9. Baile culposo
Charlotte Harrison
No he salido de la habitación, Oliver no deja de tocar la puerta pidiéndome disculpas por lo sucedido el día de ayer con los celos que siempre le ha tenido a Izan. Pero la realidad es otra. No quiero ni mirarlo a los ojos y que se dé cuenta que le he sido infiel con su mejor amigo.
Sigo acostada en la cama de la habitación de huéspedes. Tantos años juntos y es la primera vez que hemos peleado de ésta forma y que yo no he dormido entre sus brazos. No puedo mirarlo a la cara, me siento culpable por haber follado con la persona que más aprecia en éste mundo, y ese es Marcus Meyer, su mejor amigo.
Cuando escucho que sale del apartamento, es cuando decido salir de la cueva. No puedo seguir haciendo esto. Debo enfrentar mi realidad y aceptar que me he equivocado. Que he cometido el peor error de mi vida al haberlo engañado. No pude pegar el ojo en toda noche después de eso, después de haber follado con Marcus, no una, ¡Si no dos veces en un mismo día!
Tomo una ducha rápida, me cambio y poniendo los tacones altos y un vestido color vino ajustado. Tomo mis pertenencias y el saco. He hablado con Nay por la noche, me desvelé con ella explicándole lo que he hecho y no ayuda el hecho de que mi mejor amiga se ha quedado callada. Cuando se llega la hora, salgo del apartamento implorando al cielo que no aparezca el señor oscuro. Y para mi fortuna, la suerte está de mi lado porque ni siquiera me lo topo ni en el ascensor ni en la recepción del edificio.
Salgo a la fresca mañana de octubre con mi saco en mano color blanco. Nay ya se encuentra esperándome frente al edificio con una cara de sonriente. Quiere que se lo cuente con lujo de detalles seguramente.
—Suéltalo. —Ordena en cuanto arranca el motor.
—Ya te conté todo Nay, no me hagas repetirlo —digo recargándome en el respaldo del asiento.
—Maldita, dos vergas para ti solita —agrega con diversión.
Cierro los ojos hasta que llegamos al edificio de la empresa. Nay se estaciona y ambas bajamos caminando hasta la recepción.
—Buenos días señoritas —nos saluda el príncipe encantador.
—Buenos días —contestamos al unísono subiéndonos los tres al elevador.
—¿Quién baja primero? —pregunta el rubio.
—Yo —respondo —. Piso número once.
Nay y yo nos posicionamos hasta el fondo. En ocasiones, mi amiga me señala el trasero de nuestro jefe como si estuviera diciéndome lo bueno que está. Pelo los ojos, y ella es tan descarada que no puedo aguantarme las ganas de mirar.
Cuando suena el ding, salgo del elevador a toda prisa. Siento la tensión, y me pregunto si el príncipe encantador tendrá encuentros sexuales con Nay. «Se lo tengo que preguntar».
—¡Buenos días señorita Archer!
—Buenos días Julián —devuelvo el saludo a mi becario.
Llego a la oficina para seguir con mi trabajo. No escucho lo último que murmura Julián, pero me doy cuenta de lo que ha querido decirme cuando llego a mi oficina.
Cierro la puerta con cuidado. Los ojos se me llenan de agua al ver un florero de rosas acompañadas con una cajita color turquesa. Sé lo que es, y no puedo evitar sentirme como una maldita perra que no merece ni que le regale su marido unas rosas.
Comienzo a hiperventilar. Salgo despavorida corriendo al baño que se encuentra en uno de los pasillos sintiéndome la peor persona del mundo. El pecho se me comprime, ahogo un grito y lloro a mares cuando me encierro en uno de los cinco baños.
—No lo merezco, no lo merezco.
La culpa me está matando, no sé qué hacer, y que Oliver se esté disculpando con lo que más me gusta solo hace que mi culpa crezca.
Le he sido infiel a mi marido, y no con cualquiera, lo he hecho con su mejor amigo.
Trato de tranquilizarme. Si ayer me sentía una diosa follando con alguien que no es mi esposo, hoy me siento una vil zorra que no ha podido controlarse ante un par de ojos perversos. Porque eso es lo que son, sus ojos son perversos. Marcus Meyer tiene la clase de mirada que te eleva al cielo y te deja caer al suelo.
Después de unos minutos, recobro la compostura. Salgo del baño e inspecciono mi maquillaje. Se ha corrido un poco, así que me trato de retocarlo quitando los restos de rímel color negro. Tomo un respiro profundo, aliso el vestido y salgo de nuevo al pasillo caminando hasta mi oficina. Cuando abro la puerta, el cuerpo de Izan aparece.
—¿Qué te sucede? —me pregunta.
Cierro la puerta, tomo asiento frente al escritorio y comienzo a contarle con lujo de detalle todo lo que me ha pasado al cabo de unas horas. No dice nada, se queda callado consciente de que si dice algo romperé a llorar.
—Lo engañé —vuelvo a decírselo.
—Eso ya lo sé. La verdad pensé que no lo harías. ¿Y dos veces? ¡Puf! Debe de follar bien el tipo —prosigue. —¿La tiene más grande que la de Oliver?
—¡Izan! No me estas ayudando, quiero... no sé qué quiero.
Dejo caer mí frente al escritorio. Me siento pésimo, y ver las rosas que Izan sigue acariciando no ayuda mucho. Eso, y además que el maldito se ha comido mis macaron.
—Ya pajarita, de verdad, no deberías de sentirte mal. Siéntelo cuando se entere, o peor aún, si el amigo se lo dice.
—Sigues sin ayudar —digo levantando la cabeza acomodándome en el asiento.
—Lo que quiero decir, es que olvídalo. Si, fue un error. Pero uno que disfrutaste en su momento. Ya déjalo estar, solo... solo no lo vuelvas hacer ¿Vale? Si vas a engañar a Oliver que sea pensando con la mente caliente por el otro hombre, no con los sentimientos cruzados por tu marido. Si vas a engañarlo mejor disfrútalo, o mejor aún ¡Divórciate!
—Lárgate Izan.
—¡¿Qué?! Hice lo mejor que pude. —Agrega encogiéndose de hombros.
Se levanta de la silla y sale de la oficina sin decir nada.
Durante toda la tarde trato de mantener mi mente ocupada. Las constantes llamadas de Oliver no dejan de aparecerse haca una o dos horas, pero no respondo ninguna. No sabría que decirle, no hasta verlo en persona.
El trabajo con el diseño del software se hace largo. La espalda me duele, y los tacones no ayudan mucho al mantenerme sentada.
Observo el reloj, falta media hora para salir, así que comienzo arreglar mis pertenencias, consciente de que en menos de media hora veré a Oliver esperándome en el estacionamiento.
Cuando los minutos pasan salgo de la oficina. El piso está vacío, así que camino en dirección al ascensor. Cuando éste llega al primer piso corro al estacionamiento dejándose ver al hombre que tengo como esposo.
Me mira a lo lejos luciendo una media sonrisa. Trago duro, y unas inmensas ganas de llorar me invaden el nudo que se forma en mi garganta. Va vestido con pantalón de vestir negro, acompañado de un abrigo del mismo color. Esa combinación hace lucir los ojos que tiene de color azul.
¿En qué momento permití que sucediera esto?
—Perdóname ¿Si? —dice en cuanto me paro frente a él.
Perdóname tú a mí...
Asiento abrazándome a mí misma. Pero después, abro mis brazos rodeándole el cuello con ambos. Aspiro su aroma fresco y varonil. Acomodo el rostro en su pecho volviendo aspirar su fragancia que yace en el abrigo color negro que lleva puesto. En realidad, va todo de negro.
—Perdóname tu a mí, debí decirte que Izan me llevaría a casa —digo.
—No cariño, Izan y tú son amigos. Debí comprender eso. Solo que... siempre he tenido la sensación de que le gustas y... ¡Joder!
Me toma de la cintura envolviéndome en un abrazo que se torna posesivo.
—No me gusta ver a otro hombre que no sea yo rondando tras de ti.
Si supieras que no es Izan quien lo hace...
—Ya, ¿vale? Solo, solo acepta mi amistad con él. Nay e Izan han sido mis amigos desde que llegué aquí.
—Lo sé, por eso he decidido acceder a la propuesta que me hiciste hace unos días.
Lo miro levantando una ceja ¿Qué propuesta?
—La de salir todos juntos Charlotte.
—¡Oh sí! Me parece buena idea —digo volviendo a su abrazo.
Ni siquiera me interesa que este fresco y comience a enfriarme.
—Bien. Vayamos a casa.
(***)
Después de dos horas llegamos al apartamento. Hemos hecho algunas paradas en el supermercado, así como también he comprado cosas faltantes para arreglar el balcón de nuestro piso.
He tratado de olvidarme. En verdad lo he querido hacer, pero cada vez que veo la sonrisa de felicidad de Oliver me vuelvo a quebrar por dentro.
Cuando tomo una ducha, decido cocinar algo rápido y sencillo para ambos. Él regresa sentándose en la islita frente a la cocina, y le sirvo un plato de ensalada. No soy una experta cocinando, soy más de postres dulces y salados.
—Estas seria. —Dice llevándose a la boca un puñado de almendras.
—Claro que no —respondo recogiendo los platos de ambos.
—Sé que la jodí amor, pero ya déjalo estar ¿Vale?
Quiero romperme a llorar pero me aguanto. Trago duro para calmar el nudo en mi garganta. Amo a Oliver, en verdad lo amo. Pero el señor oscuro me tiene volando en malditas nubes imaginarias.
—No estoy seria, solo estoy cansada —respondo cuando termino de lavar los platos.
Me vuelvo hasta él. Aún se encuentra sentado en el taburete de la isla, así que aprovecho metiendo mi cuerpo entre sus piernas. Le rodeo el cuello con los brazos, y después beso los labios suaves de Oliver Archer. Su lengua juguetea con la mía envolviéndome en un beso brusco y placentero. Comienza a magrear mi trasero semidesnudo provocando que nuestras respiraciones se agiten a la par.
Me carga haciendo que rodeé las piernas a sus caderas. Sigue besándome y me dejo llevar por las sensaciones que desprende mi cuerpo por Oliver. Él es cariñoso, también brusco y un tierno cuando tenemos sexo. Me avienta al sofá, a ese sofá en el que Marcus Meyer me folló el día de ayer.
No me concentro. Quiero hacerlo, pero no lo hago porque mi mente es invadida por recuerdos del sexo placentero. Ni siquiera me percato del momento en el que Oliver se desprende de su pijama quitándome después la mía. Ni siquiera me percato cuando con sus labios lame y succiona la perla que suelta miles de sensaciones...
Nos interrumpen. El timbre suena y Oliver gruñe.
—¿Quién mierda es? —dice colocándose de nuevo la ropa.
Me acomodo el pijama y tomo asiento en el mismo sofá simulando que no ha pasado nada, pero cuando abre la puerta el señor oscuro hace acto de presencia.
La sangre se me va a los pies. Trago duro cuando me escrudiña con la mirada y su media sonrisa diciéndome que ya llegó para joder.
—Marcus, que sorpresa —dice Oliver hablando entre dientes.
Oliver odia que lo interrumpan cuando se follar se trata. Tiene que estarse muriendo alguien para que haga caso si alguien le habla.
—Disculpen, ¿Los interrumpí? —dice el maldito sonriéndome.
Éste vuelve la mirada a Oliver pidiéndole que salga un momento para hablar con él. Oliver se disculpa diciéndome que no tardará mucho y yo solo le doy un sí.
Pero tarda. En realidad, tardan más de una hora, y no puedo evitar preguntarme si le estará contando mi infidelidad con él. Decido encender el televisor poniendo cualquier cosa que no me recuerde a Marcus.
Después Oliver entra sonriendo por la puerta comentando que han quedado de ver el partido el sábado en nuestro apartamento.
No digo nada, simplemente asiento a ello.
—¿Cuándo regresa Lucy? —me pregunta sentándose a mi lado. —No es que no me guste tu comida, cariño. Pero en verdad extraño el sazón de Lucy.
Coloca uno de sus brazos en mis hombros, me atrae hacia él besándome el pelo y acariciándome.
—Regresa la próxima semana —confirmo.
Oliver pone un canal de deportes. Los ojos comienzan a pesarme y decido cerrarlos, pero las imágenes de Marcus desnudo en el sofá donde precisamente nos encontramos, vuelven a mi cerebro como una película. Lo veo abriéndome de piernas, lamiéndome hasta el último centímetro de mi cuerpo, y también lo veo tomándome del cuello.
Me remuevo en el sofá. Abro los ojos encontrándome con la mirada azul de Oliver. Me muerdo el labio inferior y digo:
—Estoy caliente, follame.
Me toma de la mandíbula dándome después un beso brusco. ¿Por qué estoy deseando que también lo haga el señor oscuro?
Suelto un gemido tras otro cuando Oliver me desprende de la ropa, él no tarda en desnudarse y comienza a tocarme toda. No deja ninguna de mis extremidades sin lamer ni morder. Me toma con posesión, como si me le fuese a escapar de la nada. Aún en el sofá, vuelvo a recordar a Marcus. Así que me levanto encaminándome a la habitación.
Oliver me sigue, y cuando llegamos lo siguiente que hago es empujarlo a la cama. Recordar al señor oscuro en el sueño erótico de hace unos días comienza atormentarme. Trato de concentrarme, así que me le monto encima a mi esposo. Inserto el miembro en mi canal que ya se encuentra húmedo sin apenas acariciarlo.
—Estas ansiosa cariño —susurra cuando me le abalanzo hacia sus labios.
—Mucho...
Comienzo a saltar sobre su miembro, a balacearme mientras Oliver me aprieta el cuello asfixiándome. La sensación es deliciosa, quiero más, quiero explotar pero no puedo cuando lo veo a los ojos.
—Joder cariño... —vuelve a gruñir mientras se apodera de mis pezones. —Eres mía, por eso me case contigo... follas como diosa cariño.
Cierro los ojos. No puedo. Las lágrimas se me quieren salir recordando que le fui infiel a mi marido con su mejor amigo. ¡Con su mejor amigo!
Acelero el paso, con los brazos le rodeo el cuello colocando mi rostro en él para que no note mis ojos llorosos.
—Sigue cariño —me susurra lamiendo y mordiéndome el lóbulo seguido del cuello.
¿Por qué le fui infiel, si mi marido también es fabuloso?
Marcus no hizo nada diferente a Oliver, simplemente... simplemente no sé qué me sucede con ese hombre.
Lo sigo cabalgando apretando las paredes de mi sexo hasta que se corre dentro de mí. Sigo acelerando el paso, pero no llego. Solo alcanzo el clímax, pero no logro correrme como en otras ocasiones lo había hecho. Los pensamientos me desconcentran, y los ojos perversos del señor oscuros siguen rondando por mi cabeza.
(***)
Por fin se llega el tan esperado viernes, y lo empezamos mal.
—Si, el cliente dijo que le sería imposible asistir, así que lo pospuso para el próximo lunes —informa Derek Osuna en una de sus reuniones.
Noto la forma divertida en la que él y mi mejor amiga se miran.
—Bien, ya pueden irse a sus casas. Que tengan un buen fin de semana.
Veo como Nay se muerde el labio inferior y casi me atraganto con mi propia saliva cuando Derek Osuna, alias "el príncipe encantador", le sonríe.
—¿Algo que contarme? —interrogo a Nay cuando caminamos hacia el ascensor.
—Nada que no hayas visto ya —me informa en cuanto las puertas metálicas se cierran.
—¡Por Dios! ¡Follas con el jefe!
Comienzo a reírme. Nay también me sigue mientras me mira con cara de pena.
—No lo hago ¡Estúpida! ¿Por quién me tomas? —se defiende. —Solo hemos hablado, nos hemos medio toqueteado y nada más. Nada del otro mundo.
Sigo riéndome.
—¿Sabes que tiene esposa, no es así? —digo.
—¿Y? Tú también tienes y te follas al mejor amigo de Oliver.
Golpe bajo. Las puertas del ascensor se abren, ambas salimos caminando hacia el estacionamiento.
—Dos veces Nay, y acordamos de que la segunda sería la final ¿Vale?
—¡Ja! ¿Dime cuál de estos diez dedos me chupo? —me interrumpe mostrándome los dedos de ambas manos.
No le hago caso. Seguimos nuestro camino, y al llegar al estacionamiento veo a Izan junto a Oliver esperándome. No sé cómo tomarlo, si bien o mal.
—¡Oh! Se me olvidó decirte —inquiere Nay antes de llegar a donde ambos se encuentran —. Oliver nos invitó al bar que siempre van.
Lo está intentando.
(***)
Es extraño ver a Oliver conversar con Izan. Después de salir, fuimos al apartamento para bañarme y arreglarme, lo cual hizo Nay también.
Los tres nos encontramos cenando en el bar al que acostumbramos llegar cada viernes por la noche. Lo raro aquí, es que Oliver a separado una mesa como para seis personas y no cuatro, que somos los que estamos cenando: Oliver, Izan, Nay y yo.
El grupo que acostumbra a tocar apenas está acomodando los instrumentos, en su lugar, hay música pop.
Después de cenar, Nay ordena una botella de tequila y no para de hablar de una reducción de grasa frente a Oliver. Éste último le dice que hay todo tipo de tratamientos de reducción de grasa en el hospital donde trabaja.
—No lo necesitas —inquiero dándole un trago al whiskey que Oliver me ha pedido.
—Lo dice la mujer a la que no le hace falta que le quiten carne —se defiende.
Oliver e Izan se dirigen a la barra de tragos, trayendo después consigo mismo otra botella de whiskey.
—Amo a éste hombre —dice Izan rodeándole los hombros a Oliver con un brazo.
—¿Sabías que Pablo es bisexual? —dice Oliver señalando al barman.
Los dos están comenzando a ponerse ebrios, lo noto porque ambos hablan arrastrando un poco las palabras.
—¿Cómo es que lo sabes? —grita Nay.
—Me ha guiñado un ojo —dice mi marido guiñando su ojo derecho a mi mejor amiga.
Comienzo a reírme al igual que Nay.
El lugar comienza a tornarse extraño. Sobre todo por la música bachata que han puesto por todo el bar. La gente se levanta caminando hacia la pista para bailar, y cuando Nay estira su mano en mi dirección me atraganto al ver la pareja que se acerca caminando hacia nuestra mesa.
Comienzo a temblar. «A este hombre ya me lo topo hasta en la sopa». La respiración se me entre corta cuando veo que va vestido informal, y solo escucho cuando Oliver se levanta de la silla para saludar a sus amigos.
—¡Hermano! —exclama Oliver abrazando a su mejor amigo.
Las piernas me tiemblan, me quedo en shock y no sé qué hacer o pensar. Quiero huir. ¡Pero que estúpida! Oliver no es tonto, los invitó simplemente por el hecho de que, si no le caía bien Izan entablaría mejor la conversación con Marcus.
—Joder... —me susurra Nay al oído —Deshago todo lo que he dicho amiga, has follado con un Dios.
—Creo que Pablo, ahora soy yo —se burla Izan en mi otro oído.
La pareja se acerca a saludar. Marcus deja un casto beso en mi mejilla haciéndome temblar, y sin que nadie más escuche, lo oigo susurrar.
—Muñeca.
La sangre viaja por todo mi cuerpo, seguido de un aroma fresco y varonil que me impregna las fosas nasales.
—¡Parece que has visto un fantasma Charly! —dice Mercy dándome un abrazo.
Un fantasma no, una sombra oscura sí.
La saludo tal y como ella lo hace. Les presento a mis amigos y los dos toman asiento frente a nosotros. Nay e Izan se encaminan a la pista de baile. La música bachata sigue sonando, y me es inevitable no volver a sentirme culpable por todo esto, sobre todo porque no me había topado con el señor oscuro en todos estos días después de lo que pasó.
Mercy habla y habla sobre uno de sus pacientes, omito el nombre porque en realidad no lo recuerdo. Pero por lo que logro escuchar tiene un tipo de obsesión con una mujer.
—No vinimos hablar de trabajo Mercy —la interrumpe Marcu.
Oliver vuelve a llevarse otro trago a los labios, y no duda en arrastrarme hasta él tomándome de la cintura. Después, me levanta la barbilla para que le dé un beso y lo hago. Comienza a pasear la yema de sus dedos por mis caderas hasta llegar a mi trasero.
—Cariño, aquí no —le digo al oído riéndome por las cosquillas que me provoca cuando me besa el cuello.
Siento su mirada. No deja de mirar la escena que ambos estamos haciendo frente a ellos dos. Mercy dice algo inaudible al oído de su esposo y éste simplemente asiente. Ella se levanta disculpándose diciendo que se unirá con mis amigos a bailar.
—Bailemos —le propongo a Oliver.
No quiero estar frente al señor oscuro mirándome de esa forma. Se muerde el labio inferior paseando su lengua por el mismo. Oliver sigue besándome el cuello y yo mirando a su mejor amigo.
Marcus se empina la botella de whisky dándole un trago largo antes de levantarse de la mesa.
—Ya que tú no quieres bailar con Charlotte, déjame que baile la siguiente canción conmigo.
¡Que mierda...!
Oliver vuelve la mirada hacia su mejor amigo. Mi sentido de alarma hace que mire a Marcus de mala forma, y cuando estoy por proclamar algo Oliver habla.
—¿Y Mercy? —pregunta mi marido por su otra mejor amiga.
—Salió atender la llamada del paciente loco —responde Marcus dándole otro trago a la botella.
—¿Tú quieres bailar? —me pregunta a mí.
—Sí, pero contigo —le sugiero a Oliver.
Que no se niegue, que no se niegue.
—Baila con Marcus, sirve y te cuida, estoy mareado y quiero ir al baño.
—Yo te acompaño —vuelvo a sugerir levantándome al mismo tiempo que Oliver de la mesa.
—Cariño, iré al baño. Cuídala, vuelvo rápido.
—Claro, yo la cuido.
El estómago se me revuelve. Me mareo de tanto trago de whisky, y en este preciso momento estoy implorando que aparezca Mercy o alguno de mis amigos. Pero para mí mala suerte los últimos siguen en la pista de baile.
—¿Me concedes ésta pieza, muñeca?
—Ni loca Marcus.
Sonríe. ¡¿Por qué mierda sonríe en éstas situaciones?!
Me quedo parada mirando para todos lados, hasta que siento en la entrepierna de Marcus en mi trasero. No sé si alguien más lo note gracias al tumulto de gente que hay en el bar.
Comienzo a respirar con dificultad cuando la canción "Propuesta Indecente" empieza a sonar por todo el bar. Marcus me toma de la mano encaminándome hasta la pista y joder, no dudo en seguirlo. Nos posicionamos en medio, la multitud nos rodea y baila. El señor oscuro me toma de la cintura y me pega a su fornido cuerpo con firmeza. Pero después cambia de posición sus manos traviesas, una de ellas va bajando hasta colocarla en mi espalda baja, mientras con la otra mano me rodea la palma de la mía.
Bailamos, primero con pasos lentos y delicados. Trato de seguirle el paso sensual de la canción, lo miro a los ojos que se encuentran oscurecidos causándome un gran temor.
—Nos verán. —Susurro.
Estamos tan cerca, que solo consta de unos cuantos centímetros para besarnos los labios.
—¿A sí? —se burla. Me da una vuelta volviéndome atraer con firmeza hasta su pecho. —No sé porque mierda no me importa.
Su mano traviesa viaja hasta mi trasero. Lo acaricia y me dice al oído:
—Quiero comerme esto...
Suelto un jadeo. Ya no estoy pensando con la cabeza, sino con la entrepierna y deseo que haga lo que dice justo en este momento.
De un segundo a otro me suelta, me toma de la mano arrastrándome a un pasillo con una salida de emergencia al final. Salimos a la fría noche, el vestido holgado ondea de las orillas dejando entre ver mi ropa interior. Marcus se abalanza hasta mí empujándome a la pared. El callejón donde nos encontramos está muy mal iluminado, las luces parpadean y éstas permiten que la poca luz sea tenue.
Se apodera de mis labios recorriendo mi cuerpo sobre el vestido.
—¿Vestido rojo muñeca? —me susurra en los labios.
Suelto un jadeo y Marcus gruñe mordiéndome el labio inferior. Mete sus manos por debajo masajeándome el trasero y yo no dudo ni un segundo más en frotar su entrepierna con una de mis manos.
Soy una maldita zorra.
Con agilidad, éste dirige dos de sus dedos a mi canal penetrándome con ambos. Suelto un gemido mientras Marcus sigue metiendo y sacando los dedos, después se los lleva a la boca lamiendo su sabor. Vuelve a repetir el mismo movimiento. Siento que me vuelvo loca, contraigo las paredes de mi sexo y un simple movimiento con sus dedos hace que llegue al orgasmo expulsando jugos que nunca antes había visto.
—Joder muñeca, dilo... di lo que me dijiste ese día cuando te corriste conmigo...
No pienso, solo disfruto del orgasmo tan placentero que me acaba de provocar este hombre.
—Rico... —susurro en sus labios.
Marcus gruñe apoderándose de mi boca, me azota el trasero restregándome su erección en mi entrepierna y...
—¡Charlotte, Oliver te está buscando mujer!
Ambos nos detenemos cuando escuchamos la voz de Nay.
Un capítulo suficientemente largo para aguantar el que sigue la próxima semana 😍
¿Les gustó? Me gustaría saber como se imaginan que es Oliver Archer y Marcus Meyer, háganmelo saber mis amores♥
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