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13

— Adrien... — Volvió a llamar y ambos muchachos se levantaron con rapidez.

El corazón del chico latía desbocado y no por la excitación precisamente.

Mari estaba totalmente confundida y en parte dolida. — Pensé que no te importaba. — Soltó seria.

— Shhh — Pidió Adrien dándose unos momentos para pensar. — Metete en el baño. — Suplicó recogiendo el vestido de la chica y entregándoselo.

— ¿Qué? — Cuestionó horrorizada, ¿Por qué el dulce chico que parecía ser un príncipe salido de un cuento infantil le hacía esto?

— Solo será un segundo, Mari... Lo prometo. — Agregó empujándola hasta el cuarto.

— Adrien... — No terminó por decir nada puesto que el rubio ya había cerrado la puerta en su cara.

Arregló su corbata mientras se observaba en el espejo. — ¿Cariño? — Volvió a llamar su novia.

— ¡Ya voy! — Gritó él desde el interior, dándose unos segundos para calmarse antes de abrir la puerta. — ¡Chloé! — Dijo con una sonrisa antes de depositar un corto beso en sus labios. — No te esperaba. — Fingió forcejear con la cerradura. — Le he dicho a mi padre que hay que arreglar esta puerta.

— ¿Por qué cierras? — Cuestionó confundida observando de reojo la manilla.

Rascó la parte trasera de su cuello intentando hallar una excusa. — Ya sabes lo pesado que puede ser mi padre y tengo que terminar de ordenar estas tonterías.

— Oh... — Exclamó ella mientras se encaminaba hasta el interior.

— ¿Qué haces aquí? — Preguntó intentando sonar casual.

— Quería... quería darte una sorpresa. — Anunció para finalmente acercarse a él, pasando las manos por detrás de su cuello y fundiéndose en un pasional beso. — Te extrañaba tanto desde anoche. — Recorrió lentamente su pecho con las yemas de sus dedos, en un esfuerzo por despertar la lujuria.

— ¿S-sí? — Balbuceó nervioso.

— ¿Tú no? — Elevó una ceja presuntuosa.

— Claro que si. — Sonrió tras la mentira. — Pero sabes que tengo que trabajar... Cuando llegue a casa, tal vez...

— Quiero que salvemos esto, Adrien. — Dijo sin darle más vueltas al asunto. — Quiero que todo vuelva a ser como antes... — Agregó mientras lo guiaba al sofá que adornaba la pequeña oficina. — Sé que podemos lograrlo. —Besó su cuello pasando por casi los mismos lugares que la azabache y Adrien no logró sentir la misma vibración que los besos de Mari le transmitían.

La adoraba demasiado y se sentía el imbécil más grande del mundo al tenerla encerrada.

— Chloe... — Murmuró. — Anoche... anoche dije algo... — Hablo con vergüenza de su propio actuar. Sin tener en cuenta el hecho de que Mari podría oír todo desde el pequeño cuarto.

— No me importa, voy a olvidarlo cariño, lo olvidaré por ambos. —Susurró junto a la desesperación que la invadía por poseerlo en su totalidad nuevamente.

— No lo entiendes Chloe. — La detuvo de las muñecas. El Adrien del pasado, en su vida habría revelado algo así, en vez de eso habría optado por el silencio y aceptado el destino que había preparado el mundo para él.— Es verdad... — Pero Mari lo había cambiado, le había hecho disfrutar de las simplezas como una noche en la azotea, un paseo por el acuario, el placer que puede provocar un beso prohibido, la libertad de la desnudez y a no tener miedo del que dirán. — yo la amo. — E incluso desde el cuarto de baño, la azabache pudo escuchar el corazón de la rubia hacerse trizas.

Los azules de Chloé lo observaron con dolor. — ¿Hace cuanto? — Aquella pregunta fue lo único que pasó por su mente. — Creí que lo de anoche había sido solo un error.

— No lo sé con exactitud, lo único que tengo claro es que la amo y no puedo seguir engañándome a mi mismo, tampoco a ti y mucho menos a ella. — El silencio reinó entre ellos. Por su lado, Adrien ya no sabía que más decir y ella tan solo buscaba y rebuscaba más excusas para evitar que el chico se alejara aún más. Sin embargo, Adrien ya estaba a millas.

Levantó sus ojos sacando fuego de entre sus pestañas. Estaba furiosa. — Ella solo está jugando contigo, ¡¿Vas a permitir eso?! — Ladró contra él. Pero el rubio se mantuvo sereno.

— Quién sabe... Tal vez en un punto logre enamorarse de mi. — Revolvió sus rizos con una sonrisa en el rostro por la sola idea de un romance verdadero con la chica. — Aún nos estamos conociendo. — Se encogió de hombros despreocupado.

— No puedo creerlo, eres más imbécil de lo que creía. — Mencionó con tristeza antes de poner en marcha la única opción que le quedaba y que ni en sus sueños más locos pensó en recurrir jamás. — Terminamos. — Declaró Chloé con la Esperanza de que Adrien debatiera su posición, usándolo como último recurso. Pero entonces él simplemente optó por el silencio, aceptando la decisión de la rubia y coincidiendo con ella.

Aquel hecho fue el que más le dolió  a la chica y por primera vez cayó en cuenta de que el corazón de Adrien no le pertenecía desde hace ya bastante tiempo.

Recogió sus cosas y caminó hasta la salida. — Voy a quedarme con Sabrina un tiempo, cuando vuelvas al departamento yo ya no estaré allí. ¿Comprendes? — Soltó entre dientes.

— Está bien. — Dijo el chico fingiendo un dolor falso a leguas. — Mereces al alguien mejor que yo, Chloé. Espero que lo encuentres. — Agregó.

— No lo digas solo porque pienses que es lo correcto. — Volteó para observarlo por una última vez. — Hay algo que quiero saber... — Pidió con las lágrimas amenazantes y Adrien le dedicó su atención. — ¿Cuando... cuando te perdí exactamente? — Soltó un sollozo y limpio el río naciente con la manga de su blusa. — ¿Cuando me encontraste con Kim o cuando ella apareció en tu vida? — Adrien iba a comenzar a hablar pero entonces aclaró otro punto. — Quiero la verdad, dame ese último regalo.

El chico pensó durante unos segundos y una traviesa sonrisa se le escapó. Intentó borrarla de inmediato. — Fue cuando la conocí, antes de Mari yo estaba dispuesto a perdonarte absolutamente todo.

— Supongo que ella te abrió los ojos, ¿No? — Expresó burlesca.

Adrien coincidió en su pequeña e irónica carcajada. — Algo así...

— Adiós, Adrien. — Terminó por decir la rubia alejándose entre los pasillos repletos de gente.

— Adiós Chloé. — Susurró a pesar de saber que no lo oiría, pero necesitaba hacerlo. Por fin había superado ese capítulo de su vida.

Cerró la puerta de su oficina, otra vez con seguro.

Se lavó la cara con las manos y con una sonrisa en el rostro fue en busca de Mari, quién el ya sabía, había oído todo. Pero no le podía importar menos.

Abrió con cuidado la puerta y el corazón se le estrujó al ver a la azabache acuclillada en el suelo, presionando su rostro contra sus rodillas y llorando amargamente.

Había oído todo, absolutamente todo y no pudo evitar sentirse el ser humano más asqueroso y despreciable del planeta.

Sus lágrimas caían por diversas razones.

Caían por darse cuenta de que estaba jugando con un corazón tan puro como el de Adrien, por darle esperanzas cuando ella misma sabía que el rubio no hacía más que formar parte de un plan, por todas las mentiras que le había dicho, por estar desprendiéndose del recuerdo de su madre y por lo tanto, de su venganza, pero sobre todo, lloraba porque descubrió que esa presión en su pecho no era otra cosa más que amor.

Amaba a Adrien aún cuando llevaban menos de tres semanas conociéndose, pero con todo lo que había investigado de su familia, pareciera que lo conocía desde el momento en que dijo su primera palabra.

Le quería, le quería como a nadie, como jamás pensó llegar a amar a una persona y sin embargo solo le estaba haciendo daño.

El chico se arrodilló a su lado y la abrazó. Lamentablemente aquella muestra de afecto empeoró todo y ahora los sollozos eran incontrolables.

Era como si los brazos del muchacho la hicieran liberar todo lo que llevaba reteniendo por años y fue cuando se cuestionó su última vez llorando de verdad.

Claro, fue la mañana luego de perder su virginidad.

En ese momento Luka le había pedido que dejase de llorar y ella lo había hecho. Sin embargo, en ese momento sentía como el rubio exigía que se apoyara en él, como se entregaba para hacer de carga para sus lágrimas, para sus problemas, sus inseguridades y temores, abrazándolos y aceptándolos a su lado.

— Marinette... — Susurró ella contra la tela de su ropa. — M- mi nombre es Marinette Cheng y quería quedarme con tus acciones. — Dijo jadeante para luego seguir sollozando.

Ya lo había soltado, no había marcha atrás.

Se aferró al chico con miedo de que el mismo se apartara al oír su verdadero nombre y lo que eran sus intenciones. Más, en contra de todo pronóstico, Adrien se sentó a su lado sobre el frío suelo y volvió a envolverla entre sus brazos. Acarició su cabello depositando ocasionalmente un beso sobre este mientras ella seguía regando sus lágrimas por la blanca camisa. — Un gusto Marinette, mi nombre es Adrien Agreste. — Dijo divertido acunándola en el espacio entre su mentón y su cuello, con un tono tan dulce y tenue que logró derretirla entre sus brazos.

Su actitud no funcionaba, la voz del rubio no hacía más que extender su lamento.

Lo odiaba por ser tan bueno, tan servicial, tan perfecto y al mismo tiempo, le quería por las mismas razones. — Lo siento... — Gimoteó jugando con uno de sus botones. — Creo que... creo que te quiero más de lo que había planeado... — Mencionó junto a un quejido de dolor. — y me duele.

En su vida esperó encontrarse con esa clase de hombre y aún menos corromperlo de la forma en la que estaba dispuesta a hacer en el futuro. — No sabes lo feliz que me haces al decir eso. — Comento junto a una sonrisa. — Y... déjame ver si puedo arreglar ese dolor. — Agregó a la vez que levantaba la mano de la chica y depositaba un tierno beso sobre su palma.

Sin duda Adrien poseía algo mágico, algo que le hacía olvidar que ella no estaba hecha para el amor.

Se abrazó a su cuello y comenzó a llorar nuevamente. — ¡Basta Marinette! — Clamaba su subconsciente, pero su sentido común parecía no querer funcionar en los brazos del rubio.

Al cabo de unos minutos los sollozos disminuyeron y el rubio le obsequió una radiante sonrisa que no hizo más que llenar su corazón. — ¿Mejor? — Dijo en un ronroneo.

Ella se levantó lentamente y Adrien la imitó, se acercó a él pegándolo a la pared respirando juntos el mismo aire a tan sólo unos centímetros. — Lo siento tanto. — Murmuró ella contra sus labios.

— ¿Mari? — Alcanzó a decir el muchacho antes de dejarse envolver por los profundos besos de la chica.

Marinette lo intentaba, realmente quería que ese dolor en su pecho y la incipiente angustia se alejaran de ella. Adrien parecía ser el único remedio para esos síntomas y sus besos era la cura divina.

Duraron así por un par de segundos, moviéndose con pasión el uno sobre el otro.

Adrien se aventuró a tocar, después de todo a ella parecía gustarle el modo en que lo hacía, dado que con cada roce sentía como su cuerpo se movía contra el suyo.

Decidió entreabrir sus ojos durante un segundo para regodearse con la expresión de placer que debería tener la chica, sin embargo lo que se encontró no hizo más que preocuparlo más de lo que estaba.

Por las mejillas de la chica habían comenzado a caer saladas gotas otra vez.

Había recordado donde estaba y con quien. — Sabine debe estar orgullosa de su hija. — Oyó la sarcástica voz de Luka en su cabeza.

Tomó sus hombros alejándola con delicadeza. — Mari... — Susurró. — Tranquila. — Acarició su mejilla y la besó con cuidado.

— Lo siento Adrien... — Volvió a repetir.

— ¿Por qué te disculpas?

— Necesito espacio. — Murmuró con dificultad cuando las lágrimas se amontonaron en su lagrimal y el nudo de su garganta cada vez se hacía más grande. — Necesito tiempo... — Dijo para luego recoger sus cosas y correr fuera de esa oficina, fuera de ese edificio, fuera del alcance de cualquier Agreste.

§

Final de la Primera parte:
"Trahison pour Trahison"
(Traición por Traición)

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Capítulo doble porque son los lectores más lindos del mundo ❤️ se merecen el universo entero 😭 no saben como me gustaría poder traer capítulos todos los días pero se me hace imposible :(

¿Les gustó esta primera parte? 😯 la segunda será un poco más intensa (if you know what I mean 7u7) Comenzará en el próximo capítulo , así que no se preocupen

❤️❤️❤️❤️¡LOS ADORO Y QUE TENGAN UNA GRAN SEMANA! ❤️❤️❤️❤️

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