Capítulo 15. Misión chivato o misión nosotras
Nos vestimos para la ocasión ya que teníamos que parecer personas normales. Me puse traje para ir más cómoda. En cambio Angela... Iba preciosa, para qué negarnos. Tenía un vestido blanco hasta las rodillas, una torera negra y unos taconazos altos negros. Llegamos a París sobre las 21:00. Para nuestra desgracia, estaba lloviendo y no teníamos con que cubrirnos, así que íbamos pegadas a las pareces para que los techos y balcones que sobresalían nos cubriese un poco del agua.
No nos dirigimos ninguna palabra en todo el camino, ni si quiera en el vuelo. Era como si un mueble me acompañara, pero con piernas. Nos quedamos a una manzana del bar al que teníamos que acudir.
— Angela... — Empecé a hablar con miedo porque sentía que iba a ser cortante conmigo.
— ¿Qué? — Me contestó seca.
— ¿Tenemos algún plan? — Pregunté, que casi ni me salían las palabras.
— Dejémonos llevar.
— ¿Cómo? — Pregunté confundida, creía que me estaba gastando una broma.
— Se supone que somos sus clientes, ¿no?
— Pero ellos no saben nada de nuestra existencia, así que no sabe que tiene clientes hoy.
— Tienes razón. — Me quedé anonadada. ¿Por fin estábamos hablando normal? — También tenemos que ver como es el bar.
— Pues entonces, ¿qué te parece si vamos al tejado de enfrente del bar?
Y eso hicimos, aunque no me lo estaba creyendo. Me estaba haciendo caso. Subimos por las escaleras de incendio del edificio. El bar estaba escondido en una callejuela sin salida al final. Nosotras nos pusimos en el tejado de enfrente, vimos que había un hombre con un fusil de asalto en la entrada. Para mi sorpresa, la única entrada era unas escaleras que tenía una puerta de metal donde estaba posicionado el hombre, así que era muy difícil acceder a menos que fueras a pie ya que tenías que abrir esa puerta para entrar.
— Fareeha, tengo un plan. A lo mejor es estúpido, pero puede que funcione.
— Adelante, te escucho.
La verdad es que esta situación me estaba sorprendiendo. Ella no era la de hace unas horas. Estábamos trabajando juntas, debatiendo juntas y tomando decisiones juntas.
— Es una tontería, pero a veces las tonterías cuelan. Como es un bar podemos fingir que estamos borrachas, que seguimos de juerga e intentar colarnos. Además, vamos bien vestidas.
— Está bien, intentémoslo.
Bajamos del edificio y nos dirigimos hacia la callejuela. Nos íbamos acercando poco a poco y el hombre se percató de que nos estábamos dirigiendo hacia él. De repente Angela cogió mi cadera con su mano y con la otra cogió mi brazo para que me echara encima de ella.
— Vaya fiestón, tía. No puedo más pero quiero que siga la diversión. — Dijo con el tono de estar ebria y riéndose.
— Angela, viene hacia aquí. — Susurré y empecé a reírme también.
— ¿Y por qué no seguimos la fiesta en otro bar? — Siguió con la actuación.
— Sí, sí. — Grité. — Angela, está viniendo para acá, está con el arma cogida. Creo que esto no está funcionado. — Le advertí a la rubia. Me estaba poniendo nerviosa, no sabía que hacer.
Angela no paraba de reírse. El hombre cada vez estaba más cerca y se le veía enfadado y con cara de pocos amigos. Pensaba que íbamos a morir en ese momento, así que tuve que reaccionar.
Me puse enfrente de Angela.
— ¿Qué pasa? — Me miró preocupada. — ¿Crees que nos ha pill...
La besé. No sé me ocurrió otra cosa que hacer. No pensé en otro plan, me salió del corazón besarle. Pero ella me apartó.
— Fareeha, pero qué...
Miré hacia abajo con cara de culpabilidad. Pero para mi sorpresa, me cogió la cara y me besó. Y cuando me apartó nos quedamos mirando una milésima de segundo y cogió rápidamente su arma que estaba colocada en la liga de la pierna e hincó su culata en el cuello del hombre. Al parecer, el segurata nos miró pensando en que éramos una parejita que paseaba felizmente por casualidad en el callejón y creería que sería absurdo de que fuéramos a por los dos narcotraficantes, así que sonrío y se giró y Angela aprovechó la oportunidad de noquearlo.
— Lo siento, Angela.
— No digas nada de esto. Entremos.
Angela cogió sus esposas, arrastró al hombre a varios metros donde estaba la farola y lo esposo. Tapó su boca con sus medias. Se dirigió hacia la puerta y entró mientras que yo me quedé parada tocándome los labios. ¿Por qué no paraba de pensar en besarle otra vez? No paraba de pensar en todo lo que acaba de pasar, no me resultó nada desagradable. Sus labios suaves y tiernos. Dios, ¿en qué estaba pensando?
Desperté de mi pensar y seguí a Angela. Llegamos a una mesa de póker donde estaban nuestros dos futuros 'amigos'.
— ¿Qué se te ofrece por aquí, rubia? — Dijo Luigi, un hombre grandullón y alto.
— Nada, solo quiero unirme a la fiesta. — Sonrió Angela.
— Pues ven y siéntate aquí. — Dijo dando palmadas a su regazo.
— Para mi la morena, que tiene más clase. — Dijo Liomar.
— ¿Vamos a jugar? — Dije pícaramente.
Estuvimos como media hora jugando al póker, hasta se me pasó rápido y me parecía divertido. Aunque también incómodo. No paraban de sobarle a Angela y me molestaba que la trataran como un objeto. Sé que es guapa, pero no puedes manosear a una persona si ella o él no quiere.
— Vamos a jugar de manera diferente, quiero divertirme un poco. — Sugirió Angela.
— ¿Qué propones, rubia? — Preguntó Luigi.
— Veo que tenéis esposas ahí. — Señaló a la pared. — Y veo que tenéis un montón. No quiero preguntar de dónde lo habéis sacado porque me da lo mismo. Pero, ¿y si hacemos parejas y jugamos a un juego un poco subido de tono? Las normas son simples, somos parejas pero cada uno tienen sus cartas para que así tengan o tengamos dos oportunidades. Puede que tú tengas mejores cartas que yo pero mi querida amiga puede que te machaque y así.
— Muchachos, ¿por qué no os vais un rato arriba? — Dijo Liomar a los cuatro que estaban en la habitación.
Nos quedamos los cuatros solos en la mesa de póker. De repente Angela se levantó y me cogió de la mano. Cogió una silla y me empujó para que me sentara. Se puso encima mía, frente a mi. Me estaba poniendo nerviosa y no quería que se me notara, así que me agarré la silla. Angela giró su cara y se dirigió a los dos.
— Vamos a jugar al póker. Yo me voy a poner con ella y vosotros dos iréis juntos.
— No me gusta este juego. — Dijo Luigi.
— No he acabado. — Replicó Angela.
— Usted perdone. Continúa.
— Si nosotras ganamos una jugada, le iré quitando los botones a mi querida amiga. — Me miró mordiéndose el labio. ¿En qué estaba pensando? ¿Por qué se mordía el labio si no la veían si me estaba mirando a mi? — En cambio, si vosotros perdéis jugadas, os iremos tapando. Hasta el punto de quedaros esposados a vuestra silla.
— Angela, estás loca. — Le susurré, pero no me hizo caso.
— Está bien, me gusta este juego. — Soltó Luigi una sonrisa pícara después del comentario.
Empezamos a jugar al póker, todos sentados en cada uno en una silla alrededor de la mesa. Es que no entiendo el porqué propuso ese reto sin ni si quiera saber que a mi el póker se me daba mal. La primera jugada lo ganó Luigi, así que Angela se acercó a mi y me quitó el primer botón de los diez que tenía empezando por abajo.
— Eh, eso no es lo que habíamos acordado. — Sonrío Liomar.
— No he dicho por dónde tenía que empezar. Tranquilo, tenemos toda la noche. — Le devolvió la sonrisa Angela.
La segunda jugada también la ganaron. Angela volvió hacia a mi y me quitó el segundo botón.
— No te preocupes. — Susurró. — Tengo un as en la manga.
Empezó la tercera jugada y cuando terminamos, volvieron a ganar. ¿Qué as en la manga tenía Angela? Si seguimos así veo que mis pechos van a conocer a no una, sino tres personas. La siguiente jugada también la volvimos a perder y la quinta. Mis aros se apreciaban ya. Me estaba poniendo nerviosa e histérica a tal punto de saltar, pero Angela nada más quitarme el botón, me acarició la cara. No sé si es porque se estaba divirtiendo o porque me estaba tranquilizando. Si era la segunda opción, lo consiguió.
Llegó la sexta jugada. Vi como Angela se puso seria, con cara de concentración. Cuando pensábamos que íbamos a perder otra vez, Angela levantó sus cartas. Full. Los tres solo teníamos doble parejas.
— Chicos, una mano esposada.
— Los dos no, uno o nada. Sino tendrías que haberte quitado un poco la cremallera del vestido. — Dijo Liomar mosqueado.
— Pero vosotros disfrutáis del doble de esto. Es vuestro sexto sentido. Encima, sabréis que esta noche acabará bien. — La rubia con tono seductora guiñó a Luigi.
— Entonces vale. — Sonrió Luigi pícaramente. — Pero ponte en mi regazo, guapa.
— Mejor me voy a poner ahí. — Vino hacia a mi y se sentó en mi regazo y empezó a acariciarme el pelo mientra les sonreía a los narcotraficantes.
— Me gusta tu idea. — Concluyó Luigi.
La verdad me estaba sintiendo incómoda. Pensaba en el beso y pensaba en todo lo que estaba sucediendo y quería irme ya de aquí. Si por mi fuese, les daba una paliza.
Angela no paraba de acariciarme, me estaba poniendo nerviosa. Se me aceleraba el corazón y lo único que hacia era concentrarme para relajar mis latidos.
Volvimos a las andadas. Comenzaron a repartir las cartas. Los dos sonrieron y nos miraron como si tuvieran buenas cartas. Angela suspiró y yo solo miré de frente hacia las cartas. No sabía ni que significaba lo que tenía.
— Lo apuesto todo. — Dijo Luigi.
— ¿Estás seguro? — Preguntó la doctora.
— Más seguro que te llevaré conmigo. — Río el grandullón.
— Yo también voy con todo. — Por fin dije algo.
— Morena, ¿y si te equivocas? — Dijo Angela con una sonrisa falsa. Creo que no confiaba en mi ya que se dio cuenta de que no sabía jugar.
— Pues yo me retiro. — Dijo Liomar.
— Ajá, voy a esposarte las dos manos. — Río la doctora.
— Espera, si tú no vas con todo, también pierdes. Esto ya no es juego por equipos, es un duelo entre ellos dos. Nosotros nos hemos retirado y hemos perdido directamente por no haber apostado. — Protesto el delgaducho.
— Vale. — Dijo Angela tajante.
Se volvió hacia mi ya que seguía en mi regazo y nos quedamos mirándonos durante un momento. ¿Qué me estaba pasando? Estaba mirándola con lujuria, con deseo de volver a besarle. De repente, Angela me rompió la camisa haciendo ver mi sujetador de encaje.
— Como te equivoques, te juro que haré que te echen. — Me dijo susurrando con una voz cabreada.
Tragué saliva y pensé: 'está volviendo a pasar'. Angela solo estaba actuando, todo el rato. Todo lo que estaba haciendo era para cumplir la misión, lo veía como un juego. Y la verdad es que me dolió. Pensaba que después de esto, nos íbamos a llevar. Ni bien ni mal, pero si para convivir juntas.
Luigi y yo nos quedamos mirando preparados para destapar nuestras cartas. Estaba rezando a los siete dioses de la vida, si es que hay alguno ahí fuera. No quería perder ni que la amenaza de Angela se hiciera realidad.
— Las damas primero. — Señaló Luigi a mis cartas.
Destapé mis cartas. Póker. Ni si quiera sabía que era eso, pero Angela me miró sorprendida. Las pocas posibilidades que había de juntar cuatro cartas del mismo número fue un alivio para ella aunque todavía estaba tensa.
— Tsé. — Sonrió Luigi. — Las guapas siempre tienen suerte. — Lanzando sus cartas sobre la mesa, que resulto tener solo la carta alta. Un farol muy grande.
— Que empiece la diversión. — Angela dijo con un tono aliviada.
Esposamos a los narcotraficantes a la silla. Luigi y Liomar parecían molestos, pero también con una cara divertida, pensando que se lo iban a pasar bien.
— Chicos, ¿dónde está el baño? — Preguntó Angela.
— Está detrás de la barra. — Movió la barbilla para indicar donde estaba el baño, ya que no tenía brazos.
— Cariño, acompáñame anda. — Se dirigió a mi.
Me levanté y fuimos al baño. Entramos y la verdad es que era muy estrecho porque solo estaba el inodoro. Supongo que como estaba en la barra era solo para los camareros.
— Te espero aquí entonces. — Le dije pero me cogió la mano, tiró de mi y nos encerramos.
Nos quedamos juntas cuerpo a cuerpo, yo apoyando mis manos contra la pared por encima de los hombros de Angela. Miré hacia arriba, porque si la miraba, se notaría que para mi esta situación se me hacia un poco incómoda. De repente intentó agacharse, que conllevó a que su cabeza se apoyase en mi barriga. Aguanté el aire aun mirando hacia arriba. Intentaba coger el reloj que tenía la capacidad para comunicarse con otra persona.
— Winston, solicito refuerzos en nuestra ubicación. Los sospechosos están atados pero nosotras estamos indefensas. Además, hay más personas encima nuestra.
No tardaron en llegar los refuerzos policiales. Abrieron la puerta de un golpe, los de arriba también se rindieron al ver que no tendrían escapatoria.
— Muy bien jugado rubia, pero jamás me olvidaré de esto. — Dijo Luigi con rabia, amenazando a Angela.
— Tranquilo, que sé que no lo olvidarás. — Le sonrió.
Por fin había acabado este día. Los policías se encargaron de la situación y nos dieron vía libre para marcharnos. Tenía tantas ganas de volver a casa. Eran casi las 6 de la mañana. Se me pasó tan rápido que no me lo podía creer.
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