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La universidad, específicamente el club de patinaje, habíamos sido invitados a participar en el festival de primavera en el amado país de Yuuri.

Al recibir la noticia, él no podía contener la alegría, de hecho, me hace pensar algunas veces que es bipolar, en serio.

Después de lo deprimido que lo ví en navidad, ahora saltaba como Bambi, bueno, mas bien como un pequeño pug.

Cuando Celestino nos lo dijo me abraza y no paró de besar mis mejillas.

Fue raro pues todas las miradas,  incluso la del entrenador, estaban en nosotros.

Durante los ensayos, mi amigo si que parecía un cervatillo esta vez.

Amaba verlo dar todo de sí en la pista.

Aunque la canción que bailaríamos era bastante alegre, yo imaginaba que nuestro atuendo sería como unos samurái, pero ¡No!

Eran unos leotardos rosados y unas coronas de flores de cerezo.

Si de por sí Celestino dudaba de nuestra relación, con esos trajes, no lucíamos nada masculinos.

Pero en fin, un artista no tiene opción.

Aunque tengo que admitir, que no nos veíamos tan mal. Especialmente su servidor, está bien, no.

El día de partir había llegado, hicimos las maletas y nos montamos en el avión.

Era un vuelo comercial, pero los del club de patinaje, parecíamos un autobús de niños en camino a un campamento.

Las horas pasaron y las risas y el escándalo también, a excepción del chico con náuseas que agotó todas las bolsitas para vómito.

Yuuri se quedó dormido sobre mi hombro mientras yo revisaba mis cuentas sociales.

Se veía tan lindo, que decidí subirlo a mis historias de Instagram.

Suspiré profundamente y guardé el móvil para quedarme dormido también.

Después de un tiempo, no sé cuánto exactamente, la voz del piloto nos despertó. (También Celestino se asustó al oírlo, aunque él lo niegue).

Al aterrizar todos bajamos como locos al saber que estábamos en tierra firme.

Las chicas nos veían como a bichos raros en lugar de como a las estrellas de patinaje artístico que somos.

Al llegar al hotel nos asignaron cuartos dobles.

Y ¡Yupi! Me tocó con mi best friend.

Desempacamos y nos cambiamos de ropa.

Cenamos ese día con los organizadores del evento, que eran demasiado ordenados y perfeccionistas. Y al volver a las habitaciones caímos muertos.

Al otro día ni siquiera pudimos respirar, el entrenador estaban tocando a la puerta a las 6 a.m. para ir a la pista. Y eso fue por los tres días consecutivos previos al festival.

Mi pobre Yuuri no tuvo tiempo de pasear por su amado país.

Al fin era el gran día, Celestino nos dió permiso a todos de no ensayar por la mañana, prefirió que estuviéramos relajados, pero conociéndonos, nos prohibió comer todas las delicias de de ese lugar, así que no sabíamos en que divertirnos, unos fueron a surtir su colección de manga, otros a recibir un masaje de relajación por parte de una geisha, pero Yuuri y yo nos escabullimos entre los puestos del festival, para comer alguno de los manjares tradicionales.

Pero adivinen quien nos atrapó.

Si, el Señor entrenador, pero el también tenía la boca llena con takoyakis.

Así que fingimos no ver nada mutuamente.

Aquel sitio era maravilloso para mí, jamás había ido a un festival japonés.

La tarde había llegado, nos cambiamos, y fuimos a la pista que era al aire libre.

Desde la salida a la pista se veía precioso. El atardecer rosado enmarcado con los árboles de cerezo totalmente floridos.

Allí alguien me tomó de la mano, bajé la vista y era Yuuri. Quién me soltó inmediatamente sonrojado al darse cuenta de que lo vi. Yo le dediqué una sonrisa, y en ese momento la música comenzó a tocar y salimos al hielo.

Bailamos con éxito, y justo en el clímax de la canción la gente nos aplaudía emocionada, dándonos ánimo de continuar así.

Cuando el número terminó, el cielo se llenó de colores a nuestras espaldas con los fuegos artificiales, mientras la gente nos ovacionaba.
Nos volvimos hacia allí, ésta vez yo tomé a Yuuri de la mano, mientras veíamos aquello.

A la salida de la pista dos mujeres y tres bebés atraparon a mi amigo. Eran su madre y la madre de las niñas.

Los ojos de Yuuri se llenaron de lágrimas al verlas y se tiró en sus hombros.

Yo sólo miraba de lejos, pero la chica me jaló también, y comenzó a decir cosas en japonés a Yuuri que hicieron que se sonrojara nuevamente, pero yo no entendí nada, y él se negó a decirme que signicaba todo eso, pero ella sacó su móvil y le enseñó una captura de pantalla de la foto de él dormido y fotos de nuestras manos, y casi se desmaya Yuuri. Yo negué, pues comprendí a que se refería.

Celestino nos invitó a cenar esa noche para celebrar nuestro éxito, y la familia de Yuuri nos acompañó.

Aquel viaje hizo que tal vez me diera cuenta de lo que sentía por él.

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