14
Segunda parte:
"à l'enfer et de retour"
(Al infierno y de regreso)
§
Cerró la puerta tan fuerte que no se lo hizo raro imaginarla hecha añicos.
La semana comenzó a ser extrañamente agotadora desde que Marinette lo dejó en su oficina solo, abatido y con muchas más dudas que antes.
Iban alrededor de tres días desde el dichoso incidente y no había tenido ninguna noticia de la chica.
Había buscado su nombre en diversos lugares de la red, se había desvelado pensando en ella, en lo que habían tenido y en lo que podían tener, siempre con un vaso de licor en su mano, como si realmente el alcohol pudiera ser un suplemento de Marinette.
No contestaba sus mensajes, mucho menos sus llamadas, era como si hubiese desaparecido del mundo y lo peor es que no había sido con él.
Esa tarde en particular no se rendiría y apenas llegó a su hogar tomó una rápida ducha y llamó a su chofer cuanto antes.
Sería la cuarta vez que iría a molestar a Alya, a pesar de que sabía cuanto le fastidiaba tenerlo rogando en su sala por la dirección exacta de Marinette. Sin embargo, ya nada le importaba. Encontrar a la azabache se había convertido en su única prioridad.
Aparcaron lo suficientemente cerca del edificio como para que Adrien caminara hasta la entrada, pero antes de que siquiera diera un paso lo vió. Nada más ni nada menos que un Renault 5, el auto de Marinette.
Corrió hasta el elevador y cargado de felicidad subió hasta la sexta planta.
Llamó a la puerta un par de veces pero nadie respondió. — ¡Alya! — Gritó perdiendo los estribos. — ¡Marinette! — Golpeó unas veces más, no demasiado fuerte ni demasiado despacio. — Se que estás ahí, solo quiero hablar.
A los segundos se escuchó el sonido de la cerradura y la cara enfadada de la morena salió de detrás de la puerta. — Vete. — Sentenció enfadada. — Quiero que te vayas ahora.
— No. — Contradijo el rubio. — Quiero ver a Marinette.
— Ella no está aquí. — Refunfuñó arisca.
— ¡Mientes! — Exclamó con el entrecejo fruncido. — Su auto está allí abajo, lo vi.
— Adrien, te lo advierto. — Dijo entre dientes. — Es la cuarta vez que vienes en tres malditos días, no seguiré aguantando esta tontería, si ella no quiere verte no puedo hacer nada para evitarlo.
— ¿Ella te dijo que no quiere verme?
— ¡Te dije que quería espacio! — Gritó la inconfundible voz de la azabache desde el interior. La expresión de Alya cambió de una enfadada mirada a un cansado semblante.
— Supongo que ya no hace falta ocultarlo. — Dijo pasándose la mano por el rostro. — Ella está aquí pero aún no quiere verte. — Sentenció.
— ¿A sí? Pues yo quiero verla. — Declaró comenzando empujar la puerta. — ¡Marinette! — Volvió a gritar con medio cuerpo adentro y pudo ver perfectamente cómo la figura de la mujer corría hasta ocultarse tras un muro.
— Adrien te lo digo en serio. — Murmuró Alya evitando que su amiga oyera. — Si no te marchas en este instante llamaré a la policía. — Amenazó empujando la puerta contra el cuerpo de Adrien y este lanzó un quejido de dolor.
— ¡Vas a matarlo! — Grito Marinette con dramatismo.
— No me molestaría hacerlo. — Sentenció la morena.
— Maldicion... ¿de donde sacas tanta fuerza? — Se quejó Adrien.
— Hablo en serio Agreste. — Hablo sin mayor esfuerzo. — No tardarán en llevarse a un acosador.
— No te atreverías. — Dijo con los ojos entrecerrados.
— No me conoces. — Contraatacó con tanta convicción que Adrien no pudo evitar atemorizarse durante un segundo.
— No, pero conozco a mi amigo y sé que Nino no estaría con alguien como tú. — Soltó junto a una sonrisa de superioridad.
— ¿Estás seguro? — Preguntó Alya imitando el gesto del chico y a este la observó extrañado.
— Hola viejo. — Saludó Nino desde detrás de la joven dejando ver que realmente era él quien estaba reteniendo la puerta.
— ¿Nino? — Exclamó incrédulo. — Vamos viejo, basta de bromas, déjame entrar.
— Lo siento amigo, pero irrumpir en casas ajenas no está bien y mucho menos si es la de Alya. — Declaró preocupado.
— Eres un traidor. — Acusó con falso odio en su mirada pero el moreno no respondió.
— Te lo volveré a repetir sólo una vez más, Adrien. — Alya sacó su móvil y comenzó a marcar. — Tienes cinco segundos para desaparecer antes de que llame a la policía.
— ¡Está bien! ¡Está bien! — Alarmó separándose del marco y retrocediendo un par de pasos.
— Vuelves a poner un pie en este edificio y te las verás conmigo, ¿Oíste? — Amenazó antes de cerrar con fuerza.
Dio una última mirada al lugar para luego alejarse en dirección a los elevadores con una frustración insana.
Había estado tan cerca de verla, de cruzar unas cuantas palabras con ella y sin embargo no pudo lograrlo.
Subió a su auto con el cabreo rozando el límite. — ¿A dónde señor? — Preguntó amable el conductor. Pero entonces una traviesa idea cruzó por la mente del rubio.
— Aparca en algún callejón, no nos iremos aún. — Ordenó con una infantil sonrisa logrando que su chofer lo observara extrañado.
§
— No puedo creerlo... — Balbuceó agotada. — ¿Cómo es qué alguien puede ser tan insistente? — Alya estaba sentada en su cama mientras Marinette la observaba de reojo.
— ¿Crees que ya se habrá ido? — Preocupada, la azabache se paseaba de un lado a otro por la pequeña habitación.
— Marinette, ¿Por qué no intentas hablar con él? Cuéntale la verdad, toda la verdad. — Sugirió en algo que pareció ser más una orden.
— No puedo... tengo miedo. — Dijo sentándose junto a su amiga. — Solo le dije que quería sus acciones, no le comenté el hecho de que dejaría dejar a su padre en la calle.
— Entonces estás atascada aquí. — Alya, se levantó y le dio el consejo más maduro que pudo. — Tu provocaste esto, deberías actuar como una adulta y hacerte responsable, tanto de lo que estás sintiendo como de lo que lograste que él sintiera.
Marinette rodeó los ojos a pesar de que sabía cuánta razón tenía Alya. — Estoy trabajando en ello.
Rió con sinceridad y depositó un beso en su mejilla. — Te quiero y sé lo mal que has estado en los últimos días. — Acarició su rostro con dulzura mientras los ojos de la chica se aguaron de nuevo. — Oh, vamos... ven aquí. — Alya la abrazó con cariño, asustada por lo sentimental que se había vuelto y esperando que esa muestra de afecto calmara a la confundida chica. Sin embargo, esos no eran los abrazos que Marinette necesitaba, ni mucho menos los que quería.
— Gracias. — Expresó sincera hacia la morena.
— No hay problema... — Se alejó para encaminarse hasta la sala y ya desde el marco de la puerta soltó lo que Marinette menos quería oír en ese instante. — Por cierto, Luka está llegando. Estuvimos hablando y está tan preocupado por ti como yo. — La sonrisa falsa de la de azules fue rápidamente percibida por Alya. — ¿Ocurre algo? — Y fue cuando Marinette recordó que su amiga no tenía ni la menor idea de todo el drama que ella y Luka habían vivido.
— Tengo que irme. — Declaró.
— ¿Irte? — La preocupación invadió rápidamente a Alya.
— Si, las cosas no están bien entre Luka y yo. — Los ojos color miel la observaron avergonzada, después de todo ella había sido la informante directa del chico.
— Lo siento tanto, pensé que aún eran amigos.
— No, es un imbécil . — Vio la culpabilidad en el rostro de su amiga y se acercó a ella. — Tranquila, debí habértelo contado.
— Si, debiste hacerlo. — Coincidió con pesar.
Se despidió de su amiga y de Nino quien se encontraba en la cocina preparando la cena para ambos. Marinette salió tan veloz como pudo del edificio, observando a todas partes, buscando señales de Luka.
Llegó hasta su automóvil y finalmente abrió la puerta para meterse y arrancar el motor.
Pero incluso antes de que pudiera introducir las llaves, un impertinente sujeto abrió la puerta del copiloto y se sentó junto a ella.
No necesitó voltear para saber que se trataba de Adrien dado que en el momento justo en el que entró, todo el lugar se inundó con el exquisito aroma que desprendía.
Marinette lo observó horrorizada mientras él le dedicaba una de sus sonrisas más bobas. — ¿Q-que tal, Mari? — Exclamó con simpatía y al no obtener más respuesta que un rostro enfadado decidió recurrir al plan B. — T-te ves linda hoy — Dijo con sus mejillas sonrojadas. — Quiero decir, tú siempre te ves linda... pero hoy te ves... ¿un poco más linda? — La chica se enfadó por sus mentiras, ella sabía que su aspecto era terrible. En los últimos tres días no había hecho más que trabajar y llorar amargamente encerrada en su piso.
Ese día había decidido visitar a Alya durante unas cuantas horas y supo que había sido una mala decisión cuando su amiga le confesó cuán desesperado estaba Adrien por encontrarla.
Recorrió al chico con la mirada, Yam formal como siempre intentaba parecer, el traje negro a la medida lograba que se le pusiera la piel de gallina por tocarlo.
Parpadeó unas cuantas veces enfocándose en lo realmente importante.
— Adrien, fuera. — Ordenó con el dolor de su alma.
— Pe- Pero... — El rostro de gatito pequeño que puso el rubio conmovió hasta la parte más ruda de la azabache.
Comenzó a sopesar la situación. ¿Que tan mala podría ser la sinceridad? Adrien se lo había tomado mejor de lo esperado la última vez, al parecer ese peculiar rubio de ojos verdes era alguien tan puro como para valorar la sinceridad sobre todo.
Cuando estaba a punto de dejarse convencer y oír todas las súplicas de su contrario, volteó al sentir unos leves toques en la ventana de su inesperado acompañante.
Adrien volteó curioso y se encontró con dos ojos azules, oscuros y llenos de ira. — La señorita quiere que salgas. — Sentenció con una voz profunda que no hizo más que cabrearlo
— Disculpa, amigo. Pero estamos teniendo una conversación aquí. — Volvió a mirar a la azabache ignorando al extraño en cuestión. — ¿La gente de por aquí siempre se mete en discusiones ajenas? — Exclamó con un tono ácido.
— Se acabó, sal del auto. — Ordenó el hombre fuera de si.
— ¡Luka! — Hablo rápidamente Marinette antes de que Adrien tuviera siquiera una idea de que responderle. — Ya Basta.
— ¿Lu-Luka? — Cuestionó con sus verdes mirándolo de pies a cabeza. — Espera... — Murmuró hacia la chica. — Él no es tu... — Marinette desvió la mirada y Adrien comprendió su vergüenza. — Oh... — Exclamó al terminar de entender que había sido parte de su engaño y al mismo tiempo una enorme felicidad lo embargó al caer en cuenta de que no tendría competencia.
— ¿No vas a salir? — Volvió a preguntar Luka, Adrien levantó una ceja curioso por la hostilidad presente en el hombre y justo cuando iba a negar, la dulce pero fingida voz de Marinette llamó su atención.
— Adrien, ¿podrías darme un momento? — Dijo con una falsa sonrisa y el rubio asintió algo asustado por el rostro inmensamente furioso de la azabache. Se bajó del auto y cerró tan fuerte que el rubio pegó un pequeño salto de la impresión. — Ven conmigo un segundo. — Dijo en dirección a Luka y este se preparó para lo peor.
Se alejaron unos cuantos metros del vehículo, lo suficiente como para que Adrien quedara exento de la conversación. — ¿Es qué acaso la princesa no se puede defender sola? — Preguntó divertido con ambas manos en sus bolsillos.
— ¿Quieres dejarlo en paz? — Pidió entre dientes deseando que su amigo se fuera lo antes posible de allí.
— ¿Qué pasó Marinette? — Comentó dejando algo de ira en cada una de sus palabras. — ¿Ahora sales con el enemigo?
— ¿Y a ti que te importa? — Espetó desviando la mirada. — Quiero que me dejes tranquila, nadie te llamo, viniste aquí por tu cuenta ¿Y que crees? — Sonrió burlesca. — no te necesito.
— ¿Por qué estás tan alterada? — Dijo intentando demostrar esa preocupación que sentía, pero Marinette rodó los ojos harta de la situación. — Querías que él saliera de tu auto, ¿No? dame cinco segundos y lo sacaré de allí.
— No te atrevas a tocarlo, ¿Me oíste? — Habló apuntándolo. — Estoy tratando de arreglar las cosas, Luka y solo me pones todo más difícil.
Se sostuvieron la mirada durante unos segundos hasta que la de Luka fue la primera en caer al suelo. — Lo siento. — Dijo él. — La verdad es que vine a disculparme. ¿Sí? — Intentó atrapar sus manos pero ella simplemente se alejó, evitando todo contacto.
— ¿En serio? Por qué la última vez que lo intentaste me recriminaste cosas fuera de lugar y realmente hoy no estoy de ánimos para esa mierda.
— Si tan solo me dejaras hablar todo sería distinto. — Está vez atrapó su brazo y lo apretó con la rabia que lo invadía desde que vió esa melena rubia dentro de su auto.
— Me estás lastimando. — Dijo con una seriedad hiriente y el pelinegro inmediatamente la liberó de su agarre.
— Lo siento. — Repitió.
— Al parecer es tu nueva palabra favorita, ¿No? — Ella seguía con su actitud hostil y Luka no hallaba las palabras para calmarla.
— Solo quiero que sepas que renuncié a ti. — Mintió como último recurso. — Tienes razón, involucré sentimientos y eso no estuvo para nada bien... Pero ya sabes, contigo para muchos es inevitable. — Desvió sus ojos hacia el auto e hizo contacto directo con Adrien, fulminándolo con sus azules. – Quiero ser tu amigo, Marinette. — Rogó volviendo a ella.— Quiero estar ahí siempre que lo necesites, nada me haría más feliz.
Ella suspiró. Se le hacía tan difícil ser cruel con Luka después de todo lo que habían compartido. Él había estado a su lado en los momentos más difíciles y había sido su amigo más cercano durante tantos años. Lamentablemente ella sabía que Luka no podría pasar de ser eso; un amigo. — Está bien. — Dijo por fin cuando su corazón se ablandó. — Sabes que siempre seremos amigos, pero te pido que por el momento dejes que solucione esto sola.
Percibió perfectamente como apretó su mandíbula producto de la frustración. — Como quieras, solo llámame si tienes algún problema. — Marinette asintió de mala gana y sin siquiera despedirse volvió a su automóvil.
§
Los minutos pasaban y el rubio seguía observando con desconfianza a la pareja que hablaba afligida a varios metros de él.
Nunca había visto a Marinette tan enfadada, tan llena de ira como la vio esa tarde e inmediatamente tomó nota mental de no hacer nada que pudiera provocar en la chica tal reacción.
Estaba increíblemente celoso, ¿Qué clase de relación tenían esos dos? ¿Por qué de pronto la sujetaba con tanta fuerza? ¿Por qué ella parecía estar acostumbrada a ese tipo de reacción? Comenzó a preocuparse demasiado.
Batallaba consigo mismo por salir del auto y dejar en su lugar al imbécil ese, cuando finalmente se hartó, e intentó abrir la puerta solo para darse cuenta de que la chica lo había dejado encerrado. Volvió a mirar en su dirección, con intenciones de salir por la ventana pero entonces Luka volteó hacia él y pudo ver en esos azules un frío que le caló los huesos.
Sin duda ese chico no se traía nada bueno entre manos y Marinette parecía pasar por alto ese hecho.
No se despidieron y aquello calmó un poco a Adrien, ella volvió al auto y suspiró con cansancio entes de observarlo. — Vamos a mi departamento. — Sentenció rendida.
— ¿A t- tu departamento? Di- digo, claro... si tú quieres no hay problema.
— No malinterpretes las cosas, solo vamos a hablar.
— No lo hice. — Se apresuró a decir y una pequeña sonrisa se escapó del rostro de la chica, él la imitó.
Pasaron el camino en silencio, parecía ser algo incómodo para ambos. La tensión sexual se hacía persistente en el ambiente, sobre todo cuando ella no dejaba de comérselo con la mirada.
Adrien había encendido una llama imposible de apagar en su interior, una que hacía que en cuento lo viera, quisiera saltar de inmediato a sus brazos y quedarse allí por siempre, era algo incontrolable y la principal causa de su reciente ausencia en la vida del rubio. Así que recurriendo al autocontrol, procuró ser cautelosa con las traviesas miradas que daba a su cuerpo.
Él observaba por la ventana tarareando alguna que otra canción que pasaban por la radio y admirando los diferentes edificios que cada vez se volvían más grande a medida que se adentraban hacia al centro de la ciudad.
Estaba feliz, por fin la chica había accedido a pasar tiempo con él y durante el trayecto tuvo que reprimir reiteradas veces los pensamientos inapropiados que su perturbada mente le generaba.
Pasaron por fuera del club, aquel donde se habían conocido, donde todo había comenzado. Adrien se quedó viéndolo lo suficiente para que la chica lo notara. — Fue una buena noche. — Dijo añorando los recuerdos.
Marinette coincidió en su observación, más no se atrevió a decir nada al respecto.
Al llegar hasta el dichoso departamento, Adrien se deshizo de su saco y lo dejó en el perchero. — Wow... — Exclamó al notar la inmensidad de aquel penthouse.
Estaba rodeado de ventanales con las nubes actuando como un hermoso cuadro, iluminando el lugar sin necesidad de una luz artificial. Todo el lugar era simple pero increíblemente hermoso, al igual que la joven.
Marinette lo encaminó hasta el sofá, sentándose ella primero y cuando el rubio iba a tomar lugar a su lado, lo detuvo. — No... — Soltó al dolerle su cercanía. — ¿Podrías sentarte allí? — Pidió apuntando al sofá de en frente.
Él obedeció algo triste y la chica sintió que desfallecía al ver esa mueca en su rostro.
— Es... una bonita casa. — Rompió el silencio de una vez por todas.
— Si... la compré con el dinero de la herencia.
— Tu madre debió ser una mujer muy exitosa. — Comentó mientras sus ojos se paseaban por cada rincón del lugar para luego cerrarlos, impregnándose con el dulce aroma a Marinette, imaginándose como sería vivir las veinticuatro horas del día bañándose en su esencia.
— Si, lo era. — Dijo cortante. — Igual que tu padre, supongo.
— Odio que mi padre sea exitoso. — Sus palabras sonaban sinceras pero llenas de dolor. — Cambió a su hijo por los negocios. — Rió algo apenado al decir esto último y la azabache pudo percibir la tristeza detrás de sus palabras.
— Al menos tienes un padre. — Mencionó con una sonrisa intentando elevar la felicidad contraria a costa de la propia.
— ¿Nunca has pensado en buscar al tuyo? Digo, ¿Jamás te has preguntado como es? —
— Crecí sin él a mi lado, no es como que me hiciera falta en algún momento de mi vida. — Dijo serena, sin una pizca de tristeza en su rostro. Pero la verdad era que si lo había buscado, sin embargo no había ni rastro de algún ex-amante de Sabine Cheng.
— Ya veo... — Exclamó sin hallar otra palabra para romper la tensión del ambiente.
Se quedaron en silencio durante unos míseros segundos, pero fue suficiente para que ambos formaran una gran y pasional fantasía en sus cabezas, donde sin importarles las dudas, los engaños o el pasado mismo, se amaban.
Ella moría por correr a sus brazos y acurrucarse en ellos hasta que el sol se escondiera y volviera a salir, mientras Adrien imploraba a su autocontrol fortaleza para no abalanzarse contra los divinos labios que tenía en frente.
El paisaje comenzó a oscurecer, dándole la postal más bella del perfil del Agreste en contraposición con el atardecer.
Mucho más rubio, con los ojos brillantes, la corbata suelta y sus labios entreabiertos. Un espectáculo visual.
Habían pasado demasiado tiempo separados, demasiado tiempo para esa fuerte atracción que ya ninguno podía negar. — Me encanta la moda. — Dijo ella justo cuando los verdes de Adrien comenzaban a detonar ese incontrolable deseo en ella y el sol terminaba de esconderse a sus espaldas. — Toda mi vida he soñado con trabajar en Gabriel's. — Mintió. — Admiro muchísimo a tu padre y pensé que si estaba con su hijo tendría la oportunidad de trabajar junto a él. Cumplir mi sueño de tener un alto puesto en uno de los imperios de la moda, es por eso que necesitaba tus acciones.
Pensó en decirle la verdad, estuvo a punto de soltarlo todo y quería hacerlo, quería que Adrien conociera su historia y que formara parte de ella. Pero entonces el miedo la atacó y se transformó en la chica cobarde que era en realidad, soltando mentira tras mentira como al parecer, se había acostumbrado a hacer en las últimas semanas.
Adrien era un chico tan puro, tan sincero y bueno que creía insano que estuviera enamorado de ella en la manera en que lo profesaba. Estaba aterrada de que al contarle toda la verdad los sentimientos del muchacho cambiaran, dado que el hecho de dejar a su padre en la calle era mucho más crítico que obtener un simple puesto de trabajo.
No, jamás podría soltarle algo como eso tan directamente, teniéndolo allí, con su cara angelical viéndola como si fuera lo más precioso que jamás imaginó, adorándola como una diosa del Olimpo. No aguantaría ver el semblante de Adrien cambiar por uno lleno de odio, así que por el momento decidió ocultar la realidad, por lo menos hasta que ordenara las ideas en su cabeza.
Esperó a ver la reacción del rubio con su corazón vibrando su interior, cada palabra dicha la había quemado por dentro y de inmediato se arrepintió de sus acciones, puesto que ya era tarde y la sonrisa de comprensión que proyectaba Adrien no hizo otra cosa que empeorar su situación.
El chico lo creyó, se lo tragó todo como el vaso de tequila que había ingerido la noche anterior, el alcohol parecía un buen reemplazo de Marinette. Pero al tenerla allí, frente a él, descubrió que ningún licor podía compararse a la sensación de su cercanía, de su calor.
— ¿Era eso? — Preguntó ladeando su cabeza. — Marinette, hay otras formas de conseguir las cosas... — Dijo revolviendo su cabello. — Pero me alegra que lo hicieras. — Ante esa frase la azabache dejó de respirar. — Si no te hubieras acercado a mi, es posible que jamás nos conociéramos y ahora que lo hago, no puedo sacarte de mi cabeza. — Y entonces la chica no aguantó más. Enterró su rostro entre sus palmas para comenzar a sollozar amargamente.
Un error tras otro, parecía que la vida no quería detener su tortura, un demonio que había caído rendida a los pies del más hermoso ángel.
Adrien se levantó y caminó hasta quedarse frente a ella, se arrodilló y separó las manos de su rostro para ser él mismo quien limpiara sus lágrimas.
Ella dejó que sus suaves manos recorrieran su rostro, que acariciaran sus mejillas, y arreglaran su flequillo. — Basta... — Pidió cuando en realidad atesoraba cada roce. — N- no puedo... no puedo con esto. — Declaró orando por dejar de perderse en el chico frente a ella.
Cada cosa que hacía tan solo lograba cautivarla aún más y no quería seguir cayendo en algo de lo que ya le era imposible salir. — Tranquila... — Pidió él junto a una sonrisa. — Agradezco que seas sincera conmigo, no sabes cuánto lo valoro.
Esa frase resultó ser un puñal para Marinette.
Se puso de pie lo más rápido que pudo e impuso una distancia razonable entre ellos.
Adrien se acercó a ella nuevamente, deseando que se apoyara en él, que lo dejara sanar aquel frágil corazón que parecía haber salido a la luz. — No te muevas. — Ordenó la azabache apuntándolo. — Aléjate. — Volvió a pedir mientras se abrazaba a si misma buscando en ella ese calor que encontraba solo en la brazos del rubio.
— Pero... — Intentó debatir antes de que Marinette lo interrumpiera.
— ¡Necesito espacio! — Exclamó mientras mantenía la mandíbula tensa. — Creí que te lo había dicho.
Entonces Adrien se replanteó la situación, ¿Y si la chica solo se había apiadado de él por lo patético que era? ¿Y si en realidad no lo quería tanto como él a ella?
Dudas, dudas y más dudas que no tenía las agallas para cuestionar en voz alta. — Lo entiendo, quizás voy demasiado rápido. — Sonrió con tristeza. Marinette no se atrevió a decir nada, simplemente se mantuvo quieta mientras Adrien en contra de todas las advertencias se acercaba cauteloso a ella, sin embargo simplemente se plantó delante de ella, sin tocarla. — Lo lamento, creo que me excedí. No quería agobiarte ni nada por el estilo. — Dejó que una pequeña risa llena de dolor se escapara de entre sus labios. — Es solo que... solo que...
— ¿Solo qué? — Curioseó la joven junto a un rostro embobado, hacía tanto tiempo que no tenía a Adrien cerca que podía percibir como su cuerpo reaccionaba al de él, atrayéndola como un imán.
— ¿Qué quieres que te diga? — Se encogió de hombros y llevó sus manos a los bolsillos de su pantalón de tela. — Ya escuchaste lo que le dije a Chloé y es la verdad... no sé qué más hacer... — En la mirada de Adrien había incertidumbre por saber que era lo que pensaba la chica frente a él y un miedo gigantesco a ser rechazado. — Siento esto, siento que tu plan saliera tan bien como para hacerme esto. — Dijo en un susurro tan dolido que caló hasta el alma de la chica. No era su intención hacerla sentir mal, pero se sentía terrible al corroborar que quizás se estaba haciendo ilusiones en el desierto que parecía tener Marinette por corazón. — S-será mejor que me marche. — Anunció con un nudo en su garganta, uno que no sentía hace mucho.
El muchacho se quedó viéndola mientras se abrazaba. Como si algo terrible estuviera atormentando su vida mientras trataba de buscar consuelo en ella misma y Adrien no entendía porque no corría a sus brazos para refugiarse en ellos. Él, sin duda sería capaz de llorar junto a ella en cualquiera de sus problemas.
Pasó exactamente diez segundos frente a ella, los contó con precisión, esperando que dijera alguna palabra para detenerlo, para impedir la que ya parecía una inminente despedida.
Marinette se debatía sus movimientos. El hombre que tanto deseaba, que tanto amaba estaba justo frente a sus narices y aún así no podía reclamarlo como suyo.
Se le hacía agua la boca por besarlo, ya iban demasiados días sin probar los suaves y perfectos labios de Adrien.
El chico dio media vuelta con intenciones de salir del gran departamento y Marinette suspiró al sentir como todo el aire se iba de sus pulmones.
Abrió la puerta con lentitud, quería seguir insistiendo, tomando cualquier recurso a su alcance para lograr hacerla caer a sus pies, así como ella lo había hecho caer a los suyos. Pero no tenía idea de como. Toda su vida, las diferentes institutrices le habían enseñado a respetar a las mujeres, a tratarlas como lo que eran; unas flores puras y delicadas, llenas de inocencia, bondad y para nada pecaminosas.
Pero entonces Marinette entró a su vida igual que un tornado, destruyendo toda apreciación popular hacia el género y al mismo tiempo, todos los tabúes que se había formado a lo largo de su vida.
Ella era diferente, tan especial, tan única y necesitaba saber más de esa rebelde muchacha a la que no le avergonzaba mostrarse desnuda ante el mundo, saltarse las leyes, beber sin control y los diferentes matices del sexo.
Quería saber más de ella, quería conocerla en su totalidad pero la azabache no hacía más que esconderse de su curiosidad.
— Una última cosa... — Mencionó volteando con una sonrisa increíblemente triste. — ¿Po- Podría...? — Rascó su cabeza buscando las palabras correctas para no parecer un estupido. Sin embargo, parecía que tales palabras no existían y con ella insistiendo en la distancia, no le quedaba más que ser directo. — ¿Podrías besarme una última vez? — Preguntó haciendo un máximo esfuerzo por no balbucear.
Marinette quedó destrozada tras esa frase, ¿Acaso había dicho última vez?
Ni en sus sueños más locos pensaba en que entre ella y Adrien podría haber incluso un último beso, pero entonces la realidad la golpeó de frente y supo que en cuanto el rubio se enterara de sus planes originales la odiaría por el resto de su miserable vida.
Con el dolor persistente en su pecho caminó hacia él a pasos lentos e insegura depositó ambas manos en su pecho. — Una última vez. — Susurró y el aire tibio de su aliento chocó contra los labios de Adrien, quien casi por inercia los abrió esperando a que ella se impulsara hacia él. — Besame, Adrien. — Habló otra vez y entonces el rubio supo que estaba en él poner tal desempeño en esa muestra de afecto que le demostrara cuánto necesitaba de sus besos, de su atención, de su cariño y afecto.
Se abalanzó sujetándola de las sonrojadas mejillas implorando el quedarse allí, junto a ella, por siempre y en la penumbra de su hogar la besó.
La chica pudo sentirlo, no era un beso lleno de lujuria, ni mucho menos uno posesivo. Se trataba del beso más real que había dado jamás en su vida y le encantó.
De inmediato se colgó de su cuello, disfrutando plenamente de la sensación que poco a poco le transmitía esa calidez exquisita tan característica de Adrien.
Marinette lo estampó contra la puerta, cerrándola en el proceso. Se separó durante unos segundos observando con cuidado cada lugar de su rostro. — Uno más, el último. — Rogó y el chico no se negó a cumplir tal petición.
Esta vez el contacto fue mucho más necesitado, más candente y avasallador.
Se había rendido completamente ante Adrien.
Observó su triste rostro al separarse y resultó ser una necesidad para ella poner la característica sonrisa de vuelta en su lugar. — Pe- pensé que querías espacio... — Murmuró entre besos. Estaba algo molesto, tenía la leve sospecha de que en cualquier momento Marinette se alejaría súbitamente de él y lo mandaría de vuelta a ese aburrido y monótono vivir sin ella.
— A la mierda, nos encargaremos de eso mañana. — Dijo directamente a sus ojos, sedienta por la abstinencia que venía padeciendo desde que lo conoció. — Porque ahora, necesito mucho más que solo esto. — Y la felicidad del rubio ante aquella declaración fue monumental.
De pronto la habitación entera se iluminó, seguido de eso un fuerte trueno resonó por toda la estancia y como si Marinette fuera capaz de controlar el clima, una lluvia torrencial comenzó a caer sobre París.
— Creo... creo que tendré que dormir aquí hoy.— Lanzó en un intento de ser algo más atrevido y aún así no pudo controlar el rubor de su rostro.
Marinette sonrió maliciosa y su mirada llena de lujuria combatió con la de Adrien durante unos momentos. — Creo que sí... — Dijo demasiado cerca de sus labios, rozándolos con los ojos entrecerrados, atentando en contra de su sentido común. Se elevó de puntas para alcanzar la oreja del muchacho. — Déjame mostrarte donde está la habitación. — Susurró en su oído y el cuerpo entero de Adrien se sacudió producto de un escalofrío.
— Cla- Claro. — Balbuceó él, incapaz de creer que todo lo que le estaba pasando formaba parte de la realidad.
— Por favor... — Suplicó ella en su mente. — Por favor no seas bueno en la cama. — Sabía que el chico no podía ser perfecto en todo, así que deseó con todas sus fuerzas que Adrien fuera pésimo en el sexo. Tanto así como para no desearlo nunca más.
Se besaron hasta llegar a los pies de la cama, Adrien tomó asiento en el borde de ella y Marinette terminó de empujarlo hasta que ambos cayeron recostados sobre el lecho.
Su corazón latía desenfrenado y ya no sabía que hacer con la emoción que cada vez se expandía más por su cuerpo. Estaba nerviosa, tan nerviosa y ni siquiera tenía la más mínima idea del porqué. E incluso así, la estupida sonrisa no se borraba de su rostro ni del de su contrario.
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Ufff, me costó pero lo logré y traje capítulo ❤️
Gracias por leer mis soles❗️🌞 🌚 [Advierto desde ya que soy malísima escribiendo lemon :( no se ilusionen]
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