una persona como tú, Adele y me gustaría seguir conociéndote.
—Y a mí también, Brant.
—Hablaré ahora mismo con el doctor Hill para que te desate, no creo necesario que sigas así, tú no eres una persona agresiva, eso lo puedo ver por mí mismo, a pesar de lo que me hayan dicho de ti.
—No creo que eso haga falta —dijo Adele sacando su mano de debajo de las sabanas —. Yo también tengo mis...recursos.
—¡Ya veo! ¡Además eres escapista!
—No tanto, solo veo visiones y estoy algo loca, pero ¿qué psiquiatra no lo está?
—Me siento fatal por haber dudado de ti...Claro que lo que me contaron de esa sombra y de tus visiones, eso ya me parece mucho más difícil de asimilar.
—Toda mi vida he sido escéptica, Brant. Hace unos días me di cuenta de lo equivocada que estaba. Tú también lo harías si hubieras visto lo que yo.
—¿De verdad viste eso?
—No sólo lo vi, lo toqué. Era fría al tacto y sentí algo parecido a una descarga...No, no estoy loca, aunque lo parezca.
—Nunca me atrevería a volver a dudar de ti.
—Brant, el doctor Hill no es de fiar. Sé lo que pretende y alguien debería pararle los pies, no sólo por lo que ha intentado hacer conmigo sino por Rosemary. Esa muchacha también ha sufrido lo indecible, pero ella no tuvo la ayuda que tuve yo. A mí me costó muchos años olvidar la muerte de mi padre, tuve mucha ayuda por parte de psicólogos y psiquiatras y descubrí mi vocación. Ayudar a otras personas que pasaban por lo mismo que yo pasé. Ella me necesita y me necesita ahora mismo, antes de que su enfermedad se agrave.
—Te repito que investigaré lo que pretende ese buen doctor. Nunca me fie de él, estaba convencido de que estaba implicado en esos crímenes disfrazados de suicidios. Ahora no lo sé.
—¿No crees que sea él? Yo tampoco. Creo que es otra...persona.
—Sea quien sea, acabaré descubriéndolo.

...

Brant se había marchado. Todo parecía haberse arreglado entre ellos y Adele no dudaba de que dentro de muy poco acabaría por descubrir toda la verdad sobre ella. Mentir a un policía y tratar de acusar de demencia a una persona sana ya eran de por si unos delitos muy graves. Warren Hill estaba acabado. No tenía escapatoria y la joven pensó en lo que eso podía significar.
Aún quedaba por resolver el misterio de esa mujer: Abbey Jenkins Blackgables.
Nadie parecía conocerla, pero ella estaba segura de su existencia. Sólo había podido escuchar su voz una vez, pero no se parecía a ninguna de las voces de nadie del psiquiátrico. Tampoco es que ella fuera una experta en reconocimiento de voces, ni mucho menos, pero aquella voz en particular tenía algo que le produjo una extraña sensación. El único que había admitido la existencia de esa mujer delante de ella fue, Isaiah. Tampoco lo negó el propio doctor Hill cuando le habló de ella, entonces ¿cómo es que nadie la había visto? ¿Acaso se escondía en el psiquiátrico?
Lo único que podía hacer era averiguarlo ella misma, así demostraría que esa misteriosa mujer existía.
Si alguien se escondiera en el psiquiátrico, ¿dónde lo haría? Se preguntó la joven.
Tenía muchas habitaciones donde hacerlo, también estaba el ático, ahora vacío desde que trasladaron a Rosemary y podría estar igualmente fuera de la casa. Era muy difícil saberlo y mucho más encontrarla.
Adele no estaba segura de sí funcionaria, pero un plan se iba perfilando en su mente.
Si ella no podía encontrar a esa mujer, dejaría que fuese esa mujer la que la encontrara a ella.
Ahora, lo más inmediato era hablar con Carmen. Debía saber si había averiguado algo sobre el extraño ritual.
Adele no había olvidado el otro plan que también tenía entre manos, ni tampoco que debería bajar a los cimientos de la antigua casa que se levantaba en aquel mismo lugar tiempo antes de edificarse Blackgables Mansion.
Tenía la impresión de que algo oscuro, algo maligno controlaba las mentes de los habitantes del psiquiátrico, como un cáncer que se fuera apoderando lentamente de sus víctimas y acabando con su cordura y también sabía que ella era la única capaz de derrotar a ese mal.

...

—Lo siento mi niña, me obligó a mentir.
Carmen no sabía que más hacer para disculparse.
—El doctor Hill me amenazó con hacerles daño a mis hijas si no le obedecía. Es un hombre malvado.
—Lo entiendo, Carmen. No te preocupes, no tiene importancia. Ya está todo arreglado. El detective Price está investigando en este momento y sé que averiguará la verdad.
—Te he fallado, soy una vieja que no vale para nada...
Adele la abrazó y la mujer se echó a llorar.
En ese momento, Brant entró en la cocina, por su mirada y su expresión comprendió que se encontraba muy enfadado.
—Tenías toda la razón —le dijo a Adele en cuanto la vio —, ese mal nacido me mintió.
—Te lo dije.
—Sé que lo hiciste, varias veces y yo...no te creí.
—Lo que importa es que has descubierto la verdad. ¿Qué vas a hacer?
—Le he estado buscando por todas partes, pero el doctor Hill ha desaparecido. Sé que no ha podido escapar del psiquiátrico porque he dejado a mis hombres vigilando la casa y me han dicho que nadie ha salido, así que aún debe estar aquí.
—¿Dónde podría haberse escondido? —Adele reconoció que en una casa tan grande sería muy fácil esconderse.
—No lo sé. Ahora me disponía a registrar las habitaciones de la mansión y lo haré una por una. También he dado aviso de búsqueda y captura a la comisaría. Sin duda tarde o temprano lo encontraremos.
—¿Ha mirado en el salón de música? —Le preguntó, Carmen.
—No, esa puerta está cerrada con llave.
Adele sacó un grueso fajo de llaves de uno de sus bolsillos.
—Yo tengo las llaves de toda la casa.
—Miremos allí entonces.
Brant no la preguntó cómo era que ella tenía las llaves de la casa y Adele no quiso decírselo. Cuando llegaron al salón de música, la joven probó con varias llaves hasta que una entró en la cerradura. Con un chasquido la puerta se abrió.
—Creo que ya no va a hacer falta seguir buscando al doctor Hill —dijo Brant cuando entró en el saloncito y vio la figura que colgaba de una de las vigas del techo y que tenía un cinturón en torno a su cuello.
—¡Se ha suicidado! —Exclamó, Adele.
—O alguien le ayudó a hacerlo —aventuró el detective —Por la posición de sus manos, atadas a la espalda, mucho me temo que le ayudaron.
—¿Quieres decir que le han asesinado?
—Sí, eso mismo quiero decir.
El cuerpo del doctor Hill se balanceaba con sus pies a unos treinta centímetros del suelo. Su cadáver se reflejaba en una docena de espejos que adornaban aquel pequeño salón de música.
—Le han colgado de la misma viga en la que apareció el cuerpo sin vida de su mujer —dijo Brant.
—Como una venganza...
—¿Cómo has dicho? —Le preguntó el detective.
—He dicho que parece una venganza —le contestó la joven —, pero ¿quién podría querer vengarse?
Brant la miró fijamente.
—Creo que todos tenían motivos más que sobrados para querer verle muerto —continuó, Adele —. Carmen me ha dicho hace un momento que amenazó a sus hijas, Isaiah, a pesar de su amistad con él, también se vio obligado a mentir por su causa, incluso Rosemary o yo, Brant, yo también tenía motivos para querer verle muerto.
—Era un hombre que no se hacía querer —reconoció el detective —. Te olvidas de alguien...
—¿De quién?
—De mí —dijo el policía —. A mí también se me pasó por la imaginación tomarme la justicia por mi mano. Sé que no fui yo, pero lo deseé.
—Todavía quedan un par de opciones más, aunque sé que ni siquiera las tomarás en cuenta: Una de ellas es esa misteriosa Abbey Jenkins y la otra...Mi abuelo.
Adele le contó todo lo referente al verdadero artífice de la construcción de esa casa.
—Si esto fuera una novela de horror —dijo, Brant —, que no lo es, entonces no tendría más remedio que creer en fantasmas o en misteriosas jóvenes que permanecen ocultas y que sólo salen de su escondite para matar.
—La realidad normalmente supera a la ficción —dijo, Adele.
—Le he puesto los grilletes a ladrones, drogadictos, a un asesino en una ocasión y a varios estafadores, pero nunca se los he puesto a una aparición.
—Nunca se sabe cuándo será la primera vez.

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