31. Amor en lo oscuro
Charlotte Harrison
La tarde se pasa volando en compañía de las gemelas. No dejan de hablarme y contarme sus amoríos con uno que otro chico. Entonces, hago mención del chico con el que se escapó Dilsea el día anterior.
—¡Dios mío! ¿nos viste? ¿enserio?
—Sí que si —asiento, mostrando una sonrisa.
—¡Dilsea! Dijiste que ya no volverías a verlo —le recrimina su hermana.
—¡Ay, por favor! Como si yo fuese hacer caso —añade la gemela —. Es más, deberían ponerme el letrero en la frente con la palabra "pendeja "en color fosforescente.
Una hora más tarde, Oliver baja a la piscina para hacernos compañía. Volví a colocarme el vestido para no acalorarme de más, mientras que las gemelas se pusieron su traje de baño para nadar.
No he visto a Marcus después de nuestro momento en las caballerizas con sus hermanas, y no dejo de pensar si estará con Mercy en la habitación haciendo algo más. Los pensamientos y las imágenes de lo que puede estar sucediendo me traicionan.
—Cariño —habla Oliver acercándose a mí, dejándome un beso en la coronilla.
—Sigues igual de guapo, Oli —le dice Dilsea, salpicándole agua.
—No pierdo mi encanto —él responde guiñándole un ojo y recostándose en la tumbona.
Solo me rio, ni siquiera siento una pizca de celos cuando la gemela piropea a mi marido. Vuelvo la mirada hacia él, éste me enlaza sus ojos con los míos y solo me dedico a sonreírle de medio lado.
¿En verdad lo estoy considerando? ¿Divorciarme de él? Se me hace un nudo en la garganta de tan solo pensarlo.
—¿Qué sucede cariño? —me pregunta.
—Nada... yo...
—¡Oliver, ven! Refréscate con nosotras —propone Dilsea —. Tu también deberías meterte Charlotte.
—Si, el calor es infernal —añade Domi.
Sonrío. Al final asiento a su propuesta. Me quito el vestido quedándome en el traje de baño color rojo, a dos piezas. Dilsea suelta un silbido, y no duda en halagarme.
—Necesitamos ir al gimnasio —dice Domi, al mismo tiempo en el que se rie su hermana.
—Y no comer tanto —dicen al mismo tiempo, soltando una carcajada.
Oliver se levanta de la tumbona, acercándose después a mí.
—Eres hermosa —me dice, dejándome un casto beso en los labios.
—¡Oliver, no antojes! —exclama Dilsea.
Éste último me suelta. Después, juntos caminamos a la orilla de la piscina saltando al mismo tiempo hacia el agua. Las gemelas se quejan cuando les salpicamos agua. Salimos a la superficie y comenzamos a jugar con la pelota que ambas tienen. Hacemos equipos; yo con Domi y Oliver con Dilsea. Oliver acomoda la red dividiendo la alberca en dos partes. Después comenzamos el juego y el ambiente se llena de gritos y quejas de las gemelas peleándose por lo tramposas que son. No puedo evitar reírme al ver como se dicen cosas una a la otra, en ocasiones, entre ellas mismas revelan sus intimidades frente a Oliver y frente a mí.
Minutos más tarde, volteo al sentir la mirada de alguien más presente cerca de la piscina, y ese es Marcus acompañado de su papá.
Me derrito, y me enciendo de nuevo con tan solo verlo. Siento que el agua de la piscina arde al notar como es que se lame los labios. Labios que he besado, y labios que me han besado allá abajo. Lleva puesto un short playero color negro y una playera de figuras verde y amarilla. Los botones desabrochados hacen que sus pectorales y su piel perlada se le noten. La respiración se me corta, y agradezco interiormente que él lleve lentes de sol para no notar su mirada sobre mi cuerpo.
—Disimula un poco, que Oliver te está mirando extraño.
Me sobresalto al escuchar la voz de Domi. Trago duro, y ella me abraza por la espalda trepándoseme encima.
—Ríete como si te hubiese contado un chiste.
Me ataco de la risa. Una muy, pero muy fingida risa. Me abrazo a Domi, nadando con ambas hacia el medio de la piscina. Ella me suelta y nada directamente hacia su hermana, quien platica con Oliver sobre la universidad a la que irán ambas.
Me acerco a ellos, con la mera intención de no volver a comerme con los ojos a Marcus. Para cuando llego, Oliver me toma de la barbilla para después besarme. Me muerde el labio inferior, y yo simplemente me dedico a rodearle el cuello con ambos brazos.
—Ayer no hicimos el amor —me susurra.
—Estabas en un coma etílico, ¿Cómo querías que follaramos? —me burlo.
Oliver se ríe, y responde:
—Cierto, se me olvidaba que no te gusta follar con muertos.
Me rio, al recordar una de las tantas veces en las que nos embriagamos juntos en el bar, llegando a casa con el cuerpo caliente y con ganas de follar. Pero al final, siempre terminábamos igual, muertos de cansancio y sin ganas de nada.
Los cuatro seguimos en la piscina, y después de un rato aparece Mercy en un diminuto traje de baño. Trago duro al ver su esbelto cuerpo en la única pieza que lleva; un traje de baño completo, fosforescente, escotado de los senos y tipo hilo dental.
—Mercy, ésta es una finca, no un club de strippers —bromea Dilsea —. No te creas, es broma.
—Pero si quieres, no lo es —prosigue Dominica.
No me resisto a voltear para ver la expresión de Marcus, pero éste simplemente se dedica a mirar y teclear el móvil. Mercy se adentra a la piscina, ignorando el comentario de las gemelas. Después la invitan a jugar otro rato con la pelota, mientras yo opto por salirme. No se si sean supersticiones, o algo que se le parezca, pero siento que alguien más me mira con descares el trasero.
Oliver también opta por salirse, pero en lugar de seguirme, va y se sienta junto a Marcus y su padre.
Tomo una de las toallas que se encuentran en una de las tumbonas, rodeo mi cuerpo con ella y me adentro a la mansión. Ya dentro, me encamino hasta la habitación tomando una ducha rápida para volver. Ésta vez me pongo un vestido color rosa palo y sandalias planas.
Bajo a la estancia, y comienzo a caminar por entre los pasillos, observando a detalle los cuadros de caballos y paisajes. Llego a la sala principal que consiste en tres sofás, una mesita de noche, televisor y una chimenea. Sobre ésta última, se encuentran fotografías familiares, tanto de las gemelas como de Marcus y sus padres. Sonrío al ver una donde se encuentra Marcus, su mamá y las gemelas, los cuatro con los brazos extendidos sobre una montaña enorme. El paisaje es divino, por lo verdoso que se ve en fondo, y noto que es una fotografía de hace ya algunos años.
—Divinos ¿no crees? —dice una voz dulce tras de mí.
Me doy la media vuelta, y es la señora Milla quien se encuentra ahí. Le sonrío al verla, asintiendo a su pregunta.
—Lo son —le contesto —. Es una foto muy bonita.
—Si, ese día las gemelas fueron un dolor de cabeza —prosigue —. Fue hace... —se queda pensando, tomando la foto entre sus manos —. Creo que hace cinco años, no lo sé.
Comienza a contarme lo sucedido ese día. Acamparon cerca de unas montañas, y las gemelas sufrieron de picaduras por los mosquitos. Me cuenta más sobre ese viaje, incluyendo a toda costa que Mark no estuvo presente ese día.
—Los cuatro somos muy unidos —adjudica ella —. Y por más que tratemos de incluir a Mark, simplemente no accede.
—El trabajo, seguramente —digo, y ella asiente.
Le comento que iré afuera, pero cuando voy de camino por uno de los pasillos, me detiene diciendo:
—Sé lo que sucede entre mi hijo y tú.
Me detengo de golpe. El corazón comienza a palpitarme con fuerza. Me ha de creer una zorra.
Volteo, mirándola avergonzada. Entre abro los labios para decir algo, pero simplemente no me salen las palabras.
—Yo...
—Tranquila —recarga su mano sobre mi hombro cuando se acerca —. No apoyo la infidelidad en el matrimonio, pero cuando dos personas se aman es mejor hablar cada quien con su respectivo esposo. No juzgo, ¿Quién soy yo para hacerlo? Solo digo que... haz lo correcto.
Asiento, con una media sonrisa fingida en los labios. Escucho a las gemelas correr por las escaleras y veo al señor Meyer adentrándose a la sala.
Regreso al pasillo encaminándome a la salida con el corazón desbocado, y para cuando salgo lo primero que ven mis ojos es a Mercy besando a Marcus. Éste la toma de la cintura, comiéndole la boca como si fuese un necesitado. Siento una presión en el pecho, como si alguien le hubiese agarrado a patadas, y ese ha sido Marcus.
La rabia me invade, revolviéndome el estómago. Oliver sonríe viéndolos a ambos, mientras yo hago de todo para no romperme en mil pedazos. Me encamino hacia donde se encuentran. No miro a Marcus, ni siquiera volteo a verlo. Solo a Mercy que sonríe como una estúpida cuando se aleja de su marido.
No todo es miel sobre hojuelas, y claramente Marcus me ha demostrado que su propuesta no es nada más que basura puesta sobre la mesa.
Tomo asiento en las piernas de Oliver, al mismo tiempo en el que le rodeo el cuello con los brazos. ¡¿En que estaba pensando?!
Oliver me acaricia la espalda escotada con una mano, y con la otra juguetea con el dobladillo del vestido sobre mis muslos.
¡Qué estúpida fui!
—Deben hablarlo —interfiere Oliver —. Siempre dicen que el sexo es bueno para reconciliarse...
—No comparemos la situación —lo interrumpe Mercy, mientras Marcus se queda callado, recostado sobre la tumbona —. Ni siquiera me quiere decir con quien me engañó.
El corazón se me acelera. Marcus se quita las gafas, y sus penetrantes ojos oscuros se clavan en mi mirada.
—Como siempre, tienes que andar divulgando nuestra vida privada —espeta Marcus.
—Son nuestros amigos, además ya lo saben, ¿Qué más da?
—Lo saben porque abriste el pico Mercy —responde tajante.
—Si lo saben tus padres, tus hermanas, ¡¿Qué más da que lo sepan nuestros amigos?!
—Yo... me voy. ¿Oliver, me acompañas?
Él asiente, caminando tras de mí en cuanto me levanto de sus piernas. Les dice algo inaudible, lo cual ignoro.
—Los obligo a besarse, y ni así acceden...
—¿Qué hiciste qué? —le recrimino.
—Lo que escuchaste. Son marido y mujer, deberían arreglar sus diferencias y...
—No te metas Oliver, ¿Qué no entiendes? ¡Marcus engañó a su mujer! —exclamo eso último en un susurro.
—Son mis amigos, y es difícil estar de un lado.
—No estés de ninguno y ya. —Propongo. —Eres amigo de ambos, solo apóyalos a cada uno por separado.
Subo a la habitación. Me recuesto en la cama recordando el beso de Mercy y de Marcus. Me hierve la piel nada más de pensar en ellos dos tratando de reconciliarse follando. Ya no se ni que me pasa, estos celos que siento por él me consumen.
Cierro los ojos, y me quedo dormida por un largo rato. Para cuando despierto, allá afuera ha oscurecido.
—¿Bajaras a cenar, cariño? —me pregunta Oliver, situándose en el marco de la puerta.
—No tengo hambre, ve tú.
Asiente.
No quiero ver a Marcus, no con estas emociones, con sus proposiciones y con un sinfín de sentimientos por él. No puedo ni mirarlo frente a los demás, por el simple hecho de que lo deseo cada que lo veo, y siento la tensión que emanamos juntos al tenernos cerca. «Si yo la siento ¿Oliver la sentirá también».
Por más que le doy vueltas a todo, viene a mi mente su proposición, y es la del divorcio. «¿Estoy dispuesta a tirar cinco años a la basura?» La respuesta de siempre es un no sé. Y la razón a esa pregunta es porque, si engañó a Mercy, ¿Qué no me hará a mi si llego a ser su mujer?
(***)
El sábado por la noche la pasé encerrada en la habitación con la excusa de que no me sentía bien. El domingo, la pasé peor. El malestar, los dolores de cabeza y el resfriado que estaba a punto de darme me tumbaron en la cama como un arma letal. Afortunadamente la pasé en casa, recostada y con Oliver fuera de mi visión, claro, para no contagiarlo si tenía algún virus letal.
Lo sé, una exageración.
—Todo está bien, señora Archer —confirma la Doctora Alamillo.
—Menos mal, así podré ir a trabajar mañana —le digo, recobrando la compostura en la cama.
—Si, aunque... no está de más que se pase por el hospital, ya sabe, con la ginecóloga ya que los dolores de cabeza siempre se deben a varias razones.
Mi sentido de alarma se activa.
—Uso el dispositivo —le hago saber a la doctora.
—No está de más, señora Archer.
Asiento. Después de que guarda sus pertenencias médicas en el maletín, la encamino a la salida. Oliver insistió en mandarla para que me revisara, lo cual agradezco. Me despido de la mujer con bata blanca, y para cuando quiero cerrar la puerta aparece Nay.
—¡Dios mío! ¿No te habías muerto? —me reclama.
—No —niego, sacudiendo la cabeza —. Aquí me tienes, vivita y coleando.
—Dirás culeando, o follando con cualquiera menos con tu...
—¡Izan, cállate! —espeta Nay. —¿No esta Oliver, cierto?
—No, pero aun así, no digan estupideces.
Dejo que entren. Es lunes, y Oliver me ha llamado hace un rato para comentarme que se tardará un rato más para revisar su agenda para las citas del día siguiente.
—Sí, no vaya a ser que tenga una cámara escondida para monitorearte —se burla Izan.
Ambos me preguntan sobre mi fin de semana en la finca. No omito detalle alguno, ni siquiera la vez que follé con Marcus, ni lo de sus hermanas, y mucho menos lo último que presencié entre él y Mercy, así como tampoco omití su proposición de divorcio.
—No sé qué hacer —les hago saber —. Estoy... no quiero decir que estoy confundida, porque mis sentimientos son claros. Simplemente no puedo seguir engañándome a mí misma manteniéndome a lado de Oliver.
—Es difícil... ¡Dios! —exclama Nay.
Ella está igual, o peor que yo con el príncipe encantador.
—Wow. No me gustaría estar en los zapatos de ninguno de ustedes. —Añade Izan
—Tú ya engañaste y te divorciaste —le dice Nay.
—Era joven, no sabía lo que hacía.
—¡Patrañas! —exclama Nay.
—Lo único que digo es que, si se lo hizo a su mujer, la cual juró amar hasta la eternidad, ¿Qué no te haría a ti también conejita?
—No ayudas Izan —le recrimina mi amiga.
Nos quedamos hablando de lo que hicieron ellos durante el fin de semana. Después, volvemos a tocar el mismo tema relacionado con Marcus. Les ofrezco café y galletas, y éstos aceptan gustosos. Nos encaminamos a la isla de mármol en mi cocina tomando después la bebida caliente.
—Haz esto, follate a tu marido de nuevo —propone Izan —. Y si no sientes lo mismo que sientes por el señor marrón, déjame decirte amiga mía que estas perdida.
—¿Cómo te atreves a darle ese consejo? Por supuesto que pensará en Marcus, ¿Qué no la vez? La trae como estúpida.
—¡Oye! —me quejo.
Izan se ríe, pero vuelve a decir lo mismo.
—Créeme, debe haber buena conexión a la hora de tener intimidad Charlotte.
—¡Por supuesto que no! ¿Qué hay del amor, las acciones y los cuidados? ¡Los sentimientos, carajo!
—¿Lo defiendes?
—No, simplemente digo que no todo es basado en sexo.
—¡Habló la que se acuesta con uno y mañana con otro! ¡¿Tu que sabes del amor?!
Siento que la cabeza me quiere explotar.
—¡Chicos, ya basta! —grito, interrumpiéndolos cuando veo que sus opiniones son mucho más para ellos dos. —Me queda claro Izan, que debe existir esa conexión cuando intimamos. Pero desafortunadamente ya no está, ya no existe y...
—Inténtalo entonces, como dice Izan —responde Nay, dándole la razón.
De un brinco se baja del taburete. Se despide de mí, e Izan sale corriendo tras ella.
¿Qué lío se trae ese par?
No les pregunto nada, porque ni siquiera me permiten el tiempo de hacerlo, ya que ambos se van dejándome sola enmarañada de pensamientos.
Una hora después, me encuentro sentada cambiándole de canal al televisor de la sala. Escucho la puerta abrirse, y sé perfectamente que es Oliver.
—Cariño —me saluda, dejándome un beso en la frente.
Sonrío de lado forzadamente, y vuelvo a recordar lo que Izan me ha dicho. Nadie me obliga, pero cuando escucho el grifo de la regadera abrirse no dudo en encaminarme hacia la ducha para hacerle compañía.
Abro la puerta con cautela, pero cuando estoy a punto de cruzar la línea que divide el baño de mi habitación, me detengo. El pecho se me contrae, y las ganas de llorar se intensifican cunado aparece el nudo en mi garganta.
Me siento en la oscuridad con un amor que, desde la perspectiva de los demás es perfecto, pero por dentro estoy añorando por salir corriendo.
Y es ahí donde me doy cuenta que, definitivamente a Oliver no lo puedo engañar. Lo tengo que dejar, lastimarlo así está de más, pero... ¿Cómo le explicas a la persona que quieres eso? ¿Cómo le explicas que se ha enamorado de alguien más? ¿Cómo le explicas que es un amor prohibido? ¿Cómo le explicas que te enamoraste de su mejor amigo?
No, Oliver no llegó demasiado pronto a mi vida, fui yo quien llegó antes a la suya.
Les dejo un edit que me hizo mi amiga Pri ♥
Gracias por el apoyo mis Perversos ♥.♥
PD: Ebullición Parte II it's comming... 💥
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