Único.
Lo único que podía captar en ese momento era el aroma de sus flores, y el dolor de su cuerpo, pero por sobre todo, esa pesadez en su pecho.
Entre abriendo los ojos el Santo dorado de Piscis quería olvidarse de la pesadez de su cuerpo, estada herido, encerrado en el garbín de su templo, con su orgullo pisoteado, inerte en su soledad.
- "Ese maldito..." - Frustrado pensó, ¿Cómo se había atrevido? Minos era sin duba el espectro más cínico que había conocido, matarlo no fue fácil, pero se sentía satisfecho una vez logro hacerlo.
Pasando su mano por sus labios de forma pesada al recordar que fue capaz de amarrarlo, aprovechar su estado de vulnerabilidad y besarlo.
Sentía tanto asco, de tener su lengua recorriendo su boca sin el más mínimo de consentimiento, tocándolo como se le ve la gana, hasta dejarlo en el suelo como trapo viejo sin un mínimo de su interés.
Ese acto del aparte del espectro significada más para Piscis que solo un golpe a su orgullo, ese deseo...
- "¿Tendré la suerte de vivirlo como tal?" - Su cuerpo se sintió extraño en ese momento. Como si algo estuviera raspando su cuerpo, hasta hacerlo toser, notando unos pétalos en sus manos luego de hacerlo. Algo que no entendió.
Mirando ese pétalo en su mano su mente se perdió, y (como si no fuera costumbre en él) El sentimientos de soledad se abarco otra vez hasta lo más profundo de su ser.
Dejándose caer en el muro detrás de sí mismo, suspirando hasta lo profundo de su ser, volviendo a cerrar los ojos con el interés de olvidarse de todo por unas horas entre los brazos del benevolente Morfeo.
- "Maestro Lugonis" - La imagen del hombre pelirrojo y antiguo piscis se hizo presente en su mente, como lo extrañada, y no era para menos, era la única persona con la cual podía decir que no vivía marginado en la soledad, sin ni siquiera desearlo en primer lugar.
Lugonis lo crio como a su hijo, y estada seguro que fue eso; su hijo. Antes de que, el mismo Albafica lo tuviera que matar en ese maldito ritual. Y el quedar vivo, sabia que tendría que pasar por ese sufrimiento, por esa agonía de morir lentamente, dejando a otro podre chico pasando por esa misma angustia, encerrado en lo profundo de un mar de oscuridad luego de perder a la única persona que tienes en la vida. Que te brinda su cariño y amor. Y aun con eso, obligarte a apartarte, obligarte a ti mismo en contra de todos tus deseos de ser feliz alrededor de tus compañeros, que sabes que se preocupan por ti.
- "Todo por mi sangre..." -Reitero, abriendo los ojos de forma lenta buscando con la mirada todas esas vendas en todo su cuerpo, deseando que ni Shion, que ni nadie que lo atendió corra peligro ahora.
- "Si hubiera muerto, esta lanzo de sangre se terminaría conmigo, y los futuros santos piscis no estarían atados a esto" - Concluyo, sintiendo como pequeñas lagrimas salían de sus ojos. Mirando por el rabillo de ojos a la distancia en su templo, donde seguro todos sus compañeros, santos de oro, plata y bronce, y hasta la misma Athena estaban buscando de todo lo posible para resolver esta guerra.
- "Shion..." - El rostro de su amigo volvió a sus pensamientos. Enserio ese hombre era valiente para ignorar todos los peligros de su sangre, acercarse a él, hasta incluso cuidarlo. Él lo quería, se preocupada mucho por él.
Le recordada a la de sus otros compañeros, tal vez, incluso imaginándose en un momento, tener la suerte de que tener compañía en momento como estos, Manigoldo por su parte estada seguro que en este momento debe estar consolado a Regulus tras lo que le paso a su tío. Se sabía lo que cáncer se preocupada por Leo, ambos siendo personas alegres eran una campaña casi tal para cual para el otro.
Hablando de eso, ¿Cómo estarán Hasgard y El Cid? Ambos son grandes amigos de Sísifo, tal vez, pero era algo de lo cual no estaba enterado, incluso Kardia se le veía molestando a Sísifo cada tanto, seguramente estén preocupados por él pensando en como estará, pero sabiendo que no era un Santo débil, era un hombre de fuerte voluntad. Sabía que estada en una especie de coma, tal vez estén buscando ayudarlo a volver, o intentar avanzar un poco en la guerra, para cuando sea el momento residirlo no llegue en el peor en el momento.
No lo sabía.
En lo profundo de sus deseos quería que siguiera, tal vez, permitirse sentir la compañía de su amigo, sus compañeros también, en vez de la soledad en su vida, ignorando completamente su sangre, o deseando que esta no sea un veneno. Pero la situación de su vida no era esa, su cuerpo era un veneno mortal, que al primer descuido sería peligroso hasta para un animal venenoso por naturaleza.
- "Lastima que no mato a Minos" - Con el ultimo razonamiento que llego a la mente de Piscis, no pudo evitar enarcar una sonrisa algo ligero en sus labios, imaginando ese resultado, aliando un poco su dolor de una manera muy satisfactoria.
- ¿Qué serán...? - Era extraño, volvió a toser y con más fuerza salían pétalos de su boca. No le encontrada muchas explicaciones, porque rosas no camia, no creía que de verdad si cuerpo las podía generar y nunca se dio por enterado.
Quería dormir pero no lo lograda, se sentía extraño, y el dolor en su pecho aumentada a cada momento, al grado de ser agonizante. Tosiendo cada vez más fuerte, más pétalos sabían de su boca. Albafica estada totalmente confundido y asustado, no sabía ni que pasada con su cuerpo y su salud, y cuando se detuvo no supo qué hacer, estada débil para buscar al patriarca, no tenía la fuerza para levantarse, quedándose en el suelo en una gélida agonía. Cerrado los ojos por fin, hasta que su corazón dejo de latir, descansando eternamente.
- Hanasaki... - Mirando con suma tristeza, el patriarca reconoció la enfermedad, sin poder hacer nada luego de que encontró a su santo, muerto y sepultado en un mar de pétalos azules.
Albafica de Piscis no murió tras un amor no correspondido, la enfermedad se alimento de su deseo de escapar de la soledad y sentir el afecto humano una vez más.
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