Cuando Josh despertó, sintió un agudo dolor de cabeza, que le hizo levantarse de la cama y dirigirse a la cocina. Se quedó quieto, mirando los restos de comida de la noche pasada y abrió el frigorífico. Cogió una botella de agua mineral y dió dos sorbos. Sintió una especie de necesidad y dió otro. Tres sorbos. De repente su teléfono, en la mesa del salón, comenzó a vibrar. Josh lo cogió y oyó al señor Underhill pedirle que fuese a la oficina por un asunto urgente. De repente, Josh comenzó a recordar. Recordaba el haber observado las manchas de aceite, de dar tres sorbos exactos a la botella de agua, de oír a Underhill llamarle... Pero sobre todo recordaba aquel rostro, sombrío e inexpresivo, aquel rostro que, de alguna manera, estaba jugando con él.

-Hola, Josh...-.

Una voz profunda y grave se oyó en los más profundos recovecos de la mente de Josh.