Caricias
Augusto.
Quizás debería de dejar de mirarla así, a lo mejor la estoy incomodando. Pero luce angelical, sin sus zapatillas se ve más baja y eso la hace lucir aun más adorable.
—Si gustas, puedo sobarte— Digo mientras observó como saca una pijama de su closet, cierra la puerta y me mira —Si, digo, si no es mucho pedir... Es que como voy diario a la oficina y de ahí a la escuela, siento que no descansan mis pies— Dice un poco alegre y yo asiento con la csbeza.
—Deja me cambio, ya vuelvo— La veo salir de la habitación y pongo mi mano en mi pecho en un intento de taratr de calmar mi corazón. Pues estar a solas aquí con esa mujer es demasiado. Ni siquiera paso por mi mente que terminaría aquí con ella y mucho menos conocerla.
Veo que hay una ventana y decido asomarme para apaciguar este sentimiento.
También es un alivio ver que Lola esta durmiendo en un lugar seguro.
La lluvia me hace recordar a Roger. No pude darle una sepultura, pero ¿acaso se puede hacer algo más? No, la muerte de un indigente es tan normal que no se toman la molestia de pasarlo en las noticias.
—Listo ¿vemos una película? — Me saca de mis pensamientos la voz de Daniela a mis espaldas. La veo con su pijama rosa, un pantalón y una blusa del mismo color. Que linda se ve.
Asiento con la cabeza y veo como se sienta en la cama.
De nuevo mi corazón late nervioso, esta sentada en la cama. Por más que trato no imaginar cosas, es imposible. Me imagino con ella, siendo mi esposa, verla en pijama todos los días.
Dios, eso sería una bendición.
—ven, dime que se te antoja ver— Dice y luego vuelve a mirar la televisión. Con cada paso que doy, mi corazón se acelera más. Entonces recuerdo que quedé de sobarla y cuando me siento junto a ella me armo de valor y le pregunto —¿Donde te duele?— Ella se acomoda en la cama para subir sus pies —Los tobillos me están
matando— Nos acomodamos de una manera para que suba sus pies en mis piernas. Y mientras siento que mi corazón amenaza con darme un paro cardíaco, toco con cuidado la piel de sus tobillos —Hay que bien se siente— Se queja mientras cierra los ojos. Comienzo a sobarla y ella se queja con alivio. Poco a poco tomo confianza y sobo sus pies también y los sobo, tratando de calmar su dolor —Hay gracias Augusto, eres un angel— Dice sin darse cuenta de que estoy luchando contra mis impulsos carnales. El simple tacto de su piel me causa escalofríos placenteros.
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