Capítulo 34. Hasta luego, Ángela
Nos quedamos quietos nada más bajaron todos. Estábamos rodeados por varios agentes enemigos. Bajaron Sombra y Reaper por la cuerda que Amélie les ofreció. Doomfist bajo por su cuenta.
—Que nadie se mueva —dijo el hombre corpulento—. Bien hecho, cielo mío —se dirigió a Symmetra.
—¿Qué hacéis aquí? ¿Qué demonios queréis? —preguntó mi madre haciéndose paso hacia la multitud.
—¿Symmetra? ¿Qué has hecho?—preguntó Winston enfadado.
—Necesitamos a un médico —dijo Reaper dirigiéndose a Ángela.
—Ni de coña—protesté—. Podéis buscaros a cualquiera.
—Pero ella tienes los conocimientos básicos y avanzados. Arregló el brazo de Mccree e intentaría revivir a Genji y además, tiene muchos conocimientos sobre la medicina moderna... —dijo Doomfist—. La necesito.
—No —me puse delante de ella protegiendo con mi brazo —. Me da igual si salgo herida o muerta, no te la vas a llevar a ninguna parte.
—Como quieras.
Doomfist me miró desafiante, tanto que nada más sonreír, saltó hacia arriba. No entendía muy bien porqué pero su mirada seguía clavada en mis ojos. Sonrío esta vez enseñando sus dientes y vino hacia mi. Quiso darme un puñetazo desde arriba. Yo esquive su ataque rodando hacia un lado. «Tengo que ir a por mí armadura y mi arma. Si me pilla, podría matarme fácilmente», pensé furiosa. El mono intervino para echarme una mano.
—Tú —dijo Amélie apuntando con su rifle a Winston—, esto es entre ella y él. Apartate.
—Si es entre ellos dos, deberían estar al mismo nivel. Ella no tiene nada —gritó el mono.
—Que se ponga lo que quiera, va a morir igualmente—sonrió Doomfist.
Nadie podía hacer nada. Winston tenía razón: ellos tienen armas y nosotros éramos globos de feria. Pensaba que estaba cometiendo una locura al defender a Mercy con mis propias manos, pero de eso se trata el amor, de anteponerse a cualquier obstáculo.
—Vamos, ven —dijo Doomfist riéndose.
No hice caso a su provocación, me quedé al margen porque si iba a luchar cuerpo a cuerpo sabía que perdería. Lo mejor era esquivar y cansarlo hasta tener la oportunidad de propinarle algo. Cómo vio que no fui hacia él, realizó un salto. Sabía que iba hacer lo mismo, así que me preparé. Vino hacia a mi y esperé a que cayera para coger su brazo y derribarlo como una llave de yudo. Cuando fui hacerlo, para mi sorpresa cayó delante de mí y giró tan rápido que me pegó un puñetazo en la boca del estómago. Me quedé sin aire y me cogió de la garganta. Me levantó y me pegó un cabezazo. Me puse de rodillas mirando al suelo, se me saltaron las lágrimas.
—Levanta, niña —dijo con un tono burlón.
—Para, por favor —suplicó mi madre.
No podía levantarme. Me dio tan fuerte que me quedé sin habla. Me cogió del pelo y me levantó. Ahora sí que articulé pero eran onomatopeyas, gritos, no paraba de chillar Abrí mis ojos y vi a todos con ganas de entrometerse. Mire a Ángela y vi como se le caían las lágrimas. Pegué un codazo con todas mis fuerzas en su cabeza pero pareció que le hizo cosquillas porque se rió. Me pegó un rodillazo en el estómago que me dejó en el suelo. No podía moverme, pero estaba consciente de lo que pasaba a mí alrededor.
—Me voy a llevar a tu rubia —dijo agachándose—me haré con la reliquia, me la follaré y te la devolveré con un hijo mío—dijo burlándose de mi, con un tono despiadado y con la mirada de un psicópata.
—¡Dejala! —dijo Ángela llorando.
Quería hablar pero me quedé sin voz. Estaba asustada y este loco estaba dispuesto a todo. Le escuché gritar y vi como se llevaba a Angela de la base. Y mis ojos se apagaron.
.
Desperté sobresaltada en una camilla. Vi a mi madre dormida con Brigitte en un sofá pegado a la pared enfrente de mi camilla. Me miré las manos y vi como empezaban a temblar. Me tapé los ojos con mis manos porque justo después comencé a llorar. Mi madre y Brigitte se levantaron.
—Cariño, ¿estás bien? —preguntó Ana asustada—. Tienes mejor aspecto, menos mal que Brigitte te cuidó.
—Sí, Angela me enseñó los conocimientos básicos de la medicina y evité que esos puñetazos te provocarán una hemorragia interna —dijo amablemente.
—¿Y Angela? —pregunté siendo directa.
—No está... No quería verte sufrir más...—dijo Brigitte.
—¿Por qué no habéis intervenido? —dije llorando con rabia.
—Pequeña, estábamos indefensos... Angela cree que fue la decisión correcta... —dijo mi madre cogiendome las manos.
—¿Dónde están? —pregunté con el mismo sentimiento.
—Lo más seguro que estén en Rialto, como la otra vez... —dijo Brigitte.
—No quiero que me pongáis pegas ni me digáis nada. Quiero un equipo. No necesito que vengáis todos, no hace falta —dije con un plan ya en mente—. Vamos a Rialto a rescatarla.
—¿Y si no están allí? —preguntó mi madre preocupada.
—Haremos que vengan a nosotros —dije agitando mi cabeza.
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Reuní a mi equipo: Tracer, Dva, Brigitte y mi madre. Seríamos cinco contra cinco pero nuestra misión no era enfrentarnos, sino ir a por Ángela. Aunque la que más ayuda me da es Tracer ya que estaría distrayendo a Amélie. Los demás me estaban poniendo pegas sobre ir a Rialto porque no sabrían si iban a estar al cien por cien en ese sitio.
—¿Por qué no os callais de una vez? —pregunté enfadada—. Ni si quiera sabéis que plan tengo.
—A ver, cariño, ¿por qué en Rialto? —dijo mi madre dulcemente.
—Haremos que ellos vengan lanzando un mensaje sobre la reliquia... —dije con los brazos cruzados.
—¿Quieres decir que mintamos para que vengan a Rialto aunque no esté la reliquia? —preguntó Tracer asombrada.
—Exacto. Iremos, lanzamos la noticia, los esperamos y voilà —dije orgullosa de mi plan.
Así que cogimos todo, nos pusimos nuestra armadura y cogimos nuestro equipo. Fuimos con el Jet privado que nos otorgó Winston y llegamos en nada. Vi la mirada de los demás, estaban preocupados y notaba cierta tensión pero no quería rendirme.
Winston mandó a publicar una noticia falsa con palabras claves para no levantar muchas sospechas. Solo queríamos que vinieran los que secuestraron a Ángela.
Cuando llegamos fuimos directamente al mismo sitio esperando a que el mensaje les hubiese llegado. Pasaban horas y horas, me empezaba a desperar.
No entendía porque estaban tardando tanto, pensaba que iban a venir en cuestión de minutos y sin embargo no vimos ni un alma. Fuimos dentro de la iglesia, no sabía que hacer...
—Cielo, hay que tener fe —dijo mi madre intentando calmarme, se me notaba a leguas que me estaba poniendo nerviosa.
—¿Y si no vienen? ¿Y si no... vuelvo a verla? —empecé a mostrarme otra vez débil.
—Angela es muy lista, pequeña. Si les ha llegado el mensaje, seguro que ella es capaz de que los traiga —dijo mi madre abrazándome.
De repente escuchamos unas voces a lo lejos y nos escondimos como pudimos. Dva se quedó fuera con Tracer porque su meka se veía a kilómetros y se pusieron por la parte de atrás de la iglesia.
—Doomfist, ¿de verdad crees que ese mensaje anónimo decía que la reliquia estaría aquí? Ya hemos estado y no vimos nada por ninguna parte —dijo Reaper, estaban entrando por la entrada de la iglesia.
—¿Y si es una trampa? —dijo Symmetra.
—Si lo fuese, daría igual. Si hemos venido hasta aquí buscaremos hasta el último rincón. Y sino —sonrió—, mataremos a quien nos haya traído aquí.
—Espera —dijo mi madre susurrando—, ¿dónde están Sombra y Amélie?
—Tracer y Dva —dijo Brigitte—. Seguro que están con ellas. Lo presiento.
Nos fuimos por un hueco que había por detrás, ya que como peleamos en esta iglesia, todo estaba agujereado. Aprovechamos ya que nos estaban dando la espalda para reunirnos con ellas. Pero cuando llegamos, vimos a Sombra y Amélie con ellas.
—Mierda, nos van a descubrir —dije enfadada.
—Cariño, tengo esto —me enseñó una pistola de dardos— pero solo tengo una.
—Con eso dormiste a Ángela, ¿no? Pues si vas a dormir a alguien, quiero que sea a Sombra.
—¿Por qué a ella? —preguntó mi madre.
—Porque Tracer podría encargarse de Amélie —interrumpió Brigitte.
—¿Por qué? —me miró mi madre a lo que yo le contesté con una sonrisa—. Entiendo.
Mi madre apuntó y en cuestión de segundos Sombra empezó a tambalearse. Amélie empezó a ponerse nerviosa y vi como Tracer le cogía la mano.
—Lo siento, Amélie. Pero esta es nuestra lucha y no queremos hacerte daño —dije apareciendo por detrás.
—¿Qué le habéis hecho? ¿Está...? —hizo un amago de cogerla pero Tracer tiró de ella.
—Está dormida. Dva, Tracer, quiero que cojáis a Sombra y llevéis a Amélie también a otro lugar —ordené interrumpiendo a Amélie.
—¿Por qué debería haceros caso? —protestó la francesa.
—Por favor, Amélie... —suplicó Tracer—. Ven conmigo, no tienes porqué hacerles caso.
Para nuestra sorpresa, Tracer la cogió y le plantó un beso. Nos avergonzamos de la situación y miramos hacia otro lado como sino tuviéramos nada que ver en esa escena. Vi como Amélie accedió y Dva cargó con las tres. Se pusieron encima del meka y se fueron. Nosotras, sin embargo, nos quedaba mucho por hacer.
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