Daniela.

Augusto se encargó de meter las maletas al departamento, por más que insistí no me dejó meter ninguna.

—Espera, aun no entres —Dice Augusto al ver que estoy por meterme al departamento, mientras él termina de meter la última maleta. Lo obedezco con una sonrisa, curiosa de saber la razon y veo como se acerca a mi y rápidamente coloca un brazo en mi espalda y el otro en la parte trasera de mis rodillas para cargarme igual que a una princesa. Suelto una carcajada mientras coloco mi brazo encima de sus hombros. A pesar de lo alto que es Augusto no me da miedo la altura.

—Déjame ser de utilidad —Dice mientras cierra la puerta con un pie y me mira con una sonrisa. No se como le hace, pero me hace sentir especial.

Me pone de nuevo en él suelo y me siento en el sillón mientras Augusto saca a Lola del baño, ya que no queríamos que se saliera del departamento mientras metíamos las maletas. Lola sale a recibirme con alegría, una alegría canina de la cual siempre fui privada, pues mis padres no querían que adoptara un cachorro.

Augusto se sienta en el sofá junto a mi al igual que Lola, mientras yo no dejo de acariciar con efusividad a Lola.

—¿Quien es la bebé de la casa? —Digo mientras ella me lame —La vas a mal criar —Dice Augusto al verla echarse junto a mis piernas.

—Déjame malcriarla, jamás tuve un perrito —Digo sin dejar de acariciar a Lola y Augusto asiente con una sonrisa.

—Ya me dio hambre. Deja pido algo de comer —Digo mientras tomo mi celular y augusto asiente con la cabeza mientras suelta un suspiro de cansancio. Comienzo a pedir la comida y de repente siento como la cabeza de Augusto se apoya en mi hombro. Volteo a verlo y me doy cuenta de que se ha quedado dormido. Se me curvan los labios al ver lo tierno que se ve dormido.

Es la primera vez que siento que algo de verdad es mio, tanto el departamento, esta nueva, y pequeña familia y este momento. Nuestro momento, de estar en un lugar seguro y a pesar de que apenas nos mudamos, ya se empieza a sentir como a un hogar.