Brigitte, mi adorable amiga. Fue primera vez que la vi, en la mesa, haciéndose una nueva armadura.

— ¿Qué tal, Brigitte? Soy...

— Fareeha, lo sé. Wiston te ha pedido que me digas que te haga una armadura. Pues desvístete.

Me quedé un poco impactada, era directa y firme.

— ¿A qué esperas? ¿Te desnudo yo?

— Claro... Sí... Digo no, ya lo hago yo...

Y empezó a reírse. Soltó tal carcajada que se escuchaba hasta fuera de la base. La miré impactada y a la vez sonrojada.

— Te estoy tomando el pelo. No hace falta que te quites nada, como estás en pantalón corto y la camisa es fina te puedo tomar las medidas desde fuera, así que no te preocupes.

— Madre mía que susto me has dado. Pensaba que me ibas a cortar en pedazos o algo por el estilo. Claro, adelante. — Dije sonriendo.

Empezamos a charlar sobre los combates que ha tenido, de cómo entro a este ejército, de cómo se montaba la armadura. Nos pasamos todo el día charlando. Bromas, risas... Me contó que su tío era un grandullón, pero su padre era la estatura de su cadera y que ella era como la media de su familia.

Entrené con la nueva armadura, Brigitte era una genio. Me decía que la armadura no tenía que dominarme y yo que domara a la armadura. Y pasó un largo tiempo. Mucho tiempo desde que se fue mi madre.