Capítulo I. Cambios repentinos.
°-Lovino-°
El despertador de mi hermano resuena en la habitación taladrandome los oídos. Comúnmente me hubiera despertado de mal humor, y hubiera golpeado a Feliciano hasta que despertara, porque claro, el despertador es suyo y es el único que no lo escucha. Pero hoy no es un día normal, hoy comienza el trato -de palabra- que hice con Ivan y trataría de conquistar a su hermana.
Me levanté y diriji al baño, me mire en el espejo antes de darme una ducha con agua fría, ¿Que? No me gusta bañarme con agua tibia por más raro que parezca. Luego volví a mi habitación donde el estúpido de mi hermano sigue durmiendo haciendo caso omiso al despertador que vuelve a sonar. me coloqué el uniforme cuando escucho que dan golpecitos a la puerta, la abro y me encuentro a mi -otro- hermano menor evidentemente fastidiado con el sonido del molesto reloj.
- Ve al baño yo me encargo -dije y el me hizo caso.
Apagué el reloj, y me arreglé el cabello, y por más que traté ese rizo no quería unirse al resto, puto rizo.
Cuando escuché que Romeo salió del baño, me acerqué a mi compañero de privacidad y con todo el amor del mundo lo voté de su cama y salí corriendo al comedor.
- ¡LOVINO! - escuché que gritaba enojado, mientras yo comía el desayuno que mi abuelo tenía servido.
- Es impresionante ver como eres el único que le hace enfadar -reía mi abuelo, nada de mentira tenían sus palabras, me reí de manera casi inaudible- ¡Romeo apura ese trasero! -gritó al instante en que mi gemelo asomó su cabeza por la puerta de la cocina.
Cosa impresionante de Feliciano es la rapidez con la que logra hacer las cosas, con esto me refiero a la mayoría de las cosas. A mi me cuesta casi una hora en estar presentable y él con cinco minutos está radiante, yo me tomo por lo menos dos años en tener amigos confiables y él con simple tres palabras ya tiene a las amistades de su vida.
Romeo se sentó en la mesa y llegó el autobús que nos lleva a la academia, nos despedimos de mi abuelo y tomamos nuestras cosas para subirnos al vehículo, el pobre de Romeo tuvo que llevarse un pan para el camino.
Nos subimos al autobús, Feliciano casi corrió a sentarse junto a su amigo-novio alemán -y de paso obligó a Gilbert dejarle el asiento- yo me senté con Romeo y el albino en los últimos asiento de atrás.
Una vez llegamos a la academia, cada uno se fue a su salón a esperar las clases. Por muy curioso y cliché que pueda sonar, justo a la persona que debo conquistar -y no por voluntad, si no por dinero- Natalia, va en el mismo salón de clases que yo, y justo su puesto está frente al mio, y para más remate a su lado se sienta su amiga Anri, quién de paso también es mi amiga. Ellas ya estaban en sus puesto cuando paso por su lado para sentarme en el mío, Anri se da media vuelta en su asiento para saludarme, mientras la bielorrusa se queda estática en dónde está.
- Buenos días -le correspondo el saludo a la belga- Tienes algo distinto ¿nuevo corte de cabello? -le prengunto, sé que no hay nada diferente pero nunca esta de más decirle eso, quizás si halla algo y no lo he notado.
- Nada de nada -me respondió con una risa divertida.
- Oh, hoy estás más radiante que nunca -volvió a reír. Desvío la mirada a su compañera, la cual si tiene algo distinto- Natalia, ¿has cortado tu cabello? -le pregunté.
Era un cambio algo notorio, antes su cabello le llegaba casi a los muslos -y sin exagerar, era muy largo- y ahora con mucha suerte le llegaría a la cintura. Se giró dedicándome una mirada inexpresiva.
- ¡Vaya! Es cierto -exclamó Anri- Lo siento no lo había notado.
- No importa -le dijo a la belga, y luego me miró- Sí, y tú nunca me hablas
- Nunca esta de más hablar con las chicas lindas de la academia -dije guiñándole un ojo. Simplemente se dio la vuelta.
Anri se levantó se su asiento y se sentó a mi lado, de algo se dio cuenta, lo puede notar en su mirada que reflejaba extrañeza, la miré despreocupado, logrando que me diera un leve golpe un el brazo.
- Lovino Vargas dime lo que planeas -susurró en tono confidencial.
- Nada -dije igual que ella, pero que mas da, ella me conocía y sabía que estaba ocultando algo, me volvió a golpear- Sucede que Ivan me está obligando a conquistarla para que le deje tranquilo -dije finalmente, joder a ella no le puedo ocultar nada.
- ¿Cuantó te pago? -preguntó evidentemente enfadada.
- Tengo a ese ruso como mi sirviente -respondí sin más.
Se levantó y me hizo un gesto para que la siguiera, me sacó del salón y caminó hasta las escaleras, allí se detuvo y me miró, amenazante.
- Si le llegas a hacer daño, por muy mi amigo que seas, ten por seguro que no te salvaras de mis golpes -dijo- que no se te olvide que hago boxeo, idiota.
- No le haré nada, en verdad, si por casualidades de la vida ella se llegara a enemorar de mi, cosa que dudo que pase, trataré de no lastimarla -dije- sabes que nunca le he roto el corazón a una chica.
- Lo sé, porque todas las chicas que se te acercan están con las hormonas disparadas, pero una chica con hormonas controladas puede ser muy dañada, y Natalia tiene bien controladas sus hormonas, lo sabes.
- Sí, lo sé, por eso dudo que se vaya a enamorar.
- Ah! Y ni te atrevas a dañarle la dignadad -me golpeo en el brazo con poca delicadeza y se fue.
Vale, no lo olvidaría, estoy amenazado por mi mejor amiga que practica boxeo. Además Natalia no es una persona que no se pueda defender sola, y si le hiciera algo que la dañara de cualquier formar, evidentemente terminaré muerto.
Y aquí es dónde me pregunto
»¿En que mierda me acabo de meter?
Volví a la sala dónde mi compañero -o compañera realmente no se que es- de puesto ya estaba sentado, conversando con Anri y tratando de hablar con Natalia. Me senté.
- Hola Lovino~ -me saludó con su voz afeminada y su asento polaco.
- Ciao... Felk -saludé, su nombre es Feliks, pero como él asegura ser chica prefiere que le llamen Felk, en verdad todos ya estamos acostumbrados por lo que da igual.
- Nat~ osea, como que el corte de cabello te queda divino -dijo el/la polaco/a, y como siempre, la bielorrusa ni se digno a mirarle.
El timbre sonó dando a entender que comenzaban las clases.
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