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Capítulo 9. La batalla continua

Los dos quedaron esposados junto a mi, pero nos olvidamos de algo: de la tercera persona. Y la vi corriendo hacia un lado, intentando escapar. Lucio y Tracer estaban un poco cansados, y Dva no tenía su meka cargando para volver a la acción: es lo malo de los robots. Entonces Angela sugirió de que se quedasen conmigo con los dos delincuentes. Pero me negué.

— Quédate porque no sirve para nada que vengas.— Me repitió Angela.

— Lucio y Tracer tienen más probabilidad de alcanzarla y no pueden porque están muy cansados. Llevan toda la misión corriendo. Sabes que soy la más rápida de vosotras, si vas a ir volando, yo también iré. Además Mei, sin ofender, no es nada veloz.

Aunque no le gustaba la idea de ir conmigo sabía que tenía razón. Y sin más remedio aceptó pero con una condición.

— Si fallas, espero que dejes este ejército.— Me miró con cara desafiante, y noté en sus ojos que no me quería ahí.

— Está bien. — Acepté, con miedo y rabia.

Nos pusimos manos a la obra, nos impulsamos para tener mejor visión y se veía al objetivo moverse por zonas abiertas. No sé porqué, pero sus andares me resultaban familiar. Nos coordinamos y fuimos a atacar.

— ¡Quieta, no tienes escapatoria! — Grité con todas mis fuerzas.

Entonces la mujer se giró rápidamente y me apuntó con el franco y Angela me apartó. La francotiradora cambió su arma por una pistola muy pequeña y le disparó a Angela. Yo ni me inmuté de aquello, porque no se escuchó ninguna bala, aparté mi arma y caí encima de ella.

Empezó a luchar conmigo, y forcejeé con su arma para que no me dispara ni me hiriera con la culata ni nada por el estilo. La verdad, parecía una mujer que sabía lo que hacía. Por fin logré quitarle el arma, la tiré al suelo y empezamos a pegarnos. Me cogió del brazo y del hueco de la armadura del cuello, y me tiró contra el suelo dejándome boca arriba como si de una llave de yudo se tratase. Pero reaccioné rápido y me quedé agarrada a su brazo, me giré rápidamente levantándome y me quedé enfrente de ella forcejeando con las manos. Por fin logré cogerle del traje por la zona del pecho y le hice la zancadilla por detrás para así empujarla y se cayera. Pero fue rápida y me rodeó los brazos en el cuello. Aún así me quedé encima de ella, así que tenía toda la ventaja. No lo pensé más y agarré sus brazos y los forcejeé hasta que estampé sus brazos contra el suelo y de un arrebato de rabia y cansada de esta situación, le metí un cabezazo.

— Angela, ¿has visto? Sé manejar la situación. — Miré hacia el lado donde veníamos y para mi sorpresa vi a Angela en el suelo. No puede ser, ¿de verdad hubo bala?

De repente, culpa mía por mi distracción, la mujer hizo que cambiáramos de posición y acabó encima mía.

— Luchas bien pero veo que no cuidas a los tuyos, cría. — Me dijo mofándose.

— Cállate. — Mis ojos miró su máscara deseando que se destapara y llenar todo esto de sangre.

— No puedes hacer nada. Está muerta. No sirves para nada. Déjame marchar, será lo mejor. No habrá manchas en tu expediente de como has expuesto a un agente y ni si quiera darte cuenta de que lleva tumbada todo el tiempo.

Mi mente solo pensaba en matar. Así que utilicé una técnica de mi madre: hacerle creer al enemigo que tenía razón.

— Está bien. — Empecé a lagrimear—. Márchate.

El enemigo se levantó de inmediato y yo también lo hice.

— Haces bien, muchacha. — Dijo con voz burlona.

— Una cosa... — Poom. Le pegué un cabezazo con todas mis fuerzas. Si me llamaban cabezona era por algo.

Cayó de inmediato boca abajo. Saqué una de mis dos esposas para ella. La arrastré y la senté al lado de una verjas y saqué las otras para atar las suyas contra la verja y así no pudiese escapar. Acto seguido fui a por Angela, pensando en como no pude darme cuenta de que ella no estaba a mi lado. La cogí en brazos y empecé a sollozar.

— Tenías razón. No sirvo para esto. No sirvo para proteger ni si quiera a una persona. — Empecé a llorar.

— Es verdad, sirves para más. — Una voz ronca salió de la garganta de la rubia.

— ¿Angela? — Dejé de llorar por un momento.

— Fareeha... ¿qué ha pasado? — Angela empezó abrir los ojos.

— Eso quiero saber yo, qué te ha pasado.

— Vine volando y plof, caí rendida. Vi todo negro.

— ¿Como si te hubieras dormido?

— ¿Puedes bajarme? — Aún la tenía entre mis brazos.

— Sí, perdón. Yo... lo siento... es que... — ¿Por qué me puse tan nerviosa?

— No te preocupes. — Sonrío.

Y me mató. Esa sonrisa. Por un momento me mostró a la verdadera y dulce Angela. Y no sé porqué estaba pensando en esas cosas en esta situación. Volvió a ponerse un poco seria nada más mirar aquella mujer esposada, pero ya tenía su sonrisa grabada.

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