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5

Adrien no se encontraba por completo en sus cabales, los suaves y experimentados labios de la chica se habían acoplado perfectamente a los de él.

Ella tomó la iniciativa, intensificando el contacto entre ambos. Sonreía inconscientemente entre besos, adoptando la postura más cómoda.

Marinette sabía cuan peligrosa se había vuelto la situación, sentía como su corazón latía, como su cuerpo se conmocionaba con un solo roce y como se derretía con una mirada. Sin embargo, ya nada le importaba, Adrien se había convertido en su prioridad esa noche.

Aún así, se negaba a aceptar el hecho de que hubiesen traspasado las barreras de la simple excitación, entrando de lleno a la pasión mutua.

No, por supuesto que no habían sentimientos involucrados.

El rubio intentaba seguirle el ritmo, jadeando ante la falta de aire. Era tanta la tentación que no podía detenerse, no quería detenerse.

Estaba tan esmerado en dar lo mejor de sí mismo en aquel acto, que no se percató cuando la chica se separó. Dejándolo besando el aire por unos segundos.

Entre-abrió los ojos molesto y la vio con una sonrisa de oreja a oreja, burlándose de su situación.

— Lamento cortarte la inspiración, cariño. — Susurró a la vez que besaba la comisura de sus labios.

— No hay problema, lo arreglaremos en la noche de bodas. — Sonrió burlesco, a la vez que parpadeaba cada vez más lento. Notó que la chica estaba con su móvil en la mano y que este vibraba dando entender que había una llamada entrante. — ¿Quién es? — Inquirió.

— Luka. — Respondió curiosa a la reacción del muchacho, quien de inmediato le quitó el aparato, pegándolo a su oreja y contestando.

¡Marinette! ¿Donde es...? — El chico a través del aparato no logro completar su interrogante antes de que Adrien lo interrumpiera de forma súbita.

— Lamento informarte que ella está comprometida, así que deja de molestarla. ¿Capisci? — Colgó y apagó el móvil, dejándolo a un lado. ¿Como es qué alguien podía cambiar tan rápido a causa del licor?

Se abrazó a ella acurrucandose contra su cuello pasando a su faceta posesiva impulsada por el alcohol.

Marinette se estremeció, y decidió perder sus ojos en el cielo, evitando el contacto visual con el romántico empedernido a su lado.

Sentía su rostro arder, no quería mirarlo en esas condiciones.

Luka no le importaba en realidad, ya mañana arreglaría las cosas con él.

Pero aquella frase, por más que fuera una broma, la perturbaba.

Obviamente no se casaría con alguien que tan solo conoció hace unas horas, por más química que tuvieran, era imposible.

Ella lo encaró con intenciones de arrebatir la proposición. Sin embargo, en cuanto dirigió su atención, cayó en cuenta de que estaba completamente dormido producto de la gran ingesta de alcohol, con un semblante tan pacífico y feliz que se obligó a no interrumpir su sueño.

Supuso que el descubrimiento de la infidelidad, el acuario, destrozar el colchón y su falsa casi muerte habían significado  demasiado para un solo hombre.

Se quedó quieta, mirando las estrellas, completamente sonrojada y con el corazón a mil. Tenía unas inmensas ganas de llorar y no había una razón clara del extraño sentimiento.

¿Debía regresar esa sortija?

Sabía a la perfección que Gabriel Agreste sé enfadaría al saber la tontería que Adrien acababa de hacer. No devolverla supondría una montaña de problemas para el rubio.

Jugó con él en su dedo durante un par de minutos, analizando la situación, sus ventajas y desventajas.

Y finalmente, optó por el egoísmo.

Poner a Adrien en aprietos no parecía tan divertido para ella en esos momentos. Pero la satisfacción al ver la cara de Gabriel, sin duda reemplazaría cualquier remordimiento.

Decidió que era tiempo de dejar a su mente en paz, habían pasado demasiadas cosas esa noche, cosas que por más extraño que sonara, no quería dejar atrás.

Cerró los ojos disfrutando del intenso perfume que el cuerpo del muchacho desprendía. — Te perdiste el mejor sexo de tu vida, Agreste. — Murmuró contra su pecho.

Él, entre sueños, la abrazó por la cintura y la piel de gallina no se hizo esperar.

Marinette había olvidado lo bien que se sentía esa sensación de protección y unidad, asustándole la posibilidad de acostumbrarse.

Observó su rostro una vez más, admirando la pasividad del rubio y casi por inercia se aferró a su cuerpo, cayendo dormida junto a él e imaginando como seria tener a alguien como Adrien las veinticuatro horas del día, a su lado, solo y exclusivamente para ella.

Chloé era una perra afortunada y aún así, se dio el descaro de desperdiciar tal regalo.

§

La incomodidad en su espalda la despertó. Se removió inquieta hasta darse cuenta de que unos grandes brazos se aferraban a ella, evitando su escape. Entonces recordó la noche anterior y su corazón se inundó en una calidez inmensa.

No dio tregua a la avalancha de recuerdos que se avecinaron, cada uno más mágico que el anterior.

Volvió a la realidad en cuanto Adrien la aferró más a su cuerpo, esa improvisada velada la perseguirían por un largo tiempo, pero estaba segura que eventualmente la olvidaría.

O por lo menos, así lo esperaba.

Acarició los dedos del hombre que se negaba a soltarla. Era un sentimiento indescriptible, totalmente irracional y nuevo. Más, le gustaba de una manera que ella jamás llegaría a creer ni admitir en voz alta.

Con cuidado se giró quedando frente al rubio, ahora podía observarlo con más claridad, ya estaba completamente lucida.

Cada una de sus facciones era una obra de arte, desde su recta y perfecta nariz hasta su fuerte y varonil quijada. Ella no se negó el acariciar su cabello, estaba totalmente embelesada por el joven.

Se maldijo por haber sido tan estúpida y no aprovechar la oportunidad de tenerlo desnudo y vulnerable. Lo hubiera llevado al cielo y de regreso, lo hubiese hecho gemir y sentir como ninguna otra, después de todo tenía una amplia experiencia en ello.

Acercó su rostro con la intensión de besarlo, pero un extraño sentimiento la obligó a retroceder.

No era rechazo, mucho menos disgusto, más bien se trataba de miedo. Un gran miedo que se concentraba en su pecho, dejándola angustiosa.

Se levantó y para su sorpresa, el pie ya no le dolía.

Tal vez Adrien debió haber optado por dedicarse a la medicina en vez de al mundo de la moda.

Sonrió apartando unos mechones de la frente del rubio, luego acomodó su propia ropa y cuando estuvo a punto de marcharse lo escuchó.

— Mari... — No fue más que un balbuceo entre sueños por parte de él, pero significó suficiente para que las mejillas de Marinette volvieran a teñirse.

El chico se removió quedando boca arriba, dejando su erección notable a través de la ropa.

— Sueñas cosas atrevidas, ¿No es así joven Agreste? — Se agachó hasta quedar a su altura, inclinándose para depositar un suave beso sobre su cabello.

Observó la botella vacía junto a la alberca y sintió una inmensa culpa por la resaca con la que seguramente el muchacho despertaría.

Un refrigerio no te vendría mal. — Pensó y se dirigió hasta la cafetería que se ubicaba a las afueras del edificio.

Por suerte el lugar estaba vacio, lo que le daría tiempo a volver antes de que Adrien despertara. Una bebida energética y algún bocadillo serían la elección correcta.

Una vez de vuelta subió al elevador con calma. — ¡Espera! — Oyó y cuando levantó la vista se encontró con esa engañosa carita angelical. La misma por la que Adrien había sufrido gran parte de la noche.

La rubia se metió junto a ella en el cubículo, parecía ansiosa, se había arreglado y bastante. Las capas de maquillaje eran visibles desde lejos. — ¿Tu vas al...? — Preguntó refiriéndose al piso.

— Oh, claro. — Sonrió con falsedad. — Al octavo. — La recorrió con la mirada, sin duda había sido una noche loca para la de cabellos negros, el mismo lo evidenciaba. Sin embargo no pudo evitar notar las costosas prendas de diseñador que llevaba y se animó a hablarle. — Entonces... — Cayó en cuenta de que se dirigía al ultimo piso. — ¿Anoche hubo fiesta aquí?

La situación era tan divertida para la azabache que no pudo evitar jugar un poco con ella.

— No... — Sonrió cuestionandose su próximo movimiento. — Es solo que... — Se mordió el labio inferior antes de decir palabra alguna. — Dormí con un chico en la azotea. — Soltó como si fuera lo más natural del mundo. — Fue tan tierno, jamás había experimentado algo como eso... Hacerlo bajo las estrellas. — Chloé la observo con ilusión, quizás cuando ella y Adrien volvieran a ser los mismos de siempre, podrían intentar algo parecido, algo tan romántico como eso.

— Suena encantador. — Comentó.

— Lo fue, pero no soy de las que buscan una relación. — se encogió de hombros. — Además el pobre estaba destrozado... Creo que su novia lo engañó o algo.

— Va- vaya... Debe ser horrible. — Se removió inquieta, tan solo se trataba de una coincidencia, ¿No?

Apenas el elevador llegó al piso de Chloé, se despidieron con cortesía.

La vio avanzar por el pasillo, Marinette retuvo las puertas dudosa si desistir a sus impulsos.

Finalmente tomó aire y lo soltó. — Por cierto, Adrien te envía saludos. Creo que estaba algo necesitado. — Negó recargándose sobre una de las paredes.

Un poco de su propia medicina.

La mano de Chloé rozó el pomo y antes de abrir la puerta levantó su vista, dando una expresión de lo más satisfactoria para la azabache.

No podía ser cierto, no Adrien, no su preciado Adrien. Él no se atrevería a hacer algo así.

Volteó hacia el elevador que seguía con las puertas abiertas, y la burlesca sonrisa de Marinette le confirmó los hechos. — ¡TÚ! — Vociferó la rubia, acercándose a paso firme, justo cuando la chica presionaba el botón para el cierre.

Lo último que vio tras el acero fue a un rostro lleno de una ira y angustia merecida en su totalidad.

Ya estando sola lanzó una fuerte carcajada, estaba divirtiéndose de lo lindo. Pero la misma se disolvió al intuir que ella también subiría y por consecuencia, tendría que desaparecer del lugar de los hechos.

Acarició su nueva sortija. Era extremadamente bella y sabía perfectamente que no le pertenecía. Pero aún así se sentía bien llevarla puesta.

Tras llegar a las azotea se percató de que el chico seguía dormido. Dejó la lata de Red Bull, el Muffin y su móvil a un lado.

Lo removió un poco para despertarlo y se escondió tras un muro cercano, podrían catalogarla de cotilla, pero realmente necesitaba ver la reacción de Adrien al despertar.

Finalmente el rubio abrió los ojos, levantándose con pesades y afirmando su cabeza como si esta fuera a salirse, Marinette se mordió el labio con culpabilidad, después de todo, ella lo había incitado a beber.

Los ojos verdes se deviaron a la lata, con cautela la tomó entre sus manos y dio el primer sorbo. Cerró los ojos asimilando la dulzura en su boca y por alguna extraña razón ese hecho hizo que un nombre resonara en su mente — Mari. — Pensó, intuyendo que había sido ella quien le había proporcionado alimento.

De pronto divisó el muffin y no pensó ni siquiera dos segundos antes de devorarlo con un hambre abismal.

La chica soltó una pequeña risa, pero la contuvo cuando presenció a Adrien atorarse con la masa viendo como una rubia furiosa salía del elevador. — Ya te habías tardado. — Murmuró la azabache con una mueca.

Chloé se apresuró hasta él, mirando su torso desnudo con evidente enfado.

Adrien levantó una ceja y estuvo a punto de dar otra mordida a su cálido desayuno de no ser porqué su, aún novia, se lo arrebató y lo lanzó a la alberca.

— ¡Oye! — Gritó molesto.

— ¿Donde está ella? — Vociferó. — ¡¿Donde está esa puta, Adrien?!

El muchacho tragó pesado sin saber la razón. Según lo que recordaba, no había hecho nada indebido, por lo que no tendría por qué tener miedo, ¿Cierto?

— ¿Ella? — La negación fue su primer recurso.

— ¿Te vas a hacer el imbécil?

— No sé de que me hablas.

— ¡Claro! Apuesto que viniste a dormir aquí por diversión.

— M-me gustan las estrellas. — Tragó pesado, poco a poco se le acababan las ideas, la cabeza le dolía como los mil demonios y los gritos de Chloé no ayudaban.

— ¡La vi! subimos juntas en el elevador y traía esa maldita bolsa de starbucks y la Red Bull.

— Por favor, pudo haberse detenido en cualquier piso.

— Venía a la azotea. — Dijo entre dientes. — Ella misma me lo confesó, durmieron juntos. 

Adrien cerró los ojos, y toco su frente, fingiendo hacer memoria. — ¿De qué color era su cabello?

— Negro. — El chico abrió los ojos, despegando su mano de su rostro y lanzando una pequeña risa que el creía, podía apaciguarla.

— Oh-h... Hablas de esa chica, claro... Lo había olvidado. — Rascó su nuca despreocupado. — Si... Ella y yo pasamos la noche juntos, pero... — No alcanzó a terminar dado a que la palma de su novia impactó en seco contra su mejilla.

Marinette se removió en su lugar, abasteciendose de su autocontrol para no salir de su escondite y mandar a volar a la princesita.

— Tiene que ser una maldita broma. — Dijo repitiendo sus palabras, las mismas que usó cuando la descubrió con otro en su cama y Adrien se atrevió a preguntarse; ¿Como rayos esa chica podía ser tan hipócrita? — ¿Esta es tu venganza? ¿Contratar a una prostituta?

— ¿Contratar una... Prostituta.? — Llevó su palma hasta e lugar afectado, sobando y dando una mirada llena de odio a su pareja.

No respondió, simplemente tomó sus cosas y se metió al elevador seguida de una muy alterada Chloé.

La azabache resopló, deseaba quedarse a escuchar el resto pero ya se le hacía imposible.

Bajó tras ellos, apresurándose a salir del edificio, llegar al estacionamiento del acuario y largarse de allí rápido.

No sin antes realizar una llamada clave a su tienda favorita.

Adrien entró al departamento en silencio, rememorando los buenos momentos que había pasado hacía tan solo horas, de los cuales recordaba la gran mayoría, a pesar de formarse difusas lagunas en su mente.

Pero todo se interrumpió ante las histéricas vociferaciones a sus espaldas.

Sin poder soportarlo más, entró al cuarto de baño y se refugió en la ducha, dejando a la chica hablando en su soledad.

Estaba increíblemente confundido, la sonrisa de "Mari" se había quedado en mente cual tatuaje. Era una mujer impresionante y bastante inteligente ha decir verdad.

Lo había salvado de una noche miserable, una velada en soledad. Tan solo lamentaba no haber insistido en el tema de su nombre.

Todos los pensamientos sobre la azabache se dispersaron al salir del cuarto de baño y entrar por el humbral hacia su cuarto.

— Adrien... — Sollozó la rubia al notar su presencia. — ¿Qué hiciste?

Chloé lloraba en el suelo, las puertas del closed habían sido abiertas, dejando ver el vacío en el lugar donde antes estaba la ropa de la chica. El colchón seguía tan demacrado como la ojiazul y él se habían encargado de dejarlo la noche anterior.

Y al percatarse de cuanto odio y dolor había causado en la persona que amaba, fue atacada por una furiosa ola de culpabilidad, temiendo que Adrien hubiese dejado de quererla.

Tal vez ya no había vuelta atrás, tal vez ya lo había perdido.

El corazón del rubio de estrujó y luchó consigo mismo para no dejarse caer junto a ella e intentar calmar sus jadeos.

Sus piernas temblaban y aún se encontraba algo mareado.

Todo su mundo era un caos, un completo desastre. No era más que un hombre miserable con el que jugaban como y cuando querían. Ni siquiera estaba seguro si Chloé lo amaba de verdad, más sus lágrimas en ese instante delataban cuan arrepentida estaba de lo acontecido.

— Yo... Yo... — Jadeó con la pena acumulándose, provocándole al rubio un nudo en la garganta. — Yo comprendo que ya no me ames. Pero necesito decirte que lo siento... — Lo observó desde el suelo con arrepentimiento. — Jamás quise que esto ocurriera así.

— ¿Entonces como pretendías que pasara? — Dijo, con los dientes apretados y un dolor de estomago que no se detenía.

— No lo sé, yo... Yo simplemente pensé las cosas mal y actúe como una tonta. — siguió con sus sollozos, la mirada perdida en el suelo y las lágrimas manchando la alfombra del cuarto. — Es mi primer error, Adrien. Solo te pido que me perdones. — El rubio la observaba desde las alturas. Estaba a punto de flanquear.

— Chloé... — No podía desistir, no podía caer.

— Adrien, sabes que siempre serás mi único amor... Nunca amaré a otro como lo hago contigo, por favor... — Los ojos del rubio se aguaron, era exactamente lo que había sentido la noche anterior. Aquel sentimiento de perdida. — Solo te pido una oportunidad más... Por favor. — Rogó. — No puedo perderte, no lo soportaría...

El chico cerró sus ojos con pesar, analizando la situación por la que estaba pasando.

En su mente la imagen de Marinette seguía molestándolo, sin embargo las posibilidades de volver a verla eran casi nulas.

Extendió la mano hacia la chica, ella no dudó en tomarla, impulsándose. — Si quieres otra oportunidad, tienes que ganártela, Chloé.

Ella se negó a soltar su mano. — Por favor... ¿Que tengo que hacer?

— Para empezar, no haberte acosado con otro.

— Tú también lo hiciste, de alguna forma ya estamos a mano.

— No, no lo hice. Simplemente... dormimos. — Dijo con inseguridad. — Además no sé trata de eso...

—  Pues ella me lo confesó, ¿Qué quieres que piense? ¿Cómo quieres que me sienta?

— Pues yo me sentí mil veces peor cuando te vi montando a ese estúpido. — Espetó con desdén.

— ¡No lo digas así!

— ¡Pero esa es la verdad!

Comenzó a sollozar otra vez. — Basta... Por favor. — Intentó acercarse a él, pero Adrien retrocedió dejando el espacio entre ellos intacto. — Una oportunidad, solo eso te pido.

Apretó sus párpados pasando las manos por su cabello. — Mierda... — Susurró cuando una punzada se hizo presente en su cabeza.

— Lo siento, creo que te estoy presionando demasiado.

Él sonrió con ironía. — ¿Tú crees?

Chloé apretó la mandíbula, molesta por la actitud de su novio. — No voy a dejar de amarte, incluso si comienzas a ser malo conmigo y se que tú tampoco lo harás, no tan fácilmente. — Dijo con un toque leve de control y superioridad.

El chico estuvo a punto de aceptar lo inevitable, a punto de tomar la mano que tantos años había sujetado. Más una frase paso fugaz por su mente, armándolo del coraje suficiente. — Necesito que te valores un poco más. — Sabía a la perfección que eran palabras salidas de los labios de la azabache, y decidió darle la razón.

Incluso cuando no recordaba del todo el contexto en el que ella se lo había dicho.

— Necesito un tiempo... — Soltó. Chloé tardó, pero finalmente asintió con una sonrisa amarga. — Quiero... Quisiera estar solo por hoy.

— Claro. — Dijo ella con pesar, pero aún no movía ni un músculo.

— Tu padre tiene uno de los mejores hoteles de la ciudad, ¿Creés que puedas quedarte allí? — Ella no respondió, se estaba tomando cada una de esas hirientes palabras como un insulto. — Y sobre lo de tu ropa... Lo siento, no sé que tenía en la cabeza. — Rascó su barbilla y mordió la parte interna de su mejilla. — Te compraré más si lo necesitas.

La solidez de sus palabras parecía hacerlo inquebrantable, aunque por dentro estuviera roto.

— No hace falta, enviaré a alguien a recogerla. — Dijo cabizbaja, lanzando una última mirada antes de salir del departamento.

El rubio dio un largo suspiro una vez se encontró en su soledad. Buscó a lo largo de la habitación el botiquín, sacando una pastilla que seguramente le ayudaría a llevar mejor la resaca junto a un buen vaso de agua.

Cuando terminó de beber, el teléfono fijo que yacía en su habitación comenzó a sonar, corrió a su encuentro puesto que el insistente sonido martillaba en sus oídos. — ¿Si? — Contestó y en cuanto oyó la voz desde el otro lado supo con seguridad que se trataba del portero.

— Señor Agreste, aquí hay unos repartidores. Dicen que traen algo para usted. — Una mueca de incomprensión resaltó su ignorancia ante el asunto.

— ¿Qué es exactamente?

El sonido prolongado aumentó su curiosidad.

— Ellos... Uhm... Ellos dicen que es... Un colchón.

— Oh... — Lo había tomado completamente por sorpresa. — Así que eres de las que cumplen sus promesas. — Pensó sonriendo contra el teléfono. — Está bien, dejalos subir. — Ordenó emocionado cual niño.

Quizás el nombre de la chica estaría en el documento de compra, más cuando le extenderion el papel para firmar la entrega, tan sólo aparecían sus iniciales; "MC". Había sido una gran jugada sí su objetivo constaba en pasar desapercibida.

Todo se volvió mucho más misterioso al confirmar el valor del objeto, el cuál no era un simple colchón como su portero había asegurado, más bien se trataba de una cama gigantesca, un lujo que no cualquiera se podría dar, incluso él.

Quizás si se esforzaba un poco, podría dar con él paradero de la fémina.

Sin embargo, prefería reservar esa tarde para descansar, disfrutar del grato regalo que había recibido y hasta dormir una merecida siesta.

Antes de iniciar su improvisado plan del día, se dio el trabajo de ordenar el desastre de la noche anterior.

Se dirigió a la ropa sucia, en busca de algo que fácilmente podría perderse en la lavandería y se prometió a si mismo ser mucho más cuidadoso con ello.

Revisó el bolsillo trasero, de donde estaba seguro que la había dejado y entró en pánico al no hallarla.

Su corazón se aceleró, su mandíbula se tensó y sus manos comenzaron a sudar.

La sortija no estaba.

Con desesperación recurrió a la búsqueda, comenzando desde la azotea hasta su departamento. Lo recorrió de un lado a otro, movió cosas y la preciada joya no aparecía.

Estaba completamente seguro que al llegar al edificio seguía en su bolsillo.

Ya no le quedaban uñas por comer ni aire que respirar, la angustia resultaba abismal.

Corrió en busca de su teléfono en cuanto una idea se formo en su mente, maldiciendose por ser tan confiado de una mujer que tan solo había conocido durante unas cuantas horas.

— Nino...— Habló una vez que su llamada fue atendida. Su amigo era al único a quien le confiaba temas como estos. — Creo que acaban de robarme.

§

En ese mismo instante, al otro lado de la ciudad, Marinette tarareaba feliz una canción desconocida para el resto del mundo.

Entró a su penthouse en total calma

Decidió darse esa tarde para descansar. Después de todo, tan solo faltaba un día para volver al trabajo y dirigir una compañía en ascenso era de todo menos sencillo.

En la sala unos brillantes ojos azules la seguían con cautela. — ¡Luka! — Exclamó conmociónada. — ¿Como entraste?

— Ese no es el punto. — Comentó levantándose del sofá. — ¿Se puede saber donde estabas anoche? ¿y por qué cuando intenté llamarte un imbécil contestó diciéndome que estabas comprometida? — Ella se mordió el labio y Luka por inercia llevó los ojos a su mano, levantándola con brusquedad. — ¿Qué es ésta mierda, Marinette? — Preguntó señalando la sortija en el dedo de la chica.

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