Capítulo 22. Feria anual
Entramos por el portón grande. Todos los "jóvenes" estaban gritando, menos yo que esperaba a los demás a que vinieran. Brigitte me agarró el brazo y me miró con cara de pena como si me pidiera perdón. Yo le contesté con una sonrisa y de repente alguien me cogió del otro brazo.
—Te la robo—dijo Ángela.
Brigitte me soltó de inmediato. Podría decirse que estaba celosa. Entramos al parque y nos dispersamos. Fui delante de Angela ya que estaba asombrada con cada cosa. Vi la noria que me explicaron cuando estuvimos hablando en el jardín. Era realmente grande. Había muchos puestos de comida y carpas donde se veían las luces parpadear rápidamente. Había mucha variedad de música y varias atracciones con las que tenía ganas de montarme.
—Angela, tendremos que supervisar desde la montaña rusa —le sugerí para ver si colaba mi oferta.
—Si te portas bien, quizá te puedas montar —sonrió la rubia.
Pasaron varias horas y no ocurría nada. La verdad es que me dolían los pies dando vueltas sin cesar y Ángela no quería parar ni para beber agua. Mi móvil vibró y observé que tenía un mensaje de un grupo.
Tracer: ¿Nos escabullimos ya? Estoy cansada de dar vueltas y quiero tomar algo, Mei opina lo mismo.
Lucio: Sí, Dva y yo opinamos lo mismo. ¿Nos vemos ya en la noria?
Brigitte: Sí, por favor, es mi oportunidad. Nos hemos encontrado a Ana y a Winston y mi tío se ha puesto a hablar con ellos.
Tracer: Nos vemos allí ya, os esperamos.
Yo ni contesté. Tampoco sé que quería hacer. No me gustaba la idea de dejar sola a Angela simplemente para tomar algo y que si se da cuenta, nos peleemos otra vez. Aunque tenía ganas de ir pero solo para descansar y seguir.
—¿Estás bien? —me preguntó Angela y guardé mi móvil al momento.
—Sí, todo en orden.
—¿Quieres tomar algo?
—Por favor —casi se lo suplico.
Fuimos a una carpa un poco pequeña. Estaba repleto de gente bailando, dándoles igual si chocaban con el de al lado. La idea de tomar algo se convirtió un poco en pesadilla. Por fin, después de esquivar a varios gandules, estábamos en la barra.
—¿¡Qué quieres!? —la rubia intentó comunicarse conmigo con tanto barullo.
—¡Lo que quieras! —intenté no dejarla sorda.
Pidió dos copas grandes y me sorprendió ya que se suponía que nos teníamos que cuidar. Nunca había tomado tanto alcohol de golpe. Solo tenía sed y ganas de irme de ahí y creo que Ángela lo notó e hizo lo mismo. Cuando salimos agité mi mano en mi cara ya que en tan poco tiempo que habíamos estado dentro, con el alcohol me había subido el calor.
—Eh, rubia —dijo un hombre con un grupo de amigos que nos seguía—, ¿te apetece otra copa?
—La verdad es que no —dijo Ángela sin pestañear.
—Vamos, no te pongas así —dijo otro hombre acercándose a Angela.
—Ey—me puse delante—, ya la ha oído.
—Eh, chica —dijo un tercero—, ponle bozal a tu perra.
Ahora lo único que tenía ganas era de pegarles una buena hostia antes que protegerlos si pasara cualquier cosa. Me quise abalanzar sobre ellos, pero Ángela me cogió del brazo.
—Si te vuelvo a escuchar decir algo más sobre mi novia a quien voy a ponerle el bozal es a ti —Dijo tajante la rubia.
—No sabes lo que te pierdes, ts—se giraron y se metieron otra vez en la carpa.
Entonces Ángela me hizo señas para continuar con la ruta. «Novia...», pensé mirando a Angela pero ella mantenía su mirada al frente. Supongo que dijo lo primero que se le ocurrió ya que sino la hostia iba a aparecer en la cara del hombre y supongo que no quiso levantar sospechas.
—Necesito otra copa. ¿Por qué no pedimos cervezas en un puesto y nos sentamos tranquilas? —sugirió la doctora.
—Claro, será buena idea y así charlamos un rato —respondí contenta ya que quería descansar un poco más porque los tacones me estaban matando.
Nos acercamos a un puesto de perritos calientes que justo había enfrente de una fuente. Habían unos pocos sentados ahí comiendo y bebiendo, así que nosotras decidimos hacer lo mismo. Comentamos un poco de la noche, que lo estaba pasando bien a pesar de algunas tonterías (de terceros) y hablamos un poco de mi infancia. No es que siempre estuviera conmigo cuando era pequeña, pero si ha venido varias veces cuando mi madre se iba. Cuando no podía la canguro venía ella. Dijo que era un puro nervio y que ahora era mucho más tranquila, aunque me sigue llamando pequeña y yo le picaba con que ella era joven pero parecía una abuela cascarrabias. Nos acabamos la cerveza y noté que a los dos nos afectó un poco la bebida ya que no parábamos de reírnos sin motivo alguno. Nos quedamos mirándonos risueñas, y empecé a notar como mi corazón se aceleraba. ¿Qué me estaba pasando? No podía apartar la mirada. De repente escuchamos una explosión cerca, pero eran los fuegos artificiales. Parecía la típica escena romántica perfecta para besar a la chica, pero como dice la rubia, soy una niña pequeña, ya que me quedé embobada mirando a los fuegos artificiales. Angela y yo apoyamos al mismo tiempo las manos sobre la fuente de tal manera que nuestros dedos meñiques se tocaron. Miré a Ángela y lo retiré tímidamente mientras que ella me regaló una sonrisa. Seguí mirando los fuegos mientras ella permaneció mirándome ya que la veía de reojo.
—¿Por qué no miras hacia el universo? —le pregunté mirando al cielo.
—No necesito levantar la cabeza para verlo —y vi de reojo que me seguía mirando.
Mi vista alzó otra vez hacia el cielo. «¿Me lo decía a mi? ¿Se refería a que yo era el universo?», me pregunté varias veces. No sé si era el efecto del alcohol que me hacía alucinar cosas o que ella no sabía ni lo que estaba diciendo. Y de repente noté su meñique acariciando el dorso de mi mano. Giré mi cabeza y vi que me estaba observando detenidamente.
—Fareeha... Yo... —se acercaba cada vez más.
—¡Chicas! —interrumpió Brigitte nada más sonar el último cohetazo—¿¡Qué hacéis ahí!? —gritó desde lejos.
Me levanté y fui hacia ella. «¿Estoy aliviada o disgustada porque nos haya interrumpido?», me pregunté a mi misma. La verdad es que me notaba un poco mareada, no sabía realmente si eran imaginaciones mías.
—Se está acabando la fiesta, cada vez hay menos gente. —dijo Lucio.
—Yo creo que es porque es una ciudad muy pequeña, los niños mañana tendrán que madrugar y los padres no querrán que sus hijos estén todo el día despiertos. —dijo Mei.
—Sí, supongo que en un rato largo nos iremos a casa. —concluyó Dva.
Para estar seguros llamamos a Winston que nos confirmó que la fiesta se acababa y que nos reuniéramos en la noria. Qué ironía. Estuvimos un buen rato hablando de como había ido la noche y los chicos empezaron a caminar y yo me giré para buscar a Angela, pero no la vi. Les dije a mis compañeros que se adelantarán mientras iba a por la rubia. Tracer quiso venir conmigo para buscarla más rápido. Entramos en la misma carpa de antes y vi otra vez a los tíos que al parecer arrastraron a Angela para tomar algo.
—Angela, nos tenemos que ir —dije un poco enfadada.
—Cariño, no seas aguafiestas, divirtámonos. Me han invitado a una copa, tenía sed —me respondió la rubia.
—Winston se va a cabrear —advirtió Tracer.
Se empezó a reír y a quejarse del mono. Estaba completamente subida. Así que cogí a Mercy porque no tenía ganas de discutir con nadie y me la cargué en mi hombro. Salimos sin escuchar las burradas que decían los tíos y fuimos de camino a la noria.
—¿Alguna vez me cogerás como una princesa? —se burló Angela.
—Cuando lo seas, quizá —me burlé también.
—¿Puedes soltarme ya, morena?
—Te he dicho que no me llames morena —dije mosqueada.
Por el camino una mujer enmascarada con una antifaz muy peculiar se quedó enfrente de nosotras. Nos paramos en seco porque se nos quedó mirando y vi como sus manos estaban detrás de la espalda como si escondiera algo. Tracer hizo el amago de que quería preguntar si le pasaba algo pero nada más acercarse, sacó su arma detrás de la espalda y nos apuntó. Solté a Angela y la puse detrás mía.
—¿¡Qué quieres!? —grité con todas mis fuerzas para que me escucharán los demás por si estaban cerca.
—A ella —dijo apuntando a Tracer.
De repente dos personas aparecieron por detrás cogiendo a Tracer. Hice un amago de cogerla pero la mujer giró su arma y me apuntó para que no me moviera. Angela me cogió del brazo y vi su cara de temor. Estábamos presenciando un secuestro de un agente de nuestro ejército en nuestra cara y no podíamos hacer nada. Cogieron a Tracer y se fueron caminando. La mujer sonrió y se marchó con ellos. Me sentí impotente en ese momento y Ángela sugirió correr hacia Winston para contarlo todo. Estaba tan enfadada que el efecto del alcohol desapareció.
—Lo siento mucho —se disculpó con los ojos empapados.
—¿Por qué? No es tu culpa que haya gente así.
—Si no hubiese entrado a beber un poco más esto no habría pasado —dijo lamentándose.
—No creo que sea tu culpa. Iban directamente a por Tracer, estaba planeado y han aprovechado de que estuviéramos solo nosotras tres —le intenté calmar.
Nada más llegar le dijimos todo a Winston. Se enfadó un poco con nosotras por ser irresponsables pero creo que opinaba lo mismo que yo respecto a lo que le dije a Ángela. Decidimos ir a la base para planear como rescatar a la piloto.
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