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— ¿Qué mierda acabas de decir? — La respiración de Marinette incrementó y a pesar de aún estar con ropa, se sintio desnuda, totalmente descubierta frente a esa rabia que él intentaba contener a duras penas. — Imaginabas a ese imbécil mientras estabas conmigo. ¿No es así? — Ella negó en un principio pero luego no tuvo más opción que aceptar la realidad con silencio.

— Luka, por favor. — Acarició su rostro en un intento de convencimiento. — Olvidémoslo. — Se aproximó para besar sus labios pero él no se lo permitió.

La hizo a un lado para levantarse mientras la desesperada Marinette se aferraba a él. — suéltame. — Dijo y ella obedeció con algo de temor.

Sabía que era su culpa, todo había pasado por involucrarse demasiado con el Agreste. — Solo fue un reflejo. — Susurró para si misma. — Solo fue un maldito reflejo, Marinette. — El autoconvencimiento parecía más que valido.

— ¡¿Por qué piensas en él?! — Se acercó intimidante y al obtener silencio la tomó de los hombros, apretándolos con fuerza. — ¡Contéstame Marinette! ¡¿Por qué demonios piensas en él?! — Pero ni siquiera ella sabía la respuesta a esa interrogante. — Hace dos noches me dijiste que tan solo ibas a seducirlo y luego quitarle sus acciones. Pero ahora... — La tomó bruscamente del cabello, acercando su cuerpo hasta su rostro y oliendo con rabia su cuello. — Supongo que no me equivoco al pensar que este aroma proviene de él. — Ella intentó apartarlo pero el chico poseía una fuerza mucho mayor. — Podría apostar que te dejó a medias y por eso viniste ¿No?

La mezcla de temor e ira la hizo reaccionar de la manera que ella menos hubiese querido con alguien tan importante como Luka y es que la presión sobre su piel realmente estaba doliendo, así que con la mezcla de emociones que tenía en su interior, logró reunir la fuerza necesaria para alejarlo considerablemente.— Escúchame bien, imbécil. — Dijo mientras se aproximaba, apuntándolo de forma incriminatoria. — Según lo que sé... — Entrecerró sus azules, desafiante. — Tu y yo no somos absolutamente nada, así que, en lo que a mi respecta, puedo darme el lujo de pensar en quién yo quiera, incluso en Alya mientras lo hacemos. ¿Entiendes?

— ¡Una maldita broma! Eso es lo que es esto, ¿Cierto? — Apretó los dientes intentando encontrar la calma que le haría arreglar las cosas con la azabache. Pero simplemente no lo lograba, estaba tan herido por el tormentoso nombre que había salido de los labios del amor de su vida que no podía pensar con claridad. — Tu y yo tenemos una conexión, tenemos historia y me parece increíble que puedas pensar en otro después de todo... — Bajó la cabeza y al levantarla sus ojos solo podían detonar dolor. — Después de todo lo que hemos vivido juntos. — Con sus nudillos intentó acariciar la piel de la joven, cuidadosa y sutilmente.

Tocó su rostro con una delicadeza increíble, como si ella fuera una delicada flor y a Marinette, ese gesto le pareció totalmente hipócrita. Sobretodo, después de como había reaccionado tan sólo segundos atrás.

Yo no tengo conexiones, Luka. — Apartó la mano del chico, temerosa de que tuviera otro arranque de ira. — Ni contigo ni con nadie. — Se volteó y comenzó a recoger sus cosas. — Ódiame o Ámame, pero así es como soy y nadie va a poder cambiarlo.

— Tal vez ese es mi problema; amarte. — Retuvo su mirada en la de ella, hasta que los azules de la muchacha bajaron al suelo.  Había sido el peor momento para dejar ver algo tan obvio y a la vez tan delicado.

Ellos eran amigos, amigos que se tomaban más libertades que él común. Y lo hacían  conscientes de sus sentimientos.

Luka sabía que aquello un día terminaría cobrándole factura. Sin embargo, jamás creyó que sería tan pronto. Y se le hacía inevitable el odiar a Adrien Agreste por destruir su preciado paraíso, llevándolo directamente a sentir como Marinette se le escapaba de entre los brazos. La perdía, y aquella especie de confesión no era más que un recurso desesperado del agobiado joven.

Pero lo que Luka no sabía, era que no podía perder algo que nunca tuvo.

— No me hagas reír. — Dijo ella a la vez que una sonrisa traviesa salía intencionalmente. — Si me amaras como dices, no me gritarías ni me lastimarías.

— Lo lamento... Pero justamente por eso lo hago, porque te amo y me preocupo por ti. — Pero esta vez, la muchacha omitió cualquier tipo de respuesta y comenzó a caminar hasta la salida. — Marinette, no te vayas. — Hizo oídos sordos a la petición increíblemente desesperada. — ¡Marinette! — Otra vez los gritos y ella simplemente cerró sus ojos con fuerza al salir del departamento pegando un portazo que retumbó por todo el pasillo.

Ya desde fuera, oía claramente como Luka rompía cosas producto de la ira y como si fuera una niña buena e inocente, comenzó a culparse por ello, en silencio.

Prácticamente corrió hasta su automóvil, encendió la radio y subió el volumen. Dejando que la música opacara la enorme cantidad de pensamientos confusos en su cabeza.

En su interior había miedo, uno que nunca esperó sentir de Luka y es que eran pocas las veces que le levantaba la voz o la hería de forma física. Cosas que la chica era capaz de perdonarle dado a la cercanía que poseían, pero últimamente esa actitud había sido recurrente en él y siempre residía en su afán por controlarla, por poseerla en su totalidad.

Por otro lado estaba Adrien y su insistencia por permanecer en su cabeza.

Lo había imaginado desde que sus labios tocaron los de Luka, desde que acarició los cabellos negros de su amigo, esperando que de alguna forma se tornaran rubios, extrañando aquellos verdes que esperaba ver al abrir los ojos.

Quería llorar. Tenía la necesidad de descargarse, de hablar con alguien o simplemente apoyarse en su hombro.

De pronto la pantalla de su móvil se encendió, un mensaje había llegado.

"¡Hey! ¿Sana y salva?". Leyó y de inmediato una sonrisa iluminó su rostro.

Por más que se reprimiera, ella quería contestar, necesitaba hacerlo.

"No del todo." Envió con una mueca en el rostro. "Sé que acabamos de vernos, pero necesito un amigo, ahora." Escribió esperanzada.

La respuesta tardó demasiado, más de lo que imaginó y no le agradó para nada.

"Acabó de quedar con unos amigos para comer." La chica apretó el dispositivo entre sus manos, reprimiendo la desesperación. Pero lo soltó en cuanto llegó el siguiente mensaje; "¿Quieres venir? " Sonrió burlesca contra la pantalla y cayó en cuenta de lo que estaba haciendo.

Intentaba apoyarse en Adrien y él, como el estúpido que era, abría sus brazos y dejaba que se acurrucara en ellos.

Negó mientras escribía la respuesta. "No, no hay problema."

Casi de inmediato su teléfono vibró de nuevo con una nueva propuesta. "¿Estás segura?" "Podría cancelar y comer contigo." El suspiro que salió tras leer esa frase no fue propio de ella misma y le incomodó bastante. Otro mensaje llegó casi de inmediato.  "Quiero decir, como amigos. Ya sabes." Ella río por lo bajo imaginándose lo nervioso que estaría el rubio al dar, lo que para él era, tan osada propuesta.

Dejó la idea de lado, prefiriendo ahorrarse la tarea de responder, pues si lo hacía, terminaría convenciéndola.

Buscó el contacto de Alya y rápidamente marcó su número, sin embargo ella no contestó. Repitió la acción unas cuantas veces más, pero al seguir sin respuesta decidió que era hora de hacerle una visita inesperada a su mejor amiga.

§

Los nudillos de Marinette tocaron alrededor de seis veces la puerta en un intervalo de un minuto, comenzaba a desesperarse, necesitaba a alguien para hablar y Luka no era una opción.

— ¡Alya! — Gritó golpeando — ¡Césaire! ¡Se que estás en casa!

De pronto la puerta se abrió y tras ella apreció una morena en una bata de baño. — ¿Que rayos te pasa Marinette? ¡Estaba en la ducha! Imagina que pensarán los vecinos con tus gritos.

Su contraria no respondió y entró sin permiso. — Hice algo horrible. — Dijo y Alya intuyó que se trataba de una exageración.

— Bien Marinette, cuéntame. ¿Que hiciste ahora? — Preguntó mientras cerraba la puerta y caminaba con ella hasta su cuarto.

Marinette depositó su cuerpo sobre la cama mientras su amiga abría el ropero sacando distinguidas prendas.

Una mirada de reproche se depositó en el rostro de la azabache. Sabía que su amiga la juzgaría, tal vez no tanto como Luka pero lo haría.

— Resulta que soy más estúpida de lo que creía y acabo de llamar a Luka por el nombre de Adrien. — Esbozó una irónica sonrisa. — Imagina cómo está de enfadado en estos instantes.

— Pues... imaginó que no tanto, no me parece algo tan grave. — Dijo mientras abrochaba su brazier y ladeaba a el rostro confundida. — Cualquiera puede confundirse.

— Ah sí, olvidé decir que estaba a punto de metérmela, que tonta. — El rostro de Alya se deformó de inmediato.

— ¡¿Llamaste Adrien a Luka mientras tenían sexo?! — Marinette asintió temerosa. — ¿Que tan lejos has llegado con el hijo de Gabriel?

— Solo nos hemos besado y... ya.

Alya soltó una gran carcajada mayormente fingida. — Buena broma.

Su contraria realizó una mueca y bajó la cabeza. — No es una broma. — Suspiró decepcionada antes de que la palma de su amiga se posara sobre su frente.

— ¿Estás bien? No tienes fiebre, sin embargo pareces estar enferma.

— Tan graciosa como siempre. — Espetó apartándola. — Adrien Agreste no es como cualquier chico. Me he tomado mi tiempo para seducirlo, es todo. — Se cruzó de brazos y subió una pierna sobre la otra.

— Claro que si. — Sonrió burlesca. — ¿No has pensado que pudo haberte picado el bichito del amo...?

Marinette no le dio tiempo a terminar su frase por la estrepitosa risa que dio. — Esa si es una buena broma.

— ¡Hey! El amor no es del todo tan malo.

— El amor mató a mi madre. — Dijo. — ¿Acaso no recuerdas esas malditas cartas? — Preguntó refiriéndose a los sospechosos mensajes que Sabine recibía justo antes de desaparecer.

— Marinette... Él amor es malo cuando no es la persona indicada.

La azabache levantó una ceja, desconocía a su amiga y las palabras que salían de sus labios eran cada una más extraña que la otra. ¿Qué le había pasado?

— Aún así no estoy interesada de ese modo en Adrien. — Alya rodó los ojos.

— Lo que digas, pero créeme que el hecho de que lo imagines a él cuando estas con Luka no es del todo normal. — Tomó su cabello en una cola alta y se miró al espejo una vez más. — Y más aún si no han pasado de unos cuantos besos.

Las palabras comenzaron a dar vueltas en la cabeza de la chica como un tornado que se llevaba toda su filosofía en cuanto al amor.

Levantó su rostro hasta Alya solo para debatirle y cayó en cuenta de cuán arreglada estaba. — ¿Esperas a alguien?

— Nino vendrá a comer en unos minutos y el aún piensa que nos conocimos esa noche en el bar, así que es mejor que no te vea. — Sacó un poco de labial y repasó sus gruesos labios con elegancia para después sonreír frente al espejo de su tocador. — No quiero tener que lidiar con una tanda de preguntas y mucho menos con problemas, lo siento pero tendrás que marcharte antes de que llegue.

Marinette la miró con una mueca en el rostro, pero tenía razón. Ella tampoco quería exponerse a sospechas, ni mucho menos darle problemas a su mejor amiga.

El timbre del departamento sonó y la felicidad de Alya se disparó por los cielos. — ¡Él ya está aquí! — Exclamó junto a una sonrisa, la cual se borró al notar que su amiga seguía en su casa.— ¡Maldición! — Subió ambas manos a su cabeza, lamentándose por no haber visto el reloj antes. — ¡Rápido, escóndete!

Marinette comenzó a entrar en pánico y observó con ojos suplicantes por que Alya no la lanzara por la ventana. — ¡No puede verme! Si le dice algo a Adrien, estaré perdida.

— ¡Cálmate! No te verá, me ocuparé de ello. — Sonrió contagiando de confianza a la azabache.

Alya la empujó hasta el cuarto de baño y ella sin pensarlo mucho, accedió, comiéndose las uñas y esperando a que su amiga encontrara una forma de llevárselo.

¡¿Por qué, de todas la personas existentes en este mundo, tenías que estar con alguien del círculo cercano de Adrien?! —Pensó con ambas manos sobre su rostro.

Alya se miró al espejo antes de dejar pasar a quién le hubiese gustado llamar novio, pero al abrir la puerta no se encontró con uno, si no con dos pares de ojos.

Nino traía bolsas de comida china en sus manos y un rubio bastante decaído caminaba a sus espaldas mientras revisaba casi con rabia su móvil. — ¿Que hay nena? Traje a un amigo, espero que no te moleste. — Ella observó a Nino, luego a su acompañante y por último, de nuevo a Nino.

— Adrien Agreste. — Habló el rubio extendiéndole su mano en un saludo demasiado formal y extraño para el gusto de la morena. — Lamentó llegar así, Nino me dijo que sabias que vendría.

— S-soy Alya y no preocupes, supongo que en algún punto me acostumbraré a esto. — Fulminó a Nino con la mirada y Adrien soltó una suave risa intentando con esta, apaciguar la tensión que sentía en el ambiente.

Si tan solo Mari le hubiera respondido el mensaje, ahora estaría junto a ella en un bonito restaurante.

Inmediatamente se reprendió a su mismo por tales pensamientos. Ya había llegado demasiado lejos con proponerle algo tan atrevido como un almuerzo juntos y es que después de ese rato en su oficina, comprendió que no podía negarse más a esa fuerte atracción.

Lamentablemente aún quedaba su novia. Chloé resistida en su mente como en recordatorio constante a su hipocresía y sabía cuán fácil sería para él terminar con esa relación. Sin embargo, Marinette no parecía una chica de compromiso y podría averiguarlo con una simple pregunta de no ser por su insistente miedo, miedo de salir lastimado en el intento.

Y así, su mente se embargaba de una inmensa inseguridad rodeada de sentimentalismos.

— Adrien... — Nino tronó sus dedos frente al rostro de su amigo, logrando que volviera a la realidad. — Como te decía, a esta chica la conocí en el bar. ¿No es linda? — El de verdes asintió con una cálida y algo incómoda sonrisa.

Por su lado, Alya estaba increíblemente nerviosa. Tragó pesado, la situación se había complicado más de lo que creía.

— Oh, basta Nino. — Dijo con los dientes apretados, el moreno se aproximó hasta ella y depositó un corto beso en sus labios para después intentar entrar al hogar de la chica. — ¡Hey! ¿No les gustaría ir a comer a otro lugar? — Preguntó interponiéndose en el camino del joven, con la esperanza de que aceptara la propuesta. — La verdad hoy no he tenido tiempo de limpiar y esta hecho un desastre. — Apuntó con su pulgar a sus espaldas.

— ¿Qué dices, preciosa? Si está reluciente. — Exclamó elevando su rostro por sobre la chica. — Además, yo no voy a juzgarte. — Guiñó hacia ella y Alya sonrió con torpeza.

— Claro... — Comentó rendida. — Adelante. — Se hizo a un lado para que ambos hombres pasaran.

§

Los dos muchachos esperaban en la pequeña mesa de Alya mientras esta se encargaba de traer algunos platos y utensilios desde la cocina. — ¿Estás bien viejo? — Preguntó Nino al ver a su amigo aún más decaído que hace rato. — No has tocado la comida.

Adrien asintió, pero la verdad era que la incertidumbre de saber como estaba "Mari", lo mataba lenta y tortuosamente.

Otra vez sacó su teléfono mirando la pantalla, pero ningún mensaje había aparecido aún.

Su cabeza daba vueltas, estaba desesperado por saber el estado actual de la chica. Tal vez le había pasado algo grave, tal vez estaba en peligro, tal vez se había metido en problemas, y así un sin fin de posibilidades se abrían en su cabeza, cada una peor que la anterior.

Solo una llamada para salir de dudas no haría mal, pero no podía hacerla frente a Nino, necesitaba privacidad.

Se levantó casi de un salto con el móvil en la mano. — Ne- necesito usar el baño. — Dijo con timidez, su contrario lo observó extrañado.

— Es aquella puerta. — Nino apuntó hasta el lugar y Adrien de inmediato caminó hasta ella.

Como el hombre prudente que era, se aseguró de tocar antes de girar la manilla.

Desde dentro Marinette entró en pánico. ¿que pasaba si no era Alya?

Con el pavor inundando su cuerpo se metió a la tina y cerró la cortina.

Oyó los pasos resonar por el cuarto y un suspiro de resignación tras cerrarse la puerta. Se atrevió a mirar solo un poco topándose con el mismo rubio que le había causado tantos problemas aquel día, mirándose indeciso frente al espejo.

Marinette cubrió sus labios asegurándose de no emitir ningún tipo de ruido. Y comenzó a rezar por que el chico hiciera rápido lo que tenía que hacer y saliera.

Sin duda, el baño fue el peor lugar para esconderse.

Adrien sacó su teléfono y lo observó durante unos segundos. Finalmente lo desbloqueó y buscó el contacto de la chica.

Cuando estaba a punto de marcar, se detuvo y decidió que no haría mal practicar un poco antes. — ¿Qué tal Mari? — Se Dijo a si mismo frente al espejo mientras que la de mirada azulada ahogaba un jadeo de la impresión. — Te llamaba para saber... No, no así no... — Se reprendió a si mismo. — Quería saber si... ¿Estabas bien? — La joven no pudo evitar que una gran sonrisa se escapara al percatarse de lo que intentaba el chico. — Si estás a salvo... Porque estoy realmente preocupado. — Miró la pantalla de su teléfono otra vez, examinando la foto de perfil de la muchacha, detallando sus rasgos más característicos y creyendo encontrar la verdadera fuente de la belleza en ella. — Por ti...

Le costaba respirar bien, estaba eufórica y ni siquiera comprendía bien la razón, como tampoco esas profundas ganas de llorar que se acumulaban en su pecho.

¿Por qué Adrien tenía que ser tan diferente? ¿Por qué no podía ser como los otros imbeciles con los que había estado?
¿Por qué la perturbaba incluso cuando se encontraba lejos?

Con la confianza recobrada, el rubio se atrevió a presionar el botón que lo comunicaría con la chica, pero antes siquiera de acercarse a la pantalla, el aparato comenzó a sonar.

Marinette, curiosa, volvió a mirar entre la cortina y se percató de cómo Adrien, dubitativo, decidía si contestar o no a la llamada entrante.

Él soltó un gran suspiro, ahogándose en un ciclo interminable de indecisión. Hasta que finalmente lo hizo. — Ho- hola cariño. — Dijo y esa utopía en la que se encontraba Marinette, se deshizo en un instante.

Bastaba con que pronunciará una vez a la rubia para que en el mundo de la azabache creciera un gran vacío, uno que nadie era capaz de llenar más que Adrien. Sin embargo ella se negaba a aceptarlo, repitiendo sin parar en su cabeza un constante "Me da igual". Tratando de que el auto convencimiento diera frutos.

— Sí, Nino me invitó a... No, estoy con Nino, a ella no la he visto desde... ¿Puedes dejarme siquiera hablar? — Se oyó un prolongado silencio y entre él, una molesta y chillona voz proveniente del teléfono se abría paso. — Estaré en casa para la cena, intentaré llegar temprano, lo prometo. — Interrumpió el chico súbitamente para después colgar.

Sin perder más el tiempo, con algo de rabia, marcó al número de la chica que robaba sus más sinceros y profundos sentimientos. Encaprichado con la idea de volver a oír su dulce voz.

Y ella, para cuando cayó en cuenta de cual era el real objetivo de Adrien, era demasiado tarde para poner su teléfono en silencio. Provocando que con aquella llamada, la melodía del dispositivo de la joven resonara por el pequeño cuarto de baño.

Sonrió burlesca de su desdicha, esperando lo inevitable, maldiciéndose una y mil veces por ser tan despistada.

Se había rendido, ya no había nada que hacer y simplemente se dejó descubrir, apretando sus párpados en cuanto oyó la cortina deslizarse, levantándolos luego de que la necesidad de verlo la abrumara. Encontrándose con dos verdes que admiraban demasiado confundidos a una avergonzada y patética chica, a la cual, ya casi no le quedaban excusas.

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Gracias por leer ❤️ no pude pedir lectores más lindos 😭😭😭 pero tengo que confesar que demoraré un poco en traer el próximo capítulo (espero que no tanto), más que nada porque estoy pasando por un montón de problemas, algunos tontos (ya saben, adolescente hormonal) y otros que son más graves.
Gracias a los que entendieron y a los que no. Por el momento, solo me queda disculparme 😞

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