Capítulo X. Me enamoré de ti.
°-Narradora-°
Natalia; si había algo que odiaba y amara a la vez, era el arreglarse. Esa desesperante rutina de una mujer en la que no tenía que ponerse por que todo le quedaba mal, y no importaba que tanta ropa nueva puedas tener, SIEMPRE se necesita algo nuevo. Pero en este caso Natalia no necesitaba ropa o accesorios nuevos, necesitaba la tranquilidad para poder ordenar sus nervios.
— Querida ¡Debes ir de rosa! —dijo el polaco mostrándole un vestido rosa pastel. Si no fuera un regalo de la jefa de su hermana nunca lo hubiera comprado.
— Yo creo que el azul se ve bien —comento la ucraniana.
Y ambos comenzaron a discutir sobre que vestido y color debería ocupar Natalia, mientras ella sólo miraba con evidentes ganas de tomar el celular y mandar un mensaje al italiano diciendo que no iría, pero no lo hizo porque se quedó embobada con la foto de perfil de Lovino... Lovino... a él le gustaba el rojo. Fue a buscar un vestido que nunca pensó ponerse, uno con escote en la espalda, acampando y de un rojo tan intenso como el de un tomate maduro.
— Me pondré este —dijo. La discusión a sus espalda terminó—. A Vargas le gusta este color.
— ¡No se diga más! —Feliks lanzó el vestido rosa y nunca más se supo del el—. Yo te arreglo para que estés preciosa para un chico tan guapo como Lovino.
— Puedo arreglarme sola... y con Yeka —Aunque sabía que el polaco era gay y travesti, le era incómodo estar con la presencia de él allí.
— ¿Eh? Para nada querida. ¡Yo Te arreglo!
(...)
Lovino se miraba en el espejo por décima octava vez en una hora, aún no se convencía en como estaba vestido, aunque había pasado por la aprobación familiar no se sentía cómodo en el terno, se sentó en la cama y miró a su hermano el cuál yacía hablando por celular hace más de veinte minutos con su amigo Kiku.
El italiano mayor se volvió a mirar al espejo luego de cambiarse la corbata por una de tonos azules, a Natalia le gustaba ese color, así que decidió finalmente ir con esa.
— ¿No vas con la roja? —le preguntó Feliciano aún con el móvil en el oído.
— No, Antonio quería ir con esa —respondió en el mismo instante en el que el español entraba en la habitación, tomaba la corbata y salía.
Feliciano miró a su primo llegar e irse, llevaban años viviendo relativamente cerca y aún no se acostumbrara a la extraña relación de amistad que poseían esos dos.
(...)
Natalia fue abrir la puerta cuando su hermano la llamó diciendo que la buscaban, fue casi corriendo en un vano intento de no parecer desesperada, pero al llegar solo la esperaba la vecina del frente, una niña de trece años de cabellos castaño amarrado en una coleta ladeada, detrás de ella tres niños miraban expectantes la escena.
— Un joven la espera abajo —dijo la niña con el típico rostro indiferente que siempre poseía—. Me pidió que le entregará esto —Los niños sacaron las manos de su espalada con tres rosas blancas cada uno y se la entregaron a la bielorrusa.
La rubia las tomó, Lovino era demasiado detallista, sonrió levemente.
— Gracias...
Los niños entraron al departamento donde vivía la castaña. Natalia fue a dejar las rosas a su habitación, tomó sus cosas y salió, bajó hasta el primer piso y allí se encontró con el italiano, el cuál mantenía una acalorada discusión con el conserje sobre que selección era mejor, la italiana o la inglesa -tomando el cuenta que el conserje era escocés-.
— Vargas —lo llamó la bielorrusa con frialdad.
Lovino la miró de pies a cabeza, esa chica era guapísima, de inmediato olvidó la discusión, y se dirigió a la rubia con una sonrisa que por primera vez en su vida sintió que no era forzada, le tomó la mano con delicadeza y la besó sin percatarse de que el polaco le estaba sacando fotos.
— Estas bellísima —dijo Lovino.
— No me arreglé para ti.
Lovino rió— Por supuesto. ¿Nos vamos? —le ofreció el brazo y la rubia lo aceptó.
Caminaron hasta la salida del edificio y todo lo romántico del momento se perdió en el instante en el que Lovino confesó avergonzado que debían irse en transporte público. Natalia le dio un golpe en la espalda y llamó a su hermana para que los llevará, seguramente seria el camino más incómodo que tendrían en sus vidas.
Al llegar a la Academia o concretamente al lugar donde el baile, todo el problema del trasporte se había olvidado, la música sonaba fuertemente y las parejas bailaban disfrutando una de las últimas veces que la pasarían bien allí, ya que luego sería su graduación y no volverían a pisar la Academia.
Lovino divisó a lo lejos a su primo haciendo bromas con sus amigos, los tres solteros y lamentables. Luego vio a su hermano bien meloso con el macho patatas y Kiku bebiendo algo al lado de ellos, pobre. Al mismo tiempo Natalia vio a Anri bailando con Mathias, y a Lily hablando con Ravis.
Se acercaron a una mesa y se sirvieron algo para beber mientras intentaban hablar, era una verdadera odisea escuchar al otro con la música rock and roll de fondo, todo marchaba con normalidad y relativa tranquilidad, todos hablaban o bailaban.
— ¡Atención a todos! —gritó Michelle desde el escenario, la joven de Seychelles amada por todos era la animadora la fiesta—. Es el momento del concurso para escoger al Rey y Reina.
— De seguro sales tú —le comentó Natalia al castaño.
— ¡Como todos saben los candidatos fueron escogidos por el estudiantado! Por lo tanto... ellas son las candidatas a Reina —apuntó a la muralla por donde se proyectaba una foto del presidente del Consejo estudiantil dormir, todos rieron—. ¿Alfred?
— ¡SORRY! —gritó la voz del estadounidense y de inmediato la foto se cambió por otra donde salían las candidatas.
— Ahora sí, las candidatas son; Elizabeta Héderváry, Anri Maes, Lily Zwingli y ¿Yo? ¿Enserio? —Suspiró, ese no era el trato, ya hablaría con Arthur—. ¡Ahora los candidatos a Rey! —la imagen se cambió por una donde sólo salía Lovino y Feliciano—. ¡Los gemelos Vargas! Piensen bien por quienes van a votar ¡Gracias y sigan con la fiesta!
Lovino suspiró con pesadez, y Natalia lo miró.
— Te lo dije —la rubia se cruzó de brazos y desvío la mirada, aquello la molestaba.
— Odio esto —el italiano se llevó una mano al rostro, agotado—. Lo que sea. ¿Quieres bailar? —le extendió la mano.
— Pero... —suspiró y le tomó la mano—. Esta bien.
Si no fuera por la movida música de fondo nunca sabrían lo bien que bailaba el otro, ambos sentían que esto cada vez se convertía en una novela cliché. ¿Cuanto tiempo pasaron bailando? Sólo se dieron cuenta que habían llamado a las votaciones y vieron obligados a ir a votar. Se fueron a sentar a un lugar apartado para descansar y hablar cuando otra vez perdieron la noción del tiempo y se vieron interrumpidos por la morena para decir los ganadores.
— ¡Muy bien! Como sabrán Rey y Reina son los que abren las baladas de la noche, y... ahora sí, ¡Los Reyes de la generación son...! —Redoble de tambores cortesía de Alfred y su computador—. ¡Elisabeta Héderváry y Lovino Vargas!
Los aplausos no se hicieron esperar, la húngara subió al escenario un poco después de que lo hiciera el italiano. Ambos fueron coronados por Arthur, y se vieron obligados a bailar un vals. Natalia los miraba desde una esquina cerca de donde Roderich -la pareja de Elizabeta- tocaba el piano.
Cuando el baile terminó, ambos Reyes volvieron a subir al escenario ya que debían dar un pequeño discurso, Elizabeta fue la primera, diciendo lindas palabras de agradecimiento, luego el micrófono fue entregado al italiano, sintió que el mundo se venía abajo ¿un pequeño secreto? Tenía pánico escénico.
— Alfred... —susurró Feliciano que sabiendo de pánico que tenía su hermano se las arregló para ir hasta el amigo de su hermano quién controlaba todo el audio.
— Estoy en ello, un héroe sabe lo que debe hacer... Leon —le dijo al chino que controlaba las luces—. Ahora.
Todas las luces se apagaron al igual que el audio, Lovino intentó calmar los nervios. Luego de cinco minutos las luces y audio volvieron, y pétalos de rosas blancas comenzaron a caer desde alguna parte, el italiano buscó con la mirada a la bielorrusa, si solo la miraba a ella, no debía ser tan terrible.
— Debería agradecer por se elegido, y lo hago, pero voy a... —se lamió los labios con nerviosismo—. Aprovechar esta instancia para decir... Que... —su vista se nubló y sus manos sudaban más que nunca—. Estoy locamente enamorado de Natalia Arlovskaya...
Los murmullos no se hicieron esperar y varios ojos se posaron sobre la rubia la cual sólo miraba al castaño sin saber que expresión poner o que debería pensar.
— Y Natalia, te quiero pedir frente a todos, que seas mi pareja...
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