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9

— ¿Adrien? — Los ojos de Sabrina se desviaron a la chica frente al novio de su mejor amiga. — No puede ser... — Susurró dejando caer al piso las prendas que traía a pedido de Nathalie.

El rubio se levantó preso del nerviosismo. — ¡No es lo que crees! — Exclamó.

Marinette respiró de nuevo, hace escasos segundos había pensado que se trataba de Gabriel, pero una trabajadora más no le causaría un mayor problema... A no ser que aquella mujer se atreviera a exponerla.

Sabrina se volteó con intenciones de salir, sin embargo Adrien fue más rápido y cerró la puerta evitando su escape. — Por favor, no le digas a Chloé. — Rogó y el mundo de Marinette se vino abajo. — Vamos Sabrina, no estábamos haciendo nada.

La chica se negaba a responder los ruegos de Adrien y sus ojos se dirigieron inmediatamente hasta hasta el cuerpo de Marinette, cayendo en cuenta de que estaba desnuda bajo la americana. — Adrien... déjame ir. — Dijo forcejeando, pero aún sin apartar sus ojos de la chica.

La azabache analizó la situación, la mirada de Sabrina no se apartaban de su cuerpo y pudo jurar que la vio lamerse los labios. Sin duda, había algo que necesitaba confirmar, algo que le ayudaría a pesar desapercibida.

— Sabrina, por favor...

— Adrien, suéltame. — Dijo volteando hasta el rubio.

La negociación parecía no dar frutos, así que la de azules procedió a poner en marcha el nuevo plan que había forjado. — ¿Sabrina?— Llamó con una voz tenue y bastante seductora.

La pelirroja volteó otra vez y abrió los ojos con sorpresa cuando vio como la chica dejaba caer la única prenda que la cubría hasta el suelo.

Soltó la manilla de la puerta con cautela a la vez que Marinette avanzaba hacia ella, obligándola a chocar contra la muralla y permanecer allí. — ¿Q-qué haces?

La azabache la recorrió con la mirada y Sabrina la imitó, deteniéndose en sus curvas, mientras la misma se acercaba cada vez más. — Eres muy linda... ¿Lo sabias? — Murmuró con sus azules demasiado cerca para la comodidad del rubio, quién ardía en celos por lo que a más de un hombre excitaría.

— ¿Y-yo? — Titubeó Sabrina, ya se le hacía imposible contener el nerviosismo.

— Claro que tú, tontita. — Río con dulzura y la pelirroja se contagió de inmediato, compartiendo el momento con nerviosismo.

Marinette avanzó hasta su rostro y entrecerró los ojos esperando a que ella la imitara y así fue.

Adrien no podía creer lo que estaba viendo. Reunió todas sus fuerzas para no sacar a la mejor amiga de su novia a patadas de su oficina y tomar todo ese deseo de Marinette para él solo.

Cuando los labios de la azabache estuvieron a punto de tocar los de la pelirroja, la de azules se detuvo, besando su mejilla.

El rubio suspiró aliviado y soltó los puños de sus manos.

— A ti... a ti te van las chicas, ¿No? — Preguntó Marinette al oído de Sabrina y ella con una timidez absoluta asintió. La chica se separó y acarició su mejilla con ternura. — ¿Y te gustaría que toda la oficina se enterara? — La pelirroja quedó estática, desconcertada ante la inesperada intimidación. Incluso Adrien, quien a pesar de conocerla por tantos años, jamás se imaginó tal revelación. — Respóndeme, ¿Te gustaría? — Su voz se tornó mucho más seria y la atemorizada Sabrina negó rápidamente. — Entonces deberías tener más cuidado y obedecer a tu jefe.

Se alejó lo más rápido que pudo y volteó hasta quedar a una distancia prudente.

La pelirroja observó a Adrien horrorizada y él parecía tener una expresión de pura confusión. — No sabía que tú... — Sin embargo ella no lo dejó continuar.

— Tienes mi silencio, Adrien. Pero por favor, deja de lastimar a Chloé. — Se giró para salir, no sin antes dar un último aviso. — No se merece esto, ella necesita algo mejor... A alguien mejor.

Tras aquello cerró de un portazo dejando a ambos jóvenes solos, otra vez.

— Uhhh, creo que alguien quiere a tu novia. — Canturreó la azabache con algo de gracia.

— ¿Cómo ...? — El rubio rascó su cabeza desconcertado. — ¿Cómo supiste que ella...? Bueno, Que ella...

Marinette le sonrió y bajo su mirada hasta el bulto en su pantalón. — Prefirió esto. — Se apuntó a si misma. — A eso. — Para luego pasar directamente a la erección. Adrien intentó cubrirse, estaba avergonzado.— Me pareció extraño y simplemente quise corroborar mis sospechas. — Se encogió de hombros y volvió a su lugar. La cara del rubio viajaba entre la molestia y la confusión. — Vamos, sólo era un juego... No iba besarla de verdad si eso es lo que te preocupa.

Él revolvió su cabello, intentando encontrar sentido a las palabras de la chica y es que le resultaba estúpido lo que acababa de escuchar. Como si los sentimientos de los demás fueran un juego para ella.

Se acercó con timidez, hasta quedar frente a frente. — Mari... — Comenzó con su voz normal, sin embargo a medida que hablaba, la misma iba perdiendo potencia para finalmente transformarse en un susurro, como si la respuesta lo aterrara más que nada. — ¿Soy otro de tus juegos? — Ella le sonrió y tomó las manos del chico entre las propias, depositando un suave beso en sus nudillos.

Él se estremeció ante el contacto, entrecerrando sus verdes con algo de desconfianza. — Creo que yo debería preguntarte eso a ti, después de todo... — Depositó un pequeño beso en sus labios, el cual ambos rogaban por hacer más largo. — Eres tú el que no ha terminado con su novia y se besa con otra chica a escondidas en su oficina. — Ella se alejó antes de caer de nuevo, recogió su ropa y entró al cuarto de baño.

Adrien se reprendió mentalmente durante un largo momento, precisamente hasta que Marinette hizo presencia ante sus ojos nuevamente, entregándole la americana de vuelta.

La miro de pies a cabeza y concluyó que no importaba si traía un elegante conjunto Chanel o unas simples prendas deportivas, ella se veía bien con todo, incluso con esa aburrida ropa de oficina que seguramente la asistente de su padre había escogido con su pésimo gusto por la moda.

— Fue un placer, Adrien. — Se despidió con un dulce beso en la mejilla del chico, recogió sus prendas y se marchó.

El vacío en el ambiente comenzó a crecer e inconscientemente ya la extrañaba.

Se puso su chaqueta y metió la mano a uno de los bolsillos de esta por mera costumbre. Dentro, tocó algo que le pareció curioso y al sacarlo se percató de que era un pedazo de papel amarillo con un número de teléfono escrito sobre él.

Volteó hacia su escritorio y corroboró que había un post-it con un trozo menos y no necesitó hacer un sobre esfuerzo para saber de quién era la letra y el número.

Sin perder tiempo agendó el número en su teléfono y escribió el mensaje que corroboraría sus sospechas.

"¿Mari?" Envió y la respuesta tardo menos de un minuto en llegar.

"Tardaste más de lo que creí" Fue el mensaje que recibió, haciéndolo carcajear durante unos momentos.

"Conduce con cuidado." Escribió a modo de despedida, no quería que por textear sufriera alguna clase de accidente automovilístico.

"Siempre." Reunió todas sus fuerzas para evitar responder el último texto, luego se encargaría de saber si llegó bien a casa.

Bloqueó el aparato para evitar impulsos y fue testigo de como su rostro se reflejaba en la pantalla del mismo, exhibiendo una cálida y sincera sonrisa que lo desconcertó.

— ¿Que rayos acabó de hacer? — Se dijo cuando cayó en cuenta de que prácticamente estaba teniendo la aventura amorosa que había estado evitando a toda costa.

§

La primera vez de Marinette no había sido tan especial como ella se lo imaginó.

Era pequeña, pero no demasiado al momento de conocer lo que era el sexo.

Aquello había pasado hace años, concretamente a sus quince y aprovechando el hecho de que la madre de Juleka se encontraba fuera de casa por cosas de trabajo, ambas chicas decidieron salir a una fiesta cercana.

Allí, la azabache tuvo su primer encuentro con el licor como tal.

Probó de todo lo que encontró, desde whiskey hasta vodka de diferentes sabores. La cerveza no fue para nada su fuerte, el sabor amargo no logro agradarle completamente.

Bailó, se besó con chicos que apenas había visto en su vida y disfrutó en grande.

Sin duda, había sido la mejor fiesta a la que alguna vez asistió y para una adolescente que acababa de perder a su madre, un momento de paz y diversión era algo que realmente se agradecía.

Habían llegado con unas cuantas copas demás en el cuerpo y entre traviesas risas, acordaron dormir para que el estremecedor efecto de lo que fácilmente podrían llamar su primera borrachera, acabará y la madre del hogar no sospechara al día siguiente.

El cuarto de la de mechones morados se encontraba al principio del pasillo, el de Marinette al final y entre ellos, el de Luka.

Ambas chicas se despidieron, Juleka entró a su habitación con rapidez y la azabache siguió a lo largo del corredor.

Justo cuando pasaba por fuera del cuarto del muchacho, una luz encendida llamó su atención.

¿Que podría estar haciendo un joven universitario a esas horas de la noche?

Sin previo aviso comenzó a abrir la puerta suavemente. Desde el interior, una especie de quejidos comenzaban a hacerse más fuertes. Como si alguien estuviera haciéndole daño a su amigo, como si sufriera por algo.

Asustada, incursionó con sus azules por la habitación. Primero a la cama, luego al armario y por último hasta el escritorio. Allí fue testigo de algo que logró adornar su rostro de carmín.

Luka tenía los pantalones hasta la mitad de sus muslos, al igual que la ropa interior. Su miembro reposaba contra la palma de su mano y estaba increíblemente erecto.

El pulgar acariciaba suavemente la cabecilla del pene y ante cada toque el parecía soltar una especie de jadeo involuntario.

Miraba alguna clase de película porno, traía audífonos y parecía concentrado en su labor.

Marinette analizó la escena ante sus azules y de a poco un fuego se encendió en su interior.

Observó que la chica en la pantalla de la laptop tocaba sus senos, amasándolos y ella, por inercia la imitó. Curiosa de la sensación por la que la actriz gemía.

Sus pezones se endurecieron ante el más mínimo roce y le agradó mucho más de lo que alguna vez hubiera imaginado.

Siguió observando la escena, sin despegar los ojos de la pantalla hasta que decidió volver su mirada a Luka y pudo percatarse de cómo este la observaba atónito.

Marinette jamás comprendió si fue el alcohol lo que le dió el coraje para acercarse esa noche, pero sería algo que no olvidaría nunca.

Cuando ya estaba a pocos metros de él, Luka reaccionó, sobresaltandose y tratando de ocultar su miembro en los pantalones. — No... — Había dicho Marinette, balbuceando en la ebriedad que la aquejaba. — ¿Pu- puedo ver? — Sonrió con inocencia, ya no estaba pendiente de las palabras que salían de su boca sin embargo la curiosidad era demasiada como para dormir sin que un millar de pensamientos y preguntas tuvieran lugar en su mente.

El joven de casi veinte años, lo pensó durante unos segundos hasta que finalmente alejó sus manos .

El miembro quedó duro, tambaleante y la azabache sintió una punzaba muy cerca de su intimidad, obligándola a apretar las piernas.

¿Se siente bien? — Había preguntado y el chico solo se vio capaz de asentir.

Desde que la vio en el marco de su puerta, Luka no se había podido quitar los perversos pensamientos de su cabeza. Más lo que jamás imaginó, fue que la chica tomaría la iniciativa al acercarse.

El remordimiento no tardó en atacarlo, bastó pensar en que habían cinco años de diferencia y cuán pura, virginal e intocable era Marinette para él. Pero luego su aliento le dio otra salida.

El aroma a alcohol que desprendía y la torpeza de sus palabras evidenciaban cuán borracha estaba y una idea errónea pasó por la mente del muchacho.

Tal vez si dejaba las cosas pasar, ella no recordaría nada al día siguiente y sus oscuras fantasías con la adolescente estarían más que resueltas.

Debatió con ese pensamiento durante unos segundos, mirándola directamente a los ojos y una parte de él rogaba que saliera por donde había entrado antes de cometer una locura. — Si quieres... — Había dicho para después soltar un suspiro. — Si quieres puedes tocarlo.

Ella tragó pesado y llevó sus dedos hasta el glande. Luka cerró los ojos mientras un escalofrío recorría su espina dorsal sin previo aviso.

La muchacha había visto como lo recorría desde la punta hasta la base y decidió imitarlo.

Él pasó la mano por su cabello, intentando buscar sentido a la situación en la que se encontraba. Ya no estaba pendiente de la pantalla de su laptop. Ver a Marinette, la chica de la cual estaba enamorado realizando tales movimientos con su mano era más excitante que cualquier película erótica.

Ella parecía divertirse con las expresiones de su amigo, había un pequeño placer en tener a Luka a la merced de su mano. Aún así, tenía el leve percepción de que lo que estaba haciendo no era algo totalmente correcto y está incrementó cuando Luka la acercó desde la nuca para besar sus labios.

No había sido un beso corto como los que había dado en la fiesta, no. Este era increíblemente salvaje y pasional.

El chico comenzaba a querer más y sus instintos primarios cada vez salían más a flote.

Ella se separó ante la incomodidad que le había provocado tal muestra. — Yo nunca he hecho algo como esto. — Había dicho, retrocediendo.

Luka se levantó algo asustado y arrepentido. — Y- yo tampoco. — Mintió, sabía cuán importante era aquel hecho para las chicas y sobretodo cuán especial hacía el momento. — Estoy igual que tú. — Marinette, al no estar en todos sus sentidos, fue tan ingenua como para creerle. — Si quieres... Si quieres podríamos ir lento. — Sugirió y vio como la joven se lo pensaba más de lo que él anticipó.

Los azules de la chica viajaron hasta la pantalla de la laptop y examinó a la mujer que tanto disfrutaba en la cinta. Se preguntó si ella podría sentir lo mismo y que tan bueno era como para hacer gemir a una mujer de tal modo.

Volvió a la erección de su contrario y se mordió el labio inferior al imaginar que todo eso pronto estaría en su interior.

Luka se sentó en su cama y le extendió la mano, rogando porque sus planes se llevaran a cabo, tal como había pasado a lo largo de los últimos tres años.

Ella, inocente, cayó presa del deseo que su cuerpo desbordaba y tomando la mano del chico junto a unos ojos somnolientos y unas mejillas sonrojadas, terminó por entregar su virginidad a quién ella creía, sería el indicado.

El día siguiente despertó en su cama. Con la cabeza sumamente adolorida, aún mareada y una pequeña punzada en su entrepierna que le impedía caminar como normalmente lo hacía.

La noche anterior eran un millar de imágenes borrosas y sonidos extraños. Cuando llegó a desayunar, dedujo que Juleka aún dormía y Anarka se había tardado en salir del trabajo, dado a que tan solo Luka estaba en la mesa. El chico disfrutaba de su cereal y revisaba alguna que otra tontería en su móvil.

Apenas la vio entrar, su semblante cambió, como si se sintiera culpable por algo y ella reconoció esa mirada, la misma que había tenido el día que encontraron el cadaver de su madre y meses después de aquello. Asumió que no se trataba más que de lástima por la pobre huérfana Cheng.

¿Que hiciste ahora? — Había preguntado Marinette y él simplemente bajó el rostro. — ¿Rompiste alguna de mis cosas? — El comentario de la chica le hizo gracia, más no tuvo la valentía de reír.

Ella no le prestó mayor atención al asunto y decidió tomar asiento a su lado. Sin embargo justo cuando depositó su cuerpo en la silla, se vio obligada a soltar un quejido de dolor. — ¿Estás bien? — Preguntó él y de respuesta obtuvo una afirmación.

Creo que son dolores premenstruales. — Masajeó su vientre a pesar de que el dolor no se parecía en nada a sus típicos calambres a causa del periodo. —Supongo que pronto me bajará. — Se encogió de hombros y sirvió un poco de cereal. — ¿Qué? — Preguntó al sentir otra vez esa culpabilidad en el rostro de Luka. — ¡¿Qué pasa?!

No, no es nada. — Bajó la vista a su cereal nuevamente. — Es solo que te ves linda hoy.

Ella elevó una ceja sin terminar de creerse el halago del chico. Sabía que su maquillaje estaba corrido y su rostro era un espanto debido a la resaca, así que se dirigió al baño para asearse antes de desayunar.

Se miró al espejo, su reflejo no decía mucho. Sin embargo cuando tomó su cabello en una coleta, pudo notar como una marca rojiza adornaba su cuello. Bajó un poco más la polera de tirantes y vio otra y otra y otra, para finamente descubrir que terminaban en sus pechos.

Su respiración se aceleró, sus ojos se humedecieron y sintió unas náuseas gigantescas.

Todo lo de la noche anterior había caído como un bloque de concreto sobre ella.

Se había acostado con Luka.

Cuando apreció nuevamente en la cocina, su mirada se llenó de una gran vergüenza, la imagen de Luka comenzó a asquearla.

El chico la vio abrazada a si misma con los ojos llorosos y el rostro rojo. — ¿Mari...? — Ella no le dio tiempo a responder y se alejó hasta entrar a su cuarto y cerrar la puerta con seguro.

Luka corrió, intentando alcanzarla, sin embargo al llegar, sólo pudo escuchar los sollozos de la chica desde el interior de su habitación. — ¡Marinette! — Golpeó para asegurarse de que la chica lo escuchara. — Hablemos de esto, ¿Si?

¡Si no lo recordaba no ibas a decírmelo! ¡¿Cierto?! — Gritó ella desde el interior. — ¡Estaba borracha! ¡Te aprovechaste de mi!

— No es cierto... Vamos, sabes que nunca te haría daño.

— ¡Pues lo hiciste!

— Marinette, por favor...

— ¡Vete! — Gritó otra vez. Luka sabía que su hermana despertaría en cualquier momento a causa de la discusión y no quería que ella se enterara de la atrocidad que había cometido.

Mari... — Volvió a insistir. Y ella abrió la puerta de forma súbita, apareciendo con una de sus botas en la mano, amenazando al chico.

Vete. — Dijo entre dientes y a él, sin importarle mucho salir herido, se abalanzó contra ella para abrazarla. Repitiendo con insistencia un "lo siento" vacío, pues la verdad era que él no lo sentía, le había encantado y esperaba poder repetirlo cuanto antes, así que convencer a la azabache de que no había sido un error era el primer paso para el paraíso.

Marinette se dejó vencer, sollozando en el hombro de su mejor amigo. — No llores. — Pidió él. — No llores Marinette, por favor. — Ella negó abrazándolo casi con rabia.

No lo entiendes... Yo estaba esperando a... a... alguien especial. — Él se enfureció con ese comentario, pero no dejó que la chica fuera testigo de su molestia.

Por favor, no digas eso. — Acarició su cabello tratando de calmarla y funcionó. — Es solo sexo, no deberías preocuparte tanto.

— ¿De qué hablas? — Murmuró ella.

— ¿Acaso no se sintió bien? — Ella bajó la vista avergonzada y asintió con suavidad. — Entonces, ¿Que más importa? — Marinette siguió en silencio, sopesando las palabras. — Además fue conmigo, tenemos confianza. ¿No? — Él la obligó a levantar su rostro, de sus ojos ya no salían lágrimas y eso lo tranquilizó. — Nos conocemos desde pequeños, siempre he estado a tu lado y sabes que yo jamás te haría sentir mal o te humillaría. ¿Comprendes? — Ella hizo un puchero y lo abrazó otra vez.

Lo siento. — Susurró contra su hombro y Luka supo que con ese discurso ya la tenía en la palma de su mano. La muchacha era difícil de controlar, pero no imposible. Después de todo solo era una adolescente confundida y herida.

Volvamos a desayunar y olvidemos esto, ¿Esta bien? — Y a pesar de que la chica sabía que había cometido un error, se dejó guiar por las palabras de su profanador. Haciendo oídos sordos al mal presentimiento que retumbaba en su cabeza.

Incluso lo seguía haciendo, ahora, años después del incidente.

§

Adrien le había dejado una frustración sexual gigantesca, un deseo que sabía muy bien donde saciar. Es por eso que no se sorprendió cuando, al salir desde Gabriel's, decidió a último momento cambiar su ruta y en vez de dirigirse a su hogar, ahora conducía con prisa hasta el departamento de Luka.

Tocó el timbre con insistencia, hasta que el chico apareció tras la puerta. — Marine... — Quedó a la mitad de su habla, dado a que la chica se abalanzó sobre sus labios de inmediato.

Ella sabía que el pelinegro no opondría resistencia, sabía que no habrían reclamos de su parte ni mucho menos rechazos y de alguna forma eso le molestaba.

Luka sonrió al sentirla tan cerca después de tanto tiempo, por fin volvía a sus brazos y esa felicidad no se comparaba con ninguna otra.

Cerraron la puerta para llevar sus cuerpos al sofá, aquel que Marinette odiaba. Pero en esos momentos parecía no importarle demasiado.

Se sentó con la chica sobre él, retiró su sudadera con rapidez y la acercó desde los glúteos, apretándolos.

Ella gruñó molesta. — ¡Luka! ¡Más lento! — Reprendió al chico y este la observó confundido.

— ¿Ya no te gusta rudo? —Preguntó con una sonrisa, ella rodó los ojos y comenzó a mecerse sobre él con insistencia. — Ahh... — Jadeó y se percató de que ella tenía los ojos cerrados mientras mordía la uña de su índice.

Le pareció extraño. La conocía a la perfección y sabía de sobra que le gustaba hacerlo mirándolo a los ojos. — ¡Ah! — Gimió al sentir como el bulto en los pantalones de su amigo se endurecía y la presión aumentaba.

Él no acababa de comprender como es que Marinette se había excitado con tanta facilidad, no hubo necesidad de un jugueteo previo, tan solo unos cuantos besos y ya podía sentir el calor y la humedad de la chica.

Aún así la sentía distante, como si estuviera junto a él, a punto de tener sexo y al mismo tiempo en otro lugar muy lejano.

Intentando obtener la atención de la muchacha, se impulsó hacia el frente para encontrarse con sus labios. Sin embargo ella simplemente levantó el rostro, ofreciéndole su blanco cuello y el de azules no tuvo más opción que conformarse con aquello.

Llevó su mano sobre el atuendo, el cual era increíblemente formal para el gusto de Marinette. Le extrañó bastante pero no demasiado como para detenerse y preguntar.

La acarició desde su cuello hasta llegar a sus pechos. — Mari...— Jadeó contra el comienzo de su escote y dejó que sus dedos incursionaran por debajo de su falta.

— Mmm... — Reprimió su voz contra el hombro del chico al sentirlo en sus labios inferiores. — Adrhmm... ¡ahh! — Otra vez lo evitó. Sabía que si Luka escuchaba ese nombre salir de su boca se enfadaría.

— No te contengas. — Pidió él. — Amo oírte.

Ella negó pero cuando los dedos la penetraron no pudo evitar soltarlo. — Ohh Adrien... — Gimió.

Su imaginación le había ganado, el rubio de ojos verdes se había materializado a través de su voz y al dignarse a abrir los ojos, lo primero que vio fue un furioso pelinegro con una mirada acusatoria directamente sobre ella. — ¿Cómo acabas de llamarme? — Preguntó junto a una voz ruda que la chica pocas veces había tenido el infortunio de oír.

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Como fueron unas personas tan bonitas en el capítulo anterior, les traigo uno antes de tiempo❤️ espero les agrade. Los amo mucho, mucho y ash! Me pongo muy sensible con tanto amor 😭❤️

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