Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 32. Es real

Pasó un día para descansar y relajarnos. Me levanté de mi cama en seguida después de un sueño que tenía con Mercy. No paraba de pensar en lo que me dijo en Venecia y a lo mejor era por eso que estaba soñando con ella. Quería hablar y estar con ella y decirle que lo que siente es recíproco. Me fui a ducharme y vestirme para ir directamente al jardín. Vi a Tracer leyendo debajo del árbol y me decidí a acercarme.

—¿Y bien? —pregunté cuando me senté a su lado.

—¿Por qué lo dices? —dijo sonrojándose.

—Ya sabes... L'amour, Amélie, primero París y luego en Venecia. ¿Dónde vais el próximo finde? ¿Estambul? ¿Nueva York? —dije entre risas.

—Eres tonta... pero sí, estoy locamente enamorada de ella. No sé porque ni cómo, pero pasó y en Venecia... Ay... —dijo sonriendo tímidamente.

—Cuéntame, venga. Me gusta el cotilleo.

—Pero no sé lo dirás a nadie, ¿verdad? Ni a Winston. Ni una palabra —dijo apuntándome con el dedo.

—Que no. Venga. Cuéntame qué pasó porque desaparecistéis de la nada.

—Pues... Primero decirte que lo siento, porque os abandoné...

—Agua pasada. No quiero que me vengas con eso —le di un golpe en la cabeza y le sonreí—, no te líes, venga —dije insistiendo.

—No sé si me viste pero Amélie me cogió de la cintura y me llevó con ella. Cuando empezaron Doomfist y Winston a discutir ella me susurró que me iba a llevar a un lugar más seguro. Nos desplazamos fuera, sin que nadie se diera cuenta y nos fuimos a un apartamento que había cerca.

—Si habéis hecho manitas, no quiero saberlo —intervine riéndome.

—Vale, entonces aparecimos detrás de vosotros y aquí estamos —dijo riéndose.

—Por Dios, Tracer. Tampoco quiero ni imaginármelo. ¿En tan poco tiempo ya habéis hecho cosa de mayores? —dije riéndome.

—¡No! Solo nos besamos, nada más —dijo alertándose.

—Está bien —dije riéndome—. Entonces, ¿todo bien?

—Sí. Me encanta estar con ella y para el poco tiempo que estuvimos, me ha robado el corazón y ahora tengo ganas de solo verla...

—Que romántico... —dije burlándome de ella.

—Cuando estés enamorada sabrás que lo único que quieres es que cuando te levantes, tengas ganas de verla —sonrió.

Eso me hizo pensar lo que pensé esta mañana: Angela. Era muy precipitado para decir que estaba enamorada pero de una cosa sí que estoy segura: me gustaba. De repente vino Symmetra y nos preguntó si podía sentarnos con nosotras. Charlamos un rato de tonterías, no sé muy bien de qué, ya que estaba atenta por si veía a Ángela.

—¿Puedo ver tú labio? —me dijo Symmetra.

—¿Qué? Oh, sí, sí —le señalé con mi dedo la raja que me dejo Doomfist.

—A ver... —dijo cogiéndome de la barbilla y sus labios se acercó a mí boca.

—Yo... Tengo que hacer una llamada —dijo Tracer guiñándome el ojo.

—Hasta luego —dijo Symmetra nada más irse Tracer—. Por dónde iba... Ah, tus labios... —dijo volviendo a posar sus dedos sobre mis labios.

—No me gustan estos juegos —dije un poco tensa.

—¿No te gusta divertirte? —dijo sonriendo.

—Oye —dije al ver a Angela de lejos—, ¿me disculpas? Tengo una cosa pendiente —no escuché respuesta ya que me levanté y corrí hacia ella.

Vi como entró a la cafetería. Estaba nerviosa pero quería hablar con ella. La miré por la ventanilla de la puerta. La veía de espaldas de pie pero me bastaba. Su figura era realmente sexy. Me encantaba como se echaba el pelo hacia atrás y soltaba una sonrisa a medias. Recorrí cada centímetro de su cuerpo una y otra vez. Me quedé mirando su culo respingón. Era una diosa, de otra galaxia.

—Pharah, ¿te ocurre algo? —preguntó mi madre cogiendome del hombro.

—Voy a por un café, ¿quieres? —disimulé.

Entramos en la cafetería y nos sentamos en una mesa. Estaban casi todos pero yo solo la veía a ella. Cada vez que la miraba parecía que me gustaba más.

—¿De que lo quieres? —preguntó mi madre.

—Café con leche — dije antes de volver a echar un vistazo a la rubia.

—Chicos, chicas... ¿Nos sentamos todos juntos? —dijo Winston.

—Claro, ¿por qué no? —dijo mi madre dirigiéndose a la barra.

—Espera, que voy a pedir contigo —dijo Winston.

—Eh, que no sabéis lo mío —dijo Reindhart.

—Ni lo mío —dijo Brigitte también.

—Winston, ¿me podrías pedir un batido de chocolate? —dijo la rubia pero en cuanto me vio... —, bueno, voy yo.

¿Por qué no quería acercarse a mi? ¿Creerá que no siento lo mismo o algo? Seguramente le daría vergüenza y era normal. Si yo le dijera todo lo que siento sin saber que es recíproco, también la evitaría.

—¿Puedo sentarme aquí? —dijo Symmetra sentándose.

—¿Para qué preguntas si lo acabas de hacer? —dije mirándola de reojo para seguir mirando a Angela.

—¿Te gusta, eh? —dijo pícaramente.

—¿Quién? ¿Ángela? —dije vacilando.

—Sí. ¿Qué pasa? Sí ya lo sabías... —dije mirándola enfadada—. Qué más te da Symmetra.

—Me da por qué tú me gustas... —dijo con una voz tierna.

—Pues a mí me van las rubias, déjalo ya —dije más enfadada.

—Vamos, solo tienes que jugar conmigo... —dijo acercándose.

—Déjame ya, desesperada —dije en voz alta y levantándome, vi como todo el mundo se quedó mirando.

—Cariño, yo solo... —dijo Symmetra intentando coger mi mano.

—Ni cariño, ni amor, ni nada. Déjame en paz, no soy nada para ti ni lo seré, pesada —dije al fin.

—Pharah, pero, ¿qué es lo que pasa? —dijo mi madre preocupada.

—Estoy harta de ella y sus tonterías —le dije—. Un no es uno no, morena. Cállate ya y búscate a otra, que yo ya estoy pillada —dije dirigiéndome hacia Symmetra que me miraba cabizbaja.

—Lo siento... Yo...

—Da igual. Mamá, me tomo el café después, no tengo ganas ahora —dije dirigiéndome a la salida.

Tenía la esperanza de que Ángela viniera conmigo, pero todos se quedaron con los ojos abiertos sin decir nada más nada más cerrar la puerta. Me sentí culpable por comportarme así pero estaba harta de verdad. Me dirigí a mi cuarto y me tumbé boca arriba. Me tapé los ojos con mi antebrazo pensando en sí reír o llorar. Y de repente alguien tocó la puerta.

—¿Sí? —pregunté—. Symmetra si eres tú, lárgate —pero seguía si contestar—. Mamá, si eres tú, vete —alguien abrió la puerta y cerró, noté a alguien pasar pero no tenía ganas de mirar y seguí con la misma postura preguntando—. Tracer, hoy no estoy para escuchar —y de repente la persona dio un paso más, parecía un juego de quién es quien, así que seguí —. Brigitte, ¿eres tú? —dio otro paso—. Dva, no estoy para juegos —ya estaba cerca de mi cama—. ¿Ángela...? —dije en voz baja.

—Por fin aciertas —dijo sentándose a los pies de la cama—. ¿Estás mejor?

—Ahora que estás tú aquí, sí —sonreí.

—No exageres —dijo sonriendo.

—Te estaba esperando... —dije destapandome.

—Esperar... ¿a qué? —dijo haciéndose la tonta, se la veía de lejos que quería evitar el tema.

—En Venecia, me dijiste algo pero nos interrumpieron —me senté a su lado.

—Pharah, olvídalo, no sé ni por qué lo dije —dijo nerviosa.

—Angela, pero yo...

—Pharah —dijo Symmetra detrás de la puerta—. ¿Puedo pasar? Lo siento, yo no quería...

—Me voy, creo que tenéis que hablar...

Ángela empezó a levantarse pero la cogí del brazo y me la puse en mi regazo.

—Oye, pero qué...

Y la besé. No quería dejarle escapar más. Nos fundimos en un beso. Empecé a cogerle de la cabeza y acariciar su pelo y ella empezó a cogerme la cara con una mano y con la otra a acariciarme la espalda. Por fin no había nada de misiones ni hacer en el papel de alguien ni nada por el estilo. Por fin era un beso, nuestro beso, nuestro comienzo.

—¿Pharah? —siguió Symmetra desde la puerta.

—Deberías decirle algo —dijo Mercy susurrando, separándose de mis labios.

—¡Symmetra, estoy ocupada! ¡Te perdono, pero déjame en paz! —dije gritando y desesperada con seguir besando a Ángela.

—Vale, hablamos luego —dijo al fin y escuché como poco a poco se iba yendo.

Cogí a Ángela y la senté encima mía. Sus piernas rodearon mis caderas y empecé otra vez a besarla. Sus brazos me rodearon el cuello mientras yo le acariciaba la espalda. Me levanté cogiéndola entre mis brazos y me giré hacia mi cama para tumbarme encima de ella. Cada vez el beso era más apasionado, más fuerte. Mordía su labio, cogía su lengua. Mi cuerpo encima del suyo, mi mano se deslizaba por su cuerpo, de abajo hacia arriba y viceversa. Noté como se estaba moviendo. La cosa se estaba poniendo tensa pero me estaba divirtiendo.

—Angela...

—¿Qué pasa? ¿Estás incómoda? —dijo parando.

—No. No es eso. Es que me encantas, desde la primera vez que me sonreíste. Y solo deseaba que llegará este momento —dije mientras le daba un beso.

—Yo también. Por fin se hizo real.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro