Comienzo a vendar mi pie sentada en la cama de mi habitación, luego oigo que mi madre da dos golpes en la puerta, así que me sobresalto. Espero que no me haya visto entrar por la ventana, sería terrible. Por suerte solo me avisa que ha venido Salvador a visitarme. Me cambio lo más rápido que puedo, entonces me dirijo al living, sonrío emocionada.

—Hola. —Siento mis mejillas arder—. ¿Qué te trae por aquí tan temprano?

—Hola, Iny. —Toma mis manos—. Quería ver si deseaban pasear un rato por la alberca.

—¡Me encantaría! —digo entusiasmada, luego me percato de la presencia de mi madre y cambio mi tono—. Quiero decir, estaré encantada.

—Diviértanse —expresa mamá, entonces veo como se retira.

Sigo sosteniendo las manos cálidas de Salvador, es un sueño, mi prometido es todo un sueño.

Todo sería tan hermoso, si ese jardín no existiera. Miro por el rabillo de mi ojo, donde a los lejos pasando la ventana y más, las plantas de los árboles se mueven por el viento, detrás de esas rejas prohibidas. Quisiera no vivir tan cerca y no seguir despertando ahí, aunque no puedo decirle a nadie. Me castigarían si supieran que estuve ahí sin una justificación, pero es que ni siquiera la tengo, no hay forma de explicar cómo me despierto en ese lugar.

Parece una pesadilla de no acabar.