Tercer pétalo
¿Recuerdas las primeras flores que me regalaste?
No fue un ramo de rosas. No fue algo excentrico ni llamativo, todo lo contrario. Fueron simplemente unas florecillas que se encontraban en un parque.
Sumire, se llaman.
Me dijiste su significado y mi corazón lo tuvo claro en ese instante.
Tonto y detallista Izuku...
— ¡N-no te r-rías de mi! —el rojo en sus mejillas y su tenue puchero denotaban su vergüenza en ese instante.
— L-lo siento... —el chico limpió un par de lagrimas de sus ojos de tanto reír, suspiró y observó a la molesta chica frente a sus ojos. — Ouh no...
Momo se alejó de allí. Su semblante molesto y la mirada seria denotaban su descontento con Izuku.
— ¡Vamos! ¡No todo el tiempo te cuentan una anécdota de como se generó un trauma a los columpios después de que un perro corriendo te tiraba del juego y te abriera la cabeza al caer!
Izuku siguió de cerca a la chica quien caminó hasta un pequeño parque donde se sentó sobre el césped debajo de un árbol.
Izuku se acercó hasta ella y se colocó en cuclillas para estar a su altura. — Meper-donas. Si te he fallado te pido perdón... —la chica lo siguió observando molesta sin decir una sola palabra. — Perdón... —obtuvó la misma "respuesta".
Izuku susprió y se incorporó de pie. Observó a sus alrededores y decidió alejarse hacía un punto en concreto. — Ya vuelvo.
— O-oye... —el tenue susurro de la chica pasó desapercibido para él. Lo observó alejarse y Momo suspiro para ella misma. — Soy muy dramatica...
El sol brillaba tenuemente denotando su falta de luz al oculatse. El viento era frío para ser primavera y las ráfagas eran fuertes. Momo se recostó sobre el césped y cerró sus ojos al ser cegada por los ultimos rayos del sol.
— Tonta Momo... —la chica volvió a susurrar para ella misma.
En su mente se cuestionaba que hacer. Le gustaba pasar el tiempo con él. Esas ultimas semanas habían sido únicas. Algo que jamás había experimentado. Pero le daba un poco de miedo.
El viento movió con delicadeza su largo cabello negro que se encontraba totalmente libre. Sus largas pestañas y sus delicados labios brillaban acompañados del tenue sol.
— ¿Sabías lo linda que eres?
Aquel llamado la tomo por sorpesa por dos razónes.
1. Estaba tan absorta en sus pensamientos que jamás se dio cuenta de que Izuku había regresado.
2. Pero no menos importante. Izuku le había dicho eso.
— Huh... —el tartamudeo se combinó con su rostro sumamnete rojo para gracia del chico. Momo se incorporó de golpe volviendo a sentarse sobre el césped.
— ¿Puedo? — Izuku preguntó señalando junto a Momo, recibiendo un pequeño gesto de asentimiento por parte de la chica.
Momo aún avergonzada observó de reojo al chico. Su mirada se clavaba sobre sus ojos. Su tierna sonrisa iba dirijida para ella y en su mano, un helado se postraba.
— Se que tu favorito es el de vainilla. —Izuku mencinó con una sonrisa, estirando el helado hasta Momo. — Tomalo como una disculpa por sobrepasarme... —el chico rió con cierta gracia y vergüenza.
Existió un tiempo donde ambos se quedaron en completo silencio. Dejaron que la vida hablará por ellos y se limitaron a sentarse uno al lado del otro. Observando el cielo y permitiendo que la brisa golpeara con delicadeza sus rostros.
— Ven conmigo. —Izuku se colocó de pie y ofreció su mano a la chica, quien confundida por la repentina acción lo observó. — Confía en mi, ¿si?
Momo tomó la mano del chico y observó aquella sonrisa de Izuku. No recordaba cuando había comenzado a gustarle que le sonriera de esa manera, pero si sabía cuanto le gustaba que lo hiciera. Mucho.
— No te preocupes. Yo cuidaré que ningun perro se acerque a ti... —la pequeña risa juguetona de Izuku resonó.
Momo lo observó fijamente entendiendo a donde se dirigian. Aquella risa de Izuku la contagió y rió de igual manera, dejandose llevar por aquel chico que sostenía su mano. — Tonto...
La primavera de ese año era más fría que las anteriores, más aún cuando la noche caía. Lo había comprobado cuando observó a las personas caminar en el parque con abrigos. Cuando las hojas de los árboles se movían con fuerza y cuando Izuku lo mencionó mientras ambos jugaban en los columpios.
Le resultó extraño que esa primavera tan fría su corazón se sintiera tan cálido. Lo pensó y determinó que Izuku era el culpable de ese hecho tan irracional.
— ¡Esto es muy divertido! —la chica gritó sintiendo el aire golpear su rostro mientras se columpiaba con más y más fuerza. Momo decidió que se dejaría llevar aquella primavera tan casual.
Izuku observó a Momo. Su gran sonrisa tan infantil cuando jugaban. Su mirada llena de emoción. Su ser que irradiaba amor. Aumentó su fuerza hasta alcanzar la altura de Momo y dio un gran salto hasta aterrizar de pie en el suelo.
— ¡Casi muero! —Izuku gritó con gracia al caer.
Momo lo observó y rió divertida. Izuku se contagió y la observó con ternura.
— Ya vuelvo...
Izuku se alejó de allí ante nuevamente la mirada confundida de la chica quien se limitó a esperarlo sentada sobre el columpio. Con su mirada observó como Izuku se acercaba hasta una esquina del parque donde arrancó un par de florecillas de color lila.
Los pasos de Izuku se acercaban más y más hasta ella hasta que se posicionó frente a sus ojos.
— ¿Sabes que son? —Izuku preguntó mostrandole las flores a Momo.
— ¿F-flores?
Izuku soltó una pequeña risita por la respuesta de Momo.
— Se llaman sumire. Son una flor tipica en esta epoca. Tiene varios significados; como podrían ser sinceridad y pequeña alegría...
Izuku se acercó más a la chica. Con delicadeza movió su mano acariciando el cabello de la chica y moviendolo, dejando expuesta la oreja de Momo.
La chica jamás habia apartado la mirada de Izuku. Incluso sin importar si su rostro se encontraba sumido en un carmesí por la vergüenza y su corazón latiendo tan fuerte que sentía que saldría disparado de su pecho.
Izuku colocó aquella florecilla en la oreja de Momo y sonrió al observarla. — Pero además de esos significados hay uno con el cual me voy a quedar... —nuevamente Izuku se acercó abruptamente hasta el oido de Momo y susurró. — Y ese sería mi pequeño amor...
Después de decir aquello, Izuku se alejó de Momo con el rostro ligeramente sonrojado y una topre sonrisa en su rostro.
El corazón de Momo lo tuvó claro en ese instante.
Aún guardó con mucho aprecio esa flor que me diste esa noche.
Siempre que estoy triste la tomó entre mis manos y dejó que mi mente me regrese a esa noche.
Me hubiera gustado que también supieras que eres mi pequeño amor, Izuku Midoriya.
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