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Capítulo 35. Valquiria

Nada más se fueron, escuchamos unos pasos. Cuando nos giramos estaban ya detrás nuestra y empezó la guerra. No nos dejaron ni hablar un poco, fueron directos.
Volé al cielo y vi a Doomfist como se elevaba.

—Vamos, ven a por mí —dije provocándole.

Había dicho lo que había hecho. Se impulsó hacia mí con su brazo. Era muy ágil, pero yo no lo era menos. Esquivaba todos sus ataques.

—¿Dónde está Ángela? —grité mientras me impulsaba y me seguía.

—¿Quieres saber dónde está? —dijo intentando darme un puñetazo —. Está aquí —sonrió.

Esa respuesta me pilló por sorpresa que me consiguió dar en la cabeza haciendo que me estrellara contra el suelo. Vi como se dirigía hacia mí y me levanté demasiado rápido.
Vi su cara de asombro, porque no fui a esquivarlo, fui directamente hacia él. De repente saqué mi arma y le pegué un cohetazo pero él puso su mano de hierro delante para que el impacto no le hiciera nada, pero vi que su puño se desprendió de él dejando sus manos totalmente indefensas. Y justo cuando iba a volver a disparar... Aparece ella. Me quedé impactada, mis ojos no podían abrirse más.

—¿Ángela? —empecé a sonreír pero sacó un arma y empezó a disparar.

—¡Hija! —gritó mi madre apartándome de sus balas—. ¡Agh! —esta vez mi madre gritó de dolor. Una bala impactó en su hombro.

—¡Ángela! —gritó Brigitte poniendo su escudo delante de nosotras —¿qué estás haciendo?

—Matar —empezó otra vez a disparar impactando sus balas en el escudo de Brigitte.

—¿Qué le habéis hecho? —pregunté enfadada.

—Lo mismo que a Amélie, borrarle la memoria —sonrió Doomfist detrás de Angela.

—Hablando de Amélie, ¿dónde está? —preguntó Reaper.

De repente dos balas impactó en las escopetas de Reaper. Symmetra empezó a lanzar torretas alrededor de él para protegerle pero explotaron en cuestión de segundos.

—¿Me llamabais? —miré hacia atrás y aparecieron los demás que se habían ido.

Se pusieron con nosotras, Dva al lado de Brigitte usando su matriz para tragarse las balas. Tracer cogió a mi madre y nos incorporamos.

—¿Y Sombra? —dije dirigiéndome a Tracer.

—Ahí —señaló dónde se ubicaba Symmetra.

Sombra apareció entre la penumbra cogiendo a Symmetra por detrás y atando sus manos. Doomfist permaneció confuso mirando hacia los lados. A decir verdad, yo tampoco lo entendía.

—¿Qué mierda estáis haciendo? —gritó Doomfist. Reaper desapareció y apareció junto a Doomfist.

—Me dijiste que era una asesina, que no tenía familia, que no tenía a nadie —dijo Amélie—, pero luego llega esta mocosa —decía mientras dirigía su mirada a Tracer y volvió posando sus ojos a Doomfist—, y ahora me entero de que soy una bailarina donde una persona muy grande mató a mis padres —finalizó apuntando a Doomfist.

—Y yo simplemente estoy en el lado de la verdad —interrumpió Sombra cogiendo a Symmetra mientras se dirigía a nosotras—. Trabajé como una esclava para ti. Decías que la reliquia otorgaba poderes a todos pero ahora me entero de que no es así —finalizó apuntando con su pistola a Symmetra.

—Reyes, ¿te vas a quedar ahí? ¿Después de mentirte y utilizarte como una marioneta? —dijo Amélie.

—¿Reyes? ¿Gabriel Reyes? —dijo mi madre dolorida por la bala.

—Sí, lo secuestrados cuando lo vimos moribundo. Contratamos a una médica que desarrollaba experimentos llamada Moira. Ella le dio una nueva vida, yo lo bauticé como es el que es ahora —dijo Amélie apuntando todavía con el arma.

—No les hagas caso... No es cierto... —dijo Doomfist quebrándose la voz.

Pero Reaper no le hizo caso. Desapareció y apareció a nuestro lado. Todos estaban con nosotros, lo que estaba pasando era surrealista. ¿Cómo puede alguien ocultar tantas cosas y hacer como si nada? ¿Cómo puede ser tan cruel jugando con la vida y los sentimiento de los suyos?

—Angela, por favor. Suelta el arma —dije levantándome y dirigiéndome hacia ella—por favor, no sé cómo te han borrado la memoria, pero sé que estás ahí todavía... Por favor... No hagas esto, no eres tú.

—Quédate ahí, quieta —alzó Ángela la voz.

—Fareeha, tu madre... —miré hacia atrás y vi que se estaba desangrando más de lo normal.

—Tracer, Dva. Llevadla a casa —hice un amago de gritar.

—Pero Pharah... —protestó mi madre.

—Es una orden. Ah, y vosotros —me dirigí a las personas que antes eran mandados por Doomfist— llevad a Symmetra y huid de aquí. Id a la base antes de que venga la policía o os arrestaran. Explicadle todo a Winston para que intente que os libre de todos los cargos.

—Sin ese brazo es vulnerable. Qué no se lo ponga —me susurró Amélie antes de irse.

—¿Y yo me quedo contigo? —preguntó Brigitte mientras todos se iban.

—Necesito un escudo, amiga —sonreí. Y me devolvió la sonrisa. Creo que por fin estábamos en paz y nos pusimos en marcha—. Tú ve a por Ángela, yo me encargo del grandullón.

Fui corriendo hacia él mientras que Brigitte me hizo caso yendo hacia Ángela. No iba a escapar otra vez una oportunidad así... Encerrar para siempre al criminal más grande. Doomfist vino hacia mí pero ahora él estaba esquivando todos mis puñetazos. Parecía cansado, parecía derrotado.

—¡Ángela! ¡Basta ya! —gritó Brigitte —. Mi escudo no va aguantar mucho más.

Pero de repente, Ángela vaciló a Brigitte y cogió el puño de Doomfist. Por mi culpa de aquella distracción, el hombre corpulento me empujó y cogió el puño que Ángela le había lanzado y se lo puso.

—Me siento como Thanos. Te voy a romper cada hueso con un chasquido —dijo Doomfist mirándome furioso.

Vino hacia mi, parecía ya costumbre que lo hiciera. Empezamos a luchar y pegó un puñetazo a mi arma que se desprendió de mi. «Bien, Pharah, otra vez a pegarse con las manos», dije quejándome para mí misma.
Ahora volvemos como antes, el pegando puñetazos al aire y yo esquivandolos todos. Esperaba el momento para encontrar un hueco y propinarle yo un puñetazo. De vez en cuando miraba de reojo la lucha de Brigitte y Ángela. Estaba fuera de control, Doomfist había hecho una máquina de matar.

—¿Sabes que tu mujer es muy buena en la cama? —dijo riendo.

—Intentas hacerme rabiar, pero créeme que no caeré en tu trampa —dije furiosa y cansada de sus burlas.

—Tienes razón. Ella es tu debilidad. Así que estoy haciendo tiempo para que tu amada maté a tu amiga. Luego ella te matará a ti porque sé que no le vas hacer nada y me haré con la reliquia, tarde o temprano —dijo sonriendo y me sorprendí.

¿Me estaba contando sus planes? Por culpa de eso, llegó a darme un puñetazo en mi cara y empezó a pegarme más y más. Yo ponía mis brazos para que el dolor fuera más pequeño.

—Angela, ¡por favor, no lo hagas! Soy Brigitte —vi a Brigitte tumbada en el suelo mientras Ángela le apuntaba con el arma.

Dejé a Doomfist en el sitio mientras me impulse hacia donde estaban. Ángela me miró y me apuntó pero antes de disparar Doomfist me agarró. Me dio la vuelta y me pegó un puñetazo tan fuerte que rompió mi casco. Empezó a darme puñetazos por todo el cuerpo hasta que me tumbó. Me cogió por el cuello e hice el amago de pegarle pero era inútil. Me lanzó al aire y él vino segundo después para seguir pegándome con rabia. Y me volvió a tirar al suelo de un puñetazo al pecho. Me cogió del pelo y puso su puño en mi cara.

—¿Últimas palabras? —dijo sonriendo.

—Sí... —comencé a llorar del dolor, sentía mi sangre en mi boca y mi cuerpo débil. Estaba preparada para lo peor. Dirigí mi mirada hacia donde estaba Brigitte y Ángela y veía que las dos me miraban. Ángela permanecía sería, pero preciosa «Siempre estás preciosa», pensé. Brigitte me miraba con cara de horror—. Brigitte, vete.

—¿Esas son tus palabras? —volvió a sonreír enseñando los dientes.

—Ángela —dije mirándola—, te quiero.

.

Ángela miró a Pharah. Seguía seria, pero empezaba a llorar. No sabía muy bien por qué, pero sabía que esa chica significaba algo para ella. Dejó a Brigitte a un lado y el impulso que tuvo fue ir hacia donde estaba la egipcia. Doomfist se apartó, se burló de la situación y se echó a un lado. No tenía nada que perder ya que solo estaban ellos. Ángela se tumbó al lado de Pharah y no entendía que le estaba ocurriendo. Su estómago estaba lleno de sensaciones y miró a la mujer. Empezó a llorar desconsoladamente. Ángela cogió sus manos e intentó dejar de llorar pero no lo hacía. Llevó sus manos la cara angelical de Pharah. Estaba muerta y el dolor empezó a notarse en su pecho. Brigitte estaba con los ojos abiertos, perpleja de la situación y llorando igual que hacia la rubia.
Ángela comenzó a hablar, temblorosa y angustiada.

—Perdón. ¡Lo siento! —gritó—. No quería hacer esto, no pensé que llegaría hacer esto. Lo siento mucho. Yo... —rompió a llorar.

—Oh, por favor, querida. Ya no importa. Ya no está —dijo Doomfist por encima de ella.

—¿Por qué lo has hecho? Dijiste que nadie saldría herido.

—Ups, creo que mentí —dijo riéndose.

—Por favor, vuelve —volvió a dirigirse a Pharah—. No sé porque, pero quiero que vuelvas. Por favor, porque me dueles tanto. Quiero que vuelvas.

—¡Es inútil! ¡La has matado! —gritó Brigitte desde el otro extremo—. Tú has dejado que muera... Has dejado que muera el amor de ti vida.

Ángela se quedó petrificada. Su mirada vio el rostró de la pequeña egipcia mientras sus lágrimas todavía salían de sus ojos. Empezó a tener destellos de recuerdos con la morena. Cuando estaban en la feria, sus broncas, el primer beso en aquella misión, cuando dormían juntas... Empezó a recordar muchas cosas. 

—Por favor, vuelve —esta vez lo dijo susurrando—. Te quiero.

Volvió a llorar y tumbó su cabeza en su pecho.

—¿Qué estás diciendo? —preguntó Doomfist—. Va, qué más da. Se acabó, rubia. Vamos a por la reliquia.

—No... —dijo Ángela en voz baja.

—¿Qué has dicho? —dijo el hombre alzando la voz.

—No me iré contigo a ninguna parte. Eres un monstruo...

—¿Quieres morir también? —dijo amenazando a la pequeña rubia.

Ángela miró durante un segundo a Doomfist y volvió al pecho de Pharah. Y de repente el cielo nublado empezó a despejarse. Ángela cerró los ojos, llorando sobre Pharah. Brigitte se quedó atónita ante lo que estaba ocurriendo delante de sus ojos. Mercy empezó a flotar como si alguien la estuviera agarrando en el aire. Doomfist se quedó mirando el espectáculo que estaba montando el cielo.

—Tú no encuentras la reliquia, la reliquia te busca a ti —susurró el hombre sonriendo—, por fin tendré el poder.

Ángela fue rodeada por un aura amarillento. Y se convirtió en luz. Su aspecto empezó a cambiar. Su pelo corto creció en cuestión de segundos, su ropa se transformó y un bastón apareció en su mano. Esta vez Mercy era diferente. Abrió sus ojos. Ya no lloraba. Mercy se convirtió en una Valquiria.

Desplegó sus alas de ángel de la guardia y fue directa a Pharah. Tocó su cara y agitó el bastón que tenía entre sus manos. Desprendió un rayo de luz, una luz que parecía un destello que no se sabía que estaba ocurriendo entre ellas dos. Las dos empezaron a elevarse como si fuera una bola de fuego.

.

—Angela... ¿Ángela? —dije sorprendida.

—Ya estoy aquí. Los héroes nunca mueren —volví a ver su preciosa sonrisa.

—Pero, ¿qué? —sonreí y toqué su cara —. Pensaba que estaba muerta.

—Y lo estabas, pero la reliquia me encontró y te resucité. Y ahora estamos aquí.

La besé, la besé hasta que tocamos el suelo. Me separé de ella y me giré. Vi a Doomfist asombrado por lo ocurrido. Parecía que no sabía que poder contenía la reliquia. Y ahora estaba impactado. Miró a Angela y ordenó matarme pero Ángela negó con la cabeza.

—¿Eres tonto o qué? Acabo de resucitarla.

—¿Qué? —Doomfist permaneció petrificado ante la situación—. Resucitado...

Cuando iba a enfrentarme a él, apareció varias luces de policía.

—Perdón por tardar... —dijo Winston detrás de nosotras.

Todos aparecieron apuntando a Doomfist. El hombre sonrió y admitió su derrota. Se quitó el puño y se sentó en el suelo. Apoyó sus brazos en sus rodillas y sonrió.
Por fin todo había acabado.

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