Daniela.

Como hoy no me tocó clases de pintura, lo unico que quiero hacer es esperar a aquel joven.

Me quedo mirando hacía la puerta, pues a esta altura ya no me interesa mucho si me pillan o no, buscando a aquel joven. Entonces veo que pasa. Camina lentamente mientras veo que lleva a un cachorro en sus brazos, esta vez no se detiene a mirar hacia mí, o mas bien, hacía él.

Corro y abro la puerta. Esperando no se que, solo quiero saber que esta bien

—Buenos días.

Digo intentando hacer que se detenga. Veo como se detiene y se gira para mirarme. Esboza una pequeña sonrisa pero no se acerca

—Buenos días señorita.

—que bonito ¿es tuyo?

Pregunto mientras cierro la puerta y camino hacia el señalando al perrito.
Asiente con la cabeza y veo que da un paso hacia atrás

—¿puedo tocarlo?

—claro.

Lo estira un poco y me deja acariciarlo. Es un cachorro de color negro, es majestuoso tiene lunares blancos, los ojos son completamente negros

—hay que lindo eres...

Digo sin dejar de sonreír mientras siento la mirada del joven sobre mi

—¿Como se llama?

Pregunto mientras me atrevo a mirarlo sin dejar de acariciar el cachorro

—¿el perro?

Asiento con la cabeza

—Lola.

—¿y tu?

Pregunto mientras dejo de acariciar a la cachorra

—hay que mal educada soy... ¿Puedo hablarle de tu?

Digo apenada recordando que hablarle de tu a alguien que apenas conoces puede ser grosero

—no se preocupe, yo soy Augusto.

Sonríe mientras le quita importancia. Miro sus ojos para intentar descifrarlo

—que bonito nombre.

Digo susurrando mientras siento como soy envuelta en una emoción que no conocía

—Soy Daniela.

Digo mientras estiro mi mano. Veo como Augusto observa mi mano pero no la toma

—no se ofenda... Es que tengo las manos sucias.

—eso no importa.

Lo duda por un momento pero luego niega con la cabeza

—mejor no.