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VII.

 Dedicado a conayescas 💕
Feliz cumpleaños amiga mía 🤗🥰

La pelinegra se separó del rey y lo miró con los ojos llenos de sorpresa.

Estoy enamorado de ti.

¿Cuántas veces había soñado con escuchar esas palabras? ¿Cuántas veces fantaseo con que el menor de los chicos Pevensie se le declarara? Sin duda alguna había deseado y soñado con ese momento muchas veces. Había creado mil y un escenarios de ese momento, imaginando lo que le respondería a aquel chico que siempre había llamado su atención y que con el tiempo se había vuelto su amor imposible.

Estoy enamorado de ti.

Escucharlo de él era como una bella melodía.

Sin duda alguna ella también lo estaba de él, hacía más de cinco años que su corazón latía con fuerza gracias a él y sus nervios se disparaban cada vez que el chico aparecía frente a ella.

Aún no podía creer que lo que estaba viviendo era real, ciertamente se habían besado en la isla de Coriakin y el chico se mostraba siempre atento a lo que le pudiera pasar, habían compartido varias miradas y sonrisas; él había dado señales de sus sentimientos hacia ella y ahora, tenía que ignorar el nudo que se había formado en su garganta y responderle al joven rey.

Para Edmund lo que podían haber sido dos minutos fueron horas, los nervios comenzaron a invadirlo y se reprendió internamente por haber revelado sus sentimientos de esa forma, pero es que ya no podía seguir callándolo, aunque sabía que todos en el navío estaban enterados de sus sentimientos por la joven.

Lo que sentía por ella no era algo pasajero, de eso estaba cien por ciento seguro, llevaba enamorado de ella desde que tenía diez años, ella era su primer amor y estaba seguro de que sería el único. Muchas chicas en Inglaterra habían intentado llamar su atención, pero él solo tenía ojos y corazón para una chica y esa era T/N Barone. Pero ¿quién le aseguraba que la pelinegra sentía lo mismo por él? Pues, obtuvo su consentimiento cuando la besó en el río, pero tal vez fue sólo por la adrenalina del momento.

Con el silencio de la joven y una opresión en el pecho el justo se dispuso a salir del camarote.

- ¡Edmund! – el rey apretó sus ojos al escuchar el llamado de la joven y optando una postura indiferente se giró para mirarla. Ella al ver el cambio de actitud del chico se puso nerviosa y se regañó mentalmente por tardar tanto en darle una respuesta. Las palabras no salían de su boca y sintió que en cualquier momento se pondría a llorar de la impotencia al ver que Edmund suspiraba cansado y salía del camarote por completo.

(...)

Un gran vacío se había instalado en su pecho y en su estómago, llevaba más de dos días sintiéndose la persona más estúpida del mundo. La oportunidad de estar junto al chico que amaba se le había presentado en bandeja de plata y ella lo había mandado todo al carajo por no tener el valor de confesar sus sentimientos, por dejar que los nervios tomaran las riendas de la situación.

Ignorando por completo el movimiento brusco y constante del barco salió de su camarote en busca del joven Pevensie, entre tropiezos y mareos llegó a la cubierta, la tormenta la recibió y la empapó por completo, levantó la mirada y se encontró con una enorme montaña gris de agua que se abalanzó sobre ellos, los marinos intentaban sostenerse de algo para no caer al océano mientras intentaban desesperadamente tener el control de la vela. El capitán gritaba coordenadas mientras tres hombres sostenían el timón para girarlo hacia donde se les indicaba, pero era inútil, el control absoluto lo tenía la tormenta.

Nadie había reparado en la presencia de la joven pelinegra, quien se sostuvo fuertemente a la barandilla para poder llegar cerca de donde se encontraba el azabache. De nuevo una ola azotó el barco y varios marinos fueron arrastrados por la cubierta, la joven se aferró a la barandilla para no tener el mismo resultado que aquellos hombres.

Con mucho esfuerzo llegó a unos metros de la proa del lado estribor, con la mirada encontró a Edmund ayudando a un marino a controlar una soga que sostenía parte de la vela.

- ¿Qué demonios haces aquí? – la joven se paralizó al escuchar la voz del telmarino a su espalda y al parecer no fue la única que había escuchado el grito de Caspian, ahora el justo y el marinero miraban a la joven.

- ¿¡T/N!? – el grito de Edmund hizo que regresara a la realidad. -Ya hablamos sobre esto, regresa de inmediato a tu camarote- ordenó mientras que con pasos torpes llegaba frente a ella y se sostenía de la barandilla. La pelinegra negó.

-Tengo que decirte algo- el azabache la miró sin poder creerlo.

-No es el momento, vete.

El justo y el telmarino pudieron observar como el rostro de la chica se llenaba de tristeza.

-No es seguro que estés aquí T/N, luego podrás hablar con Edmund- Caspian trató de suavizar las palabras de su amigo y ella asintió rendida. El telmarino logró presenciar como los ojos de la joven se cristalizaban.

- ¡Sujétense bien! – la voz del capitán se escuchó por toda la cubierta y una ola mucho más alta que el mástil del navío azotó el barco. La joven al haber aflojado su agarre de la barandilla fue lanzada al mástil más cercano ganándose un golpe fuerte en la cabeza.

Los reyes observaron la escena con terror.

Aturdida por el golpe, la joven trató de aferrarse a algo o a alguien, pero otra ola volvió a mover el barco con violencia y ella por poco cae al océano, de no ser por Caspian que a tiempo la tomó del brazo y la aferró a él. T/N se abrazó al telmarino para no sufrir otro golpe.

Caspian evitó la fulminante mirada que el joven Pevensie le lanzaba, los celos de Edmund salieron a flote al ver como su amigo abrazaba a la chica.

-Te llevaré al camarote- dijo Caspian e intentó avanzar unos pasos, pero una mano en su hombro lo detuvo.

-Yo la llevaré- dictamino el rey justo, al telmarino no le quedó de otra que asentir y aflojar el agarré que sostenía a la pelinegra.

Con dificultad bajaron las escaleras y llegaron a la habitación de la chica, una vez allí Edmund se fijó en que la joven tenía una cortada en la frente.

-Vuelvo en seguida- dijo y salió de la habitación en busca de su hermana para pedirle un poco de su poción.

T/N temblaba de frío y aún se sentía aturdida por el golpe, tocó su frente y miró como sus dedos se llenaban de sangre. Suspiró cansada.

Con dificultad se quitó el vestido y quedó en ropa interior, el dolor de cabeza y el movimiento del barco no ayudaban mucho a guardar el equilibrio así que gateo hasta la chimenea y de inmediato sintió que el calor la abrazaba, extendió su vestido cerca del fuego para que se secara.

Se abrazó a sí misma y esperó a que el azabache regresara.

La puerta se abrió, pero ella no apartó la mirada del fuego, este danzaba para ella y creaba formas abstractas.

De reojo observó como Edmund se acercaba a ella y se agachaba a su altura. La mano del joven se posó en su mentón obligándola a mirarlo. El justo acercó el frasco de la poción de su hermana y la pelinegra bebió de ella, casi al instante el dolor de cabeza desapareció y la herida de su frente se cerró.

-Gracias- susurró ella, él asintió para luego acercarse a un pequeño ropero y tomar una toalla para dejarla sobre los hombros de la chica y abrigarla, a pesar de lo ocurrido hace unos días se seguía preocupando por ella. Decidido a irse y trató de separarse de la chica, pero ella no se lo permitió aferrando sus manos a su brazo. -Edmund- su nombre sonó como una súplica. -Yo necesito decirte que... Yo... -sus nervios volvían, pero esta vez no se dejaría dominar por ellos.

El joven la miraba atento.

-Yo... solo quiero que sepas que... estoy enamorada de ti.

El silencio reino entre ambos.

-Perdón si no supe responder el otro día, es solo que...

El azabache no permitió que ella siguiera hablando y posó su dedo índice sobre los labios de la joven.

-Lo único que necesito saber es que sientes lo mismo por mí.

Ella asintió con seguridad y se acercó al rey para besarlo. De inmediato Edmund le correspondió el beso y la tomó de la cintura por encima de la toalla para acercarla más a él, al separarse se sonrieron y juntaron sus frentes.

(...)

-Estamos varados aquí- el capitán colocó una figura de madera al centro del mapa. Lucy, Edmund y Caspian lo observaban con seriedad. -Si seguimos así la comida y el agua solo durarán dos semanas más majestades.

Los reyes se miraron entre sí sabiendo a donde quería llegar Drinian.

-Hay que regresar antes de que sea muy tarde, nada nos garantiza de que hallemos pronto la estrella azul. Es más probable que caigamos al borde de la tierra antes de cumplir con la misión que nos encomendó el mago Coriakin.

-O nos puede devorar una serpiente gigante ¿no? -el azabache trató de sonar gracioso pero lo único que consiguió fue que Lucy rodara los ojos por la pésima broma de su hermano y que Caspian junto al capitán lo fulminaran con la mirada.

-Los hombres se están poniendo nerviosos- continuó Drinian. -Estas aguas son desconocidas, nunca recorrí mares como estos; todo puede jugar en nuestra contra.

-Muy bien, pero será usted quien le explique al señor Rhince que no buscaremos más a su familia, capitán- dijo Lucy mientras se levantaba de su asiento y con pasos torpes se acercaba al hombre que lideraba el barco. Luego de unos segundos el capitán respondió.

-Seguiremos adelante mi señora- la reina sonrió complacida.

-Sólo una advertencia- el capitán tomó su capa y la colocó sobre sus hombros. -Al océano le gusta jugar sucio con las mentes.

Aquel hombre se retiró del camarote y los tres reyes compartieron una mirada de preocupación.

-Lograremos llegar chicos, Aslan nos ayudará- dijo Lucy para luego abandonar la habitación y dirigirse a la suya.

(...)

Los ojos de Edmund comenzaban a cerrarse, pero él hacía un gran esfuerzo por no quedarse dormido sobre el pecho de la pelinegra. Luego de la pequeña reunión con el capitán el azabache había ido al camarote de la joven para contarle lo que había pasado, ella lo escuchó atentamente y le dio unas cuantas palabras de aliento.

T/N lo invitó a que se recostara junto a ella y con un poco de timidez la joven lo atrajo hacia su pecho. Edmund escuchaba a la perfección los latidos de ella, al principio la pulsación era acelerada pero poco a poco se fue regulando. Ambos permanecían callados y sólo se escuchaba el ruido de la tormenta que aún los azotaba.

El azabache se separó un poco de la chica para poder mirarla a los ojos.

Posó una mano sobre la mejilla derecha de T/N y se fue acercando para besarla. Ella gustosa aceptó el beso y lo siguió. Al separarse Edmund depositó un pequeño beso sobre la nariz de la joven. Ella le sonrió sonrojada.

-T/N- la llamó y toda la atención de la joven se centró en él. -Sé mi reina.

T/N sentía que su sonrisa no podía ser más grande y que su corazón iba a salirse de su lugar por tantos sentimientos juntos. Asintió varias veces y tomó el rostro del chico para luego juntar sus labios, Edmund la tomó de la nuca para profundizar el beso, se separaron un poco y ella comenzó a rozar sus labios contra lo de él, justo como lo había hecho él anteriormente.

-Seré tu reina Edmund Pevensie.

Ambos se sonrieron y ella lo atrajo de nuevo para que descansara en su pecho, él la rodeó con sus brazos y se aferró a ella. Sintiendo las caricias de la chica sobre su cabello se permitió cerrar los ojos para caer en profundo sueño. 

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