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━━━Capítulo diecisiete.

Deberías confesarte con ambos. Sonará doloroso, pero ambos parecen verte como un amigo”.

Esas palabras que le había dicho a Moonsung apenas entraron a casa ayer, le perseguían. El chico no hizo ni ruido, entrenaron, cenaron y se encerró en su habitación sin inmutarse.

Mi-suk sentía que se había equivocado.

Hizo el desayuno preferido de Kim Moonsung, pero cuando fue a su habitación a levantarlo, ya no estaba.

Mi-suk no se consideraba alguien ansiosa, si había algo que tenía que atender lo hacía, prefería guardar silencio y aceptaba su destino lo más rápido posible. También sabía cuando decir las cosas, o eso pensaba. Pero las situaciones en la que estaba envuelta últimamente le hacían dar vueltas y vueltas, pensando de más.

Se sentó frente al televisor, hizo zapping hasta que simplemente lo puso en mute. Sacó su teléfono —aún apagado—, y lo miró. Sus contactos seguían siendo los mismos, pero no había tenido el valor de revisarlo. Extrañaba a los hermanos Han, quería saber cómo estaban, pero había postergado una y otra vez enfrentarse a la posibilidad de que no le preguntaran ni la hora.

Su pierna comenzó a temblar.

¿Este es el resultado de que la gente te importe? ¿De qué las acciones de otros te afecten? Ansiedad, angustia, desesperación, necesidad. ¿Por qué quería eso? ¿Era eso todo lo que la vida podía ofrecer? Las preguntas no paraban, y la realidad era esa.

—A la mierda —murmuró, ahora era alguien experto en decir ciertas groserías, Gyeoul le había enseñado.

Encendió el celular y lo observó mientras sonaba con una notificación tras otra. Se tocó la frente y comenzó a sudar, perdió la cuenta luego de contar 78 timbres.

Le temblaban las manos, le dolía el estómago. ¿Y si algo malo había sucedido? No se lo perdonaría. Cerró los ojos hasta que el celular se detuvo.

Revisó cada mensaje, cada llamada perdida, cada notificación extra. Se sentía una jodida escoria, casi todos los mensajes eran de Gyeoul. Ella había quedado en el medio, le había estado necesitando. Y sus dos personas preferidas le habían hecho daño.

También tenía un par de sms en KakaoTalk de Wangguk. El primero fue cuando apenas llevaba un día fuera, se disculpaba. El último era de anoche, se llamaba a sí mismo un idiota.

Mi-suk ahogó un grito de frustración.

Buscó un contacto y llamó.

—¿Pasó algo? Pensé que tu celular estaba dañado. —la voz apagada de Moonsung también le preocupó.

—No desayunaste. ¿Te llevo el almuerzo?

—No tengo apetito, pero... seguí tu consejo, Mi-suk —aquellas palabras aceleraron el corazón de la pelinegra—. Le dije a Hobin que lucharía contra él.

—Moonsung —le tembló la voz, estaba casi segura de que lo había arruinado.

—No, ni intentes arrepentirte, es algo que tenía que suceder. Tarde o temprano.

La fémina se encogió hasta que su frente tocó sus piernas. Cada segundo sentía que solo sabía tomar malas decisiones.

—¿A qué hora sales de tus clases?

—Hoy iré a ver a Bomi, así que no me esperes.

Colgó, él le había colgado.

Lanzó el celular en el mueble y gruñó.

—Solo apoyate en mí, estoy aquí. Háblame —farfulló bajito.

Lágrimas de impotencia comenzaron a salir sin permiso, le preocupaba el menor, se había prometido protegerlo, pero parecía que lo había lanzado a la boca del lobo.

Se quedó allí hasta que sentirse una inútil le produjo asco.

Suspiró y se fue a su habitación a trabajar. Todavía atendía su columna de reseñas, la cuál había agarrado auge; cobraba mejor, así que ayudaba bastante con los gastos de casa. Tenía hasta ahorros.

Cuando la tarde cayó, Mi-suk había aclarado varios pensamientos. Su relación con Wangguk había terminado, pero Gyeoul era diferente, quería seguir cuidando de ella como lo hacía con Moonsung.

Salió con un bolso en su hombro, y fue directo al centro. Compró todo lo que pensaba necesitar y los alimentos preferidos de la pequeña pelirosa. Mientras se dirigía dónde los hermanos Han, le temblaban las rodillas, pero se preparó para fingir que no le afectaba.

Se detuvo frente a la escalera y tomó un respiro antes de subir. El primer vistazo del porche decía mucho, y arrugó el rostro con dolor. Había varias botellas de soju apiladas una al lado de otra, pero no estaban vacías.

Wangguk estaba decidido a no convertirse en su padre, pero no significaba que no sintiera debilidad y deseo de abandonarse a sí mismo.

Caminó con paso más firme hacia la puerta y tocó, apretando bien las bolsas que llevaba en mano. La más pequeña fue quien le recibió.

—¿Oh Mi-suk? —su voz era baja, y triste.

Se veía un poco descuidada y eso le preocupó a la peleadora. La idea de todo esto, la decisión que tomó Wangguk fue justamente para el beneficio de Gyeoul, pero ella no parecía estar tan bien como se esperaba.

Mi-suk apretó los dientes y sonrió, estaba dispuesta a ser mejor.

—¿Puedo pasar? Traje algunas cosas para ti —dijo moviendo las bolsas.

—Ah, sí. Supongo, pasa.

La casa estaba gris, sucia. No habían vuelto al inicio, pero casi. Mi-suk colocó las cosas en la mesa y se giró hacia la adolescente que parecía perdida dentro de su cabeza.

—Perdóname Han Gyeoul. Me equivoqué al desaparecer así de tu vida. No es justo, no fuimos justos contigo y no merecías esto —la aludida arrugó el rostro entre la tristeza y la rabia—. Perdón, perdón, perdón.

Gyeoul comenzó a llorar. Había estado recluida en casa sin saber cómo solucionar las cosas. Su hermano comenzó a trabajar todo el día en cualquier cosa que conseguía, su mejor amiga ya no vivía en casa, no sabía nada de ella. Y no tenía contexto de aquella pelea que había destrozado la relación de sus personas favoritas, así que no sabía cómo arreglar las cosas.

Mi-suk la abrazó con fuerza, no merecía el perdón pero lo anhelaba. Se mordió el labio para no echarse a llorar también y le acarició el cabello hasta que la más baja se calmó.

Le pidió que se sentara y le cortó una manzana con cuidado.

—Gyeoul, hemos hablado esto antes —agregó mirando alrededor—, las envolturas no son tu familia. Pero entiendo que ahora no soy quien para decir algo.

Sintió la mano de la pequeña apretando la chaqueta que se había puesto y la vio negar con la cabeza.

—Tenía esperanzas de que volvieras, solo me estaban haciendo compañía, podemos... deshacernos de ellas.

Mi-suk soltó un pequeño gruñido, se sentía tan culpable. Le arregló el cabello con los dedos y la miró atenta.

—Dime si quieres que alguna se quede ¿sí? —se quitó la chaqueta y miró alrededor—. ¿Dónde está tu hermano?

—Debe estar trabajando.

Asintió aliviada, que fuera buena fingiendo no significa que estuviera lista para verlo. Buscó el cepillo de barrer y comenzó a ponerse manos a la obra. Le dió la tarea a Gyeoul de limpiar el refrigerador y botar todo lo que estuviera malo, para guardar las cosas frescas.

En algún punto pusieron música, y mientras pulía el piso vio como la menor de los Han se balanceaba tarareando una de las últimas canciones de sus bias. En ese exacto momento supo que quería mucho a la chica, y que sin importar qué, no se volvería a alejar de ella.

Limpió los cajones y colocó productos para evitar insectos y plagas en casa. Fue al baño, pero no hubo necesidad de que interviniera allí, siempre fue el lugar más limpio, y así se mantenía.

Se amarró el cabello y se giró con determinación.

—Gyeoul, creo que es tiempo. Vamos por tu habitación.

—¡Nooo!

—Sí.

La pequeña cayó de rodillas pero no evitó que la mayor invadiera su cuarto y limpiará hasta el mínimo rincón.

El tiempo pasó poco a poco.

Mi-suk estaba apagando la cocina con la cena lista cuando Gyeoul salió recién bañada y con mejor aspecto.

—No voy a volver a apagar mi celular —se acercó y le tomó de los hombros—. Si alguna vez no vuelvo a responder es porque me pasó algo, de resto, estaré para ti.

—¿No te quedarás?

Mi-suk negó con la cabeza.

—Tu hermano y yo hemos terminado nuestra amistad. Es por el bien de ambos, había muchas cosas en medio. Pero estaré atenta a ustedes, no van a dejar de ser importantes.

Gyeoul sonrió un poco y apretó las mejillas de Mi-suk.

—Sé que te cuesta decirlo, así que lo haré por ambas: somos familia. La familia no siempre está de acuerdo, pero nos cuidamos.

Mi-suk sintió que se ahogaba, el pecho le dolía. Le abrazó con fuerza.

—Estaré tan pendiente de ti, que me pedirás espacio —las risas aliviaron la tensión. Mi-suk tomó su bolso de nuevo—. Me llevaré esas botellas de afuera, dile a Wangguk que si sigue comprando Soju se las voy a meter por el trasero.

La puerta sonó mientras se abría.

—Oh, creo que puedes decirle tu misma.

Mi-suk no se giró, y apretó los ojos con fuerza. Tomó aire sin soltar su bolso y tragó en seco. Wangguk por su parte veía alrededor confundido, y su corazón martillaba con fuerza por ver la silueta que tanto extrañaba en casa.

—¿Hope?

Mi-suk sintió dolor al escucharlo, parecía roto. Se giró fingiendo estar bien, fingiendo que no quería abrazarlo hasta quedar sin fuerzas.

—Han Wangguk, vine a ver a Gyeoul y ayudar un poco por aquí. Lo seguiré haciendo con o si tu permiso, y me llevaré las bebidas que están afuera, haz el favor de dejar de desperdiciar dinero en estupideces.

Sonó más dura de lo que quería, pero era la única forma de no desmoronarse. Levantó la mano para despedirse de la pequeña y pasó al lado del hombre abatido.

Se agachó en la esquina del porche y comenzó a guardar las botellas con cuidado. Sintió la presencia de Wangguk a su espalda, pero no dijo nada. Se sacudió el polvo inexistente y no se giró a verlo, caminó directamente a la escalera.

—¿Podrás perdonarme?

Se detuvo y parpadeó aturdida.

—¿Acaso alguna vez te has arrepentido de verdad? El Wangguk que conozco me dejó claro que él no se arrepiente de sus actos.

El rostro del outboxer cayó, ella tenía razón, siempre la tenía. Escuchó como aquellos pasos siguieron sin mirarlo ni una vez.

Las calles estaban alumbradas, el clima estaba fresco y el cielo oscuro dejaba ver algunas estrellas. Cada paso era más determinado que el anterior, ahora solo quería llegar a su nuevo hogar y cuidar de su mejor amigo.

Kim Moonsung estaba sentado fuera del apartamento, pensativo, y observó a Mi-suk antes de que ella le viera. Se veía cansada, se sintió estúpido por no haber entrado a casa.

No sabía cómo darle la cara después de ser un inmaduro al colgarle.

La azabache venía cabizbaja y no se detuvo hasta que el brazo del más alto la tomó del codo.

—¿Moonsung? ¿Qué haces fuera? —le observó de pies a cabeza buscando alguna respuesta.

—Lo siento por colgar la llamada.

Mi-suk suavizó su mirada y levantó la mano para darle un leve golpe al contrario en el pecho.

—Si lo vuelves a hacer, te voy a dar una paliza —sonrieron sin que aquella emoción llegara a sus miradas—. ¿Tienes hambre? Entremos, traje jajangmyeon.

Moonsung tomó el bolso de la mujer y la empujó un poco para que entrara primero. El sonido de las botellas al chocar le hizo mirarla suspicaz.

—Dime que eso no es Soju...

Mi-suk juntó sus manos mientras las frotaba fingiendo pedir perdón.

—Estaban en rebaja, no me veas así. Solo las guardaré, no las tomaré al menos que sea una ocasión especial.

—Queda prohibido que compres más alcohol sin mi supervisión.

Ella no pudo evitar reír avergonzada, Moonsung era el menor y ahora la estaba regañando.

—Okey, papá —pronunció con burla.

Moonsung abrió la puerta del apartamento y le miró.

—No puedes presentarme como tu padre, él era un idiota de primera categoría —cerró y se detuvo en el pasillo—. Pero si quieres... puedes decir o presentarme como...

Su voz tembló un poco.

—¿Ah? Continúa —Mi-suk se rascó la nuca confundida.

—Puedes decir que soy tu hermano menor —pronunció el chico mirando hacia la sala, se sentía avergonzado.

Sin duda Mi-suk nunca había apreciado tanto a alguien como ahora, reconocía el valor de Kim Moonsung en su vida. Se acercó y le dió un abrazo muy fuerte el cual el más alto correspondió.

—Será un jodido honor.

Los segundos pasaban con complicidad.

—Noona —dijo Moonsung para fastidiarla.

—Diablos, no. Aún no estoy preparada para eso.

Comenzaron a reír mientras se sentaban a cenar. Mi-suk se quitó la chaqueta y se acomodó frente a la mesa mientras Moonsung sacaba las cosas del bolso.

—Antes de comer, quiero que sepas que le dejé saber a Bomi que me gusta —Moonsung sonrió con tristeza, eso fue suficiente para que Mi-suk supiera que no era correspondido—. Hablé con Logan, mi pelea contra Hobin será en un mes.

Sin duda el fetichista de Gracie estaría brincando de la alegría. Mi-suk alargó la mano y revolvió el cabello del peleador.

—Siempre supe que eras un mezquino. Entrenaremos juntos, Hobin ni soñando podrá contigo. Aunque realmente no sé si podrás golpearlo, Moonsung.

Él le miró mientras abría las bandejas.

—¿Por qué lo dices?

—Sí, eres mezquino, pero tienes un corazón de pollo. No pudiste golpear a Ha-neul hasta noquearla como te pidió Logan porque era tu amiga. No pudiste noquearme a mí nunca porque me consideras tu amiga. ¿Podrás noquear a Yoo Hobin?

—Lo sabré dentro de un mes.








N/A:
Soy Venezolana y estoy en mi país, así que quizás sepan que las cosas andan difíciles por acá. Nos revisan el celular y nos amenazan o nos encarcelan; como me toca salir a trabajar, para evitar problemas hice limpieza en mi teléfono, y sin querer borré mis notas y toda la maqueta que tenía preparada para este capítulo y los que venían, así que eso se fue a otra vida. Siento que el capítulo quedó un poco flojo, pero espero les guste.

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