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Capítulo 3 - Mascotas recién llegadas.... La sumisión del pet.


Capítulo 3

Mascotas recién llegadas.... La sumisión del pet.

**Entrégate por completo a mí, hasta llegar juntos al éxtasis**

[.]

Los sollozos y gemidos hacían eco en aquel solitario pasillo, la soledad invadía cada rincón, pero las voces rompían la calma, el ruido era más fuerte cada vez que alguien se acercaba a aquella olvidada habitación, sumergida en las sombras de aquella enorme mansión.

Unos cuantos golpes se escucharon tan fuerte como pesados, a la par, unas cadenas arrastrándose por el suelo, Deidara no paraba de gritar, expresar el dolor que sentía en ese momento, su cuerpo estaba adolorido, sus manos tocaban el frio suelo, sus rodillas estaban tan lastimadas por la fricción del piso que no podía moverlas, verlo era una imagen tan enferma como erótica, sus piernas estaban abiertas a la par, en ellas, se podía apreciar como los hematomas y cardenales adornaban su nívea piel, las mordidas adornaban su entre pierna, así como las heridas sus muslos.

Portaba unas medias de red que estaban echas girones, al igual que un delgado traje de maid que casi lo asfixiaba, debido al apretado corsé que llevaba en ese momento. Una vez más, el amo de aquella mansión se había descontrolado, estaba agotando tanto física, como mentalmente a aquel rubio que apenas y podía mantenerse en la posición de cuatro.

Una cosa era clara, Itachi quería quebrarlo por completo, convertirlo en alguien que no tuviera razonamiento, solo deseo sexual.

— ¡Por...favor! ya basta.

— Aun no — Itachi observaba detenidamente a su hermosa presa.

El mayor apretaba una delgada fusta entre sus manos, arremetiendo en las nalgas del contrario, nuevamente lo hacía gritar y con ello una nueva marca se tatuaba en su piel.

— ¡AHHH! YA DEJA...ME ITACHI— gritaba desesperado el rubio.

— No lo hare, hasta que digas las palabras correctas, no es propio de una mascota dirigirse tan vulgarmente así, menos con dueño.

Acercándose nuevamente, sigilosamente llego hasta estar cerca de su víctima, Deidara solo escuchaba los pasos, no quería voltear, su cuerpo tembló, el solo hecho de estar tan vulnerable, y más en esa situación lo llenaba de desconsuelo. Sintió como su alma se separaba de su cuerpo, cuando al ser tocado por el Uchiha mayor percibió como un extraño artefacto entraba por su orificio, no pudo emitir sonido alguno. En ese momento Itachi colocaba un dildo, este, estaba conectado a una enorme cola de gato, al final un cascabel.

— ¡ahhh! ¡Noooo! — Deidara no podía más, su entrada estaba tan estrecha que el sentir aquello dolía de sobre manera.

Un pequeño movimiento del artefacto en su interior, ocasiono que su punto P fuera tocado, sintiendo aquella sensación de orinar, sin poder evitarlo y pese a que no quería hacerlo, nuevamente llegaba al orgasmo, dejando salir toda aquella esencia blanquecina de su miembro.

— ¡no puede ser! — hablaba de manera neutral — parece que te corriste antes de que yo te diera permiso, Deidara eres una gata bastante maleducada, tendré que darte un castigo por esto.

— Ya es suficiente ¿no?, ya hiciste lo que quisiste conmigo, déjame en paz.

— ¿dejarte en paz?, vamos, no me digas que no te estas divirtiendo — lentamente se sentaba en una silla al otro extremo de la habitación, mirándolo fijamente. — ¡ven a mí!

— Deja de burlarte de mí.

— Uno — comenzó a contar de manera tranquila.

— No — cerro los ojos.

— Dos — se comenzó a desabrochar el pantalón — haz que suene el cascabel.

Antes de que dijera tres, Deidara comenzó a gatear lentamente, moviendo las caderas como su amo le había dicho, el sonido tintineante se escuchaba por toda la habitación, la cabeza estaba clavada en el suelo, estaba cansado, sentía su cuerpo pesado, sus ojos adoloridos y su esperanza de salir de ese lugar, perdidas.

El rubio no dejaba de llorar, todo el día Itachi no había hecho más que torturarlo, desde comprarle un traje de sirvienta, que no quería ponerse, hasta colocarle cadenas y amarrarlo como si fuera un animal, el de ojos azules se fue acercando poco a poco, su trasero le dolía al igual que la espalda y los muslos, a mitad del camino miro a su agresor, el Uchiha solo contemplo aquel rostro, tan hermoso, tan frágil, tan inocente que despertaba aún más su lujuria y perversión.

El rubio no podía seguir mirando aquellos ojos negros llenos de maldad, el placer de humillarlo era el pan de cada día de aquel ser que solo dejaba ver un rostro apacible y sereno, mentira total. Deidara lo sabía muy bien, pero no podía quejarse, estaba demasiado arto para empezar una pelea, de la cual, siempre salía perdiendo, coloco sus manos más al frente y subió un poco su trasero, comenzando a gatear lentamente, tenía que terminar su recorrido, faltaba menos de la mitad para llegar a su destino.

Itachi tomo al pet de su brazo izquierdo, jalándolo hasta sentarlo en su regazo, aquel calor que emanaba el joven era tan placentero que permanecer en aquella posición era ideal, lentamente recorrió la espalda del menor con su mano derecha, pasando por la fina línea de la espina dorsal, hasta llegar a su trasero, masajeo solo un poco, sintiendo como Deidara se estremecía entre sus brazos, llego hasta su destino; el dildo con cola de gato, sin inmutarse, ni preguntar, enredo un poco entre sus dedos, para jalarlo, sacándolo de un solo tirón, esto desencadeno en algo doloroso para el pobre rubio, aferrándose a los brazos del mayor.

— ¡dime las palabras que quiero escuchar!, porque si no me las dices... entonces jugaremos un par de horas más. — tomaba la barbilla del menor.

— Por... ¡por favor! — cada palabra era dicha entre sollozos.

— Parece ser que esto te gusta ¿verdad?, eres un masoquista Deidara — apretaba con ímpetu el miembro del pet.

— Arqueo la espalda, no podía más, estaba en su límite, si no hacía algo, terminaría por desmayarse — por favor... amo — lentamente y pese a su conciencia, se acercó a los labios del Uchiha, depositando un ligero beso en la boca contraria.

— Itachi no se esperaba este acto, sonriendo de medio lado, era una táctica tan impredecible. — dos pueden jugar el mismo juego.

Lamiendo dos de sus dedos, llevo su mano hasta el miembro del rubio, comenzó a masajearlo de arriba hacia abajo, la saliva servía como lubricante, Deidara estaba por demás sensible, no pudo evitar arquear la espalda y mover las piernas, sus mejillas se comenzaron a colorear de un color carmín, intento cerrar los ojos, pero el peso de la mirada del mayor lo llenaba de miedo. Quiso acercar su mano, quitar la de su amo, pero antes de que pudiera hacer algo una mordida en el cuello le indico la clara advertencia, de que no podía hacer nada.

Antes de que pudiera decir algo, sintió como el orgasmo le llegaba, antes de poder descargar, la mano del Uchiha mayor envolvió aquel miembro en un capullo, impidiendo que eyaculara. Algo que provoco un grito de frustración por parte del pet.

— ¡no!... deja. Que ¡haaaaa!... duele- Deidara apretaba su labio inferior.

— vamos... hazlo o no te dejare llegar — Itachi sonreía con aquella maldad impregnada.

— A... Amo, ¡por favor!... déjeme llegar al orgasmo. — las lágrimas volvían a desprenderse de sus hermosos ojos azules.

— ¿en verdad lo quieres?

— Si.

— Buen chico.

Itachi beso posesivamente, los ya rojizos e hinchados labios de su hermosa y frágil víctima, lentamente termino de sacar su miembro, el cual, ya estaba más que despierto, sin importarle, separo ambas nalgas, introduciendo este en la apretada entrada de Deidara, ante la intromisión y la estrechez del lugar, y la fricción, ocasiono una vez más, que esas paredes internas se desgarraran.

Sin tiempo de nada mas, que el placer y el calor del momento, el mayor comenzó a moverse, las caderas subían y bajaban, las pieles chocaban de manera descarada, los cuerpos se iban a perlando en sudor, el rubio no podía más, estaba perdiendo la cordura, no quería, no podía permitirse convertiste en lo que más odiaba ser.

Una mascota.

— "odio en lo que me estoy convirtiendo"— pensaba con melancolía una vez que los gemidos salieron de su boca descontroladamente.

Nuevamente el de cabellos negros arremetió con brusquedad en el interior del menor, ocasionando que este arqueara la espalda, sintiendo como era partido por la mitad, sin poder evitarlo, aferro su mano al brazo del Uchiha mayor, enterrándole las uñas en el proceso, un dolor que más que molestarle, le había gustado.

Pensando solo por unos minutos que tal vez, el masoquista era él.

Los gemidos y gritos se mezclaron una vez más con las cadenas y el ruido del sillón. Sudor y sangre era lo que se podía percibir en aquel cuarto, llanto, dolor, sufrimiento, mezclados con el placer de ser penetrado, era lo que experimentaba en aquellos momentos, el joven rubio se estaba perdiendo a sí mismo, sus brazos se envolvieron en el cuello del mayor, acomodándose como si fuera un bebe en busca del calor y el amor de su madre, Itachi quito la mano con la que sujetaba el pene de Deidara, liberándolo de su propio sufrimiento, sin poder evitarlo soltaba toda aquella esencia blanca entre ambos vientres.

Itachi sintió el placer llegar a su propio cuerpo, experimentando como toda la adrenalina se expandía por cada uno de sus sentidos, así como en cada milímetro de ser, sin poder aguantar más, una penetración más profunda, fue el detonante para vaciarse dentro de su mascota.

Los cuerpos estaban agotados, Deidara permanecía oculto en el hueco del cuello del mayor, este solo observaba perdido el techo, tratando de normalizar su respiración, sintiendo como el interior del menor aun lo apretaba, llevando su mano hasta debajo del muslo, elevo el cuerpo del contrario, sacando su miembro al final.

— has sido muy obediente, y por eso te recompensare — comenzó a acariciar los muslos del rubio.

— ¡Que vas a hacerme? — lo miraba con miedo.

— Nada... te dejare salir al jardín.

— ¿De verdad? — los enormes ojos azules lo miraban con impresión.

— sí, pero solo serán unas cuatro horas, TenTen e Iruka te cuidarán... estarán cerca de ti.

— ¿en verdad puedo salir? — era algo que no se lo creía tan fácilmente.

— si... pero solo al jardín... si intentas escapar, la mucama y el mayordomo serán castigados, que quede claro, esto también es responsabilidad tuya.

— No.... Yo no quiero meterlos en problemas... me portare bien — una mirada de inocencia, apareció el en rostro del rubio.

Esta expresión era algo que nunca se hubiera imaginado presenciar, y menos en el rostro de Deidara, Itachi estaba sorprendido y más que eso atónito, sin verlo a los ojos, se levantó del sillón, depositando con cuidado al menor en la cama, camino hacia la puerta, dejando en el peinador algo metálico.

— Deje las llaves de los grilletes, para que te los puedas quitar, TenTen te dirá cuando saldrás al jardín.

— Claro... ¡gracias!

Sin decir más, Itachi salió, desapareció en la oscuridad de la noche, dejando a un confundido rubio, el cual, aun miraba con inocencia la puerta, que en esos momentos estaba cerrada, su amo se había ido.

[.]

Los días habían pasado, y con ello la tranquilidad reinaba en la habitación de Deidara, esos días no había visto a su pequeña mascota, estaba realmente ocupado, pensativo y con insomnio, ni las pastillas podían relajarlo, después de los agotadores días de trabajo, había recibido una llamada de su amigo Pein, este, se había vuelto tan cercano desde que estaban en la universidad, habían trabajado un par de años en la misma empresa, hasta que aquel chico de cabelleras naranjas se había ido al extranjero, y ahora, estaba en su enorme comedor, organizando una bienvenida

Una cena preparada con la ayuda de Tenten, la mantelería y los platos de porcelana blanca, que acompañarían la fantástica sopa de miso y el platillo principal. En ese tiempo se permitió no dejar a Deidara salir, sabía que le había echo la promesa de sacarlo al jardín, pero por ahora no quería que nadie lo viese, ni siquiera su amigo, aunque si por alguna razón, ¿lo dejaba salir?, era una opción viable, los hombres de negocios odiaban la naturaleza.

Estaba siendo demasiado meticulosos solo por un pet.

— Tenten — llamaba en voz audible.

— ¡Dígame señor! ¿que se le ofrece? — decía con cordialidad la mujer.

— Ya te había dado instrucciones de cuidar a Deidara, que coma algo y de ahí te lo llevas al jardín.

— ¡Muy bien señor!... ¿alguna ropa que quiera que porte? o ¿lo bajo desnudo como a los demás pets?

— Se puso a analizar la situación — recuerda que hoy vendrá Pein, así que los demás pets permanecerán en la sala principal, colócale solo una camisa, hay muchas en el armario de la misma habitación.

— ¿Solo eso?

— Si Tenten, solo eso — miro con pesadez a la castaña.

— Claro señor, enseguida "que miedo" — la castaña subió rápidamente las escaleras para arreglar al rubio y llevarlo fuera.

No sabía por qué, pero el solo hecho de estar en aquel frio pasillo, donde solo el señor Itachi accedía, le parecía por demás triste, desolador y muy pesado, se acercó hasta la puerta de madera, mirándola largamente, solo suspiro, sacando de su bolsillo aquella llave, introduciéndola abrió el cerrojo, accediendo.

Como pensó, el lugar era tan frio, que, sin entenderlo, la melancolía le llego de lleno, sintiendo un enorme pesar, Deidara quien se encontraba escondido, trataba de ignorar los ruidos, oyendo como la puerta se abría, se aterro al pensar que se trataba del Uchiha, sintiéndose tranquilo al ver de quien se trataba.

— Deidara... vamos ¡sal de ahí!

— ¡Eres tú! — con timidez salía de su escondite.

— ¡Te tengo una sorpresa! — menciono sonriendo.

— ¿Qué? — con pesadez y miedo se acercó a la joven.

— Podrás salir hoy ¡a los jardines! — mencionaba Tenten con emoción en la voz.

— ¿enserio?, ¡no mientes! — los ojos azules comenzaron a iluminarse de tal manera que un rayo de esperanza se podía apreciar.

El rubio estaba más que encantado, por fin, Itachi había cumplido una de esas vagas promesas que le dijo en aquellas ocasiones donde su cuerpo era el pago por salir a respirar aire fresco.

— Pero antes debemos de darte un baño... iré a prepararlo ¿de acurdo?

— ¡Ha...a! ... si, está bien... ¡gracias!

— ¡Lo hago con mucho gusto Deidara!

Sonriendo se introdujo al cuarto de baño, este contaba con un decorado espectacular; las baldosas eran de un blanco puro, creando en las orillas de aquella habitación, lindos peces de colores, en el centro se encontraba una tina de baño equipada con todo lo necesario, así como un lujoso retrete, así como un lava manos y una sección de ducha, todo esto de una cristalería fina con decorados en dorado y plateado. Lindas flores entre tulipanes y orquídeas decoraban los estantes del lugar, la castaña se dirigió hasta una de las repisas, llevándose consigo un frasco de color azul.

Mirando la tina, la comenzó a llenar de agua caliente, arrojando un par de perlas y aquella sustancia que hacía que el color cambiara, la fragancia saliera y la espuma hiciera su aparición, Deidara quien asomaba la cabeza, se dio cuenta de esto, sorprendiéndose de sobre manera.

La mucama lo miro, dando el permiso de introducirse en aquellas aguas, algo que hizo al principio con algo de miedo, dándose cuenta después de lo cálido y relajante que era estar ahí.

— Esto es... estupendo.

— ¡Te gusta! — sin perder tiempo, comenzó a lavar el cabello del rubio, mirando en su espalda mordidas y moretones, sabía exactamente quien se las había hecho.

Ella había estado en esa casa desde que era muy pequeña, su familia siempre estuvo a cargo de los Uchiha, incluso cuando todos se separaron, permanecieron cuidando al señor Itachi, en todos esos años miles de mascotas habían llegado a esa casa, ninguna se quedaba más de un año, terminaban enfermando o incluso muriendo, pero, al ver a Deidara, la reacción de Itachi, sabía que algo mas había. Su señor no era de los que terminaban enamorándose ¿o sí?

Conocía bastante bien al hombre, tanto que, nunca hirió de manera fuerte a sus mascotas, parpadeo un par de veces, solo para colocarse a un lado del rubio, quien jugaba con aquellas burbujas como un niño pequeño.

— Deidara...

— ¡si!

— ¿Dónde te hiciste esto?

— No... es lo que piensas — se asustó ante aquella pregunta.

— No, no pienso nada malo... ¿solo quiero saber si el amo Itachi te hizo esto?

— El silencio repentinamente llego, Deidara miraba otro punto que no fueran los ojos de la joven, trago saliva, comenzó a respirar agitadamente solo para mover la cabeza — sí.

— Deidara... — lo miro con tristeza.

— El me odia ¿verdad? — menciono con aquellos ojos azules carentes de todo — el me agrede continuamente, el, solo se burla de mí, quiere acabar conmigo.

— ¡No!, no... no pienses eso.

— ¿Qué quieres que piense?, si no hay nunca un día de paz, el solo quiere matarme — llevo sus manos a la cabeza, tratando de entender mejor aquello.

— No llores, no en este día que puedes salir al jardín, y poder estar fuera de esta habitación.

— El rubio escucho esto, parpadeando un par de veces más, el pesar de su dolor no se iba — para que, para que termine matándome cuando se le venga en gana.

— No, el no piensa eso de ti, él no te odia, porque si así fuera, ya se hubiera desecho de ti, yo he trabajado mucho tiempo aquí, conozco al señor Itachi, es algo más.

— Pero...

— No pensemos en eso hoy, ¿sí?, solo vístete para poder salir antes de que se haga más tarde. — le sonrió.

Cuando el baño termino, ambos se dirigieron al enorme closet, en silencio, sin querer romper los pensamientos que en ese momento ambos tenían, la castaña se dirigió a uno de los cajones, sacando un delgado collar de cuero, adornado con un diamante en color rojo, cada mascota en esa casa tenia uno similar. Acercándose al joven, le mostro el accesorio.

— Perdóname, pero esto tienes que usarlo.

— Si — deslizo su cabello hacia el frente — soy una mascota después de todo.

— Son órdenes del amo, ¿lo comprendes verdad?

— Tengo que hacerlo.

Después de que se escuchara el "click" del seguro, acomodo mejor el collar, yendo por una camisa de algodón con holanes al frente y mangas anchas. Se las coloco al rubio, dejando a la vista sus bien torneados muslos, cubriendo un poco más por debajo, aun así, no dejaba mucho a la imaginación.

Se miró al espejo, sonriendo amargamente, no era más que una simple mascota callejera.

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Itachi se encontraba con sus mejores mascotas, las cuales estaban ya vestidas con ropas exóticas de cuero, látex y piel, unos permanecían desnudos. La mayor exhibición era ese hermoso pelirrojo con ojos de fuego, que despertaba la pación de más de uno, incluso de las propias mascotas, el azabache solo lo veía de una manera neutral, sin ninguna emoción de por medio, más que el de complacer a su superior.

Tomo de su copa de vino, esperando a que aquella puerta se abriera, sus ojos negros observaban como una silueta aprecia en el marco de esta, por fin Pein hacia acto de presencia.

— Itachi — el hombre de cabelleras naranjas, pasaba por aquel corredor hasta llegar a la sala donde su amigo estaba. — ¡tiempo sin verte!

— Es un placer invitarte a mi modesta casa — se puso de pie, ofreciéndole una copa. — bienvenido — menciono de la manera más neutral y sofisticada.

— El placer es todo mío — sosteniendo la copa, bebió, deleitándose con el dulce sabor del vino.

Una vez que el de ojos miel accediera a aquella habitación, los sirvientes a cargo de aquel lugar cerraron las puertas, dejando a aquellos dos con las exhibiciones y las orgias que podían vivirse en ese momento, algo que Itachi sabía, Pein disfrutaría.

El espectáculo no se hizo esperar, muchas mascotas de hermosos cuerpos y exóticas miradas despertaban la curiosidad del invitado, bailes y movimientos eróticos montaban aquellas almas que solo se dedicaban a complacer a sus dueños y a los amigos de estos, algunos se besaban entre ellos, otros pedían ser besados por Itachi o por Pein, el invitado gustoso comenzó a participar entre toques lascivos, besos provocativos y roces por demás complacientes, pero, el primero parecía no estar ahí, el momento cumbre llegaba mostrando a tres de las mascotas que más cuidaba Itachi; Sai sujetaba de las caderas a Sasori, mientras que Kiba, besaba cada una de sus tetillas con lujuria, aquello se estaba convirtiendo en una candente escena de tres bellezas.

— Amo Itachi — susurraba con sensualidad aquel pelirrojo.

El azabache no despego su copa de sus labios, aquello le parecía una pérdida de tiempo, aburrimiento en toda la extensión de la palabra, ¿Qué demonios le estaba pasando?, suspiro solo para dar la señal con la cabeza, que el show debía continuar.

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— no puedo creer que aquí tengan un árbol de cerezos — grito emocionado el rubio al mirar aquella majestuosidad en medio de aquel enorme jardín, lleno de enormes campos de flores

Deidara no cavia en su sorpresa, los jardines eran mágicos, tan hermosos y bellos que no se imaginaba un lugar así ni en sus sueños, sus ojos azul cielo brillaban como nunca al sentir el pasto en sus pies descalzos y el viento jugar con su cabello, no sabía qué hacer en ese momento, su felicidad era autentica. Tenten solo se limitó a observarlo, tomo asiento en una banca que estaba cerca de un árbol de manzanas, el rubio se iba dirigiendo a la mucama cuando escucho unos ladridos; un enorme perro de treinta kilos se acercaba corriendo a todo lo que sus pulmones daban, parecía un enorme peluche de felpa con un pelaje entre blanco y plata de raza Bobtail. El cual se acercó a Deidara, lamiendo sus piernas y después su intimidad, la vergüenza y el miedo surcaron su cara, el enorme perro estaba tan feliz que, de un solo movimiento, llevo al joven consigo al suelo, al igual que la única prenda que cubría la desnudez de aquel delicado cuerpo.

— ¡no Rex, deja a Deidara!

Tenten quiso correr, auxiliar al pobre rubio, pero era demasiado tarde, el can ahora no solo estaba encima, su lengua ahora pasaba por toda la cara, del joven, que lejos de asustarse, comenzó a reírse como nunca antes lo había hecho en su vida.

Situación que lleno sorprendió a la pobre mucama, un sentimiento de calma. Por fin podía ver a ese pobre ser con un poco de felicidad.

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— ¡ahh!, ¡no! — gemía el pelirrojo.

Sasori se sentía ultrajado y sucio al ser compartido y penetrado por ambos pets a los ojos de su ser amado, el cual, lo veía con desprecio absoluto. Las penetraciones del pálido eran precisas, pero no le hacían sentir lo que el amo de la mansión, Kiba usaba su boca, degustando aquel miembro que poco a poco comenzaba a lubricar, tardando en ponerse erecto, ya que, no era lo mismo, si no era Itachi, no podía sentir aquel placer.

— creo que debería de probarlo — decía Pein observando a su amigo.

— Como quieras — se limitó a responder el azabache, recargándose mejor en su sillón — iré por algo más de vino, síguete divirtiendo, sabes que esto es solo y exclusivamente para ti — sonrió saliendo de la habitación.

— Amo Itachi ¡no se valla!

Escuchó a lo lejos los reclamos de aquel pelirrojo, no sintió culpa alguna, si no, enojo, ¿Quién se creía que era para hablarle de esa manera?, después lo reprendería por aquella acción, sabía que su destino era ese, encontrarlo en esas condiciones no era más que algo que de alguna manera Sasori volvería a experimentar.

Paso por el gran ventanal, algo fuera de si le llamo la atención, no podía creer lo que sus ojos miraban, era una escena tan linda y tan hermosa, que se olvidó de todo por un momento, por primera vez observo a Deidara sonreír dulcemente, se veía tan angelical, tan inalcanzable, tan puro. En ese momento, el sol resaltaba más su belleza, aquellos cabellos dorados, se mecían con el viento, sus ojos azules destilaban un brillo tan encantador que era hipnotizaste. Jugaba con Rex tan tranquilamente que sus celos ocasionaron que la copa vacía callera al suelo hecha añicos ¿Por qué si le permitía a ese perro tocarlo?, apretó los labios solo para seguir mirando como la lengua del canino pasaba por el cuello, las mejillas y los labios del rubio, de tal manera, que, en lugar de escuchar gritar al joven, este, solo reía o se avergonzaba por las acciones.

— ¿Qué carajos está haciendo? — la mano se comenzó a poner caliente, bajando la mirada, se encuentro con la palma herida y llena de sangre — claro, como pensé que el pudiera verme de esa manera, el nunca sonreirá para mí.

Itachi se quedaba observando al de ojos azules por esa ventana, tener a esa persona tan cerca y a la vez tan lejos, en verdad dolía, lo peor del asunto, era no obtener una sonrisa de ese ser celestial que en esos momentos sonreía para alguien más.

**déjame devorar tu carne, y destrozar tu alma, mientras susurras un: te amo **

Continuara....

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