El ángel de la muerte

JUNGKOOK

—¡Jungkook!

Aquí estoy, mientras lo escucho gritar mi nombre, mirando mi mano traslúcida y mi cuerpo vacío. La lluvia cae a cántaros y no soy siquiera capaz de mojarme, ni siquiera soy capaz de decir que estoy seco, solo: vacío.

Aun así, a pesar de este estado de abnegación en el que me encuentro, siento que algo dentro de mí late. Una lucecita. Debe ser una lucecita brillante que como reflejo de mi alma se ha quedado vagando porque algo dejó sin resolver en este mundo.

—Jungkook —escucho mi nombre a mis espaldas.

Soy trasparente. Invisible. Vacío.

«¿Quién podría verme?».

—Jungkook, soy el ángel de la muerte. He venido por tu alma. He venido por ti.

Me giré, un chico como una vez yo lo fui, estaba parado ante mí. Su piel era tan blanca como la porcelana y sus cabellos tan oscuros como su traje. Estaba seco, seco como yo, la lluvia que caía siquiera mojaba su sombrero negro ni las alas que descansaban detrás de su espalda.

—No puedo irme aún ángel de la muerte —le di la espalda y dirigí mi vista hacia el balcón de aquel chico que amé en vida, lo vi tirado en el suelo, abrazándose a sí mismo—. Tengo un asunto pendiente.

—¿El humano que clamaba tu nombre?

—Sí.

—¿El mismo humano que te condujo a la muerte?

—Sí ángel, ese mismo humano.