4
Cuando llegaron a la parte más alta del edificio el rubio quedó maravillado por la hermosa vista. — ¡Woah! — Exclamó con asombro. — Es bellísimo. — Murmuró.
Había vivido tanto tiempo con la oportunidad de presenciar algo tan espectacular como aquel paisaje y sin embargo, jamás se había dado el tiempo para disfrutarlo.
— Así es. — Se volteó y encontró a Marinette extendiendo la manta entre dos sillas, acomodando los cojines de tal forma que parecía una cama. — Ésta será nuestra habitación por hoy. — Declaró divertida. — ¿Te gusta?
El muchacho asintió, estaba asustado del efecto que causaba la chica en él, tanto así que llegaba a estar preocupado de los extremos hasta los que llegaba su imaginación con tan solo observarla.
Los ojos de Marinette se desviaron hasta la alberca, lanzando una mirada juguetona al rubio. — ¿Alguna vez has nadado desnudo?
Se tomó su tiempo para procesar la pregunta. — ¿Qué? — Exclamó aún confundido, más todo en su mente se distorsionó cuando la vio mecer sus caderas para deshacerse del vestido. — Oh no, no, no, no, no. — Dijo para luego apretar la mandíbula sin despegar sus verdes de la chica en ropa interior.
Se sentó en una de las sillas, retirando la venda de su pie. — ¿Qué esperas? ¿Piensas mojar tu linda ropa de marca? — Sacó la lengua con actitud burlesca.
— Y-yo... — Las palabras se atoraban en su garganta, obligándolo a desistir en su intento por formular una oración.
Nada coherente pasaba por su cabeza, nada tenía sentido. Pensó que con facilidad aquella situación podría representar un escenario onírico.
— Mira lo rojo que estás. — Río ella. — Y eso que aún estoy en ropa interior.
Adrien abrió los ojos impresionados a lo que pensó que era una broma. — No te atreverías.
Su mirada desafiante lo inquietó, volteando alarmado al percatarse de como su sujetador caía sin previo aviso.
Ella saltó al agua sin pensar demasiado en el dolor de su pie, tal y como el rubio afirmó, el dolor estaba desapareciendo progresivamente.
Adrien cubrió su rostro avergonzado.
— ¡Vamos! Quizás solo tendremos esta noche y tienes que acepta que nadar sin nada puesto es bastante mágico.
— Ah- já... Cla- claro, mágico.
— ¡Ven aquí! Tienes que probarlo, Adrien.
— N-no... Creo que paso. — Esbozó una boba sonrisa, en esos momentos el rubio era más nervios que hombre.
— Aguafiestas. — Dijo saliendo desde la alberca y acercándose al varón, quien seguía con su rostro cubierto. — ¿Es porqué no traigo nada? — Cuestionó divertida.
El chico asintió con cautela y ella lo obligó a retirar las manos de su cara. — ¡No! — Se quejó al mismo tiempo que cerraba sus ojos con fuerza.
— Mírame. — Ordenó, pero Adrien negó. — ¡Vamos Adrien! Mírame, pareces un niño. — El chico abrió progresivamente los ojos encontrándose con dos pechos perfectamente redondos y firmes.
La escudriñó sin cuidado desde los pies a la cabeza, relamiéndose los labios con notoria tentación. — Y-yo... — Balbuceó a la par que su respiración se volvía más pesada.
Los músculos de sus piernas se tensaron al sentir como algo en sus pantalones crecía, y es que con tales vistas era casi imposible ser de piedra.
— ¡Hey, hey! — Tronó los dedos frente a su rostro. — Mis ojos están aquí, cariño. — Él no dudó en mirarlos. — Que esté desnuda no significa que puedas mirar a donde se te pegue la gana.
— Ah, s- sí, lo siento. Tienes razón. — Tragó pesado y depositó ambos verdes en el suelo.
Marinette sonrió satisfecha, lo tenía comiendo de la palma de su mano y le encantaba. Se mordió el labio y acarició su mejilla.
— Buen chico. — Susurró con mucha más dulzura.
Él volvió a mirar sus azules, entrando a aquel laberinto del que no estaba seguro si podría salir.
Cuando intentó apartar su mano, el chico la retuvo con la propia. Impidiendo que retrocediera o se alejara. — Ma- Mari... — Tartamudeó con timidez.
Las mejillas de la susodicha se encendieron con tan solo oír su nombre. — Vuelve a tartamudear así y le quito la ropa aquí mismo. — Pensó. — ¿Sí?
— ¿Podrías...? — Soltó un suspiro, sabiendo que se arrepentiría luego. — ¿Podrías ponerte algo de ropa?
Por poco la mandíbula de Marinette cae al suelo de la impresión. — Los hombres solo buscan una cosa y es sexo. — Había oído las palabras de su madre claramente en su conciencia, pero entonces; ¿Qué diablos pasaba con Adrien?
Una infinidad de teorías cursaron su mente y es que se trataba del escenario perfecto, lo llevó a lugares donde jamás había llevado a ningún otro chico, lo sedujo de forma bastante directa e incluso se desnudó.
Era un hombre herido, uno que haría cualquier cosa por reparar su corazón, ¿No?
O quizás simplemente lo leyó mal.
Apartó su mano casi con rabia. — Si me pongo mi ropa interior... ¿Te quedarás más tranquilo? — Asintió como respuesta. — Bien.
Podría haber sido rechazada de la manera más sutil jamas vista, más Marinette no era alguien que se rindiera con facilidad. Quedaba poco de noche, pero quedaba y eso era lo importante.
Una vez con más tela en el cuerpo, se dio otro chapuzón. Incitando al chico a imitarla y este no tuvo problema en hacerlo.
Retiró su polera y pantalones con bastante calma.
Se quedó sólo con el bóxer y rápidamente se sumergió esperando que la fría agua apagara su erección, más era una alberca temperada y los deseosos ojos con los que la chica lo desnudaba no estaban ayudando.
Adrien estaba sumamente incomodo y nervioso, la seguridad de la chica opacaba la de él y aquello más allá de molestarle, le asustaba. Pero por alguna extraña razón algo le impedía irse, algo lo retenía a su lado pues a pesar de todo, se sentía sumamente dichoso.
Otra vez estaban en la misma situación, riendo sin razón aparente y disfrutando de cosas tan simples como una improvisada guerra de agua.
Él nunca había conocido una chica igual, alguien que prácticamente le otorgaba vitalidad con una mirada, alguien en quien confiara plenamente a pesar de tan solo llevar unas horas juntos, alguien que disfrutara la vida de una forma peculiar y extravagante, alguien tan mágica y real como Marinette.
Esa extraña muchacha de cabello oscuro como la noche y ojos tan azules como el inmenso mar, opacaron la totalidad de sus pensamientos y corazón. De tal modo que ya no había espacio para algo como el dolor.
Cada vez le resultaba mas difícil resistirse a el inmenso deseo que le provocaba.
En son de juego, ella se abalanzó sobre el chico con afán de hundirlo, sin embargo, la fuerza de Adrien se lo impidió.
La sujetó entre sus brazos, sonriendo con socarronería. — ¿Acaso intentas ahogarme? — Bromeó.
Ella hizo un puchero molesta — ¿Qué sucedería si así fuera?
— Estarías en problemas.
— ¿Yo? ¿Problemas?
Ella negó y él la tomó entre sus brazos para salir de la piscina. — ¿Qué haces?
El rubio se encogió de hombros para segundos después correr hasta la parte más alta y arrojar a la azabache.
— ¡Adrien! ¡No! — Suplicó antes de hundirse, pero para él sólo sonó como otra de sus bromas.
— No voy a caer. — Dijo sentándose en el borde.
La chica comenzó a chapotear, intentando desesperadamente conservar aire en sus pulmones, jadeando.
La orilla cada vez estaba más lejos y la sonriente cara de Adrien se fue apagando. Tal vez si dejaba de luchar el se daría cuenta, rogaba por que así fuera.
— Ya no es gracioso. — Dijo apenas la vio hundirse. — ¡Mari! — Gritó.
Comenzó a contar en su mente, prometiéndose que al llegar a diez saltaría en busca de ella. Sin embargo no logró alcanzar el numero tres antes de lanzarse y llevarla de vuelta a la orilla.
— ¡Mari! — Gritó, pegando la palma al rostro de la chica. Pero ella no respondió.
Recordó las fugaces clases de RCP que había tomado en la universidad y las aplicó.
Rogó por que fuera una broma antes de comenzar la respiración boca a boca y agradeció a cualquier divinidad existente cuando los labios contrarios presionaron con anhelo. Moviéndose sobre los de él, acoplándose al ansiado contacto.
Al principio se impresionó, ella estaba sana y salva, pero besándole de tal forma que le resultó imposible no seguir con el ansiaso baile entre sus labios.
En el interior de Adrien se desató un deseo insano, pasional y demasiado cálido ha decir verdad.
No sabia con exactitud si era el inmenso calor que le transmitía o esa inusual seguridad que desde ese momento despertó en él.
Se sentía amado... Ha pesar de saber que no era para nada así.
De pronto cayó en cuenta de lo que sucedía, viéndose obligado a interrumpir la muestra de afecto.
— ¿Estás bien? — Preguntó atónito una vez tomó aire.
— ¿Bien? ¿Realmente me preguntas si estoy bien? — Enarco sus cejas. — No sé nadar, por poco me ahogo. — Tragó saliva presenciando los labios entreabiertos del chico. — Aunque...
Ese beso había sido el mismísimo cielo y no solo para ella.
— ¿Qué? — Preguntó preocupado. — ¿Te duele algo? —
— No, pero... ¿Sería mucho pedir que me besaras de nuevo? — Él abrió sus ojos con impresión, analizando el momento.
— ¿Entonces era eso? ¿Estabas fingiendo solo para besarme? — Cuestionó con un deje de molestia.
Ella levantó sus palmas en son de defensa. — Vale, vale... Sí. — Esperó a que la sonrisa que acompañó la frase lo suavizara e increíblemente así fue. — Pero sí me dejaste un buen tiempo allí abajo... De verdad estaba aterrada. — Se abrazó a si misma, sintiéndose vulnerable, Marinette no era de las chicas que admitían sus temores en voz alta y tampoco tenia claro el porqué lo hacía ahora.
— Lo siento y acepto que tengo la culpa, pero eso no te da derecho a... — Sus mejillas se encendieron y carraspeó buscando las palabras adecuadas. — A asustarme de esa manera. — Esto último sonó a modo de susurro, intentando reprenderla cual padre.
Ella bufó molesta, ese imbécil con el corazón roto solía ponerse bastante sentimiental de la nada y no era que le molestara, pero se le hacía extremadamente raro. ¿No podían solo besarse y tener sexo ya? ¿Era necesario pasar por todos esos bochornos, coqueteos innecesarios y muestras de afecto verbales?
Los dos se deseaban, ella lo había terminado de comprobar con su ímpetu ante el beso. Pero por alguna razón Adrien insistía en llevarlo mas allá, como si realmente estuviera buscando el amor que perdió esa noche en la azabache.
— ¿Qué hora es? — Preguntó poniéndose de pie.
El chico se sorprendió de su actitud, ya se estaba preparando para un posible enfrentamiento, incluso ya había preparado algunos argumentos, supuso que ella no era del tipo... ¿Problematica? ¿Existian las mujeres despreocupadas?
— Pasadas las cuatro.
— No es tan tarde.
— ¿Tan tarde? — Lanzó una mirada a su acompañante quien retiraba la vistosa botella de su bolso, otra vez.— Oh no.
— Vamos Adrien, no me la robé del club por nada.
— ¡¿Qué tú qué?!
— Relajate, era una broma. — La destapó con una elegancia admirable.
Se cruzó de brazos preguntándose que tan seguro sería emborracharse junto a ella en particular.
— Esta bien, beberemos. Pero no tanto como para no recordar nada mañana.
— ¿Sería eso tan malo? — No respondió, pero por dentro aún sentía los labios de la chica acoplándose a los de él y se había tratado de algo tan mágico, que sin duda, era un beso que no quería olvidar jamás. — ¡Vamos! ¿O es qué acaso otra vez serás el chico aburrido? — Elevó la botella, centrando su atención. — Un trago por nuestra amistad. — Bebió gran cantidad del brebaje.
El rubio tuvo el impulso de sentir su sabor, pero tenía tanto miedo de besarla otra vez y no poder detenerse que sin darle más vueltas al asunto le arrebató la botella de entre las manos y bebió siendo plenamente consciente de su disfrute ante tal "Beso indirecto".
— Por nuestra amistad. — Repitió.
§
— Y esa es la osa mayor. — Apuntó al cielo colmada de seguridad, Adrien estalló en carcajadas.
— Esa no es la Osa Mayor, es la Osa Menor.
— ¿Qué sabes tú?
— Sé muchas cosas, Mari~ — Canturreo la última silaba.
Para entonces la mitad de la botella ya estaba vacía, Marinette solo presentaba un suave mareo. Pero Adrien ya casi perdía la noción de lo que decía.
Ambos estaban recostados sobre la improvisada cama, mirando el cielo. Ella sobre su pecho, observándolo solo al dirigirle la palabra y él, perdiéndose en sus ojos cada vez que lograba su atención.
Ella se abrazó a él con cariño, levantó su rostro y acarició el de él. — Tienes unos ojos preciosos. — Soltó de pronto el rubio. — Pero apuesto a que siempre te lo dicen. — Y era verdad, se lo decían a cada momento.
Ya fuera en un bar, por la calle e incluso en su empleo. Marinette siempre era "La chica de los ojos bonitos".
Odiaba que resaltaran algo tan banal y simple como lo eran sus ojos, lo oía tan falso. Pero, por alguna razón desde los labios del rubio se sentía completamente distinto, es más, aquella superficial frase llegaba a gustarle.
Le sonrió agradecida por él halago, ya había perdido la cuenta de cuantas veces habia sentido ese molesto calor en sus mejillas. — También me gustan mis ojos. — Ambos rieron.
— Eres muy especial, ¿No?
— ¿Tú crees?
— La verdad sí, nunca antes había conocido a alguien así.
— ¿Te estás declarando? — Él desvío la mirada, avergonzado. — Uh... Declararse no es algo que se haga en la primera cita, Adrien. — Río del inocente chico.
— Esto... ¿Esto fue una cita?
— ¿Se sintió como una?
— Se sintió como más que una cita. — Esta vez fue ella quien apartó su rostro, tal respuesta la había tomado por sorpresa.
— Estás loco, ya deja de hablar. — Sin duda, Adrien era una persona bastante distinta bajo los efectos del alcohol. Mucho más sincero respecto a lo que sentía y de alguna manera, aquello le hacia tomar cierto encanto extra que la volvía loca.
— No puedo.
— ¿Por qué no?
— No lo sé, solo quiero hablar contigo... — Dijo tanteando su alrededor en busca del licor.
— ¿Solo quieres hablar?
— Por el momento... Sí. — Esbozó una picara sonrisa. — Pero quizás después... — Sí, definitivamente el licor hacía añicos su falta de confianza.
Comprendo, tendré tu oferta en mente. — Río acurrucandose un poco más a su pecho. — Está bien señor sociable, ¿Que quieres saber?
— Para empezar más sobre ti. — Tocó la punta de su nariz con el índice. — ¡Vamos Mari! Hasta te traje a mi departamento.
— Entonces pregunta.
— ¿De verdad te llamas Mari?
— No, es solo un diminutivo.
— ¿Cual es tu verdadero nombre?
— Si te lo dijera, tendría que matarte. — Él rodó los ojos.
— Prefiero no arriesgarme. — La chica soltó una carcajada. — Siguiente pregunta; ¿Por qué el acuario?
Dudó en responder, pero finalmente recurrio a la verdad. — Era nuestro lugar especial, Mio y de...
— ¿Tu novio? —
— Mi madre.
— ¿No va a enfadarse tu mamá si se entera de que me llevaste a ese lugar especial? — La observaba divertido, pero el semblante de la chica cambió radicalmente en un par de segundos.
— Ella está muerta. — Soltó.
El joven abrió los ojos con asombro y la culpabilidad lo atacó. — Lo siento... Si te hace sentir mejor, mi madre también está muerta.
— ¿De verdad? — Preguntó con falsa impresión. Después de todo, ya conocía la historia de los Agreste al pie de la letra. — También lo lamento.
— No, no... Ni siquiera la conocí, murió en el parto. — Agitó la mano despreocupado en el aire. — Su recuerdo no es algo que me preocupe.
— Ya veo... Pero, tu padre te trata bien, ¿No?
— Supongo, hace lo que puede... ¿Y el tuyo?
— No lo conozco.
— ¿Creciste en un orfanato?
— ¿Qué? Claro que no. — Comenzó a trazar un camino con sus dedos desde la palma de su mano hasta el antebrazo de Adrien, acariciandolo con cariño. — Viví durante un tiempo con una de las amigas de mi madre, luego tuve la oportunidad de independizarme y lo hice.
— Has estado muy sola, ¿No? Digo, además de tu herman...
Ella lo interrumpió, alarmada por extender tal mentira. — Amigos no me faltan. — Sonrió con picardía.
— No hablo de simplemente amigos... — Acomodó uno de los mechones detrás de su oreja, rozando esta con todo el aprecio que sentía hacia ella en ese momento. — Hablo de amor, amor genuino... — La piel de la azabache se erizó, cerrando los ojos momentáneamente. — No solo de... ¿Amantes de una noche? — Levantó una ceja y se encogió de hombros esperando no haber herido a la chica.
— No lo necesito, es ridículo.
— Todos lo hacen.
— Estas loco, ya bebiste demasiado.
— Puede ser, pero en el fondo sabes que tengo razón. — Dijo, dando otro gran sorbo.
Para entonces la joven había perdido todas las ganas de seguir bebiendo, las estupideces que salían de los labios de Adrien eran su nueva adicción. — ¿Alguna otra pregunta?
— ¿Cómo se llama tu novio? — Ella se paralizó a la vez que un cúmulo de posibles nombres llegaban a su cabeza.
— Lu- Luka — Titubeó.
Sí, probablemente la mataría al enterarse de que otra vez uso su nombre para alguna de sus fechorías.
— ¿Vas a terminar con ese tal Luka?
Sonrió. — No.
— Pe- pero... — Un pequeño malestar que no pasó desapercibido se produjo en el pecho del rubio, y no pudo evitar compararlo con el dolor que sintió al descubrir a Chloé en brazos de otro. — ¿Incluso después de lo que te hizo? — Intentó ignorarlo, pero simplemente persistía.
— ¿Ahora ves lo estúpido que suenas? — Adrien torció sus labios en una mueca. — Escucha, no te diré que termines con Chloé por qué, por más que lo intente, no logro comprender tus sentimientos. — Masajeó la dorada cabellera con sus manos, deleitándose con el rose que esta proporcionaba contra su piel. — Pero quiero que tengas algo claro. — Acunó su rostro entra ambas palmas, mirándolo directamente a los cansados ojos que rogaban por algo de comprensión. — No te valoras lo suficiente.
— ¿Qué no me valoro? — Río entre dientes. — Estás exagerando.
— ¿Por qué te acercaste en el bar?
— Estaba preocupado, digo, parecías tener problemas y creo que cualquier persona... — Marinette lo interrumpió con una súbita negación.
— No. Sigues diciendo que cualquiera lo habría hecho pero es una mentira, nadie en este mundo es capaz de ser tan estúpidamente amable. — apretó el puente de su nariz orando por paciencia. — Estuve desnuda frente a ti, Adrien, completamente desnuda y tuve que engañarte para poder besarte. — Suspiró agotada. — Lo que quiero decir es... Es que eres una persona demasiado buena para Chloé. Tu no te mereces esto, no mereces nada de lo que te está pasando. — Acarició su brazo hasta llegar a sus manos, tomo una de ellas entre las suyas, llevándola a sus labios y besando sus nudillos. — Necesito que te valores un poco más, que seas consciente de quien merece tu amor y quién no lo hace.
— Pero entonces... ¿Quién lo merece si no es la mujer con la que he estado toda mi vida? — Marinette bajó el rostro, ya no tenía nada más que decir, el rubio había entrado a su lugar sensible, aquel del que pocos conocían, aquel que ocultaba bajo el carácter que tanto le había costado forjar. — Es más... Mira esto. — Buscó en el bolsillo trasero del pantalón que yacía en el suelo, exhibiendo la pieza de joyería ente los azules que lo miraban incrédulos. — Iba a dárselo hoy, justo antes de hallarla con ese imbécil. — El agobiante sentimiento de infidelidad lo inquietó nuevamente. Pero el mismo, se disipó tan rápido como llegó al concentrarse en el angelical rostro frente a él. — ¿Quien lo merece? — Volvió a preguntar, a la vez que su conciencia le gritaba que la respuesta estaba más cerca de lo que el creía.
— Eso tendrás que decidirlo tú. — Le sonrió con sinceridad, esperando a que el rubio oyera sus palabras y cayera en cuenta de hacia donde debía dirigir su vida. — Guarda ese anillo y entregáselo a alguien que realmente lo merezca.
El chico volteó hacia el cielo, meditando los dichos de la joven que eventualmente lo habían conmovido.
Ambos quedaron en silencio, más no era uno incómodo, sino uno sumamente grato, placentero y reflexivo.
Adrien volvió a beber de la botella, esperando a que el impulso se hiciera más fuerte y que el alcohol le diera el coraje suficiente para cometer la tontería por la que su corazón rogaba.
Abrazó a la chica por la espalda, pegandola a su cuerpo y cerro los ojos alrededor de un minuto, con los sonidos de la ciudad de fondo.
Acarició sus brazos descubiertos, su cuello hasta llegar a su cabello y hundió la nariz en este, aspirando un aroma tan dulce que el joven creyó que lo que realmente estaba embriagándolo era la esencia de la misteriosa mujer.
Marinette cerró sus ojos también, quizás se estaba dejando llevar demasiado por los nuevos sentimientos que hacían estragos en su interior, pero hasta el momento nada se había salido de control. ¿No?
— ¿Que pensarías si te dijera que ya encontré a la mujer que merece este anillo? — Susurró claramente más ebrio contra al oído de la chica, tomando su mano con delicadeza y depositando el anillo en el dedo anular de esta.
Ella se alteró por tal acción, pero antes de que pudiera decir una sola palabra el chico unió sus labios de forma tan dulce y pasional, que ni siquiera intentó negarse.
Tal vez las cosas si se habían salido de control después de todo.
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Originalmente este cap era para la próxima semana, así que agradezcan a Marichat8989, quien con sus encantos me convenció de subirlo antes 😭
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