16
Apretó las sábanas cuando sintió la primera lágrima rodar por su mejilla. No sabía exactamente desde cuándo se había vuelto tan sensible, parecía que Adrien era la única persona capaz de sacar ese lado en ella.
Acarició la almohada donde deberían haber estado esparcidos sus rubios cabellos, añorando la noche anterior, lo maravilloso que había sido con ella y cuanto la había amado.
Reprimió esa insistente voz en su cabeza que no dejaba de repetirle que así es como debió ser su primera vez, bufó enfadada al darle la razón y sumamente arrepentida de no haber buscado a ese Adrien que por aquel entonces no tenía más de quince años.
Otra lágrima cayó, silenciosa pero con un peso sentimental enorme.
Bajó su mirada enfocándose en sus manos, acariciando, recordando la suave piel del rubio, añorando tocarla.
Comenzó a pensar que todo recaía en ella, era su culpa. Quizás si un solo "te amo" hubiese salido de sus labios, esa mañana estaría abrazada a una de las pocas personas que aún valían la pena en el mundo.
Se arrimó a las sábanas, ocultando su desnudó cuerpo en ellas, haciendo un esfuerzo sobrehumano por no caer en el mar de lágrimas que ya casi se le hacía inevitable.
— ¿Marinette? — Oyó desde el marco de la puerta, pegó un pequeño salto al ser tomada por sopresa y limpio con disimulo el rastro de ambas gotas, manteniendo la tela pegada a su cuerpo.
— ¿Estás aquí? — Susurró sintiéndose en extremo estupida.
Adrien caminaba hacia ella con una bandeja en sus manos. En ella descansaban dos pequeñas tasas rellenas de café junto a cuatro tostadas que parecían tener mantequilla derretida. — Claro que estoy aquí. — Dijo divertido. — Si- siento si investigué en tu cocina, pero quería darte una sorpresa...— Anunció sonriente y algo avergonzado mientras depositaba la bandeja sobre la cama y dejaba ver que estaba vestido solo con bóxers y su camisa abierta, dejando ese perfecto cuerpo al alcance de cualquier ojo curioso y Marinette tenía un buen par de esos. — ¿Qué sucede? — Preguntó al notar su triste expresión y los azules llorosos. — ¿Es por qué me metí en tu cocina? ¡Juro que no vi nada que no debería ver! — Dijo exaltado. — Además de dos paquetes de condones que nos hubieran ido de maravilla anoche, pero esos los vi en tu baño. — Pensó algo preocupado, bajando su mirada y apretando los labios en una mueca.
Y entonces, cuando volvió a su rostro notó que todo rastro de tristeza fue reemplazado por una suave y tierna risa.
— Eres tan tonto. — Mencionó observando la comida, valorándola de tal forma que se le hacía casi imposible comerla. — Solo tuve un mal sueño, eso es todo.
— ¿Quieres contármelo? — Marinette negó. — ¿Segura?
— Completamente. — Sus verdes descendieron hasta la cama, algo triste por no tener la confianza absoluta de la azabache.
— Está bien. — Soltó en un suspiro, resignado. — ¿Cuantos cubitos de azúcar quieres?
— Ninguno. — Respondió con simpleza para luego llevar la taza a sus labios y beber del café puro, deleitándose con su amargura. — ¿Qué? — Cuestionó al percatarse del rostro anonadado en su contrario.
— Eres una mujer muy extraña. — Enarcó las cejas algo preocupado por los exóticos gustos de la azabache.
— Y aún así estás loco por mi. — Comentó con sus ojos cerrados y una sonrisa en el rostro. — No te culpo. — Se encogió de hombros graciosa.
— ¿L-loco? — Los colores acudieron a su rostro. — Creo que esa es una palabra algo exagerada, ¿sabes? — Exclamó a pesar de saber que no había cosa más cierta. Pero entonces Marinette dejó caer la delgada tela que cubría la parte superior de su torso, exponiendo ambos pechos ante los verdes del rubio que no perdieron tiempo antes de quedarse prendidos en ellos sin ningún escrúpulo, relamiéndose al recordar como pasó su lengua por aquella zona hacía tan solo unas cuantas horas atrás.
— ¿Decías? — Hablo la muchacha con suficiencia y tembló al notar que él no apartaba la abrasadora mirada, devolviéndole ese preciado calor que le había quitado al separarse de ella esa mañana. — ¿Adrien? — El rubio volvió en si y junto a su rostro desconcertado, se aclaró la garganta disimulando lo recién ocurrido.
— Reitero, muy exagerada. — Dijo firme mientras se quitaba la camisa para depositarla sobre los hombros de la chica y finalmente cubrirla con esta. — Así está mejor. — Sonrió satisfecho del resultado, por lo menos los senos de Marinette ya no estaban a la vista de su creciente e insano deseo.
Ella no se opuso, el aroma que desprendía aquella prenda podría fácilmente catalogarse como la más exquisita droga que pudo haber probado en su vida.
De pronto la pantalla del móvil de la joven se encendió, mostrando una notificación emergente. Era rosa pálido, con una pequeña flor en la esquina, Adrien se fijó muy bien en ella y la reconoció al instante. Era la misma app que Chloé usaba para controlar su periodo.
Marinette ojeó la pantalla con disimulo y luego se volteó para sacar una pequeña tira de pastillas desde el cajon de su mesita de noche.
Al percatarse de lo que se trataba, el rubio lanzó un suspiro aliviado, mismo que la chica no pasó por alto. — ¿Realmente crees que voy por la vida teniendo sexo sin mi propia protección? — Exclamó llevándose una de las píldoras a su lengua y tragándola con la mínima cantidad de café. Aquella frase hizo estragos en el humor de Adrien, estaba celoso de cada maldito hombre que estuvo en esa cama antes que él. — Para tu información, no suelo hacerlo sin condón. — Dijo alcanzando su torso desnudo al reparar en la actitud que había tomado, acariciandolo con sus dedos a la vez que una mirada llena de lujuria se impregnaba en sus ojos. Pero Adrien seguía con su semblante serio. —Aunque... tú eres una excepción, cariño. — Y bastó esa frase para que el rubio cayera ente ella nuevamente, tomándola desprevenida al acercarse y besarla con fuerza. — Mucho más que una excepción. — Declaró, y la sonrisa del rubio se ensanchó mientras ella tomaba ambos lados de su cara para volver a besarlo, esta vez obligándolo a abrir sus labios en un quejido involuntario que salió cuando Marinette mordió el inferior y de inmediato aprovechó de inmiscuir su lengua, dando paso a que Adrien se deleitara con el sabor amargo del café puro que aún yacía en su boca.
Sintió los labios de la chica viajar desde sus labios hasta su oreja, pasando por la extensión de su mandíbula para finalmente morder y tirar de su lóbulo con una sensualidad monumental. — Ma- Mari... — Jadeó y aquello funcionó como un impulso para la joven, atrayéndolo hacia ella hasta que estuvo atrapada entre los fuertes brazos de Adrien y el marco de la cama. — T-tengo que trabajar... — Intentó decir, tan acalorado como para tomarla allí, en ese preciso instante.
— ¿Trabajar? — Preguntó entre besos y él asintió embriagado por el exquisito sabor. — Hmmmm... ¿Quién necesita trabajar? — Susurró contra sus labios, perdida en la dulzura de los mismos. Hasta que de pronto, comenzó a repasar su propia frase.
¡Ella necesitaba trabajar!
Era ese día, ese maldito día en donde abría otra junta corporativa y Ladybug ya había faltado a la anterior.
Lo alejó con fuerza desde los hombros y el la observó confuso. — ¿Qué sucede? — Cuestionó molesto cuando el contacto fue interrumpido.
— Tienes razón, debes ir a trabajar. — Declaró con una sonrisa en su rostro que se le hizo demasiado extraña al rubio.
— Podría faltar hoy, no me importa. — Y aquella propuesta se le hizo enormemente tentadora.
— ¿Por mi culpa? No, no lo harás. — Contradijo con falso enfado para luego deshacerse de la camisa y devolverla a su dueño, pero Adrien la volvió a poner en su lugar, depositando un suave beso en su frente.
— Quédate con esta, tengo algunas más en mi oficina. — Declaró con una sonrisa fingiendo amabilidad, cuando en realidad, solo estaba marcando territorio en el departamento de la chica, ya más tarde traería su cepillo de dientes.
Lo que Adrien ignoraba era que a cinco pasos de él, en una de las repisas del closed, habían muchas más sudaderas y camisetas de Luka de las que él podría imaginar.
Aún así Marinette sonrió complacida. Conocía muy bien esa jugada y no le molestaba para nada. — ¿Qué usarás tú entonces?
— La chaqueta y la americana me cubrirán lo suficiente hasta llegar a Gabriel's, creo... — Ella se encogió de hombros y dichosa le regalo un inesperado beso. — Sabes... Si quieres que me quede, solo tienes que pedirlo.
— Tranquilo. — Dijo con una sonrisa en su rostro. — Estoy bien. — Mintió cuando en realidad lo único que deseaba era tenerlo a su lado hasta que el sol se volviera a esconder.
— S-sí... — Susurró, no muy convencido de su propia decisión. — Mi chofer está llegando.
— Será mejor que bajes. — Murmuró ella reprimiendo sus instintos.
El rostro de Adrien exhibió una mueca, se incorporó y procedió a vestirse.
Su americana abierta le daba un aire sumamente sensual, se sintió mal al dejarlo desnudó mientras ella se regodeaba en el aroma de su camisa. Pero su chaqueta parecía lo suficientemente gruesa como para abrigarlo de la potente helada que estaría cayendo sobre Paris.
Ya completamente arreglado volvió a sentarse a su lado, acariciando los nudillos de la chica con cuanto cariño pudo.
Verde y azul no se apartaban el uno del otro, resistiendo al sentimiento de vacío que se avecinaba.
Adrien se aproximó y la besó sin previo aviso. Fue un beso largo y algo doloroso. — Mari
— ¿Sí?
— Quería... quería saber si había alguna posibilidad de que... bueno, ya sabes. — Contempló sus azules, tan mágicos como siempre, hipnotizantes y hermosos. Aquella mirada tan segura con la que lo atacaba no estaba ayudando para nada, así que simplemente reunió el coraje y lo soltó en una rápida frase. — De que yo pasara por aquí esta tarde. —Su voz y el sonido de su garganta mientras tragaba delató cuan nervioso se sentía.
— Supongo que no hay problema. — Dijo despreocupada.
— ¿En serio? — Marinette asintió y un escalofrío recorrió su espalda cuando una perversa sonrisa se dibujó en el rostro del rubio, junto a ese aire felino que solo la hacia imaginarse cosas inadecuadas. — Entonces... Te veré por luego, princesa. — Besó su frente y se distanció hasta el marco de la puerta.
Marinette arrugó la nariz mientras lo observaba salir de la habitación, escuchar tal apodo había sido demasiado cursi para su gusto, pero mientras más se lo repetía, mucho más feliz se sentía.
Antes de marcharse, el joven se dirigió con discreción hasta el aseo, sacó las dos cajas de preservativos que minutos atrás había encontrado y las guardó en su saco.
Ella había dicho que no solía hacerlo sin protección, ¿No? Pues si no la tenía, entonces tampoco sexo con cualquiera que no fuera él.
Se negaba a admitirlo en voz alta, y cuando la peculiar idea pasaba por su cabeza no hacía más que desecharla. Pero la verdad era que tenía miedo, estaba aterrado de que Marinette estuviera con otro que no fuera él.
Adrien nunca había sido celoso. Es más, en su momento Chloe se daba la libertad de salir con sus amigos y el estaba completamente bien con ello. Sin embargo no lograba comprender porque con la azabache era tan diferente.
Ella era un ser humano, no un objeto. Lo tenía claro. Pero simplemente no podía evitarlo, al parecer el rubio era mucho más egoísta de lo que aparentaba. Imaginarla en unos brazos que no fueran los suyos no hacía más que enfermarlo. Incluso verla allí con ese tal Luka, le había puesto los pelos de punta. A pesar de que solo se había tratado de una conversación.
Masajeó sus sienes alejándose de ese mar de posibles problemas y concentrándose en lo que era realmente importante; había hecho el amor con Marinette y la mejor parte es que a ella pareció gustarle.
§
Marinette oyó la puerta de la entrada cerrarse despacio, así era Adrien; cuidadoso, suave y tierno.
Tan solo le había pegado dos mordidas a una de las tostadas y eso le preocupó. — ¿Estará comiendo bien? — Se preguntó y de inmediato le restó importancia. — No soy su madre para preocuparme de esas cosas. — Sin embargo el sentimiento no quería marcharse.
De pronto cada movimiento de Adrien le importaba, los problemas del rubio comenzaban a transformarse en los suyos y aquello la enfadada un poco.
Suficiente tenía ya con sus propios dilemas emocionales como para preocuparse por los del resto. Pero a pesar de qué intentaba convencerse a sí misma de ello, no podía sacarse ese par de verdes de su cabeza.
Se levanto y caminó hasta la sala, negándose a creer que estaba sola otra vez.
Marinette había sido solitaria la mayor parte de su vida, unos pocos amigos por aquí otros por allá. Pero jamás se vio unida a nadie. Es por eso que le extrañaba el hecho de que por primera vez, esa característica soledad le molestaba y mucho.
Adrien se había marchado, llevándose aquel calor que la envolvió a cada segundo mientras él estuvo en su morada.
Pegó un gran suspiro y se dirigió hasta su portátil. Realizó algunas llamadas, preparó el lugar e inició su asistencia a través del aparato.
Ya todos estaban en sus respectivos puestos dentro de la pequeña sala, incluso la computadora que portaba la distorsionada voz de Ladybug.
Todos a excepción de Adrien.
Gabriel parecía tenso ante la irresponsabilidad de su primogénito y de un segundo a otro salió de la sala.
Los minutos pasaban y el rubio aún no se hacía presente, tanto así que a Marinette le dio tiempo de beber lo que quedaba de café y comer sus dos tostadas.
Otra vez comenzó a preocuparse, ¿le habría pasado algo? ¿un accidente? ¿estaría a salvo?
Las dudas llenaron su mente y la inseguridad predominó en cada una de las retorcidas ideas.
Buscó en con su mirada fija en la pantalla, deseando lograr localizar a Gabriel, sin embargo este entró aproximadamente un minuto después.
— Adrien llegará tarde, está en un atasco. —Marinette pudo respirar nuevamente. —Supongo que podemos comenzar sin él.
— La verdad, me gustaría que esperáramos por tu hijo, Gabriel. — Habló Ladybug. — Él es parte de esta compañía y creo sería una falta de respeto comenzar una reunión tan importante cómo está sin su presencia.
El mayor sonrió y coincidió con la muchacha. — Estará aquí en unos veinte minutos. — Comentó. — Le pido paciencia. — Y entre cuchicheos y malas caras, los demás miembros del consejo acabaron por aceptar.
Aproximadamente catorce minutos después, el rubio entró apresurado a la gran sala de juntas, todas las miradas se dirigieron hasta él, inquietándolo.
A paso lento se caminó hasta su lugar anteriormente asignado, justo al lado de su padre. — Disculpen mi impuntualidad. — Dijo a la vez que intentaba evitar el contacto visual con cualquiera de los presentes. — No volverá a ocurrir. — Agregó.
— Eso espero. — Comentó Gabriel con la dureza presente en sus palabras.
Ladybug se reservó cualquier tipo de comentario.
La reunión avanzó más rápido de lo esperado; unos cuantos gráficos, fechas innecesarias, nombres y fotografías de candidatos a modelos y por último la elección de los diseños.
— Adrien. — Habló la chica a través de las bocinas de la laptop que la representaba en cada junta. — me di el tiempo de reparar en tus diseños y la pulcra presentación con la que nos deleitaste.
— ¿A sí? — Contestó dolido, creyendo que todo se trataba de una vil broma por parte de la voz detrás de la máquina.
— Cometí un error ese día al desprestigiarte y decidí que vamos a tomar tu trabajo para la próxima colección. — Los verdes del rubio se iluminaron estupefactos. Era una maravillosa noticia, en una mañana excepcional, en un día que cada vez se tornaba mejor.
— Marinette debe ser de buena suerte. — Se dijo a si mismo a la vez su sonrisa se extendía. — ¿D-de verdad? — Logró articular exhalando dicha por cada poro. — Pero usted dijo que los trabajadores no tenían tiempo extr...
— No te preocupes. — Lo interrumpió de forma abrupta. — Haremos un esfuerzo. — Dijo firme. — Felicidades, eres uno de los diseñadores que asistirán a la pasarela y por favor, llámame Ladybug.
Aquella alegría, la misma que sentía en ese momento debía ser anormal. Sin duda anormal.
Buscó los azules de su padre y él lo observaba con una sonrisa repleta de orgullo. — ¡Muchísimas gracias! — Exclamó casi gritando hacia la laptop y tras aquello la pantalla de apagó.
Marinette se quitó los cascos. La reunión había terminado y así su papel de Ladybug.
Sacó algunos archivadores que tenía especialmente guardados bajo su escritorio y comenzó uno por uno a poner las prioridades de la proxima muestra en orden.
Por más que odiará a Gabriel, por más que extrañara a su madre, por mucha sed de venganza que tuviera, la verdad era que ese trabajo le gustaba.
Bocetear, diseñar y organizar se había convertido en su vida.
Halló su pasión en el lápiz y la blanca hoja, en coser telas y en la creación. Sonrió cuando aquellas torpes líneas se habían convertido en un lindo y prometedor vestido.
Sin duda, ella había nacido para ello.
El reloj dio las dos antes de que terminara con la pendientes y decidió que ya era tiempo de cumplir con aquella tradición anual.
Se dió una rápida ducha, recogió su cabello en una coleta y contempló sus mejores lentes para la ocasión, a pesar de que ni siquiera un mísero rayo de luz se colaba por las nubes.
Observó el calendario para corroborar que aquel día era el indicado, acariciando el papel casi con rabia. Tomó las llaves del auto y se dirigió hasta el Cementerio del Père-Lachaise, donde su madre descansaba después de tantos años.
El clima seguía extraño, los nubarrones no se apartaban del cielo parisino y de alguna forma aquello presagiaba algo malo.
Compró un ramo de rosas, el más hermoso que encontró y caminó por el sendero repleto de mausoleos.
Sintió su móvil vibrar a causa de la llegada de un mensaje. Sonrió para si misma al percatarse que era de parte de Adrien. En él, el chico le detallaba con efusividad como era que había conseguido un puesto en la próxima pasarela y que quizás, Ladybug no era una mala persona después de todo.
Se sintió realizada y feliz, aún cuando aquella acción no le había beneficiado para nada.
Dejó que el frío viento recorriera su rostro y cerró los ojos por unos segundos.
El lugar estaba casi vacío, al parecer pocas personas habían decidió partir ese día.
Justo cuando llegó hasta la tumba correcta comprendió que no estaba sola, puesto que las flores que en ella se exhibían rebosaban de juventud.
— Las rosas parecen hermosas. — Habló la voz a su lado. — lamentablemente no son sus favoritas.
Un escalofrío la recorrió de pies a cabeza y se maldijo por no retrasar su visita. Aguantó la respiración antes de voltear y encontrarse con aquellos ojos azules que habían condenado su vida.
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No creyeron que el bb de Adrien dejaría sola a Mari después de esa gran noche, ¿No? 7u7 jaja ❤️ Ya conocen bien a mi bb, el es muy puro para ese tipo de cosas.
Gracia por leer! Los adoro un montón ❤️❤️❤️❤️❤️❤️❤️❤️❤️❤️❤️❤️❤️❤️
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