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36

Masajeó sus cienes, incapaz no encontrar sentido a su nueva hipótesis e incluso la idea de llamar a Luka y preguntarle directamente sobre los hechos no se le hacía tan descabellada.

Repitió la rutina de su amigo ese día, los lugares en donde había estado, las cosas que había hecho y cuánto había tardado.

Sus manos temblaron mientras sostenía la pieza de joyería y su cabeza comenzó a trazar distintas posibilidades que llevaban al mismo punto.

Su boca se secó y una ansiedad insana se apoderó de ella.

De pronto todo cobraba sentido, porque en el pasado Luka ya había tenido una actitud agresiva con Adrien, porque aquel chico solía ser bastante posesivo con ella, porque más de una vez había amenazado a algún pretendiente de la azabache. — Por Dios... — Se cubrió los labios cuando las suposiciones tomaban cada vez más forma junto a los pensamientos que de alguna u otra manera argumentaban las ideas en su mente y se sintió demasiado estúpida al dejar que aquello llegara tan lejos.

Bajó hasta la recepción, hallando al conserje de turno repartiendo los paquetes en los lockers correspondientes a cada residente. —. Buenas noches. — Saludó junto a una sonrisa que disfrazaba el río que había salido de sus azules. —. ¿Sería posible que me enseñara algunas de las grabaciones del elevador?

— Bueno... para mostrarle algo así necesitaría una orden de un juez señorita Cheng. — Sentenció junto a una seriedad poco creíble, lanzando una carcajada segundos después. —. Es broma, ¿qué le gustaría ver? — La chica suspiró aliviada, conocía muy bien a los
conserjes de su edificio y aún así no se acostumbraba a esa contaste necesidad de bromear.

— Las de esta mañana, por favor.

— De inmediato, ¿busca a alguien en concreto? — Cuestionó a la vez que presionaba algunos números sobre el teclado y sus ojos se movían veloces por la pantalla. Marinette no perdió sus acciones en ningún momento.

— A un hombre... dos en realidad.

— ¿Dos hombres? Veamos... — La imagen apareció en la pantalla, mostrando en primer lugar las grabaciones del primer elevador, no encontrando absolutamente nada. Sus esperanzas entonces recayeron en los restantes y sin embargo tampoco hallaron nada en el segundo, fue ya hasta el tercero que aquellos rebeldes mechones rubios iluminaron su mirada, sonriendo con verdadera felicidad al verle llegar en su búsqueda, padeciendo una angustia monumental al identificar a Luka a mitad del pasillo.

Se mordió el labio aguardando a las acciones de ambos jóvenes, intentando ignorar el escalofrío que cruzó su espalda sin previo aviso al verles dirigirse de nueva cuenta al elevador. — ¿T-tienes las grabaciones de la entrada? — Cuestionó con los nervios a flor de piel hecho que logró alertar al conserje.

— Señorita Cheng, ¿está usted bien? — Cuestionó al percibir la palidez de sus facciones.

— Estoy excelente, ahora por favor... necesito ver las imágenes de la entrada.

El hombre tragó grueso, dudando de lo que la chica tramaba por lo que, haciendo un esfuerzo, logró restarle importancia al asunto y procedió a reproducir las imágenes exactas en donde Adrien ingresaba al vehículo de Luka, aquel en el que Marinette había estado hacía unos cuantos minutos atrás.

La realización llegó a su cabeza de golpe, sofocándola en un mar de dudas cuyas respuestas estaban tan claras como el agua, encerrándola en una habitación donde la única verdad yacía frente a ella, Aquella oscura y abrumadora realidad de la que tantas veces había intentado escapar.

E incluso en ese momento, no pudo engullirla por completo.

— No puede ser...— Pronunció cubriéndose los labios. —. No puede ser... — repitió y antes de que el hombre pudiera cuestionarla, corrió a la puerta del elevador, encerrándose dentro de este.

Cubrió su boca con la palma de su mano, pues las náuseas producto de la angustia eran insoportables y esperó a que la interminable subida cediera al crucial tiempo con el que contaba.

— Alya. — Habló fuerte y claro a través de su teléfono mientras conducía el automóvil que la aseguradora había puesto a su disposición, logrando que la morena percibiera aquel tono tan característico presente en los momentos más ansiosos de su amiga.

— ¿Ya sabes algo? — Preguntó ilusionada la morena, convencida de que Gabriel o inlcuso la policia había aparecido en el portal de Marinette con buenas noticias. —. ¿Lo encontraron?

— No... — Pronunció la chica, jugando con la pieza de joyería en su mano libre. —. Pero encontré su anillo en la chaqueta de Luka, Alya.

— ¿Cómo? — Cuestionó sin acabar de comprender la frase que salía de la boca de Marinette.

— El anillo de su madre, se lo acababa de regresar justamente esta mañana ¿y ahora resulta que Luka lo tenía?

Lo que dices no tiene sentido, Marinette.

— Lo sé, mucho menos si te digo que la cámara de seguridad registró a Adrien subiendo al automóvil de Luka, ¿no?

Cesaire sofocó un jadeo de sopresa contra la palma de su mano y Marinette procuró mantener la vista fija en la vía mientras intentaba no dejarse alterar por las alertas que retumbaban en su mente.

Luka me dijo que no le había visto hoy, me lo prometió...

— Será que le encanta mentirnos o está involucrado en todo esto, porque no hay otra razón que me quepa en la cabeza. — Alya pudo oír perfectamente el claxon de unos cuantos vehículos que Marinette pasó a toda velocidad.

— ¡¿Estás conduciendo?! — Cuestionó su amigo en un tono histérico. — ¡Oh no Marinette! ¡¿Dónde démonos crees que vas?!

La azabache bufó a través del aparato, suponiendo que Alya tenía perfectamente claro de cuál sería su paradero. —. A casa de Luka, tengo que asegurarme...

— ¡No! — Vociferó Cesaire. —. ¿Y si Luka realmente está metido en toda esta mierda, Marinette? ¡¿Y si intenta hacerte algo?! ¡No puedes ir allí tú sola!

— A este paso Alya, estoy rezando porque Adrien se encuentre con Luka, no puedo soportar ni un segundo más sin saber de él. — Los azules de la chica se fijaron en la inmensa luna que asomaba tras los edificios de la ciudad, prometiéndose a sí misma que todo estaría bien, que todo saldría bien. —. Y no te preocupes, Luka no va a hacerme nada, no es capaz. — Dijo más segura de lo que debería.

— ¿Quien te lo asegura? — Habló su amiga entre dientes y la joven no pudo evitar preguntarse lo mismo. —. Maldición Marinette, de esto tiene que ocuparse la policía, ¡no tú!

— Lo siento Alya... pero todo esto es mi culpa. — Pronunció con la vi quebrada e incluso desde el otro lado de la línea la morena asumió el llanto de la azabache. —. Perdóname por todo lo que te he hecho pasar... a ti, a Adrien... a mamá.

— No es tu culpa, Mari ¿qué cosas dices?

— Lo es y al parecer estoy maldita porque no logró entender como es que todos a mi alrededor siempre salen lastimados...

— Marinette...

— Es todo, se acabó.

— ¡Marinette!

— Nos vemos. — Anunció antes de finalizar la llamada y segundos después apagar su móvil.

Había un solo objetivo en su cabeza y no quería distracciones en su camino.

La piel de Marinette era suave, demasiado para el nulo control de Luka.

Los ojos de la chica eran azules, tan azules como el más precioso cielo él sabía a la perfección.

Aquellos labios por naturaleza colorados, su cabello tan negro y brillante, aquel endemoniado carácter que tan solo una persona había logrado domar, un hombre que no era él.

Fue precisamente ese pensamiento el que lo sacó del trance en el que se encontraba.

Aparcó el automóvil en su lugar dentro del edificio y se quedó unos cuantos segundos en ese lugar, meditando.

El arma que acababa de adquirir por medios poco convencionales yacía aún escondida bajo el asiento y la sola idea de sujetarla entre sus manos le abrumaba.

Sin embargo ya no había vuelta atrás.

Luka había actuado de la forma más ruin, y aquel hecho calaba en su alma como la más filosa de las dagas.

La historia se repetía y el trabajo sucio caería sobre sus manos una vez más.

Bajó del automóvil decidido, con la presión extendiéndose por su pecho, por su cuerpo entero.

Apenas abrió el maletero, las pupilas de Adrien se contrajeron por la inminente pero aún así tenue luz del subterráneo donde el infeliz había ido a parar con él.

— Camina. — Ordenó con voz dura una vez el rubio puso sus pies sobre el suelo.

La débil mente de Adrien se tardó unos segundos en comprender donde estaba, que había pasado y lo que estaba a punto de ocurrirle al sentir sus muñecas adoloridas por la cinta aislante de las retenía, su cabeza matándolo por el reciente golpe que había sufrido, pero sobre todo al identificar el arma sobresaliente del bolsillo de Couffaine.

Queda tan poco y al mismo tiempo mucho, perdón me da pereza escribir 😩

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