6
— ¿Qué demonios te pasa? — Dijo quieta, el miedo estaba presente pero su coraje era mayor. — ¿Qué no ves? Es solo un regalo.
El mayor la observo sin terminar de creerse la patraña.
— Lo hiciste, me usaste otra vez. — Se acercó a su rostro con el ceño fruncido, señalándola con su índice. — Estoy seguro, te conozco. — Presionó un poco más su muñeca, dañando la blanca piel.
— Luka... Mi querido Luka, hermano de otra madre, mi mejor amigo... — Exclamó, intentando que su voz adoptara ese toque de ternura que había perdido años atrás. — ¿Se puede saber quién te dio el puto derecho de meterte en mi vida privada?
Marinette retiró la mano con gran rapidez, como sí el contacto del chico la espantara.
— Tengo todo el derecho del mundo cuando metes mi nombre en medio.
— Solo dije "Luka". — Hizo comillas con sus dedos. — ¿Eres el único Luka en el mundo? — Reposó las manos sobre su cadera. — No. — Declaró.
— ¿Por qué tienes que ser así conmigo? — Ella no respondió, en vez de eso, dio media vuelta hasta llegar a su gran habitación y cerró la puerta, dejando al de mechones golpeando esta en busca de atención. — ¡Marinette! — Gritó. — ¡Marinette tenemos que hablar! — Pero no hubo respuesta. — Te he cuidado desde que murió tu madre y, ¿Así es como me lo pagas?
La puerta se abrió y desde el interior la chica se asomó envuelta en una simple toalla.
— ¡Deja de darte el derecho de decir eso! ¡Fue tu madre! ¡Tu madre quién me dio un hogar! — El chico le sostuvo la mirada, ella tenía razón. Pero de no ser por sus insistencias, Marinette jamás habría vivido con él y Juleka. — Que seas mayor no significa que te comportes como mi padre.
Dicho esto volvió a cerrar mientras desde el exterior se oía el sonido de la regadera abriéndose en el cuarto de baño.
Esperó a que la tina se llenara antes de entrar en la tibia agua. El caliente líquido se aferraba a su cuerpo de forma exquisita y la frustración sexual que traía de la noche anterior ayudó a despertar gran deseo en ella.
Se hundió un poco más, tanteando sus pechos con lujuria. Cerró los ojos soltando fuertes suspiros.
Amaba su cuerpo, su forma, sus pliegues, sus defectos y su perfección. Era sensual, ella lo sabia y sobre todo, tenía claro el cómo utilizarlo a su propio beneficio.
Relamió sus labios en busca de que estuvieran aún más húmedos y acarició su abdomen con una sonrisa en el rostro.
Bajó sus manos hasta sus muslos, apretando ocasionalmente la zona interna.
Quería ir lento, alargar la placentera tortura. — Ah-h... — Jadeó apenas su índice tocó sus labios mayores. Estaba particularmente sensible.
Volvió a subir hasta sus pezones y los acarició en círculos mientras que la mano izquierda arañaba con cuidado su clavícula. Se dio el placer de imaginar que eran los dientes de alguien más.
No necesitaba un nombre y mucho menos un rostro, pero poco a poco aquel hombre dentro de su cabeza comenzó a tener ambos.
Succionó uno de sus dedos, le gustaba hacerlo y luego repasar el contorno de su boca, como si de un beso se tratara.
Sus caderas se movieron inconscientemente y sintió la necesidad de ser tocada.
Movió el dedo medio entre sus pliegues, asegurándose de estimular correctamente la zona. No cayó en cuenta cuando los jadeos se habían transformado en gemidos, bajos pero alargados. — Vamos... — Susurró al introducirlo dentro de su vagina, anhelando el orgasmo que parecía aún lejano. — Sí... — El índice se unió al juego y el solo palpitar de sus paredes sobre sus yemas la excitaba cada vez más.
Abrió los labios, esperando un beso que nunca llegó.
Necesitaba más, quería más.
Bajó la mano derecha, la cual aún se encontraba entretenida con los pezones y rozó su clítoris imaginando que no eran sus dedos los que la llevaban al cielo, si no, los de otra persona.
Divisó una cabellera rubia, una piel algo bronceada, unos seductores labios, la perfecta manzana de Adán que con gusto mordería y por último dos pares de ojos verdes que la fulmiban con un descontrolado deseo. — A-Adrien... — Gimió y apenas reaccionó al nombre que había salido de su boca, paro en seco todas las caricias.
Quería alcanzar el cielo, necesitaba ese maldito orgasmo, pero el recuerdo del rubio la había dejado fuera de lugar.
Intentó volver a tocarse, pero ya no era igual. Se sentía sucia por pensar en él mientras se masturbaba.
Solo había sido un beso, tan solo un misero beso y ahora su fantasma no la dejaba en paz.
Recordó la erección del chico, como se marcaba a través de su ropa y tuvo que apretar las piernas ante el espasmo de sus paredes.
Su cuerpo la incitaba a continuar, pero su mente... Su mente era un maldito caos.
Vació la tina en un arranque de ira. Estaba demasiado caliente, pero simplemente no podía continuar.
Abrió la regadera otra vez, con la diferencia de que ahora el agua fría caía en pleno sobre su cuerpo, entumecimiendola de pies a cabeza.
Para su fortuna, el improvisado corta fuegos funcionó. Ya no estaba tan excitada, su pulso se había calmado al igual que su respiración.
Término de asearse, se vistió con un conjunto simple y salió en busca de algo para satisfacer su hambre.
Entró a la cocina y divisó como Luka cortaba verduras con algo de ira, la azabache lograba sacarlo de sus casillas.
Él la amaba con todo su corazón, la había deseado y querido sólo para él desde que la conoció a la tierna edad de diez años. Pero Marinette era terriblemente terca y se negaba a pertenecerle por más que él intentara retenerla.
Tampoco es que pudiera darse la libertad de encerrarla en una habitación para siempre... ¿No?
— ¡¿Sigues aquí?! — El torso del joven estaba cubierto por un delantal algo sucio, dándole un aire bastante sensual.
— No me iré aún. Ya te lo dije, tenemos que hablar. — Ella rodó los ojos cruzándose de brazos.
— Tomaré esto como tus disculpas.
— ¿Disculpas? ¿Por qué debería disculparme? — Volteó dejando la comida a un lado.
— Por ser un imbecil y hacerme daño. — Elevó su mano, la cual estaba levemente enrojecida por la fuerza que ejerció el joven sobre ella.
Luka se sorprendió, sintiéndose una persona inmunda de inmediato, una bestia.
La había lastimado.
Se acercó a ella y volvió a levantarla desde la muñeca, esta vez con mas delicadeza, procurando resguardar la fragilidad característica que daba a primera vista.
— Lo siento... — Murmuró besando la zona de la lesión. Marinette se encogió de hombros, restándole importancia al asunto. — De verdad, lo siento.
— Lo sé. — arrastró su mano hasta el rostro del de mechas, atrayéndolo al propio. — Nunca dejarás de ser un imbécil. — Susurró contra sus labios.
Su mente se embargó con la idea de que tal vez Luka podría liberarla de la gran necesidad que la atormentaba.
— Quizás, pero soy tú imbécil. — Sentenció antes de cerrar los ojos, ansiando el sabor que los labios de la azabache poseían.
Ella estuvo a punto de imitarlo, pero casi sin querer, sus azules se dirigieron a su mano en la mejilla del chico e inmediatamente a la sortija.
El sonriente rostro de Adrien volvió a perturbarla, tan radiante como el sol y tan molesto como su luz en pleno verano.
Hizo una mueca y apretó los dientes.
Sin duda necesitaba una buena siesta de olvido.
Su contacto con Luka se basó en un certero y casto beso, dejando al joven con ganas de más. Pero ella no se lo permitió, puesto que con rapidez giró su cuerpo y se alejó en dirección a la sala.
— Deberías apresurarte con la comida, realmente necesito un buen descanso y no podré hacerlo si estás aquí. — Dijo estirandose para luego salir.
Luka mordió su labio inferior, ese beso había sido tan poco y a la vez demasiado.
Amaba besarla, amaba su piel, sus ojos, cada una de sus células. Estaba completamente perdido en Marinette y le dolía de manera fatal el hecho de que para ella, esas noches de juegos que ambos compartían se basaran solo en su deseo carnal. Sin embargo, tanta era la necesidad de sus caricias, que no le importaba fingir que para él también significaba lo mismo.
Cuando en realidad, en cada una de las noches junto a ella, se encargaba de dejar el corazón en la cama.
La chica percibía las verdaderas intenciones de su amigo, no era tonta y las innecesarias molestias que se tomaba por ella lo delataban. Más prefería hacer oídos sordos a todas las advertencias que le daba su coinciencia desde hacía años. En concreto, desde que le entregó su virginidad.
No iba a dejarlo, le quería y su amistad era invaluable. Luka le había enseñado la mayoría de las cosas que sabía de la vida, uno de sus pilares fundamentales junto a Alya.
No era tan simple como cortar con su relación sexual sin que antes se formara una pelea.
No quería problemas con Luka, no los necesitaba.
§
— Delicioso. — Comentó limpiando la comisura de su boca.
— Lo sé. — Sonrió hacia ella con superioridad, tomando otro bocado. — ¿Vas a decirme donde estuviste anoche?
Marinette resopló depositando el tenedor sobre el plato, luego se cruzó de brazos y desvío la mirada.
Si que podía ser odioso.
— ¿Por qué jugamos a esto? Es obvio que Alya te lo dijo, así que basta de rodeos y ve al grano.
— Fuiste con Adrien Agreste, ¿Verdad?
— Sí.
— ¿Por qué? — Ella meditó la obvia respuesta. — ¿Te das cuenta de que rompiste las reglas con él? — La chica apretó los labios.
Lo sabia a la perfección.
El de ojos verdes se había convertido en su excepción.
Sí, Marinette disfrutaba del sexo libre pero también tenía sus normas, una de ellas era no liarse con chicos en algún tipo de relación, y con Adrien no solo la había roto, también tuvo el descaro de restregarlo en la cara de su novia.
— Sabes perfectamente la razón.
Luka revolvió su cabello preso de la preocupación. — ¿Es mucho pedir que dejes ya todo esto?
La azabache carcajeó como si hubiese sido el mejor chiste del mundo. — Es demasiado. — Declaró. — Voy a hundir a Agreste, a como de lugar.
— Estás llegando muy lejos.
— Ese imbécil nunca recibió justicia, Luka.
— Ni siquiera tienes la certeza de que fue él.
Marinette jamás logró comprender porqué su amigo se negaba a apoyarla, arrebatiendo cada una de sus pruebas, como sí de cierto modo protegiera a Gabriel.
— Mis sospechas nunca fallan, cariño. — Luka desvío la mirada. — Sí fue él quien asesinó a mi madre, entonces pagará con su imperio. —
— Por favor, eso ya pasó, deja descansar a Sabine en paz.
— No, no hasta que el maniático que la asesinó esté en un maldito agujero sin salida. — Bebió algo de su agua y entre-cerró sus azules. — Voy a dejarlo en un estado tan miserable, que el suicidio será la primera opción de su lista.
La piel del chico se erizó, y no precisamente por el hecho de que Marinette podía ser muy intimidante cuando se lo proponía.
Decidió cambiar de tema por necesidad.
— Entonces... Tú y él... — Carraspeo buscando las palabras indicadas. — ¿Lo hicieron?
— ¿Qué?
— Ya sabes... Eso.
Ella rodó los ojos y se levantó por un poco más de comida. — Sexo, Luka, se llama sexo. — Dijo con molestia.
No era su intención tratarlo de tal manera, pero se había metido en el terreno equivocado. La muerte de su madre era un tema que parecía ser tabú entre el chico y ella.
Siempre que salía a la luz, terminaban discutiendo sobre la dirección que estaban tomando las sospechas de Marinette.
— Entiendo... No tienes que ser así. — Susurró con su rostro fijo en la mesa.
— Y si realmente quieres saber si tuvimos sexo... — Volvió a su asiento con una tristeza imperceptible. — No.
— ¿No?
— No, no lo hicimos... Él era demasiado... ¿Novato? — Luka lanzó una carcajada. — Apenas sabía besar.
— Claro, supongo que te gustan los experimentados. — Corrió su silla hasta quedar mas cercano a la joven. — Como tu servidor, por ejemplo.
— Diste en el clavo.
El chico cambio a un semblante persuasivo.
— ¿Quieres...? — Apuntó con su mentón al cuarto de Marinette, quien estuvo a punto de asentir con una sonrisa justo antes de que su mente repudiara espontáneamente la idea de estar con Luka.
— Oh no, ya te lo dije... Estoy demasiado cansada.
El chico suspiró y se encogió de hombros, revisó su móvil en un rápido movimiento para luego inclinarse y depositar un beso en la frente de la chica. — Entonces creo que debería irme.
Ella pegó un bostezo y el chico ni se inmutó. — Nos vemos.
— Llámame si necesitas algo o si cambias de opinión y quitate esa cosa, cualquiera pensaría que estás comprometida.
Ella asintió. Luka recogió los platos, arregló sus cosas y se marchó.
Marinette estaba a punto de regresar a su habitación cuando el teléfono fijo de la sala comenzó a sonar.
El nombre que apareció en la pequeña pantalla verde no le sorprendió en lo absoluto. Es más, la estaba esperando.
— ¡Alya! — Sonrió cuando pegó el aparato a su oído. — ¿Qué tal?
— ¿Como diablos puedes preguntarme eso luego de dejarme tirada anoche? ¡¿Eh?!
— Pues... Anoche parecías muy a gusto con la idea. — Hizo un puchero, victimizandose. — Pensé que había sido una buena noche.
El carraspeo que dio Alya terminó de otorgarle la razón. — Ese no es el punto.
— Esta bien, lo siento.
Se oyó un largo suspiro al otro lado de la linea y la azabache supo que estaba perdonada. — En fin, ¿Qué tal con Agreste?
— Bien... Supongo.
— ¿Supones?
— No fue la gran cosa.
— ¿No fue la gran cosa? — Carcajeó — Que curioso. — Para ese momento, Marinette ya sabia que estaba perdida. — Entonces, ¿podrías explicarme algo que no acabo de comprender?
— ¿Q- qué?
— ¿Por qué Adrien acaba de llamar a Nino diciéndole que una chica extrañamente parecida a ti y de nombre "Mari" le robo un anillo? — El silencio se convirtió en su primer recurso. — ¡Marinette!
— Lo sé, lo sé... — Suspiró con descontento. — Las cosas simplemente se me fueron de las manos y cuando me di cuenta, ya tenía ese anillo en mi dedo.
— ¡¿Se lo robaste?!
— Claro que no, él me lo dio.
— ¿Qué demonios?
— Estaba dolido y muy borracho... Es.... Es una larga historia, Adrien está loco.
— Tienes que devolverlo.
— No, tengo planes para él. Además, es de mala educación devolver un regalo.
— ¿Tienes idea de cuanto cuesta esa joya? ¿Quieres acabar en la cárcel?
Pero Adrien no tenía ninguna prueba de aquello, sin embargo si ella le contaba la verdad, probablemente intentaría arrebatárselo.
— ¿Nino me recuerda?
— Sí, me preguntó por ti.
— Alya, no le dijiste nada... ¿Verdad?
— Le mentí, cree que nos conocimos anoche en el bar.
La tranquilidad se hizo presente en forma de suspiro. — Gracias.
— Marinette... Solo no te metas en más problemas, ¿Quieres?
— Tranquila. — Sonrió contra el aparato y luego de una pequeña charla colgó.
§
La semana pasó rápido, demasiado ha decir verdad.
La angustia de Adrien cada vez crecía más y no había rastro de la misteriosa chica.
No estaba completamente seguro de si ella había sido la verdadera ladrona, pero su necesidad de respuestas le hacía desconfiar.
Chloé había seguido insistiendo, más con tantas cosas dentro de su pequeña cabeza, le resultaba imposible prestarle real atención a su novia.
Las muestras de afecto desde su persona no se hicieron esperar.
Llegaba cargada de regalos.
Videojuegos, álbumes de musica, ropa de marca y la debilidad de Adrien; dulces.
El rubio había accedido a su petición de volver al departamento, sin embargo casi todas las noches se despertaba en la madrugada y terminaba durmiendo en el sofá de la sala.
Cierta noche, divagante, subió a la azotea. Esperando inconscientemente encontrar a la azabache allí.
Pero como era de esperarse, no había nadie más que él.
Se recostó sobre la misma silla, creyendo que así, las memorias llegarían con más facilidad.
Quería recordar, necesitaba recordar todo lo vivido.
Antes de caer profundamente dormido un fugaz recuerdo pasó por su mente, dejando una estela de dudas tras él. — ¿Que pensarías si te dijera que ya encontré a la mujer que merece este anillo? — Su cabeza se envolvió en un rotundo no.
Se trataban de ilusiones producto del sueño, vaya que tenía imaginación.
Sin darle mayor vueltas al asunto, se dejó caer en los brazos de morfeo.
Esa noche soñó con los labios de chica, con un largo y tortuoso beso. No obstante, el tenía lo claro; no había pasado gran cosa entre ellos.
El jueves llegó apresurado, impidiéndole una reflexión adecuada acerca de lo que su mente y sueños intentaban decirle.
Ese día en particular era especial, sería la primera vez que asistiría a una reunión del consejo junto a su padre. Por fin poseía acciones de Gabriel's y tenia un cargo de importancia.
Tan solo esperaba que su progenitor no recordara el dichoso anillo, de ser así no podría ocultar la verdad. Pues si en algo Adrien era realmente malo, era en las mentiras.
La mesa era ovalada y bastante grande, en ella habían más de diez hombres y mujeres distribuidos, con las miradas fijas en sus teléfonos, ipads y libretas.
Adrien tomó lugar junto a Gabriel, quién nervioso se dedicaba a mover su pie bajo la mesa, observando el único lugar vacío.
— ¿No es momento de comenzar? — Preguntó el menor ansioso.
— Aún no.
— ¿Es qué falta alguien?
— Ladybug. — Dijo el mayor, tenzando su cuerpo en la última silaba.
— ¿Acaso ella es la mujer qué...? — La puerta se abrió espontáneamente, tomando por sorpresa a los presentes.
— Sí. — Declaró Gabriel. — Es la chica que nunca se ha mostrado.
Un hombre de traje tomó lugar en el espacio vacío, de su maletín extrajo una laptop que depósito sobre la mesa y al abrirla un fondo de motas iluminó la pantalla. — Buenos días caballeros, disculpen mi impuntualidad. — La voz que salió de la maquina estaba distorsionada, con un toque robotico que llegaba a dar escalofríos.
La reunión comenzó con bastante calma. Los temas se centraban en la nueva colección que saldría al público en aproximadamente dos meses.
Adrien quería sorprender al consejo, demostrar de lo que era capaz.
Había preparado una modesta presentación para exponer sus diseños, en los cuales había puesto bastante esfuerzo.
Se explayó con dinamismo, experiencia y perfección. Terminando con aplausos de los presentes.
— ¿Tienes ya terminado todo esto? — Habló Ladybug.
— ¿Disculpe?
— La colección saldrá al mercado dentro de poco, ¿Crees tener el tiempo suficiente para enviar los modelos al taller? ¿Crees que nuestros trabajadores comprenden de horas extras?
— Bu- bueno... Yo...
Lanzó una risa calmada pero burlesca. — Lamento informarte que no. Así que todo fue una perdida de tiempo. — Aquella declaración dio paso a una serie de susurros entre los demás asociados. — Debiste esperar a la próxima temporada, pero me imagino que tu inexperiencia te llevó a cometer este error tan precipitado.
Adrien los observaba atónito, había trabajado tan duro y las simples palabras de una desconocida le habían destruido en cuestión de segundos.
Gabriel negó en su lugar, tenía más que claro que la única intensión de tal reprimenda era la humillación.
— ¡Esto es ridículo! — Dijo Adrien en un medio grito. Toda la tensión de la semana le estaba jugando en contra. — ¿Quién te crees para...? — Antes de que pudiera seguir, su padre se encargó de interrumpirlo.
— ¡Adrien! — Llamó. — Silencio. — De inmediato él obedeció. Mirando al suelo sumamente enfadado.
— Diganme que no está ahorcando la computadora. — Comentó la mujer con gracia, provocando risas en los demás.
Él apretó la mandíbula inmerso en la frustración.
Ladybug se había ganado su odio.
Volvió a su lugar con una cara de pocos amigos, la cual duró casi todo el día, exactamente hasta las seis de la tarde cuando al salir del edificio un melodioso llamado inundó sus oídos.
— Hey, chico lindo.
Giró su rostro apenas reconoció la voz que traía tantos recuerdos a su cabeza, aquella que lo había rescatado desde lo más profundo del abismo de la infidelidad.
Allí estaba, tan radiante como siempre, descansando sobre su auto con un aire adolescente.
Usaba un vestido sobre las rodillas que dejaba muy poco a la imaginación. Espeficicamente uno que diseñó Adrien y él mismo se arrepintió de hacerlo tan malditamente corto.
La verdad era que aquella prenda había sido inspirado única y exclusivamente en Chloé, sin embargo, a la chica frente a él le quedaba mil veces mejor.
Un par de sandalias bastantes simples acompañaban el outfit, junto a su cabello tan negro como la noche suelto a la deriva. Adrien sabía que le encantaba su aroma, sin embargo no podía recordarlo como tal.
Parecía tan ingenua e infantil, tan delicada y pura, como si realmente fuera inconsciente de las perversas miradas que los hombres dirigían hacia ella.
El rubio sintió unas inmensas ganas de cubrirla, solo por el hecho de que no todos los ojos eran dignos de apreciarla.
— ¿Mari? — Se atrevió a preguntar, asegurándose de que no se trataba de un espejismo.
Ella lanzó una risa extremadamente dulce.
— ¿Te gustaría ir a dar un paseo? — Él de verdes orbes no lo pensó demasiado, y como si su voz fuera el hechizo de una sirena, caminó hacia ella con una enorme sonrisa en el rostro, asintiendo.
Por ese minúsculo momento, había olvidado a Chloé, a Ladybug, a su padre, incluso a la dichosa sortija y quién pudo haber sido posiblemente la ladrona.
Luego se encargaría de aquello, por ahora necesitaba con urgencia de una buena distracción y sabía a la perfección que la mujer de los azules era experta en el tema.
"Mari" se había llevado sus problemas con una simple frase, a pesar de que la misma era parte de ellos.
— Me encantaría.
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Lamento la demora, lemme die.
Aclaración: Es un AU (Universo Alterno) y sé que en la serie Luka es alrededor de dos años mayor que los protas, pero aquí se llevan por cinco.
Jo fuera.
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